LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MIERCOLES
30 DE ABRIL DE 2014.
MIERCOLES
DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Sal 17, 50; 21, 23)
Te
alabaré, Señor, ante las naciones y anunciaré tu nombre a mis hermanos.
Aleluya.
ORACIÓN
COLECTA
Al
conmemorar cada año los misterios por los que devolviste a la naturaleza humana
su dignidad original y le infundiste la esperanza de la resurrección, te suplicamos,
Señor, confiadamente, que en tu clemencia, nos concedas recibir con perpetuo
amor lo que conmemoramos llenos de fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Los
hombres que habían metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo.
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 5, 17-26
En
aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los saduceos,
llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y los metieron en
la cárcel. Pero durante la noche, un ángel del Señor les abrió las puertas, los
sacó de ahí y les dijo: "Vayan al templo y pónganse a enseñar al pueblo
todo lo referente a esta nueva vida". Para obedecer la orden, se fueron de
madrugada al templo y ahí se pusieron a enseñar.
Cuando
llegó el sumo sacerdote con los de su partido convocaron al sanedrín, es decir,
a todo el senado de los hijos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los presos.
Al llegar los guardias a la cárcel, no los hallaron y regresaron a informar:
"Encontramos la cárcel bien cerrada y a los centinelas en sus puestos,
pero al abrir no encontramos a nadie adentro". Al oír estas palabras, el
jefe de la guardia del templo y los sumos sacerdotes se quedaron sin saber qué
pensar; pero en ese momento llegó uno y les dijo: "Los hombres que habían
metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo".
Entonces
el jefe de la guardia, con sus hombres, trajo a los apóstoles, pero sin
violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 33
R/.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Aleluya.
Bendeciré
al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso
del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo. R/.
Proclamemos
la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor,
me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/.
Confía
en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el
Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R/.
Junto
a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la
prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en Él.
R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 3, 16) R/. Aleluya, aleluya.
Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en
Él tenga vida eterna. R/.
Dios
envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 3, 16-21
"Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en
Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para
condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él
no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído
en el Hijo único de Dios.
La
causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres
prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que
hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se
descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la
luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Dios
nuestro, que por el santo valor de este sacrificio nos hiciste participar de tu
misma y gloriosa vida divina, concédenos que, así como hemos conocido tu
verdad, de igual manera vivamos de acuerdo con ella. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Prefacio
I-V de Pascua.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 15, 16. 19)
Yo
los elegí del mundo, dice el Señor, y los destiné para que vayan y den fruto, y
su fruto permanezca. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
muéstrate benigno con tu pueblo, y ya que te dignaste alimentarlo con los
misterios celestiales, hazlo pasar de su antigua condición de pecado a una vida
nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor-
REFLEXION:
Hech.
5, 17-26. Por medio del Bautismo Dios ha querido unirnos a su Hijo único. En
Cristo hemos sido hecho partícipes de la misma vida de Dios, y su Espíritu
habita en nosotros como en un templo.
Así
podemos decir que la Iglesia continúa la obra salvífica de Jesús en la
historia. Participando de la vida y de la Misión de Jesús, su Iglesia no escapa
de la persecución y de la muerte. Finalmente el signo de la Cruz de Cristo
sigue siendo la máxima prueba de amor que la Iglesia no sólo anuncia, sino vive
cada día en favor de todos; y este testimonio no podemos darlo llenos de
angustia, sino llenos de alegría por saber que hemos unido nuestra vida a la de
Aquel que nos amó y se entregó por nosotros.
Muchos
querrán tal vez hacernos enmudecer; sin embargo, estemos donde estemos,
aprovechando cualquier oportunidad, hemos de ponernos a enseñar al pueblo todo
lo referente a la Nueva Vida, a la Buena Nueva sobre Jesús. Este anuncio
valiente, decidido y audaz no procede de nuestro espíritu, muchas veces
timorato, sino de la fuerza del Espíritu de Dios en nosotros, que nos hace
actuar libres de nuestros temores, y confiados, no en nosotros, sino en Dios.
Ante
la fidelidad a la Misión que Dios nos confía no podemos esperar para mañana.
Anunciar a Jesucristo y hacer el bien como Él lo ha hecho con nosotros debe
despertarnos de nuestro sueño y liberarnos de las cárceles y cadenas de
nuestros egoísmos para proclamar a Cristo a tiempo y destiempo, pues nosotros,
por voluntad de Dios, para eso hemos nacido y venido al mundo: para dar
testimonio de la Verdad con las obras y con las palabras.
Sal.
34 (33). Parece como que nos encontramos ante el Magnificat pronunciado por
María. Dios no ha cerrado sus oídos ante el clamor de los pobres. Dios se ha
hecho cercano a nosotros al hacer suya nuestra naturaleza humana.
Pero
nosotros, tal vez por ese afán de no querernos comprometer con Él ni querer
comprometernos con los demás hemos desfigurado la imagen de Cristo y de su
Iglesia para que queden muy lejos de nosotros.
A
Aquel pobre de Nazaret lo hemos despojado de su servicio, de su cercanía a
todos, de su preocupación por los pobres, por los pecadores y por los que
sufren; lo hemos despojado de su amor hasta el extremo y lo hemos llenado de
coronas y mantos de oro, y lo hemos sentado en un trono ricamente adornado para
que se quede tranquilo, y sus palabras y ejemplo ni nos molesten ni nos
acicateen para trabajar por su Reino de servicio y de amor fraterno.
