LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
JUEVES
24 DE ABRIL DE 2014
JUEVES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sb 10, 20-21)
Todos
alabaron, Señor, tu poder y tu sabiduría, porque has abierto la boca de los
mudos y has hecho elocuentes las lenguas de los niños. Aleluya.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que uniste a todos los pueblos diversos en la confesión de tu nombre,
concede que, quienes renacieron en la fuente bautismal, tengan una misma fe en
sus pensamientos y un mismo amor en sus obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Ustedes
le dieron muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los
muertos.
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 3, 11-26
Como
el paralítico curado por Pedro y Juan no se les despegaba, todo el pueblo,
asombrado, corrió hacia ellos al pórtico de Salomón. Al ver a la muchedumbre,
Pedro les dirigió la palabra: "Israelitas: ¿Por qué les causa admiración
esto y por qué nos miran de ese modo, como si por nuestro poder o nuestra
virtud hubiéramos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien
ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su presencia, cuando Él ya
había decidido ponerlo en libertad.
Rechazaron
al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al
autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros
somos testigos. El nombre de Jesús y la fe en Él es lo que ha robustecido los
miembros de este hombre al que están viendo y todos conocen. Esta fe es la que
le ha restituido completamente la salud, como pueden observar.
Ahora
bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera
que sus jefes; pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los
profetas: que su Mesías tenía que padecer.
Por
lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados y
el Señor les mande el tiempo de la consolación y les envíe de nuevo a Jesús, el
Mesías que les estaba destinado; aunque Él tiene que quedarse en el cielo hasta
la restauración universal, de la que habló Dios por boca de su profeta desde muy
antiguo.
En
efecto, Moisés dijo: El Señor Dios hará surgir de entre sus hermanos un profeta
como yo. Escuchen todo cuanto les diga; quien no escuche al profeta, será
expulsado del pueblo. Y todos los profetas, a partir de Samuel, anunciaron
igualmente estos días. Ustedes son herederos de los profetas y beneficiarios de
la alianza que Dios hizo con sus padres, cuando le dijo a Abraham: Tu
descendencia será fuente de bendición para toda la humanidad. Para ustedes, en
primer lugar, ha resucitado Dios a su siervo y lo ha enviado para bendecirlos y
ayudarlos a que cada uno se aparte de sus iniquidades".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 8
R/.
¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya.
¡Qué
admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra! ¿Qué es el
hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te
preocupes? R/.
Sin
embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y
dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste
bajo sus pies. R/.
Pusiste
a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves
del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas. R/.
SECUENCIA
opcional
ACLAMACIÓN
(Sal 117, 24)
R/.
Aleluya, aleluya.
Éste
es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
Está escrito que
Cristo tenía que padecer
y tenía que resucitar
de entre los muertos al tercer día.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS: 24, 35-48
Cuando
los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban
reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y
cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras
hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con ustedes". Ellos, desconcertados y llenos de temor,
creían ver un fantasma. Pero Él les dijo: "No teman; soy yo. ¿Por qué se
espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy
yo en persona, tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos,
como ven que tengo yo". Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos
no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo:
"¿Tienen aquí algo de comer?" Le ofrecieron un trozo de pescado
asado; Él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo:
"Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba
con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley
de Moisés, en los profetas y en los salmos".
Entonces
les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo:
"Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de
entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a
todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios
para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
acepta bondadoso estas ofrendas que te presentamos en agradecimiento por los
que han renacido en el bautismo y para apresurar los auxilios celestiales.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I de Pascua (en este día)
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. 1 P 2, 9)
Pueblo
redimido por Dios, anuncia las maravillas del Señor, que te ha llamado de las
tinieblas a su luz admirable. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor
y Dios nuestro, escucha nuestras oraciones, para que la participación en los
sacramentos de nuestra redención nos ayude en la vida presente y nos alcance
las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La
despedida se hace como en el día de Pascua
REFLEXION
Hech 3, 11-26. En este anuncio de
toda la obra salvífica de Jesús, en que se indica que cada uno es responsable
de la entrega y del rechazo del mismo a la muerte, se nos disculpa, conforme al
estilo en que san Lucas nos habla de la misericordia divina. Parece haber un
eco de aquellas palabras: Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen.
