martes, 15 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA MARTES 15 DE ABRIL DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MARTES 15 DE ABRIL DE 2014
DE LA SEMANA SANTA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 26, 12)
No me entregues, Señor, al odio de mis enemigos, pues han surgido contra mí testigos falsos, que respiran violencia.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a celebrar los misterios de la pasión del Señor con tal fe y arrepentimiento, que podamos merecer tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Te convertiré en luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los últimos rincones de la tierra.

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 49, 1-6

Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, Él pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo: "Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria". Entonces yo pensé: "En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios".
Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a Él y congregar a Israel en torno suyo —tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza—. Ahora, pues, dice el Señor: "Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL. Del salmo 70
R/. En ti, Señor, he puesto mi esperanza.

Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo. R/.

Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados. R/.

Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías. R/.

Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo. R/.

ACLAMACIÓN R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R/.

Uno de ustedes me entregará. No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.


DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: "Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar". Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: "¿De quién lo dice?" Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: "Señor, ¿quién es?" Le contestó Jesús: "Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar". Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.
Jesús le dijo entonces a Judas: "Lo que tienes que hacer, hazlo pronto". Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en El. Si Dios ha sido glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: 'A donde yo voy, ustedes no pueden ir' ". Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿a dónde vas?" Jesús le respondió: "A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde". Pedro replicó: "Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le contestó: "¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, con bondad este pan y este vino que te presentamos, y concede a cuantos quieres hacernos partícipes del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, llegar a poseerlo plenamente en tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II de la Pasión del Señor

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Rm 8, 32)
Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, y con Él nos ha dado todos los bienes.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Por medio de este sacramento, que ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.


REFLEXIONES

Is. 49, 1-6. La vida, la obra, la misión del profeta no viene sino de Dios. El profeta mismo es una obra de Dios.
Israel, el pueblo elegido por Dios, pudo haberse cansado inútilmente buscando poner su seguridad en los ídolos, en los bienes materiales, en los poderosos de este mundo; pero en viento y en nada gastó sus fuerzas. A pesar de todo Dios lo sigue amando; sólo espera que su pueblo se arrepienta de su camino equivocado, pues Dios no sólo lo quiere para restablecer las tribus de Israel, sino para que sea luz de las naciones y, por su medio, llegue la salvación de Dios hasta el confín de la tierra.
Aquel que pone su esperanza en Cristo recibe de Él la misma vida que Él recibe del Padre; recibe también la fuerza de su Espíritu. Así formamos la Iglesia, o Comunidad de Creyentes en Cristo.
La Iglesia, libre de las esclavitudes a lo pasajero, al llegar hasta los confines de la tierra, está llamada a iluminar a todos con el amor, con el servicio, con la misericordia, con la paz, con la reconciliación. Mientras la Iglesia se deje dominar por los bienes pasajeros, o por los poderosos de este mundo, no podemos decir que en verdad se manifieste como la Iglesia de Cristo, pues en lugar de ser luz podría, así, convertirse en tinieblas y en ocasión de escándalo para quienes esperan que ella se convierta en Camino de Salvación, por su auténtica unión con el Señor.

Sal. 71 (70). se nos habla de un anciano que desde que estaba en el seno materno se ha apoyado en Dios, y desde su juventud ha confiado en Él; ahora, enfermo y hecho blanco de las burlas de sus enemigos, acude a Dios pidiéndole que se convierta en su auxilio y su defensa. Cuando nuevamente recobre el vigor no sólo sus labios, sino su vida misma será una proclamación de la justicia y de la misericordia del Señor. No hay otra cosa, que sea motivo de orgullo para ese anciano que alabar siempre al Señor.
¿Quién puede alardear de ser justo ante el Señor? Dios conoce hasta lo más profundo de nuestra vida. A pesar de nuestras miserias, Dios no nos ha abandonado a la muerte, sino que quiere salvarnos a todos; para eso ha enviado a su propio Hijo.
El amor de Dios hacia nosotros se ha manifestado en esto: en que cuando aún éramos pecadores, envió a su propio Hijo para que diera su vida por nosotros y nos salvara. Dios no nos ha abandonado. Al ofrecernos su perdón no sólo lo aceptamos por costumbre, sino con un corazón noble y sincero, capaz de iniciar, en adelante, una continua alabanza al nombre de Dios, hecha no sólo con los labios, sino con la vida y las obras, de tal forma que al contemplar los demás nuestras buenas obras, también ellos glorifiquen a nuestro Padre Dios, que está en los cielos.

