LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
4 DE MAYO DE 2014
III
DOMINGO DE PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Sal 65, 1-2)
Aclama
a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle gracias y
alábenlo. Aleluya.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido,
para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción
filial, aguarde seguro con gozosa esperanza el día de la resurrección. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
No
era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio.
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 2, 14. 22-33
El
día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y
levantando la voz, dijo: "Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un
hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y
señales que Dios realizó por medio de Él y que ustedes bien conocen. Conforme
al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes
utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero
Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible
que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose
a Él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que Él está a mí
lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se
alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor,
no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me
has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos,
que me sea permitido hablarles con toda claridad. El patriarca David murió y lo
enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero
como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un
descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la
resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la
corrupción.
Pues
bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos.
Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo
prometido a Él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 15
R/.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme,
Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El
Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. R/.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre
presente al Señor y con El a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por
eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú
no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. R/.
Enséñame
el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua
junto a ti. R/.
Ustedes
han sido rescatados con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin mancha.
DE LA PRIMERA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PEDRO: 1, 17-21
Hermanos:
Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la conducta de
cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial durante su peregrinar
por la tierra.
Bien
saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha
rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, al cual Dios había
elegido desde antes de la creación del mundo y, por amor a ustedes, lo ha
manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por Cristo, ustedes creen en
Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que
la fe de ustedes sea también esperanza en Dios.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Lc 24, 32) R/. Aleluya, aleluya.
Señor
Jesús, haz que comprendamos las Escrituras. Enciende nuestro corazón mientras
nos hablas. R/.
Lo
reconocieron al partir el pan.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS: 24, 13-35
El
mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo
llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo
lo que había sucedido.
Mientras
conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos;
pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él
les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de
tristeza?"
Uno
de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que
no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó:
"¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno,
que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el
pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo
condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el
libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas
cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y
llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que
estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo
como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron".
Entonces
Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para
creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías
padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y
siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura
que se referían a Él.
Ya
cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero
ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde
y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban
a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces
se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y'
ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía,
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se
levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos
a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado
el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les
había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Oremos
a Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera.
Después
de cada petición diremos:
Jesús
resucitado, escúchanos.
Por
la Iglesia. Para que sepamos comunicar con sencillez la alegría de la Pascua en
nuestro entorno cotidiano. Oremos.
Por
todos los niños y niñas que en esta Pascua harán su Primera Comunión. Que
puedan reconocer en nuestras Eucaristías a Jesús que los ama y acompaña.
Oremos.
Por
nuestros gobernantes. Para que trabajen decididamente por alcanzar el fin de la
violencia y una vida con justicia y dignidad para todos. Oremos.
Por
las personas que sufren discriminación o persecución. Para que en todas partes
sean respetadas, acogidas y tratadas con dignidad. Oremos.
Por
todos nosotros. Para que sepamos llevar la alegría de Jesús resucitado a quien
más lo necesite. Oremos.
Escucha,
Señor Jesús, nuestra oración. Y acompáñanos siempre en nuestro camino, como
hiciste con los discípulos de Emaús. Tú, que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a
quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Pascua.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Lc 24, 35)
Los
discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dirige,
Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con
estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria
incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRAS
DEL PAPA FRANCISCO DURANTE EL REGINA COELI
El
Domingo 4 de Mayo de 2014
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo, que es el tercer domingo de Pascua, es el de los
discípulos de Emaús (cfr Lc 24,13-35). Estos eran dos discípulos de Jesús, los
cuales, después de su muerte y pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan,
tristes y abatidos, hacia su pueblo, llamado precisamente, Emaús. En el
trayecto Jesús resucitado se acercó a ellos, pero ellos no lo reconocieron.
Viéndoles tan tristes, Él, primero los ayudó a entender que la pasión y la
muerte de Mesías estaban previstas en el designio de Dios y preanunciadas en
las Sagradas Escrituras; y así reencendió el fuego de esperanza en sus
corazones.