La
responsabilidad del profeta, cuyas palabras pueden estar acompañadas de grandes
señales, consiste en saber reportar su Misión y sus obras a Aquel que lo llamó
y lo envió como testigo. No se anuncia el propio nombre, sino el Nombre de
Jesús. No puede uno creerse dueño de las comunidades, sino solo siervo del
Evangelio.
Hay
muchos títulos que se le aplican al Señor en esta lectura: Siervo, Santo,
Justo, Autor de la vida, Mesías, Señor, Profeta, Descendencia de Abraham.
Podemos aumentar muchos más; esto no nos salva, pues no basta decir Señor,
Señor, para entrar en el Reino de los cielos. Hay que reconocer a Dios como
nuestro Padre; arrepentirnos de nuestras faltas y convertirnos a Él. Sólo así,
perdonados nuestros pecados, Dios enviará a su Hijo para que nosotros nos
unamos a Él como las ramas se unen al tronco, y así seamos adoptados como hijos
de Dios; y entonces, sólo entonces, Dios se convertirá para nosotros en una
bendición.
Sal 8. Dios, su Nombre es
admirable en toda la tierra. Dios, el Todopoderoso, es el Creador de todo lo
que contemplan nuestros ojos.
En
la tierra la persona humana es el ser más grandioso creado por Dios. El Señor
puso todo en sus manos para que ejerciera poder sobre ello. Por eso Dios nos
hizo apenas inferiores a un dios.
nuestra
misión sobre la tierra es vivir y actuar como representantes, vicarios de Dios
en este mundo.
Muchas
veces la maldad ha ofuscado, endurecido, desviado, oscurecido esa misión que
Dios nos ha confiado; y es entonces cuando no han quedado muy claros el amor,
la verdad, la rectitud, la santidad, la justicia, la solidaridad, la paz.
Reconocer
que se ha deteriorado la imagen de Dios en nosotros y que la Misión de ser
Signos vivos del amor de Dios se ha oscurecido y nos hemos desviado por caminos
incorrectos, nos ha de ayudar a tomar la firme determinación de unir nuestra
vida a la vida del Resucitado, pues en él se hacen nuevas todas la cosas.
Quienes
hemos puesto nuestra fe en Cristo, si somos serios en ella, debemos permitirle
al Señor que, desde nuestra frágil vida, sea Él quien en verdad se convierta en
Señor de todas la cosas, para que dejen de esclavizarnos; y al mismo tiempo,
desde nosotros, se convierta en hermano de todos para que dejemos de odiarnos,
de destruirnos y de oprimirnos unos a otros.
Lc. 24, 35-48. Ya los discípulos
han recibido el testimonio de Pedro, de los discípulos de Emaús, de María
Magdalena y de otras mujeres.
Ahora
Jesús se hace presente ante ellos y ellos podrán constatar la presencia del
Resucitado de modo personal. Sólo así podrán ellos ser testigos, no de fábulas,
sino de su experiencia personal con el Señor.
A
Jesús se le conocerá a través de las Escrituras, que han tenido en Él su
cumplimiento. No podemos hacer una interpretación de la Palabra de Dios al
margen del resucitado; es Él quien abre nuestra inteligencia para que ahí lo
reconozcamos como lo que es: el Enviado del Padre, que, amándonos, ha dado su
vida por nosotros y nos ha confiado la misión de llevar su amor, su
misericordia, su entrega a nuestro hermanos.
Quien
proclame un evangelio distinto, o una interpretación distinta del mismo, y que
deje de manifestarnos el amor y la misericordia de Dios hacia todos nosotros,
no conoce al Señor, que ha salido al encuentro del pecador envuelto y
esclavizado por las cosas pasajeras, o por sus maldades y vicios, para
rescatarlo, salvarlo y reunir en un sólo pueblo a los hijos de Dios que el
pecado había dispersado.
En
la Eucaristía nos reunimos convocados por el Señor resucitado. No venimos a
contemplar un fantasma que quisiera espantarnos con palabras de ultratumba,
infundiendo miedo en nosotros con falsas revelaciones que nos reunieran en
torno al Señor más por el miedo que por el amor.