Jn. 13, 21-33. 36-38. A Jesús le duele la traición de los suyos. Él los llamó para que estuvieran con Él no sólo acompañándolo durante el cumplimiento de su misión aquí en la tierra. Él quiere que estén con Él en la Gloria del Padre. Él había declarado: Padre, yo quiero que donde yo esté, estén también mis discípulos, para que contemplen la Gloria de la que me has hecho partícipe.
Ante la tristeza de los discípulos por el anuncio de la muerte que le espera a Jesús, Él les dice: Que no se entristezca su corazón; si me voy es porque voy a prepararles un lugar, para que donde yo esté, estén también ustedes.
Ahora Jesús se conmueve, como lo hizo ante la tumba de Lázaro y ante la Ciudad Santa que no quiso convertirse. La tristeza de Jesús es porque uno de los suyos no sólo se va, sino que, prefiriendo intereses oscuros, traiciona a su mismo Maestro, vendiéndolo y entregándolo a la muerte.
Así como el Hijo unigénito, que está en el Seno del Padre, es quien nos ha revelado a Dios con su amor, con su entrega por nosotros, así, quien como discípulo amado de Jesús esté en su seno, no tiene sólo un honor y un privilegio, sino el deber de darlo a conocer a los demás con sus palabras, con sus obras y con su vida misma.
Tal vez muchos han traicionado el amor, han renegado de su fe, o han tratado de manipular incluso al mismo Dios. Ante estas actitudes la persona puede incluso dañar fuertemente a sus hermanos. Jesús, en su gesto de dar un trozo de pan a Judas le está llamando a la comunión, a no separarse, a no convertirse en un traidor, en un instrumento de Satanás; pero Judas, recibiendo ese gesto de amistad, cierra su corazón como roca dura, impenetrable al amor. Sus intereses sólo le abren la puerta al mal y al autor de la maldad, Satanás.
Jesús había declarado que nadie le quitaba la vida, que Él la entregaba voluntariamente; Jesús manifiesta esta voluntad no quedando a merced de los pecadores sino aceptando, con amor, las consecuencias de habernos amado hasta el extremo; por eso dice a Judas: Lo que has de hacer, hazlo pronto; es decir: la iniciativa en el primer acto de la Pasión vino del mismo Jesús; por eso, como comenta san Agustín: Si Cristo no se hubiera entregado, nadie hubiera entregado a Cristo.
Judas, bajo el influjo del Malo, deja de pertenecer a la comunidad de discípulos, sale fuera y, a pesar de la luz de la luna, empieza el reinado de las tinieblas que acabarán colgando a Jesús de la cruz. En esta última batalla finalmente la Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no pudieron vencerla.
A partir de la glorificación de Jesús a la diestra del Padre Dios, no se le puede buscar ni ver físicamente. Sólo a través de la fe podemos contemplar a Aquel que, hecho uno de nosotros, nos ha amado hasta dar su vida por nosotros. Sin embargo, en este camino de fe podemos vivir emocionados tras sus huellas. No son las emociones las que nos hacen permanecer fieles a Cristo, sino el amor comprometido a pesar de nuestras limitaciones, pues Él todo lo sabe; y bien sabe que lo seguimos amando.
No confiemos en nuestras débiles fuerzas para ser fieles a Cristo; es su amor, su vida, su Espíritu en nosotros lo único que puede ayudarnos a no negar, a no traicionar al Amado.
Reunidos para celebrar el Memorial del Cuerpo de Jesús que se entrega por nosotros, y de su Sangre que se derrama por nosotros para el perdón de nuestros pecados, celebramos al Señor que voluntariamente da su vida, porque nos ama y quiere que el amor de Dios llegue a su plenitud en nosotros.
