jueves, 10 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA .VIERNES 11 DE ABRIL DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
VIERNES 11  DE ABRIL DE 2014
V SEMANA DE CUARESMA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 30, 10. 16. 18)
Ten piedad de mí, Señor, porque estoy en peligro, líbrame de los enemigos que me persiguen; Señor, que no me decepcione yo de haberte invocado.

ORACIÓN COLECTA
Perdona, Señor, nuestras culpas y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
El Señor está a mi lado como guerrero poderoso.

DEL LIBRO DEL PROFETA JEREMÍAS: 20, 10-13

En aquel tiempo, dijo Jeremías: "Yo oía el cuchicheo de la gente que decía: 'Terror por todas partes. Denunciemos a Jeremías, vamos a denunciarlo'. Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: 'Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él'.
Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable.
Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Canten y alaben al Señor, porque Él ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 17
R/. Sálvame, Señor, en el peligro.

Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza, el Dios que me protege y me libera. R/.
Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo. R/.

Olas mortales me cercaban, torrentes destructores me envolvían; me alcanzaban las redes del abismo y me ataban los lazos de la muerte. R/.

En el peligro invoqué al Señor, en mi angustia le grité a mi Dios; desde su templo, Él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Jn 6, 63. 68)
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. R/.


Intentaron apoderarse de Él, pero se les escapó de las manos.
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 10, 31-42

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, los judíos cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo:
"He realizado ante ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?"
Le contestaron los judíos: "No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un hombre, pretendes ser Dios". Jesús les replicó:
"¿No está escrito en su ley: Yo les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse), ¿cómo es que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman blasfemo porque he dicho: 'Soy Hijo de Dios'? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el Padre". Trataron entonces de apoderarse de Él, pero se les escapó de las manos.
Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado en un principio y se quedó allí. Muchos acudieron a Él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan decía de éste, era verdad". Y muchos creyeron en Él allí.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que tu ayuda, Padre misericordioso, nos haga dignos de acercarnos a tu altar, a fin de que la asidua participación en este sacrificio nos obtenga la salvación.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de la Pasión del Señor (p. 12).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (1 P 2, 24)
En su propio Cuerpo, Cristo subió nuestros pecados a la cruz para que, muertos a nuestros pecados, empecemos una vida santa. En esta forma, por medio de sus heridas, hemos sido curados.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que la fuerza de este sacramento que nos une a ti, Señor, no nos abandone nunca y aleje siempre de nosotros todo mal. Por Jesucristo, nuestro Señor


HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO
Viernes 11/04/2014

APRENDAMOS DEL EVANGELIO A LUCHAR 
CONTRA LAS TENTACIONES DEL DEMONIO

 Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice subrayó que todos somos tentados, porque el diablo no quiere nuestra santidad. Y reafirmó que la vida cristiana es, precisamente, una lucha contra el mal.

“La vida de Jesús ha sido una lucha. Vino para vencer el mal, para vencer al príncipe de este mundo, para vencer al demonio”. Con estas palabras el Papa comenzó su homilía dedicada enteramente a la lucha contra el demonio. Una lucha – dijo – que debe afrontar todo cristiano. Y subrayó que el demonio “tentó a Jesús tantas veces, y Jesús sintió en su vida las tentaciones”, así como “también las persecuciones”. A la vez que advirtió que nosotros, los cristianos, “que queremos seguir Jesús”, “debemos conocer bien esta verdad”:

“También nosotros somos tentados, también nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que seamos discípulos de Jesús. ¿Y cómo hace el espíritu del mal para alejarnos del camino de Jesús con su tentación? La tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en las trampas. ¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo, crece y contagia a otro, se transmite a otro, trata de ser comunitaria. Y, al final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica”.

La primera tentación de Jesús – observó Francisco – “casi siembra una seducción”: el diablo dice a Jesús que se tire del Templo y así, sostiene el tentador, “todos dirán: ‘¡He aquí el Mesías!’”. Es lo mismo que hizo con Adán y Eva: “Es la seducción”. El diablo – dijo el Papa – “habla como si fuera un maestro espiritual”. Y cuando la tentación “es rechazada”, entonces “crece: crece y vuelve más fuerte”. Jesús – recordó el Santo Padre – “lo dice en el Evangelio de Lucas: cuando el demonio es rechazado, gira y busca a algunos compañeros y con esta banda, vuelve”. Por lo tanto, “crece también implicando a otros”. Así sucedió con Jesús, “el demonio implica” a sus enemigos. Y lo que “parecía un hilo de agua, un pequeño hilo de agua, tranquilo – explicó Francisco – se convierte en una marea”.

