miércoles, 14 de mayo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTIA MIERCOLES 14 DE MAYO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTIA
MIERCOLES 14 DE MAYO DE 2014
IV MIERCOLES DE PASCUA
San Matías, Apóstol.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Jn 15, 16)
No son ustedes los que me han elegido, dice el Señor; soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca. Aleluya.
Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que asociaste a san Matías al colegio de los Apóstoles, concédenos, por su intercesión, que, teniendo la dicha de ser amados por ti, merezcamos ser contados entre tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA
Echaron suertes, le tocó a Matías y lo asociaron a los once apóstoles.

DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 1, 15-17. 20-26

En aquellos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos, que eran unos ciento veinte, y dijo: "Hermanos, tenía que cumplirse aquel pasaje de la Escritura en que el Espíritu Santo, por boca de David, hizo una predicción tocante a Judas, quien fue el que guió a los que apresaron a Jesús. Él era de nuestro grupo y había sido llamado a desempeñar con nosotros este ministerio. Ahora bien, en el libro de los Salmos está escrito: Que su morada quede desierta y que no haya quien habite en ella; que su cargo lo ocupe otro. Hace falta, por lo tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno que sea de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba hasta el día de la ascensión". Propusieron entonces a dos: a José Barsabá, por sobrenombre "el Justo", y a Matías, y se pusieron a orar de este modo: "Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cuál de estos dos has elegido para desempeñar este ministerio y apostolado, del que Judas desertó para irse a su propio lugar". Echaron suertes, le tocó a Matías y lo asociaron a los once apóstoles.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 112
R/. Lo puso el Señor entre los jefes de su pueblo. Aleluya.

Bendito sea el Señor, alábenlo sus siervos. Bendito sea el Señor desde ahora y para siempre. R/.

Desde que sale el sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. Dios está sobre todas las naciones, su gloria, por encima de los cielos. R/.

¿Quién hay como el Señor? ¿Quién iguala al Dios nuestro, que tiene en las alturas su morada, y sin embargo de esto, bajar se digna su mirada para ver tierra y cielo? R/.

Él levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol, para hacerlo sentar entre los grandes, los jefes de su pueblo. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Jn 15, 16) R/. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca. R/.



No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 15, 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.
Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, los dones que tu Iglesia te presenta con devoción en la festividad de san Matías, y, por ellos, fortalécenos con el poder de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I o II de los Apóstoles.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 15, 12)
Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado, dice el Señor. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, tú que das con abundancia a tu familia estos dones celestiales, por la intercesión de san Matías dígnate recibirnos en la claridad de tu luz, para que tengamos parte con los santos. Por Jesucristo, nuestro Señor.



CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
Miércoles 14 de Mayo de 2014
“EL DON DE FORTALEZA”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos reflexionado sobre los tres primeros dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento y consejo. Hoy pensemos en lo que hace el Señor, Él viene siempre a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don especial: el don de la Fortaleza.

1. Hay una parábola que nos ayuda a comprender la importancia de este don. Un sembrador va a sembrar; pero no todas las semillas que siembra dan fruto. Las que terminan en el camino se las comen las aves; las que caen en terreno pedregoso o entre espinas brotan, pero pronto se secan por el sol o ahogadas por las espinas. Solo las que caen en la buena tierra crecen y dan fruto.

Como el mismo Jesús cuenta a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que difunde abundantemente la semilla de su Palabra. La semilla, sin embargo, a menudo, choca con la aridez de nuestros corazones y, aun cuando viene recibida, a menudo se mantiene estéril. Con el don de la Fortaleza, en cambio, el Espíritu Santo libera la tierra de nuestro corazón, la libera del letargo, de las incertidumbres y de todos los miedos que pueden detenerlo, de modo que la Palabra del Señor sea puesta en práctica, de manera auténtica y alegre. Es una verdadera ayuda este don de la Fortaleza, nos da fuerza, incluso nos libera de tantos impedimentos.

2.Hay también momentos difíciles y situaciones extremas en las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de modo extraordinario, ejemplar. Es el caso de aquellos que tienen que afrontar experiencias particularmente duras y dolorosas, que perturban su vida y la de sus seres queridos. La Iglesia resplandece por el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no han dudado en dar la propia vida, con tal de permanecer fieles al Señor y a su Evangelio.

También hoy no faltan cristianos que en tantas partes del mundo continúan celebrando y testimoniando su fe, con profunda convicción y serenidad y resisten también cuando saben que esto puede costar un precio muy alto. También nosotros, todos nosotros conocemos gente que ha vivido situaciones difíciles, tantos dolores. Pensemos en aquellos hombres y en aquellas mujeres que llevan una vida difícil, luchan por llevar adelante la familia, educar a los hijos, pero esto lo hacen porque está el Espíritu de la Fortaleza que los ayuda.