Por nuestra comunión con Él, Él desea convertirnos a nosotros en luz que ilumine al mundo; en luz fortalecida para que las tinieblas no nos oscurezcan. Quiere que no confiemos en nuestras fuerzas y recursos, sino que nuestra vida esté en sus manos para que nos forme y nos convierta en testigos suyos.
La participación de la Eucaristía no podemos hacerla como simples espectadores, sino como quien, amando a Cristo, acepta su Vida y su Misión, acepta dejarse guiar por el Espíritu de Dios, a quien se le ha dado plena cabida en la propia vida.
Jesús nos comparte su pan para que recordemos que pertenecemos a su Iglesia. Ojalá y no cerremos nuestro corazón y que en lugar de entrar Cristo entrara el diablo en nosotros y nos hiciera actuar como hijos, no del día sino de la noche, de las tinieblas.
La ambición y el oportunismo, por desgracia, mueven muchos corazones. Es el afán de brillar, de poseer bienes materiales, de adquirir poder, lo que mueve muchas acciones de las personas.
Ante este afán enfermizo no importa el prójimo. Se lesionan sus intereses y derechos humanos, y no importa si para sentarse en la cúspide tenga que hacerse una montaña de cadáveres, de pobres y hambrientos explotados y retribuidos con salarios de hambre; y que cuando se haga una obra de beneficencia se invite a la prensa y demás medios de comunicación para que lo proclamen ante el mundo entero.
Podrán vestirse de pobres, de mineros, de trabajadores mientras están con ellos y les hablan con palabras hipócritamente halagüeñas para después volver a su vida de poltronería, mientras el que sufre sigue comiendo su pan de amargura.
¿En verdad nos estamos dejando formar por Dios como siervos suyos, como sus testigos, como los que iluminan el camino y levantan las esperanzas de los demás? o ¿Hemos traicionado al Amor porque en lugar de entregar nuestra vida por quienes sufren y por los pecadores para salvarlos en Cristo, se las hemos quitado para satisfacción de nuestros intereses egoístas?
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fieles a la Misión que Él confió a su Iglesia: Amar, ser Luz, ser portadores del Perdón, de la Misericordia, de la Paz y de la Alegría, que sólo proceden de Dios. Amén. (Homilía católica).

REFLEXIÓN: MI SALARIO LO TENÍA MI DIOS
Is 49, 1-6; Jn 13, 21-33. 36-38
Las actitudes que encarnan los personajes de los distintos textos son contrarias. El personaje misterioso que designamos con el nombre de Siervo de Yavhé, reboza confianza en sí mismo, y sobre todo, en Dios. La causa por la que vive y sufre es la causa de Dios y por eso mismo, recibirá su apoyo y sostén. No tiene que preocuparse en demasía, el Señor lo auxilia y lo cubre en las horas adversas. Esa certidumbre era la que no tenían Judas Iscariote y Pedro pues ambos le apostaron más a su propia valentía y perseverancia, pero en el momento que descubrieron que su fidelidad a Jesús se convertiría en un riesgo mortal, prefirieron dejarlo solo y poner a salvo su vida. Jesús mismo sintió miedo, se abandonó confiadamente en el Padre, enfrentó la muerte y amaneció a la plenitud de la vida.(/www misal com mx).


 Santos
Teodoro y Pausilipo de Tracia, mártires; Damián de Veuster o de Molokai, presbítero;
Anastasia y Basilisa de Roma, mártires.

Feria (Morado)

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