sábado, 12 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA.DOMINGO DE RAMOS 13 DE ABRIL DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 13  DE ABRIL DE 2014
DOMINGO DE RAMOS
"De la pasión del Señor"
1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo nuestro Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por lo tanto, en todas las Misas se conmemora esta entrada del Señor por medio de una procesión (I) o de una entrada solemne (II), antes de la Misa principal, y por medio de una entrada sencilla(III), antes de las demás Misas. Pero puede repetirse la entrada solemne (no la procesión), antes de algunas otras Misas que se celebren con gran asistencia del pueblo.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén

I. Primera forma: Procesión
2. A la hora señalada, los fieles se reúnen en una iglesia menor o en algún otro lugar adecuado, fuera del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en la mano.
3. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la Misa, se acercan al lugar donde el pueblo está congregado.
El sacerdote, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará después de la procesión.
4. Entretanto se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado:

ANTÍFONA (Mt 21, 9)
Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo.

5. Enseguida el sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas o semejantes palabras:
Queridos hermanos: Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma con nuestra penitencia y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la entrada de Jesús en Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su entrada triunfal a la ciudad santa, para que, participando ahora de su cruz, podamos participar un día, de su gloriosa resurrección y de su vida.
6. Después de esta exhortación, el sacerdote, teniendo juntas las manos, dice una de las dos oraciones siguientes:

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir estos ramos y concede a cuantos acompañamos ahora jubilosos a Cristo, nuestro rey y Señor, reunirnos con Él en la Jerusalén del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

O bien:

Oremos: Aumenta, Señor, la fe de los que tenemos en ti nuestra esperanza y concede a quienes agitamos estas palmas en honor de Cristo victorioso, permanecer unidos a Él para dar frutos de buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita

7. Enseguida se dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según san Mateo. Lo lee el diácono o, en su defecto, el sacerdote, de la manera acostumbrada.
Bendito el que viene en nombre del Señor.

EN LA PROCESIÓN DE RAMOS
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO 21, 1-11

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna,
sobre la cría de un animal de carga».
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!»
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es éste?»
Y la gente respondía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».

Palabra del Señor.

No retiré mi rostro cuando me ultrajaban,
pero sé muy bien que no seré defraudado

LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 50, 4-7

El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, Él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no quedaré defraudado.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL   21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

R.    Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto». R.

Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mis ropas
y sortean mi túnica.
Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;
Tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
“Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.” R.


Se anonadó a sí mismo. Por eso, Dios lo exaltó

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE FILIPOS 2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como lago que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte en cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está por sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
“Jesucristo es el Señor”

Palabra de Dios.


EVANGELIO

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO 26, 3-5. 14-27, 66

¿Cuánto me darán si lo entrego?

C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los Sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».
C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?»
C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?

C. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual ?»
C. Él respondió:
a «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos"».
C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.

Uno de ustedes me entregará

C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:
a «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
S. «¿Seré yo, Señor?» C. Él respondió:
a «El que acaba de servirse de la misma fuente que Yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
S. «¿Seré yo, Maestro?»
a «Tú lo has dicho».
C. Le respondió Jesús.

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre

C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
a «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:
a «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño

C. Entonces Jesús les dijo:
a «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño". Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».
C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».
C. Jesús le respondió:
a «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».
C. Pedro le dijo:
S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».
C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Comenzó a entristecerse y a angustiarse

C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
a «Quédense aquí, mientras Yo voy allí a orar».
C. Y llevando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:
a «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».
C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:
a «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
C. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
a «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
C. Se alejó por segunda vez y suplicó:
a «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad».
C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:
a «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar»

Se abalanzaron sobre Él y lo detuvieron

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:
S. «Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo».
C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
S. «Salud, Maestro».
C. Y lo besó. Jesús le dijo:
a «Amigo, ¡cumple tu cometido!»
C. Entonces se abalanzaron sobre Él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:
a «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder esto?»
C. Y en ese momento, Jesús dijo a la multitud:
a «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron».
C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso

C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y sentó con los servidores para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:
S. «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días"».
C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a queme digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C. Jesús le respondió:
a «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Ellos respondieron:
S. «Merece la muerte».
C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».

Antes que cante el gallo, me negarás tres veces

C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».
C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé lo que quieres decir».
C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».
C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:
S. «Yo no conozco a ese hombre».
C. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a "Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».
C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.

Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador

C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.

No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre

C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
S. «He pecado, entregando sangre inocente».
C. Ellos respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».
C. Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».
C. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el "Campo del alfarero", como el Señor me lo había ordenado».

¿Tú eres el rey de los judíos?

C. Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:
S. «¿Eres Tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
a «Tú lo dices».
C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»
C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
S. «No te mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos respondieron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato continuó:
S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Todos respondieron:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Él insistió:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».
C. Y todo el pueblo respondió:
S. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».
C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

Salud, rey de los judíos

C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza; pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él, se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos».
C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

Fueron crucificados con Él dos bandidos

C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron;» y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con El dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz

C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. "Ha confiado en Dios; que Él lo libre ahora si lo ama", ya que Él dijo: "Yo soy Hijo de Dios"».
C. También lo insultaban los bandidos crucificados con Él.

Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?

C. Desde. el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
a «Elí, lí, lemá sabactaní».
C. Que significa:
a «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».
C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.

C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!»
C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.
Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.

José depositó el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo.

C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que sé había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.

Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente

C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:
S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último engaño sería peor que el primero».
C. Pilato les respondió:
S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».
C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.

Palabra del Señor.

Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos ahora con fe, y pidamos que la vida nueva que nace de la cruz de Jesús llegue al mundo entero.
Después de cada petición diremos: Señor, ten piedad (o bien: Krie, eléison).
Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que aprendamos a vivir con espíritu de amor y de entrega, como Jesús. Oremos.
Por los que no conocen a Jesús. Que puedan llegar a sentir el gozo y la vida que Él nos da. Oremos.
Por todos los que sufren. Que, identificados con la cruz de Jesús, puedan también gozar de la alegría de la resurrección. Oremos.
Por los que están de vacaciones en estos días santos. Que la Semana Santa nos haga crecer en la fe, la esperanza y el amor. Oremos.
Por todos nosotros, reunidos en este Domingo de Ramos. Que la Semana Santa que iniciamos nos haga crecer en la fe, la esperanza y el amor. Oremos.
Escucha, Señor Jesús, la oración confiada que te dirigimos. Tú, que vives y reinas...

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que la pasión de tu Hijo, actualizada en este santo sacrificio que vamos a ofrecerte, nos alcance, Señor, de tu misericordia, el perdón que no podemos merecer por nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual siendo inocente, se dignó padecer por los pecadores y fue injustamente condenado por salvar a los culpables; con su muerte borró nuestros delitos y, resucitando, conquistó nuestra justificación.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles y te aclamamos con voces de júbilo, diciendo: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 26, 42)
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.



HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EL DOMINGO DE RAMOS 13/04/2014

Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:
“Esta semana comienza con una procesión festiva con ramas de olivo: todo el pueblo acoge a Jesús. Los niños y los jóvenes cantan, alaban a Jesús. Pero esta semana va adelante en el misterio de la muerte de Jesús y de su resurrección.

Hemos escuchado la Pasión del Señor. Nos hará bien preguntarnos ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor? ¿Quién soy yo, delante de Jesús entrando en Jerusalén en este día de fiesta? ¿Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo? ¿O tomo las distancias? ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre? Hemos oído muchos nombres: tantos nombres.

El grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley que había decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad de apresarlo ¿Soy yo como uno de ellos? Incluso hemos oído otro nombre: Judas. 30 monedas. ¿Yo soy como Judas? Hemos escuchado otros nombres: los discípulos que no entendían nada, que se quedaron dormidos mientras el Señor sufría.

¿Mi vida está dormida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que era traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolver todo con la espada: soy yo como ellos? ¿Yo soy como Judas, que finge amar y besa Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos líderes religiosos que tienen prisa en organizar un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy yo como ellos?

Y cuando hago estas cosas, si las hago, ¿creo que con esto salvo al pueblo? ¿Soy yo como Pilato que cuando veo que la situación es difícil, me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad y dejo condenar – o condeno yo – a las personas? ¿Soy yo como aquella muchedumbre que no sabía bien si estaba en una reunión religiosa, en un juicio o en un circo, y elije a Barrabás?

Para ellos es lo mismo: era más divertido, para humillar a Jesús. ¿Soy yo como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor? ¿Soy yo como el Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena volunta de ayudar al Señor a llevar la cruz? ¿Soy yo como aquellos que pasaban delante de la Cruz y se burlaban de Jesús?: “¡Pero... tan valeroso! ¡Que descienda de la cruz, y nosotros creeremos en Él!”.

La burla a Jesús… ¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la mamá de Jesús, que estaba allí, y sufrían en silencio? ¿Soy yo como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor, para darle sepultura? ¿Soy yo como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del Sepulcro, llorando, rezando? ¿Soy yo como estos dirigentes que al día siguiente fueron a los de Pilato para decir: “Pero, mira que éste decía que habría resucitado; pero que no venga otro engaño”, y frenan la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga afuera? ¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de éstas personas yo me parezco?

Que esta pregunta nos acompañe durante toda la semana.

(Traducción de Eduardo Rubió y María Fernanda Bernasconi – RV)


Fuente: Radio Vaticana.

