jueves, 3 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. JUEVES 03 DE ABRIL DE 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
JUEVES 03 DE ABRIL DE 2013
IV SEMANA DE CUARESMA / A

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 104, 3-4)
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen la ayuda del Señor; busquen continuamente su presencia.

ORACIÓN COLECTA
Padre lleno de amor, que nos has concedido la gracia de purificarnos con el arrepentimiento y de santificarnos haciendo el bien a los demás, ayúdanos a permanecer fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las festividades pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
No castigues a tu pueblo por sus maldades.

DEL LIBRO DEL ÉXODO: 32, 7-14

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: "Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: `Éste es tu dios, Israel; es el que te sacó de Egipto' ".
El Señor le dijo también a Moisés: "Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo".
Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: "¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? ¿Vas a dejar que digan los egipcios: los sacó con malas intenciones, para hacerlos morir en las montañas y borrarlos de la superficie de la tierra'? Apaga el ardor de tu ira, renuncia al mal con que has amenazado a tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: 'Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido' ". Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 105
R/. Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo.

En el Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro, y lo adoraron. Cambiaron al Dios que era su gloria por la imagen de un buey que come pasto. R/.

Se olvidaron del Dios que los salvó, y que hizo portentos en Egipto, en la tierra de Cam, mil maravillas, y en las aguas del Mar Rojo, sus prodigios. R/.

Por eso hablaba Dios de aniquilarlos; pero Moisés, que era su elegido, se interpuso, a fin de que, en su cólera, no fuera el Señor a destruirlos. R/.

ACLAMACIÓN (Jn 3, 16) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. R/.

El que los acusa es Moisés, en quien ustedes han puesto su esperanza.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 5, 31-47

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí, es válido.
Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre.
El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado.
Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios?
No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?"

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Tú, que conoces nuestra fragilidad, concédenos, Señor, que el sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique de nuestros pecados y nos proteja de todo mal. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jr 31, 33)
Esto dice el Señor: Pondré mi ley en lo más profundo de su ser y la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que esta comunión nos purifique de todas nuestras culpas y nos proteja del pecado, para que gocemos de la plenitud salvadora de tu don. Por Jesucristo, nuestro Señor.



HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO 
"La oración nos cambia el corazón. 
Nos hace comprender mejor cómo es nuestro Dios"

 03/04/2014.
La oración es una lucha con Dios que debe librarse con libertad e insistencia, como un diálogo sincero con un amigo. Esta oración cambia nuestro corazón, porque nos hace conocer mejor cómo es Dios realmente. Es cuanto dijo en síntesis el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

El Pontífice centró su homilía en el diálogo de Moisés con Dios en el Monte Sinaí. Dios quiere castigar a su pueblo, porque se ha hecho un ídolo, el becerro de oro. Moisés reza con fuerza al Señor para que cambie de idea: “Esta oración – explicó Francisco – es una verdadera lucha con Dios. Una lucha del jefe del pueblo para salvar a su pueblo, que es el pueblo de Dios.

Y Moisés habla libremente ante el Señor y nos enseña cómo rezar, sin miedo, libremente, y también con insistencia. Moisés insiste. Es valeroso. La oración también debe ser “negociar con Dios”, llevando “argumentaciones”. Moisés, al final, convence a Dios y la lectura dice que “el Señor se arrepintió del mal que había amenazado hacer a su pueblo”. Y el Papa se preguntó: “¿Pero, quién ha cambiado a quién? ¿Cambié el Señor? Yo credo que no”. Y dijo:

“El que cambió fue Moisés, porque Moisés creía que el Señor habría hecho esto, creía que el Señor habría destruido al pueblo, y recuerda qué bueno había sido el Señor con su pueblo, cómo lo había liberado de la esclavitud de Egipto y conducido con una promesa. Y con estas argumentaciones, trata de convencer a Dios, pero en este proceso él vuelve a encontrar la memoria de su pueblo, y encuentra la misericordia de Dios. Moisés, que tenía miedo, miedo de que Dios hiciera esto, al final desciende del monte con algo grande en su corazón: nuestro Dios es misericordioso. Sabe perdonar. Vuelve sobre sus decisiones. Es un Padre”.

Todo esto – observó el Papa – Moisés lo sabía, “pero lo sabía más o menos oscuramente y en la oración lo reencuentra. Esto es lo que hace la oración en nosotros: nos cambia el corazón”:

“La oración nos cambia el corazón. Nos hace comprender mejor cómo es nuestro Dios. Pero para esto es importante hablar con el Señor, no con palabras vacías. Jesús dice: ‘Como hacen los paganos. No, no: hablar con la realidad: ‘Pero, mira, Señor, que tengo este problema, en la familia, con mi hijo, con este, con el otro… ¿Qué se puede hacer? ¡Pero mira que tú no me puedes dejar así!’. ¡Ésta es la oración! ¿Pero tanto tiempo lleva esta oración? Sí, lleva tiempo”.