A
ese punto, los dos discípulos advirtieron una extraordinaria atracción hacia
aquel hombre misterioso, y lo invitaron a quedarse con ellos esa noche. Jesús
aceptó y entró en su casa. Y cuando estando en la mesa bendijo el pan y lo
partió, ellos lo reconocieron, pero Él desapareció de su vista, dejándolos
llenos de estupor. Después de haber sido iluminados por la Palabra, habían
reconocido a Jesús resucitado en el partir del pan, nuevo signo de su presencia.
Inmediatamente sintieron la necesidad de regresar a Jerusalén para referir a
los otros discípulos su experiencia, que habían encontrado a Jesús vivo y lo
habían reconocido en aquel gesto de la fracción del pan.
El
camino de Emaús se transforma así en símbolo de nuestro camino de fe: las
Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro
con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa dominical con
nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones. La vida a veces
nos hiere y nos vamos tristes hacia nuestra “Emaús”, dando la espalda al
designio de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la
Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y reenciende en nuestros corazones el
fuego de la fe y de la esperanza y en la comunión nos da fuerza. Palabra de
Dios y Eucaristía: leer cada día una parte del Evangelio, recuérdenlo bien,
leer cada día una parte del Evangelio y los domingos ir a hacer la comunión, a
recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús, han recibido la
Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y derrotados que se
sentían, se sintieron alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la
Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. ¡Recuérdenlo bien!
¡Cuando tu estas triste o algo así, toma la Palabra de Dios! ¡Cuando tú estás
desanimado, toma la Palabra de Dios y va a la Misa del domingo a hacer la
Comunión, a participar del misterio de Jesús! Palabra de Dios, Eucaristía: nos
llenan de alegría.
Por
intercesión de María Santísima, roguemos para que todo cristiano, reviviendo la
experiencia de los discípulos de Emaús, especialmente en la Misa dominical,
redescubra la gracia del encuentro transformante con el Señor, con el Señor
resucitado, que está con nosotros siempre. Hay siempre una Palabra de Dios que
nos guía en nuestra desorientación; y a través de nuestros cansancios y
desilusiones, hay siempre un Pan partido que nos hace seguir adelante en el
camino.
TAMBIÉN
PIDE POR LAS VICTIMAS EN UCRANIA Y AFGANISTAN:
“
Queridos hermanos y hermanas, deseo invitarlos a confiar a la Virgen la
situación en Ucrania, donde no cesan las tensiones. La situación es grave. Rezo
con ustedes por las víctimas de estos días, pidiendo que el Señor infunda en
los corazones de todos sentimientos de pacificación y de hermandad.
Recemos
también por los difuntos a causa del enorme desmoronamiento que se abatió dos
días atrás en un pueblo de Afganistán. Dios Omnipotente, que conoce el nombre
de cada uno de ellos, acoja todos en su paz; y dé a los sobrevivientes la
fuerza de seguir adelante, con el sostén de cuántos se empeñarán para aliviar
sus sufrimientos”.
Pistas
para la Lectio Divina:
Lucas 24, 13-35: Encuentro con el
Resucitado (III): Emaús, un itinerario de vida y esperanza. “¿No estaba
ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?”
Autor:
Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente:
Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
El
relato de los discípulos de Emaús nos enseña a reconocer en los caminos de la
vida la presencia del Resucitado, a repetir sus gestos reveladores y a formar
desde allí una verdadera comunidad pascual.
A todos nosotros nos conviene recorrer este itinerario.
(1)
Dos discípulos se alejan de Jerusalén (24,13-24)
El
camino de Emaús es un camino de alejamiento de Jerusalén. Los dos discípulos,
Cleofás y su compañero, se alejan poco a poco del lugar donde experimentaron el
gran dolor de la pasión.
Cuando
se dice que son dos “de ellos” se muestra que se trata del alejamiento discreto
de la comunidad de Jesús, una comunidad que –sin el Maestro- ya no significa
nada para ellos.