REFLEXION

NUESTRO MEJOR AMIGO ENTREGÓ LA VIDA POR MÍ, POR TI…
1.- Hoy damos comienzo a la Semana Santa. En ella se descubre en toda su hondura el drama del hombre ante Dios. Drama de vida y de muerte, de traición y de eterna felicidad.
San Juan de Ávila dejó escrito que era necesario que la lanza del centurión romano abriese el corazón de Cristo para que a través de esa herida pudiéramos los hombres vislumbrar el amor infinito del Padre que entrega a su Hijo por nosotros, y del Hijo, Jesucristo, que se entrega a la muerte por nosotros.
En esta Eucaristía –como en todas– vuelve a repetirse en símbolo y en realidad aquel acto de entrega de Jesús. Y nosotros que, como los discípulos y los judíos, unas veces hemos aclamado a Cristo con entusiasmo como Rey y después le hemos traicionado y abandonamos tantas veces, nos convertimos, por nuestra debilidad y en nuestro pecado en protagonistas de la Pasión, tal como la hemos escuchado en el Evangelio. Insisto que ante la Pasión de Jesús no podemos ser meros espectadores o como auditorio pasivo. Cada uno de nosotros estábamos allí, entre aquellos judíos o aquellos discípulos, porque Jesús ofrecía su vida también por cada uno de nosotros. Y es que, para cada uno de nosotros es el relato de cuando nuestro mejor amigo entregó y perdió la vida por todos, por mí, por ti.
2.- La narración de la Pasión es de San Mateo, más cercana a la de San Marcos, y algo más alejada de la de San Lucas que sigue una tradición más antigua. En esta no se suaviza todo lo que sea violencia y dramatismo, como hace Lucas. Ahí están los sufrimientos, los azotes, la coronación de espinas. Y el largo y dramático relato de la crucifixión. Pero los tres evangelistas resaltan el señorío de Jesús, que da permiso para su prendimiento y responde con autoridad a los sumos sacerdotes. Y sobre todo resplandece la infinita misericordia del Señor en tales momentos, llamando al traidor por su nombre, curando la oreja del sirvo del pontífice, perdonando a los que le crucifican, y prometiendo el paraíso al buen ladrón. Jesús se manifiesta así como reflejo del amor y de la misericordia del Padre hacia nosotros.

José María Maruri, SJ
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¿CON QUE PERSONAJE NOS IDENTIFICAMOS?
1.- En el "Siervo de Yahvé" los judíos veían representado al pueblo de Israel perseguido e incomprendido por los otros pueblos. Los cristianos vemos en el "Siervo" la prefiguración del Mesías sufriente, que en la cruz recibe insultos y salivazos, que ofrece la espalda a los que le golpean. No es un loco ni un necio, sino alguien que se fía de Dios y cumple su voluntad. Por eso, no se acobarda ni se echa atrás ante el sufrimiento o la misma muerte. Sabe que el Señor le ayuda y que no quedará avergonzado. A pesar de la sensación de abandono y hasta desesperación que refleja el salmo 21 --¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?-- implora la ayuda de Dios y sabe de quien se ha fiado.
2.- El himno cristológico de la carta a los Filipenses refleja la entrega de Jesús, hasta vaciarse por nosotros. Este despojo lleva un nombre técnico en teología: es la "kenosis" de Cristo. Kenosis viene del griego "kenos", que significa precisamente "vacío". Se concretizó en una obediencia total a su misión, que era la voluntad del Padre. Y no sólo aceptó esta obediencia, sino que escogió también el vivirla hasta el final, "hasta la muerte y la muerte en la cruz", esta muerte que era reservada a los malhechores o a los esclavos. En este sentido, Jesús dio libremente su vida.
3. - El anonadamiento de Cristo es la puerta que conduce la glorificación. Por la cruz se llega a la luz. El centurión desvela todo el enigma que Marcos ha mantenido en secreto durante todo su evangelio. Sólo en la cruz se desvela el misterio. Ese Jesús crucificado es "verdaderamente el Hijo de Dios", es el Cristo, Mesías Ungido y esperado por el pueblo. Este himno nos introduce en el misterio pascual --muerte y resurrección de Cristo-- que vamos a celebrar en el Triduo Santo. Jesús en este domingo de Ramos es aclamado por aquellos que después van a quitarle de en medio. Todo esto ocurre porque Jesús se mete en el mundo, asume el dolor de todos los hombres que hoy son "crucificados". Jesús se empeña en estar en todos los líos, se sitúa en las entrañas de la vida, allí donde se juega el futuro de la humanidad. El mundo es su sitio. No le va la muerte ni la marginación -siempre injusta- . Lucha por acabar con todo aquello que degrada al hombre, que le humilla y hunde en el abismo. Fue valiente, por eso le mataron tanto el poder político como el religioso. Pero Jesús sigue muriendo hoy día... Nosotros seguimos crucificando a muchos "cristos" y gritando: "¡Crucifícalo!". ¿Con qué personaje de la pasión nos identificamos: con Pedro que le negó, con Judas que le traicionó, con el pueblo que no le acepta, o con Juan y las mujeres que le acompañaron?