La tentación “crece, y contagia. Y al final, se justifica”. El Papa también recordó que cuando Jesús predica en la Sinagoga, inmediatamente sus enemigos lo disminuyen, diciendo: “Pero, ¡éste es el hijo de José, el carpintero, el hijo de María! ¡Nunca fue a la universidad! Pero, ¿con qué autoridad habla? ¡No estudió!”. La tentación – dijo Francisco – “implicó a todos contra Jesús”. Y el punto más alto, “más fuerte de la justificación – añadió el Pontífice – es el del sacerdote”, cuando dice: “¿No saben que es mejor que un hombre muera” para salvar “al pueblo?”:

“Tenemos una tentación que crece: crece y contagia a los demás. Pensemos en una habladuría, por ejemplo: yo siento un poco de envidia por aquella persona, por aquella otra, y antes tengo la envidia dentro, solo, y es necesario compartirla y a va a lo de otra persona y dice: ‘¿Pero tú has visto a esa persona?’… y trata de crecer y contagia a otro, a otro… Pero éste es el mecanismo de las habladurías ¡y todos nosotros hemos sido tentados de caer en las habladurías! Quizá alguno de ustedes no, si es santo, ¡pero también yo estoy tentado por las habladurías! Esta es una tentación cotidiana. Comienza así, suavemente, como el hilo de agua. Crece por contagio y, al final, se justifica”. 

Estemos atentos – dijo también el Papa – “cuando en nuestro corazón sentimos algo que terminará por destruir” a las personas. “Estemos atentos – recalcó – porque si no detenemos a tiempo ese hilo de agua, cuando crecerá y contagiará será una marea tal que sólo nos conducirá a justificarnos mal, como se justificaron estas personas”. Y afirmó que “es mejor que muera un hombre por el pueblo”:
“Todos somos tentados, porque la ley de la vida espiritual, de nuestra vida cristiana, es una lucha: una lucha. Porque el príncipe de este mundo – el diablo – no quiere nuestra santidad, no quiere que nosotros sigamos a Cristo. Alguno de ustedes, tal vez, no sé, podría decir: ‘Pero, Padre, ¡qué antiguo es usted: hablar del diablo en el Siglo XXI!’. Pero ¡miren que el diablo existe! El diablo existe. ¡También en el Siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos, ¡eh! Debemos aprender del Evangelio cómo se hace para luchar contra él”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente: Radio Vaticano.

REFLEXION

Jer. 20, 10-13. ¿Quién, viviendo con lealtad su fe en Cristo y proclamando su Nombre a los demás, no sólo con las palabras, sino con el testimonio de su misma vida, podrá verse libre de burlas, de persecuciones y de amenazas de muerte? Sin embargo no podemos acobardarnos ante las reacciones contrarias de quienes viven seguros en su poder, en sus injusticias o en su economía. El Señor nos ha enviado a hacer un fuerte llamado a la conversión, no sólo para que todos vuelvan a Él, sino para que, uniendo a Él su vida, cada uno pueda volverse también hacia su prójimo con un corazón misericordioso.
En medio de todo lo que tengamos que padecer por el Evangelio aprendamos a poner nuestra vida en manos de Dios, y Él será nuestro protector, defensa y fortaleza. No pidamos para quienes nos maldicen o persiguen castigos ni venganzas; pues son ellos, los pecadores quienes necesitan el perdón y la salvación que nos viene de Dios y que nosotros, también pecadores, pero perdonados por Dios, les proclamamos desde nuestras palabras, desde nuestras obras, desde nuestras actitudes y desde nuestra vida misma.

Sal. 18 (17). Dios, por medio de su Hijo, Cristo Jesús, se ha convertido para nosotros en nuestro poderoso Salvador. Mediante su Muerte y Resurrección nosotros hemos sido liberados del pecado y de la muerte. Hechos hijos de Dios estamos llamados a participar de la vida eterna. Por eso, reconociendo que somos pecadores, si nuestra fe en Cristo es sincera, sepamos acercarnos con plena confianza al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y encontrar la gracia de un socorro oportuno.
Dios no sólo quiere ser nuestro Salvador; quiere que su Iglesia sea también un signo de su salvación para toda la humanidad. Por eso la Iglesia no sólo se contempla a sí misma en una relación personalista con Dios, sino que vive de cara a la humanidad, para trabajar constantemente por el bien de todos en todos los niveles, hasta que todos logremos vivir unidos como hermanos y sepamos, ya no destruirnos, sino amarnos conforme al mandato y ejemplo que hemos recibido del Señor.