Jesús
se acerca y camina junto con los discípulos, pero éstos no lo reconocen. “Sus
ojos estaban retenidos para que no le conocieran” (24,16). Es su modo de ver la
Pasión lo que les impide reconocer a Jesús resucitado.
Valga
decir en este punto que a veces a nosotros nos pasa lo mismo: en nuestra vida
hay situaciones duras, contradictorias, incluso muy dolorosas; si nos
encerramos en nuestro dolor, en nuestra decepción y no vemos sino el lado
negativo de las cosas, nunca vamos a poder darnos cuenta de la presencia de
Jesús que está ahí caminando a nuestro lado, dispuesto a darle sentido y
esperanza a nuestras penas. Cierro paréntesis.
Jesús
comienza a educar a los dos peregrinos. Primero los hace hablar con él: “¿De
qué discutís entre vosotros mientras vais andando?” (24,17ª). La primera reacción de los discípulos no es
muy amable (224,18). Entonces cuentan lo que pasó: una esperanza frustrada, no
ven el sentido positivo de la Pasión. En sus palabras se nota el desgano. Todos
los sueños se vinieron abajo, todo acabó.
Jesús
se sitúa al mismo nivel en el que están ellos y luego los va conduciendo
gradualmente hasta el nivel de comprensión que Él tiene. Jesús desciende hasta
el escándalo de la cruz que los discípulos tienen aún vivo: “se pararon con
aire entristecido” (24,17b). Jesús los comienza a atraer hacia su experiencia
de resurrección dejando que ellos expongan los acontecimientos pascuales de esa
misma mañana, no importa que concluyan que “no lo vieron”.
(2)
Jesús les explica las Escrituras (24,25-27)
La
luz de la Palabra de Dios es la primera en comenzar a encender la esperanza en
la oscuridad del corazón de los discípulos.
Jesús los guía en una lectura del sentido de la Pasión en la Escritura.
Allí entienden que “era necesario que el Mesías padeciera para entrar en su
gloria” (24,26). El sufrimiento puede
convertirse en un camino de gloria.
A
lo mejor los discípulos conocían esos textos de la Biblia, pero les pasaba
comos pasa a nosotros muchas veces.
Sucede con frecuencia que hemos recibido toda una formación, que sabemos
las enseñanzas de la Biblia y de la Iglesia, pero cuando llega el momento, no
sabemos ponerlas en práctica. A veces le ofrecemos todo al Señor, los
sufrimientos incluidos, pero cuando nos vemos en situaciones penosas nos
enredamos en nuestros sentimientos negativos, nos ofuscamos, protestamos, no vemos
cómo encaja eso en la experiencia de Dios.
(3)
Jesús acepta el hospedaje que le ofrecen los dos discípulos y se les da a
conocer (24,28-31)
Jesús
no sólo comparte la casa de ellos sino también su mesa. Allí les renueva el
gesto de la última cena. Los discípulos
lo reconocen en la fracción del pan, o sea, en el gesto del don que revela el
sentido positivo de la pasión: la generosidad de Jesús hacia nosotros, su amor
que llegó hasta el extremo de dar la vida y que ha transformado su sentido (la
muerte como donación de sí mismo). Y fue
ahí, en el sentido positivo de su pasión, donde lo reconocieron.
(4)
Los discípulos regresan a Jerusalén (24,32-35)
Con
el corazón ardiente, con el rostro de Jesús impregnado en sus retinas, con una
nueva visión de la cruz, con una nueva fuerza –después de que primero andaban
tristes- los discípulos transformados recorren el camino inverso: regresan a
Jerusalén, al mismo lugar de la Pasión, que tanta frustración les trajo. Este
es también el lugar de la comunidad a la que le habían perdido el gusto, y allí
reemprendieron su camino de fe.
Es
la comunión en la fe pascual la que nos lleva a la comunión de amor en una vida
sabrosamente fraterna.