Cuántos, cuántos hombres y mujeres, de los cuales no conocemos el nombre, honran nuestro pueblo, honran nuestra iglesia porque son fuertes, fuertes en el llevar adelante su vida, su familia, su trabajo, su fe. Pero estos hermanos y hermanas nuestros son santos, santos cotidianos, santos escondidos, en medio de nosotros. Tienen precisamente el don de la Fortaleza para llevar adelante su deber de personas, de padres, de madres, de hermanos, de hermanas, de ciudadanos. Tenemos tantos, tantos.

¡Agradezcamos al Señor por estos cristianos que tienen una santidad escondida, pero es el Espíritu dentro que los lleva adelante! Y nos hará bien pensar en esta gente, si ellos hacen esto, si ellos pueden hacerlo ¿por qué yo no? Y pedirle al Señor que nos dé el don de la Fortaleza.

3. No se debe pensar que el don de la Fortaleza sea necesario solamente en algunas ocasiones o situaciones particulares. Este don debe constituir la característica esencial de nuestro ser cristianos en la normalidad de nuestra vida cotidiana. Como he dicho, en todos los días de la vida cotidiana tenemos que ser fuertes, tenemos necesidad de esta Fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe.

Pablo, el apóstol Pablo, ha dicho una frase que nos hará bien escuchar: “Yo lo puedo todo en aquel que me conforta”. Cuando llega la vida ordinaria, cuando llegan las dificultades, recordemos esto: “todo lo puedo todo en aquel que me conforta”. El Señor da la fuerza, siempre, no falta. El Señor no nos prueba más de lo que nosotros podemos tolerar. Él está siempre con nosotros, “todo lo puedo en aquel que me conforta”.

Queridos amigos, a veces podemos estar tentados de dejarnos vencer por la pereza o peor, por el desaliento, sobre todo de frente a las fatigas y a las pruebas de la vida. En estos casos, no perdamos el ánimo, invoquemos al Espíritu Santo para que, con el don de la Fortaleza, pueda aliviar nuestro corazón y comunicar nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y a nuestro seguimiento de Jesús. Gracias.

Fuente: ACIPRENSA



REFLEXION
Hech. 1, 15-17. 20-26. Jesús es el único que hace el llamado y el que elige a quienes han de ser sus apóstoles. La comunidad discierne sobre las condiciones necesarias para ser un buen candidato, y puede presentar ante Dios a quienes considere dignos; sólo el Señor tendrá la última palabra. Requisitos: Ser testigo de la resurrección de Jesús; que haya acompañado a los apóstoles mientras convivió con ellos el Señor Jesús, desde que Juan Bautizaba hasta el día de la ascensión. Nadie puede hablar, con toda verdad, acerca de lo que no conoce. Y en cuanto a la proclamación de la fe en Jesús no puede hacerse si no nace de una verdadera experiencia personal con el Señor. Hemos de cuestionarnos si la fe en Jesús la hemos reducido a una serie de reflexiones, tal vez muy profundas, para convencernos y después convencer a los demás sobre la existencia y la divinidad de Jesús; o si en verdad Jesús es una Persona con quien nos relacionamos en la vida. Caminar en la fe significa tener la certeza de que el Señor permanece en medio de nosotros hasta el final del tiempo y que, aun cuando nuestros ojos carnales no lo contemplen, con los ojos de la fe lo contemplamos, lo escuchamos, aceptamos su perdón y su obra de salvación y nos dejamos guiar por su Espíritu. Mientras la fe se reduzca a un convencimiento intelectual estamos perdidos, pues no nos van a salvar las razones sobre Jesús, sino la Persona de Jesús, que está en y con nosotros. El verdadero apóstol de Jesús es testigo de su amor, de su entrega, de su muerte, de su resurrección; y lo experimenta, no por imaginación, sino en la realidad de sentirlo vivo, actuante y presente en cada momento de la propia vida. Sólo entonces se proclamará el Evangelio y se continuará con la construcción del Reino de Dios de un modo eficaz, con la eficacia que viene, no de nuestros planes y medios humanos, sino del Señor que permanece con nosotros y acompaña a su Iglesia.

Sal. 113 (112). Pareciéramos encontrarnos ante un antepasado del cántico de María, el Magnificat. Dios, el Todopoderoso, el Trascendente, el que está por encima de todos los cielos y naciones, ha vuelto su mirada hacia los humildes; ha levantado del polvo al desvalido y sacado al indigente del estiércol, para hacerlo sentar entre los grandes, los jefes de su pueblo. Dios nos ha creado para que estemos con Él eternamente. ¿Quién de nosotros puede negar su propia realidad de pecado? Quienes están al servicio de la comunidad como Pastores del Pueblo de Dios no pueden alegar influencias especiales o méritos propios ante el Señor como para que Él se haya fijado en ellos y los haya escogido. Dios ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes; ha elegido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para aniquilar a quienes creen que son algo. De este modo nadie puede presumir ante Dios. Por eso nadie puede vivir en el orgullo, ni esperando recompensas pasajeras, ni reconocimientos humanos. Hemos sido llamados para servir y esa es la única misión que tenemos todos los que creemos en Cristo y conformamos esta Iglesia, servidora a la altura de como Cristo se hizo Siervo y el último de todos.

