LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
DOMINGO 25 DE MAYO DE
2014.
VI DOMINGO DE PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Is 48, 20)
Con
voz de júbilo, anúncienlo; que se oiga. Que llegue a todos los rincones de la
tierra: el Señor ha liberado a su pueblo. Aleluya.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
todopoderoso, concédenos continuar celebrando con incansable amor estos días de
tanta alegría en honor del Señor resucitado, y que los misterios que hemos
venido conmemorando se manifiesten siempre en nuestras obras. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Les
impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 8, 5-8. 14-17
En
aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. La
multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar
de los milagros que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los
espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban
curados. Esto despertó gran alegría en aquella ciudad.
Cuando
los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que Samaria había
recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. Éstos, al llegar,
oraron por los que se habían convertido, para que recibieran el Espíritu Santo,
porque aún no lo habían recibido y solamente habían sido bautizados en el
nombre del Señor Jesús. Entonces Pedro y Juan impusieron las manos sobre ellos,
y ellos recibieron el Espíritu Santo.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 65
R/.
Las obras del Señor son admirables. Aleluya.
Que
aclame al Señor toda la tierra. Celebremos su gloria y su poder, cantemos un
himno de alabanza, digamos al Señor: "Tu obra es admirable". R/.
Que
se postre ante ti la tierra entera y celebre con cánticos tu nombre. Admiremos
las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres.
El
transformó el Mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie
enjuto. Llenémonos por eso de gozo y gratitud: el Señor es eterno y poderoso.
R/.
Cuantos
temen a Dios, vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Bendito sea
Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia. R/.
Murió
en su cuerpo y resucitó glorificado.
DE LA PRIMERA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PEDRO: 3, 15-18
Hermanos:
Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que
las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes. Pero háganlo con sencillez
y respeto y estando en paz con su conciencia. Así quedarán avergonzados los que
denigran la conducta cristiana de ustedes, pues mejor es padecer haciendo el
bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque
también Cristo murió, una sola vez y para siempre, por los pecados de los
hombres; Él, el justo, por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió
en su cuerpo y resucitó glorificado.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Jn 14, 23)
R/.
Aleluya, aleluya.
El
que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos
a él. R/.
Yo le rogaré al Padre
y él les dará otro Paráclito.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 14, 15-21.
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si me aman, cumplirán mis
mandamientos; yo le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito para que esté
siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo,
porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita
entre ustedes y estará en ustedes.
No
los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo
no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes
también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en
mí y yo en ustedes.
El
que acepta mis mandamientos y los
cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Oremos
a Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera.
Después
de cada petición diremos: Jesús resucitado, escúchanos.
Por
todos los cristianos. Para que sepamos comunicar con sencillez la alegría de la
Pascua en nuestro entorno cotidiano. Oremos.
Por
los catequistas que preparan a los niños y niñas para la Primera Comunión. Para
que Dios los bendiga y les dé acierto en su labor. Oremos.
Por
nuestra Patria. Para que Jesús resucitado nos conceda alcanzar el fin de la
violencia y vivir en la justicia y la paz. Oremos.
Por
los enfermos y los profesionales, voluntarios y familiares que cuidan de ellos.
Para que, en medio del sufrimiento, encuentren en Jesús resucitado su fuerza.
Oremos.
Por
nosotros. Para que siempre seamos fieles a nuestro compromiso bautismal.
Oremos.