Jn. 10, 31-42. Jesús no pretende llamarse Hijo de Dios; Él es Hijo de Dios no por sí mismo, sino porque todo lo que Él es lo ha recibido del Padre. ¿Cómo negar esa realidad? Si alguien no lo acepta así es más digno de lapidación que Aquel que, no sólo con sus palabras sino también con sus obras, está dando a conocer su propia esencia divina. Si Él negara lo que siempre ha sido sería un mentiroso.
La Palabra dirigida a los Jueces del Antiguo Testamento hace que Dios los llame "dioses", y la Palabra de Dios no puede anularse al respecto. Ellos son de origen humano, santificados por la Palabra que se pronunció sobre ellos. Pero Jesús es la Palabra misma, enviada al mundo; es Dios entre nosotros que ha plantado su tienda de campaña en medio de la nuestra para hacernos también a nosotros hijos de Dios. ¿Lo recibiremos, o también lo rechazaremos para continuar en nuestras tinieblas de maldad y de muerte?
La celebración de la Eucaristía nos une a Aquel que el Padre Dios consagró, reservó para sí mismo, y envió al mundo para santificarlo, es decir, para reservarlo para Sí mismo. Consagrado al Padre, Jesús, amorosamente fiel a su voluntad, entrega su vida por nosotros para que seamos santos como Él es Santo.
El Memorial de la Pascua de Cristo, que estamos celebrando, no sólo actualiza ese Misterio del amor de Dios por nosotros, sino que nos compromete para que también nosotros vivamos consagrados a Dios en favor del mundo.
Reconocemos que somos pecadores, y que muchas veces también nosotros hemos cerrado nuestro corazón a la presencia de Dios. Sin embargo ahora, ante Él, estamos dispuestos a vivir en el mundo sin ser del mundo, y a trabajar para que todas las cosas encuentren en Cristo su plenitud.
El Señor nos consagra y nos envía como testigos suyos para que su Iglesia sea, en nuestros tiempos, la Palabra que Dios sigue pronunciando para la salvación de todos.
El camino de la entrega de Cristo es el mismo camino de la entrega de su Iglesia. A través de ella se continúa la presencia salvadora de Dios en el mundo. Esta es nuestra gran responsabilidad. No estamos llamados para sentarnos en tronos de gloria y dedicarnos a recibir honores de los demás. Nuestra vocación mira a entregar nuestra vida para que los pecadores vuelvan a Dios, y para que vivamos como hermanos en torno a nuestro único Dios y Padre.
Consagrados a Dios, separados para Él, no vivimos fuera del mundo sino en él, debiendo ser un auténtico fermento de santidad en el mundo. No amemos sólo de palabra, sino en verdad y con las obras. No nos llamemos hijos de Dios; demostremos que lo somos porque todo lo que hagamos sea el mejor lenguaje con el que demos a conocer la realidad que no podemos negar: nuestro ser de hijos de Dios, no por nosotros mismos, sino porque todo lo que somos es porque también lo hemos recibido del Padre, gracias a nuestra fe y a nuestra unión a Cristo Jesús, su Hijo amado.
Estando a un paso de celebrar la Pascua abramos nuestro corazón al amor infinito de Dios para que, perdonados de toda culpa, podamos ser un signo creíble de su amor en medio de nuestros hermanos.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de acoger a Cristo en nuestra vida. Sólo mediante Él se podrá hacer realidad la santidad de vida en nosotros. Permaneciendo en Él seamos los primeros en trabajar por la paz, y por una convivencia más fraterna basada en el amor que procede de Dios. Amén. (Homilía católica).

REFLEXION: LA CONDICIÓN DIVINA
Jr, 20, 10-13; Jn 10, 31-42
El profeta Jeremías fue un acérrimo crítico de la idolatría, por eso sobrevendría la destrucción contra Jerusalén. La descomposición del tejido social fraterno iría rompiendo los vínculos de solidaridad e iría permeando una dinámica de egoísmo y voracidad que volvería vulnerable a la ciudad a los ataques de las naciones vecinas. Las relaciones idolátricas producen división y enfrentamiento en la sociedad, porque impulsan a luchar de manera despiadada por los valores individuales. El Señor Jesús reclama su condición de Hijo de Dios en el cuarto Evangelio. La divinidad de Jesús no era una especie de resplandor visible en torno a su cabeza, sino una serie de actitudes y obras que evidenciaban que su corazón latía en consonancia con los intereses y designios de Dios.


Santos
San Estanislao de Cracovia, mártir; Felipe de Gortina, obispo.
Beata Elena Guerra, fundadora.

Feria (Morado)

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