(5)
Todos los días se repite este camino
Todos
los días vivimos en la Eucaristía estos dos momentos: la liturgia de la Palabra
y la Liturgia de la Eucaristía. Las dos
van unidas, porque el pan eucarístico es un pan para la fe, para el amor. Por
eso tiene una relación estrecha con la Palabra de Dios. Todas las palabras de la Biblia tienen su
sentido definitivo en el misterio eucarístico: al mismo tiempo que explicitan
su misterio, nos dejan ver la riqueza de sus distintos aspectos. La Eucaristía es presencia de Cristo
resucitado, pan vivo y vivificante, pan que revela el sentido de la Pasión y la
realidad de la Resurrección.
Para
cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:
1.
¿Por qué y cómo se alejan los dos peregrinos de Emaús de Jerusalén?
2.
¿Qué pasos da Jesús en su pedagogía con ellos para hacerlos volver?
3.
¿Cómo se repite hoy este evangelio?
La resurrección de Cristo es “un hecho que implica a toda
la humanidad,
que se extiende en el mundo y tiene una importancia
cósmica.
Del valor universal de la resurrección de Cristo
se deriva el significado del drama humano,
la solución del problema del mal,
la génesis de una nueva forma de vida que se llama
‘cristianismo””
(Pablo VI, homilía de Pascua, 1964)
TODO
NOS HABLA DE JESÚS
Por
Javier Leoz
Cuando
todavía cientos de miles de peregrinos –al igual que los de Emaús- tienen,
tenemos, el corazón enardecido y sobrecogido por el encuentro personal con
Jesús en el marco de la solemne Canonización del Papa Juan XXIII y de Juan
Pablo II, seguimos avanzando en este tiempo Pascual. Lo seguimos haciendo de la
mano de Cristo resucitado. Que, los nuevos santos, nos ayuden desde el cielo a
dar con la clave para llegar a Jesús y no perderlo por el camino.
1.-
Como los de Emaús, cierta parte de nuestra sociedad, se encuentra agobiada y
hastiada. Hay muchas esperanzas, sobre todo las superficiales, que hicieron
aguas. Y, esa decepción, se ha convertido en duda sistemática de todo y sobre
todo.
Los
discípulos de Emaús estaban un poco de aquella manera; se encontraban
desconcertados y cabizbajos. Vuelven desazonados y sin muchas perspectivas de
una experiencia idílica con Jesús hacia una “nada” que les hace sentir su
fragilidad, orfandad y desesperanza.
2.
¿Dónde está el Señor? ¿Ya le dejamos avanzar y transitar a nuestro lado? ¿No
estaremos dibujando un mundo a nuestra medida sin trazo alguno de su
resurrección? ¿Se dirige nuestro mundo hacia un bienestar permanente y duradero
o sólo a corto plazo? Son interrogantes que surgen constantemente como fruto de
la desazón de los discípulos del Emaús de nuestros días: regresamos
decepcionados de muchos panoramas que se nos presentan en nuestra vida
corriente como fantásticos…y resultan que eran ruinosos.
3.
Necesitamos volver hacia el encuentro con el Señor. No para que nos resuelva de
un plumazo nuestras peticiones o inquietudes. En principio es necesario
regresar de la desesperanza. Cristo salió fiador por nosotros, por nuestra
salvación, por nuestra felicidad eterna y seguimos huyendo cabizbajos
concluyendo que, el Señor, se ha desentendido de nosotros. Que, el Señor, tal
vez murió y nunca resucitó. ¿Tal vez somos esos murciélagos habituados a la
oscuridad –como señalaba recientemente el Papa Francisco- huyendo de la luz?
4.-
Que seamos capaces de reconocer al Señor allá donde nos encontremos. No
esperemos signos extraordinarios. Nada y todo nos habla de Dios. Todo y nada
nos muestra al Señor. No es juego de palabras y sí pura verdad: sólo quien vive
con la percepción de que el Señor nos acompaña es capaza de vivirlo
intensamente.
¡Feliz
Pascua! ¡Estamos en Pascua!
P.
Javier Leoz.
Santos
Felipe y Santiago
"el Menor”, Apóstoles; Silvano de Gaza, mártir.
Beato Juan Martín Moyé, fundador.
(Blanco)
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