Es el tiempo que necesitamos para conocer mejor a Dios, como se hace con un amigo, porque Moisés – dice la Biblia – rezaba con el Señor como un amigo habla a otro amigo:

“La Biblia dice que Moisés hablaba cara a cara con el Señor, como con un amigo. Así debe ser la oración: libre, insistente, con argumentaciones. Y también reprochando un poco al Señor: ‘Pero, tú me has prometido esto, y esto no lo has hecho…’, así, como se habla con un amigo. Abrir el corazón a esta oración. Moisés bajó del monte fortalecido: ‘He conocido más al Señor’, y con esa fuerza que le había dado la oración, retoma su trabajo de conducir al pueblo hacia la Tierra prometida. Porque la oración fortalece: fortalece. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia, porque rezar es una gracia”.

“En toda oración – recordó también el Santo Padre – está el Espíritu Santo”, “no se puede rezar sin el Espíritu Santo. Es Él quien reza en nosotros, es Él quien nos cambia el corazón, es Él quien nos enseña a llamar a Dios ‘Padre’. Pidamos al Espíritu Santo – concluyó Francisco su homilía – que Él nos enseñe a rezar, sí, como ha rezado Moisés, a negociar con Dios, con libertad de espíritu, con coraje. Y que el Espíritu Santo, que siempre está presente en nuestra oración, nos conduzca por este camino”.

(María Fernanda Bernasconi – RV)

FUENTE: RADIO VATICANO.

REFLEXION:
Ex. 32, 7, 14. En este relato, en el que se le atribuyen a Dios actitudes humanas, contemplamos al Señor enojado por el pecado de idolatría del pueblo que camina hacia la tierra prometida; y decide acabar con Él. Pide permiso a Moisés para hacerlo, indicándole que hará de él un nuevo Abraham, pues de él hará un gran pueblo. Moisés percibe una pequeña esperanza de salvación para el pueblo; él no quiere que Dios cumpla con la promesa de hacerlo un gran pueblo a costa de la muerte de toda esa comunidad. Por eso intercede por ellos pidiendo perdón y dando razones, no tanto a favor del pueblo, sino a favor de Dios: Que su Nombre no sea denigrado ante los egipcios y ante las demás naciones; que manifieste su fidelidad, no a Moisés, sino a Abraham, Isaac y Jacob. Y Dios renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.
También en nuestro tiempo muchos han traicionado la alianza sellada con el Señor el día del Bautismo, donde fuimos hechos hijos de Dios y, Dios, Padre nuestro. Le han dado su corazón al becerro de oro, del placer o del poder y le han rendido culto, dedicándole todos sus esfuerzos. No han puesto a Dios en el lugar que sólo a Él le corresponde, y han luchado para que los demás les den culto y el lugar que reclaman en su vida. Convertidos en dioses implacables luchan para que los demás los reconozcan como los únicos que en todo tienen la razón, los únicos capaces de darles la salvación. Y, puesto que no lo han hecho, la ira se ha encendido en contra de ellos y los destruyen, los marginan y, en un montón de cadáveres o de persecuciones y difamaciones, se levantan para que nadie ose desconocerles su poder, su dignidad, pues, desequilibradamente, piensan haber alcanzado al mismo Dios.
El Señor nos da ejemplo del perdón y de la vocación que nos ha hecho para ayudar a rectificar nuestros caminos y fortalecer a quienes, en su camino hacia la Patria eterna, se han olvidado de su fe en el único Dios, y han desviado su corazón para darle culto a lo pasajero o a sí mismos.

Sal. 106 (105) Hacemos un memorial de la bondad del Señor. En él recordamos que, a pesar del gran amor de Dios hacia su pueblo, este no supo responderle; más bien vivió en una continua rebeldía. Baste ver el acontecimiento del becerro de oro con el que quisieron suplantar a Dios. El Señor, por eso, quería aniquilarlos. Pero Moisés, siervo de Dios, se interpuso para que el Señor no los destruyera.
Notamos el gran amor de Dios, amor que se convierte en misericordia, no haciéndolo débil, sino haciéndolo como el guerrero que lucha para que, aquello que le pertenece, no le sea arrebatado por los falsos dioses, finalmente, por la serpiente antigua o Satanás, pecador y orgulloso desde el principio.
Nosotros ¿Hasta dónde somos capaces, como Moisés, de interceder por quienes han faltado, tal vez gravemente en contra de Dios, de sí mismos, o de los demás? Nuestra vocación mira a hacer el bien; pues el Señor nos envió, no a destruir, sino a llamar a todos a la conversión.