Jn. 15, 9-17. Cadena de amor. La forma en que yo soy amado por mi Padre, es la forma en que yo los amo a ustedes; ustedes se han de amar como yo los he amado. La fidelidad a los mandamientos divinos, a la voluntad de Dios, es lo que lo hace a uno grato a Dios y el poder permanecer no sólo con Él sino en Él. La falta de fidelidad a esa voluntad divina es lo que provocó la expulsión del paraíso. Pero Dios ha tenido misericordia de nosotros; en efecto, Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener misericordia de todos. En Jesús Dios ha salido a nuestro encuentro para comprarnos a precio de su propia sangre derramada por nosotros; por eso somos propiedad del Señor que por nosotros murió y resucitó. Sin embargo, Él no nos quiere siervos sino amigos. Y a pesar de que nuestro pasado esté salpicado de puntos tal vez demasiado oscuros, Él nos ha elegido; para Él no cuenta nuestro pasado sino su amor, que es pura misericordia para con todos. Llamados, elegidos y santificados por Él, nos ha destinado para que vayamos y demos fruto y nuestro fruto permanezca. Cuando uno trabaja a impulsos del Espíritu la obra de Dios, que realiza Él y no nosotros, continúa como una obra de amor a pesar de que nosotros desaparezcamos. Cuando, en cambio, la obra fue nuestra, todo se derrumbará y causará muchas divisiones cuando, por alguna circunstancia, dejemos de estar presentes. Pidámosle al Padre que nos conceda vivir unidos a su Hijo y, así, poder gozar de toda la vida que el Hijo recibe del Padre. Que el Espíritu de Dios nos fortalezca para que podamos dar testimonio, con nuestras obras, de esa Vida nueva que el Señor nos ha participado. En la Eucaristía, al entrar en comunión de vida con Cristo, somos hechos partícipes de la misma Vida que el Señor recibe del Padre. Esa vida no puede quedar en nosotros de un modo estéril, sino que debe producir frutos abundantes de amor, de comprensión, de ayuda, de cariño, de trabajo por la paz, de capacidad de perdonar, de ser luz que ilumine el camino de nuestro prójimo. En esta Eucaristía escuchamos la voz de Dios que nos manifiesta su voluntad para que la hagamos nuestra y la vivamos cada momento de nuestra pequeña historia personal. Él nos ha hablado cuando se ha proclamado la Escritura. Siempre que la escuchemos hemos de tener la disponibilidad de quien dice: Señor, ¿Qué quieres que yo haga? ¡Habla, Señor, que tu siervo escucha! Pero el Señor, además, nos habla por medio del Signo Sacramental que es su Pascua celebrada en esta Eucaristía; Él quiere que caminemos, cargando nuestra cruz de cada día, tras sus huellas, muriendo a todo aquello que nos impida ser un signo claro de su amor, y resucitando a una vida nueva, libre de la corrupción y de la muerte y guiados, únicamente, por su Espíritu. Vivificados en Cristo volvemos a nuestras actividades diarias con el corazón renovado por el Espíritu Santo, y comprometido en la construcción del Reino de Dios. Seremos testigos de lo que aquí hemos vivido: La entrega del Señor por nosotros, frágiles y pecadores; seremos testigos del amor con que nos ha llamado no sólo para que lo adoremos, sino para que lo amemos sirviendo a nuestros hermanos; y, principalmente, seremos testigos del fruto más grande que nos ha ofrecido el Señor: su vida entregada por nosotros, a quienes Él ama. Nuestro camino en la vida, es el mismo de Cristo. Si queremos ser amados por Dios vivamos, en la vida ordinaria, proclamando el Evangelio con nuestras obras y actitudes, pues este es el mandato que de Él hemos recibido, que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado a nosotros; y esta es la mejor forma de proclamar el Evangelio del Señor. Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de poder ser testigos creíbles de su Evangelio por ser los primeros en vivir lo que proclamamos. Amén.

Homilía católica

MANTENERSE EN EL AMOR
Hch 1, 15-17. 20-26; Jn 15, 9-17
El planteamiento que nos hace el Señor al exhortarnos a vivir el amor fraterno es impecable. Exhorta a cumplir una experiencia que previamente ha vivido. Jesús ama a su Padre y ama a sus hermanos, por eso con la frente en alto puede invitarnos a amar a los hermanos. La salida de Judas Iscariote y el ingreso de Matías al grupo de los Doce los podemos entender desde la óptica del amor. Entusiasma amar a una persona cuando estamos descubriendo su calidez, su belleza y todo su lado amable, luego que van apareciendo los defectos pequeños y grandes que son comunes a todo persona, se complica reafirmar la opción primera. Cuando las relaciones se consolidan, el amor permanece si la buena voluntad, la paciencia y la generosidad de ambas personas lo deciden. (www misal com mx )



Santos
Matías, apóstol; María Dominga Mazzarello, cofundadora; Miguel Garicoits, fundador.

Fiesta (Rojo)

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