Su
Palabra debe transformar nuestros corazones y hacerlos arder en amor por Dios,
para que dé su fruto y nos convirtamos no sólo en quienes anuncian la Palabra
de Dios, sino en quienes dan testimonio de la misma con sus obras.
El
Señor nos alimenta con su Eucaristía no sólo para habitar en nuestro corazón,
sino para impulsar nuestra vida y convertirnos en constructores de su Reino
aceptando y afrontando con amor todas las consecuencias del haber pronunciado
nuestro sí a la voluntad de Aquel que nos llamó, nos instruyó con su Palabra y
ejemplo, nos fortaleció con el Pan del Cielo y con la participación de su
Espíritu, y nos envió como testigos suyos.
Nuestra
misión no termina en la alabanza que tributamos a Dios en la Eucaristía; más
bien, de ahí surge, con todo el compromiso de llevar, no nuestras palabras,
sino la presencia del Señor que, hecha experiencia personal, ha de llegar hasta
los últimos los rincones de la tierra y a todos los tiempos de nuestra
historia.
No
podemos inventarnos un nuevo evangelio; no podemos hacer relecturas del mismo
acomodadas a nuestros criterios de maldad, de violencia, de desorden o de desequilibrios
internos.
Cristo
es el Señor de la historia que pasa por ella haciendo el bien, salvando por
medio del amor, reinando en los corazones y no convirtiéndose en bandera para
la violencia, para la destrucción, para la injusticia, para la persecución y la
muerte.
Así
como Él no se convierte en espanto para quienes lo contemplan, así como Él
manifestó las huellas de su amor marcadas en sus manos, en sus pies y en su
costado, así hemos de ser motivo de paz y no de guerra ni de angustia para
nuestros hermanos. Hemos de ser motivo de entrega de nuestro propio ser para
que los demás tengan vida y no motivo de destrucción de la vida de los demás
pensando que así habremos barrido con la maldad que anidaba en los malvados.
Si
Cristo nos ha mostrado las llagas que le causó el amor que tuvo a los pecadores
hasta sus últimas consecuencias, ese ha de ser también el camino que manifiesta
su Iglesia para que salve a los culpables, no para que los condene ni destruya.
¿Cuáles
son las huellas de nuestro amor?
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de ser portadores de la paz, de la alegría, y
de su amor. Que nos ayude a conducirlos a todos hacia Cristo para que seamos
todos hijos en el Hijo. Que nuestra predicación no se base en el miedo, sino en
el amor, para que, unidos por el amor fraterno y por un sólo Espíritu, estemos
preparados para el día del Señor, no con el temor nacido del pecado, sino con
las lámparas que, llenas del amor de Dios, iluminan a los demás por las buenas
obras, por la generosidad, por la entrega, por la bondad y misericordia de Dios
reflejadas en nuestra vida. Amén. (Homilía católica )
REFLEXION:
DESPEJANDO MALENTENDIDOS
Hch
3, 11-26; Lc 24, 35-48
Dos
malentendidos subyacen a estas narraciones. En las dos obras reconocemos el
estilo y la factura del evangelista san Lucas. En su primera obra, nos presenta
a Jesús desbaratando la confusión de que son objeto sus discípulos. Tienen la
mente acalambrada, los sentidos aturdidos y no pueden aprehender la novedad de
su existencia resucitada. Algo totalmente explicable, puesto que los discípulos
de Jesús jamás habían interactuado con un resucitado. Jesús les da muestras de
su nueva forma de existir y los anima a retomar el encargo que les había dado:
ser testigos creíbles de su Pascua. Los vecinos de Jerusalén han presenciado
una curación aparentemente inexplicable. La oración de unos pescadores galileos
ha traído salud para un paralítico. Ellos no se apropian de la señal. El que
cambia la suerte de los afligidos es Jesús, autor de la vida. (www misal com mx)
Santos
Fidel de
Sigmaringen, mártir; Benito Menni, fundador. Beata Isabel Hesselblad,
religiosa. Feria (Blanco)
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