Escucha,
Señor Jesús, nuestra oración, y danos tu Espíritu Santo. Tú, que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Suba
hasta ti, Señor, nuestra oración, acompañada por estas ofrendas, para que,
purificados por tu bondad, nos dispongas para celebrar el sacramento de tu
inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Pascua.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 14, 15-16)
Si
me aman, cumplirán mis mandamientos, dice el Señor; y yo rogaré al Padre, y Él
les dará otro Abogado, que permanecerá con ustedes para siempre. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
todopoderoso y eterno, que, por la resurrección de Cristo, nos has hecho
renacer a la vida eterna, multiplica en nosotros el efecto de este sacramento
pascual, e infunde en nuestros corazones el vigor que comunica este alimento de
salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA
REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Quien
se decida a vivir como cristiano no está asumiendo un proyecto totalmente
personal. En realidad, su decisión es una respuesta a una invitación. Cuando
Dios invita a las personas a vivir conforme a su proyecto de salvación, define
su plan y otorga los recursos para llevarlo adelante. Es una obra humana y una
obra divina. El creyente que se dispone a vivir, en esta sociedad marcadamente
individualista, en conformidad con los valores evangélicos, necesita disponer
de una fortaleza interior a prueba de presiones sociales. El Evangelio y los
Hechos nos refieren la promesa y el envío del Espíritu Santo a los cristianos
de Samaria. El Pentecostés cristiano no fue un evento exclusivo y único; los
Hechos nos refieren que la efusión del Espíritu se realizaba cuando las comunidades
acogían de forma madura el mensaje de Jesús. En las comunidades cristianas
donde se asume la radicalidad del Evangelio se hace patente el Espíritu de
Jesús resucitado. (www misal com mx)
REFLEXION
“NO OS DEJARÉ
DESAMPARADOS”
1.-
Mucho me extrañaría a mí oír que alguno de nosotros cumple por amor las
regulaciones de tráfico. O respeta el Código Penal por amor al ministro de
Interior o al de Justicia. Pues lo que hoy nos dice el Señor Jesús es que el
cumplimiento de lo que Él nos ha dejado encargado es una muestra de amor
personal a Él, y que Él y su Padre, corresponden a ese amor personal.
Que
hay una relación entre el amor que le debemos a Él y el cumplimiento de su
código, y no lo hemos entendido… ¿Me queréis decir si para nosotros los diez
mandamientos, aún reducidos al amar a Dios y al prójimo, no son un camino de
cariño que se abre ante nosotros y que con su cumplimiento nos sentimos llenos
y satisfechos como se siente uno que ama?
¿Tenemos
en el camino de nuestras vidas a los mandamientos como focos luminosos que
hacen el camino fácil, como se hace fácil todo lo que se hace por cariño? ¿O
tantos NOES de los mandamientos han acabado por dar un sentido negativo a
nuestra vida cristiana, hemos acabado por vivir en un estado religioso policial
con un Dios con un palo siempre levantado en alto para dejarlo caer sobre
nosotros en cuanto hagamos una transgresión? ¿No abunda en nosotros mucho más
el temor a Dios que el amor?
Pues
entonces no lo hemos entendido, porque el cumplimiento de los mandamientos
tiene que ser una muestra de amor personal al Señor Jesús, a Dios. Más en
concreto, ¿habéis venido a misa con el cariño que se va a casa de los padres,
de unos cariñoso hermanos, de unos amigos de toda la vida, a pasar allí un buen
rato con ellos?, ¿o “oír misa todos los domingos” es para nosotros una pura
obligación con la que tenemos que cumplir? Pues no lo hemos entendido.
2.-
O quizás peor… ¿implica nuestra fe un cariño cálido, hondo, verdadero hacia el
Señor? ¿Es realmente el Señor una persona muy querida para mí? ¿Cuándo estamos
solos nos quedamos gozando en el pensamiento de nuestro Padre Dios, del Señor
Jesús presente en la eucaristía? Como pasa con las personas que queremos.
Cuando
se quiere a una persona se interesa uno por las cosas que le gustan y le
agradan y trata uno de hacerlas o regalárselas. ¿Es así Dios para mí? Nos dice
San Ignacio que el amor consiste en comunicación de las dos partes, en dar y
comunicar al amado lo que uno tiene y puede, y así el amado al amante. ¿O este
lenguaje nos resulta a irreal? Tal vez porque aún no hemos llegado a la
experiencia de un Dios personal, cercano, amigo, en el que podamos poner cariño
y amor. Tal vez tengamos que pedir al Señor, que sin esperar a nuestra
correspondencia Él se nos revele a lo hondo del corazón como dice el evangelio.
3.-
Hay otra frase en este Evangelio muy apropiada para estos tiempos difíciles:
“No os dejaré desamparados” Y en la familia hay ancianos y enfermos que se
siente desamparados, solos, arrinconados. El Señor nos pide hoy a todos, que en
ellos Él necesita nuestro amparo y nuestra protección, que les sepamos hacer
compañía, que aguantemos sus caprichos, sus exigencias nacidas de ese mismo
sentimiento de desamparo en que se encuentran, que el calor de nuestra mano
comunique calor a esos pobres corazones congelados, a veces, de desamor
verdadero o imaginado.