A
su Iglesia la hemos desfigurado haciéndola semejante a la imagen falsa que de
Jesús nos hemos formado. En lugar de servir buscamos ser servidos y brillar
para deslumbrar, no para iluminar el camino de nuestro prójimo. Iglesia lejana
al hombre, Iglesia lejana a la salvación que se le ha confiado.
El
Señor nos pide que seamos un signo creíble de Él de tal forma que Él, por medio
de su Iglesia, siga liberándonos de nuestros pecados, de nuestras angustias de
nuestros temores. No decepcionemos a quienes buscan al Señor; que por culpa
nuestra no se vayan renegando, ni tristes, ni decepcionados; sino que, desde
nosotros experimenten qué bueno es el Señor para con todos, pues el Poderoso
quiere seguir haciendo obras grandes por medio de su Iglesia. Vivamos a fondo
nuestro compromiso de fe con el Señor.
Jn.
3, 16-21. Dios ha cumplido su parte en la nueva y definitiva Alianza con
nosotros, comprometiéndose a ser nuestro Padre y nosotros comprometiéndonos a
ser sus hijos. Esta aceptación en la fe se ha concretizado en nosotros por
medio del Bautismo, y se ha sellado con la Sangre del Hijo de Dios hecho uno de
nosotros. Así vemos la Misión del Hijo de Dios como el signo más grande que
Dios pudo darnos de su amor, manifestándonos la voluntad que tiene de que todos
nos salvemos. Y salvarnos es la vocación que nos ha dado para que estemos con
Él eternamente. ¿Para que sólo lo contemplemos eternamente? San Juan nos da la
respuesta: Hermanos queridos, ahora somos ya hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que , cuando se manifieste, seremos
semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
Por
eso la urgencia de que aceptemos al Espíritu Santo y nos dejemos conducir por
Él, ya que sólo con Él, unido a nuestra vida, seremos capaces de entrar en
contacto con una Realidad que está muy por encima de lo que nosotros somos. Sin
Él estamos rechazando la luz y la salvación. Y quien aborrece la luz y quiere
seguir bajo la esclavitud del pecado, y obrando el mal, está indicando su
obcecación que le impide ser y vivir como hijo de Dios, como hijo de la Luz.
En
la Eucaristía vivimos el momento de la entrega del Hijo de Dios para que todo
el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Nuestra
presencia ante Dios no puede ser parte de una costumbre, ni de una tradición,
ni del huir, ni del querer desembarazarnos por un momento de los problemas
familiares, laborales o sociales y estar, siquiera por un momento, en un
remanso de paz.
La
Eucaristía no es un huir de nuestras responsabilidades. Tal vez en lugar de
encontrar la paz salgamos más inquietos porque habremos descubierto, bajo la
luz de Cristo, que hay mucho trabajo por delante para darle un nuevo rumbo a
nuestra vida personal, familiar o social; y que todo esto está reclamando no
sólo nuestras oraciones, sino también nuestro trabajo a favor del Reino.
La
razón de encontrarnos con el Señor es el querer dejar nuestras obras malas, y
volver a caminar no sólo en la luz, sino haciendo realidad aquella encomienda
del Señor: Ustedes son la luz del mundo; brillen vuestras obras de tal forma
ante los hombres, que viéndolas, glorifiquen a su Padre que está en los cielos.
En
la Eucaristía reforzamos nuestra comunión con Cristo y retomamos, con mayor
generosidad, el compromiso de obrar el bien conforme a la verdad; y ese obrar
el bien es pasar haciendo el bien a todos los que nos rodean.
Finalmente,
seremos un signo de la Pascua de Cristo que levanta a los decaídos, conforta a
los abatidos, socorre a los necesitados y devuelve la paz a los que la habían
perdido.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de que en verdad, como ella, seamos portadores
de Cristo, Luz que alumbra a todas las naciones, y que nos conduce a la Paz,
siguiendo las huellas de amor y entrega en favor de todos que nos ha dejado el
Redentor. Amén. (Reflexión de Homiliacatolica)
REFLEXION:
JUZGAR
O SALVAR
Hch
5, 17-26; Jn 3,16-21
La
venida del Señor Jesús tiene dos dimensiones inseparables. Juzgar y salvar se
complementan. El Maestro juzga el orden mundano existente en Israel como
contrario al querer divino: es un orden opresor porque arrincona a los
pecadores, a los pobres y enfermos en la condición de gente desesperada, a la
que han introyectado la creencia de que su desamparo es producto del rechazo
divino, cuando en realidad las causas que causan esas situaciones inhumanas las
producen los humanos. Ese sistema de muerte está condenado y justamente de ése
y de las raíces egoístas que lo producen, nos salva Jesús. Ese mismo sistema
pretendía silenciar a los apóstoles, impidiéndoles proclamar la fuerza
salvadora del nombre del Señor Jesús. ( www misal com mx).
Santos
Pío V, Papa; José
Benito Cottolengo, fundador;
José Tuán de Tonkin, mártir.
Feria (Blanco)
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