Jn. 5, 31-47. Juan Bautista testifica que él no es el Mesías; que detrás de él viene uno a quien Juan no merece, ni siquiera, desatarle la correa de sus sandalia.
El Padre Dios da un testimonio mejor que el de Juan a favor de Jesús: las obras que Jesús realiza indican que el Padre le ha dado ese poder y está de su parte. La Escritura, en la que se quiere encontrar la vida, conduce hacia Cristo, el único capaz de dar vida eterna. A pesar de todos estos testimonios, quien tienen duro el corazón como piedra, no será capaz de recibir la buena noticia del amor de Dios para dejarla dar fruto.
La falta de un amor verdadero a Cristo impide depositar en Él nuestra fe. Es entonces cuando volvemos la mirada hacia los falsos dioses; e incluso nosotros mismos nos sentamos en un trono de gloria para reclamar el ser glorificados por los demás.
Creer en Cristo Jesús es aceptar que el Padre Dios ha cumplido su promesa de salvación; más aún, que reconocemos que en Cristo encontramos el único Camino que nos conduce hacia Él. Jesús es el Enviado del Padre. Si dejamos de creer en Él, perdemos la luz que ilumina nuestros pasos y nos conduce por el camino de la salvación.
La Eucaristía no sólo nos hace encontrarnos con Dios. En ella reconocemos al Señor como el único que nos salva y nos conduce a la perfección en Dios.
No sólo oramos con los labios y llamamos a Dios Señor. Antes que nada reconocemos que en Cristo se nos ofrece la vida que procede de Dios. Entrar en comunión con el Señor significa que aceptamos la oferta de Dios: su Vida y su Espíritu en nosotros.
Aceptar en la fe a Jesús como el enviado del Padre nos hace tenerlo como centro de nuestra vida y punto de referencia para toda nuestra vida: Pensamientos, palabras, actitudes y obras.
También nosotros estamos llamados a ser un vivo testimonio del Señor en medio de nuestros hermanos.
No podemos postrarnos ante falsos dioses; no podemos llamar dios nuestro a las obras de nuestras manos. Más aún, no podemos nosotros convertirnos en un falso dios para los demás.
Nuestra vida, llena del Espíritu del Señor, ha de manifestarlo a Él y buscar sólo su gloria. Quienes contemplen nuestras buenas obras no se inclinarán ante nosotros sino ante el Padre de los cielos, para glorificar su Nombre.
No podemos negar las egolatrías de muchos que sólo se buscan a sí mismos. Tampoco podemos cerrar nuestros ojos ante la confianza que muchas veces nosotros mismos hemos depositado en lo pasajero. En razón de este desorden hemos generado muchas injusticias, persecuciones y muertes. Por eso el Señor, a quien escuchamos con fe en su Palabra y a quien recibimos en la Eucaristía, ha de ser nuestro único Dios, nuestro único Camino que nos conduzca al Padre y a la comunión con Él. Sólo a partir de entonces el Señor no únicamente será nuestro Dios, sino que además será quien haga de nosotros criaturas nuevas, que vivan en el amor que procede de Él y que nos hace ser la lámpara que arde y brilla para que los demás recuperen la paz y la alegría.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de tenerlo como nuestro único Dios; saber escuchar su palabra y, con nuestras buenas obras, dar testimonio de que en verdad el Señor habita, como único Dios en nuestro corazón y da testimonio, por nuestras buenas obras, de que Él continúa haciendo el bien a todos los que lo aman. Amén.

Homiliacatolica

REFLEXION: UN LLAMADO A LA COMPASIÓN
Ex 32,7-14; Jn 5,31-47
El conocido episodio del "becerro de oro" recoge la experiencia de la idolatría. Israel quería manejar a Dios como si fuera un objeto, controlarlo en una palabra, y por eso, los artesanos lo representaron en forma de un toro, que simbolizaba la fuerza (los cuernos) y la fecundidad (los textos), encarnadas en la productividad agrícola y la proliferación de los rebaños. El símbolo escogido para representar a Dios no es casual, implica la veneración absoluta de las riquezas, no por nada, se escoge el oro como material para hacer aquella imagen. En el cierre del capítulo quinto de san Juan, Jesús argumenta a su favor, mostrando que una serie de acciones testimonian y acreditan que es el enviado del Padre. No es una conclusión vacía o gratuita: el proceder de Jesús mejora la vida de los que se acercan a Él. (www misal com mx)



Santos

Ricardo de Wych, obispo; Luis Scrosoppi, fundador. 
Beato Pedro Eduardo Dankowsji, mártir. 
Feria (Morado)

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