José
María Maruri, SJ
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CRISTO ES NUESTRA
VERDAD
1.-
Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el
Espíritu de la verdad. Cuando decimos que Cristo es nuestra verdad no nos
referimos a la verdad científica física o química, sino a la verdad de nuestra
vida, a la verdad de nuestro espíritu. Científicamente, nuestra condición de
cristianos no nos hace más sabios que los no cristianos, ni mejor informados
sobre el universo y las cosas. Pero el Espíritu de la verdad que habita en
nosotros sí nos da un mayor y mejor conocimiento de Dios nuestro Padre. El
cristiano que vive en Cristo y por Cristo vive unido al Padre y, aunque en esta
vida de manera imperfecta, conoce la voluntad del Padre, sabe caminar y
conducirse por el camino del Padre y actúa de acuerdo con la verdad del Padre.
En este sentido, los cristianos decimos que Cristo es nuestra verdad. El mundo,
en cuanto tal, “no ve, ni puede recibir el Espíritu de la verdad”, porque no
camina por el camino de Cristo. Tampoco los cristianos, por el simple hecho de
estar bautizados y llamarnos cristianos, poseemos el Espíritu de la verdad. La
condición que nos pone el mismo Cristo para recibir su Espíritu es que le amemos
y que guardemos sus mandamientos. El mandamiento de Cristo ya sabemos cuál es:
amar a Dios y al prójimo sobre todas las cosas. Por desgracia, muchos de los
que nos llamamos cristianos no amamos a Dios y al prójimo sobre todas las
cosas, sino que amamos más al dinero, al poder, al éxito social, a los bienes
materiales, a nosotros mismos. Amar a Dios y guardar los mandamientos de Cristo
no es sólo, ni principalmente, decirlo de palabra, sino vivir como Cristo
vivió, vivir guiados por el Espíritu de Cristo. Si vivimos guiados por el
Espíritu de Cristo “el Padre nos amará y Cristo también nos amará y se revelará
a nosotros”. Un bello mensaje del evangelio de este domingo, según san Juan.
2.-
La ciudad se llenó de alegría. Nos dice el autor de los Hechos que la gente de
la ciudad de Samaría “escuchaba con aprobación lo que decía Felipe”, el
diácono, y que se llenó de alegría al ver los signos que hacía. Este es el
objetivo que debemos tener todos los cristianos cuando anunciamos el evangelio
con nuestras apalabras y con nuestros hechos. Hablamos para convencer a la
gente de la verdad del evangelio que predicamos y para ayudarles con nuestras
palabras y con nuestras obras a ser más buenos y felices. Si la gente que nos
escucha no queda convencida de la verdad de lo que decimos y de la bondad de lo
que hacemos no seguirá escuchándonos mucho tiempo. El mensaje del evangelio
sólo producirá alegría en los que lo escuchan cuando estos vean que lo que
decimos y lo que hacemos es bueno y beneficioso para ellos. Nosotros
normalmente no podemos hacer milagros, ni curar enfermos, pero sí podemos
ayudar a la gente a ser más feliz y a superar muchas dificultades internas y
externas. Para esto debemos predicar un evangelio que sea de verdad
, es decir, buena noticia para los que nos escuchan.
3.-
Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la
pidiere. La razón de nuestra esperanza, de la que habla aquí el apóstol Pedro,
es nuestra fe en Cristo resucitado. Sabemos que si acompañamos a Cristo en su
vida tenemos derecho a esperar que también le acompañáramos en su muerte y
resurrección. Este nuestra esperanza debe dar fuerza y firmaza a nuestra fe en
la resurrección de Cristo. Como nos dice también San Pedro debemos hablar y
actuar siempre “con mansedumbre y respeto y buena conciencia, para que en
aquello mismo en que somos calumniados queden confundidos los que denigran
nuestra buena conducta en Cristo”. Hoy, más que ayer, sabemos los cristianos
que no todos los que nos vean y nos escuchen van a aceptar el mensaje de
nuestra esperanza, sino que muchos nos denigrarán. Esto no debe desanimarnos,
ni debilitar la firmeza de nuestra fe y de nuestra esperanza, porque, como
también sigue diciéndonos el apóstol Pedro, “mejor es padecer haciendo el bien,
si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”.