José María Martín, OSA
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ENTRA EL SEÑOR
Entra el Señor, y entre cánticos, himnos, ramos y palmas el pueblo expresa una firme convicción: es un punto de referencia para alfombrar el mundo desde la verdad y con la verdad. Gran semana la que nos aguarda. Entra el Señor, en estos días, y no precisamente para caminar sobre terciopelo sino para darse, hoy baño de masas, y el Viernes Santo, baño de sangre. Miel y hiel, dulzura y amargura son los acordes de este Domingo de Ramos.
1. Hoy, a Jesús, le decimos que es nuestro Rey y, en Viernes Santo, le diremos “no tenemos más rey que el César”. La vida es así: nos persigue la contradicción, el hoy sí pero, el mañana no. Hoy glorias y mañana fracasos. Hoy, en Jerusalén, todo palmas y júbilo pero a la hora de nona llanto, desnudez, soledad y tristeza. Hoy, en el Domingo de Ramos, ramas recién cortadas y, en la hora de las tinieblas, tan sólo un madero del que colgará Aquel que hoy vitoreamos y ensalzamos. Hoy le cantamos y, en Viernes Santo, le gritaremos: “fuera, fuera”. Hoy le alfombramos los caminos en su ascensión al sufrimiento y  a la muerte y, en Viernes Santo, le despojaremos de su fama, sangre y vestimenta.
2. Bendecimos al Señor por lo que, El, representa. Sube hacia Jerusalén, y aunque hoy todo se tiñe de gozo y de alegría, sabemos que en el horizonte se perfila la cruz. Que, en un atardecer con sombra de muerte, el Señor dará su vida por nosotros: por ti y por mí. No lo olvidemos.
El Domingo de Ramos tiene un sabor agridulce. Por un lado manifestamos públicamente nuestra adhesión y homenaje a Jesús pero, por otro, somos conscientes de que por obediencia es conducido, como cordero, hacia el lugar del sacrificio. Nadie lo hará como El, sólo lo puede hacer Él. Entra el Señor para que, nosotros, un día salgamos con la VIDA debajo de nuestro brazo.
3. ¡HOSANNA AL HIJO DE DIOS! Cantamos y coreamos en este día. Pero, también es verdad, que –el corazón- nos invita a gritar: ¡No subas, Señor! ¡No avances demasiado! Detrás de nuestro griterío, vendrá la cobardía y el silencio. Al otro lado de la puerta, flanqueada  por músicas e himnos, te enfrentarás con el llanto. ¿Merece la pena, Señor, que avances triunfalmente hacia el fracaso aparente que será tu muerte?
¡HOSANNA AL HIJO DE DIOS! Sí; Señor. ¡Adelante! No dejes asignaturas pendientes. El hombre, el mundo, la tierra, los creyentes, la Iglesia, tus amigos y tus enemigos, los que te conocen y los que te dan la espalda necesitan de tu salvación y del fruto de la cruz.
HOSANNA AL HIJO DE DIOS! Abramos, en este Domingo de Ramos, las puertas de nuestros corazones. Que el Señor, entre también brillantemente en ellos para que, en esta Semana Santa, podamos compartir con El su eucaristía, su sacerdocio , su amor, su sufrimiento, su cruz, su muerte…..y sobre todo deleitarnos y festejar lo que nada ni nadie puede quitarnos ni ocultar: SU RESURRECCION
¡ENTRA EL SEÑOR! Que nosotros, por lo menos espiritualmente, con la vida y con el corazón, nos atrevamos a vivir con pasión y fecundidad estos días que se acercan.

Javier Leoz

EL SEÑOR ME AYUDA
Is 50,4-7; Flp 2, 6-11; Mt 26, 14-27, 66
El relato de la pasión en los Evangelios sinópticos sigue una secuencia prácticamente similar. Los testigos de los hechos ocurridos en la pascua del año en Jerusalén preservaron la memoria de los sucesos más significativos sufridos por aquel a quien confesaban como Mesías Jesús. Recordaron los ultrajes y maltratos sufridos por el Señor con la intención de extraer el mensaje de salvación ahí contenido. En la interpretación de esos sucesos, los primeros cristianos recurrieron a los textos proféticos que prefiguraban la existencia de un Siervo de Dios que entregaría su existencia de manera martirial para preservar la vida y la libertad de Israel. El que se había abajado en obediencia al Padre, había sido elevado a su diestra, recibiendo el honor que perdura.(www misal com mx).



Santos
 Martín I, Papa; Sabás Reyes Salazar, mártir. Beato Pedro Fabro, presbítero.

(Rojo)

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