Gabriel
González del Estal
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EL AMOR LO ILUMINA
TODO
Cumplir
los mínimos y quedarnos en ellos resulta fácil (aunque no siempre lo hagamos)
porque entre otras cosas nos evitan mayores esfuerzos. Pero cuando nos
proponemos metas más altas, cuando nos las ingeniamos para superarnos a
nosotros mismos, el resultado entonces es de una doble satisfacción: hemos
cumplido y, además, lo hemos hecho con sobresaliente.
1.
Ya, el domingo pasado, Jesús nos decía que un camino, una verdad y una vida nos
aguardaba y apostábamos fuerte por Él. Pero la pregunta es la siguiente: ¿Cómo
hacerlo? ¿Cómo entrar en ese camino? ¿Cómo defender esa verdad? ¿Cómo sostener
esa vida?
El
Evangelio de hoy nos da la clave: con la llave del amor. “Un mandamiento nuevo
os doy” (Jn 13:34). ¿Sólo uno? ¡Sí! ¡Uno! Pero claro, con coletilla: “amando
como yo os he amado” ¡Casi na!
2.
Jesús nos ofrece el secreto para permanecer en su persona como camino.
Avanzando por los senderos de nuestra existencia tendremos que mirar a un lado
y a otro. Nada de lo que ocurra, especialmente si es con el color del dolor,
nos podrá resultar indiferente. Ya el Papa Francisco nos lo recuerda
insistentemente desde el inicio de su pontificado: “hay que salir a las
periferias”. Malo será que por ir deprisa, por mirar hacia adelante, por
pretender alturas y grandezas….dejemos de lado al Jesús que se encuentra al
borde del camino.
3.
Jesús, como verdad, nos exige huir de nuestras falsedades. El amor ilumina la
verdad y, la verdad, hace más transparente el amor. El amor por lo tanto, si es
como Dios manda, se convertirá en medidor de nuestra verdad. ¿Amas? ¿Te brindas
a los demás? ¿Es el amor la verdad de tu día a día o, tal vez, algo
extraordinario? Para que Jesús sea la verdad de nuestro corazón tendremos que
cultivar en su interior la perla del afecto sin pausa y sin tregua, el cariño
sin recompensa y sin más interés que el deber cumplido.
4.
Jesús, como vida, nos alienta a vivir amando. Amar a los de cerca es fácil y
difícil. Fácil porque, entre otras cosas, ponemos coto al amor. Pero la vida
cristiana nos exige dar un segundo salto: hay que atrapar por amor incluso a
los que se encuentran más lejos de nosotros.
Jesús,
teniendo a un Judas a su mesa, lo amó y le entregó su cuerpo. ¡Dos veces lo
tomó Judas! Una para comulgarlo en la mesa de Jueves Santo y, otra más, para
venderlo por 30 monedas de plata. ¿Cuántas veces tomamos nosotros a Cristo?
¿Una, dos, tres, cuatro? Cada uno debiéramos de responder: amamos a Cristo
vendiéndolo o, por el contrario, defendiéndolo con una vida noble, sensata y
cristiana?
¿Qué
diferencia hay entre el amor humano y el amor divino? Preguntaba un párroco a
sus fieles. Y, una anciana, al finalizar la misa le respondió: “que el amor
humano es limitado, sirve a quien quiere y pronto se agota; el amor divino no
mira a quien se hace el bien y, cada vez que lo hace, tiene necesidad de seguir
haciéndolo aunque no sea recompensado”.
Cerca
de la Ascensión del Señor, y viendo la que se nos viene encima, el Señor nos va
fortaleciendo con vitaminas que serán necesarias para ser fieles en aquello que
decimos creer, esperar y vivir. Y es que, mientras estamos en este mundo, la
vida cristiana es eso: un constante descubrir lo que Dios nos ofrece.
Javier
Leoz
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