LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
6 DE ABRIL DE 2014
V
DOMINGO DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 42, 1-2)
Señor,
hazme justicia. Defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre
injusto y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa.
No
se dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Ven,
Señor, en nuestra ayuda, para que podamos vivir y actuar siempre con aquel amor
que impulsó a tu Hijo a entregarse por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Les
infundiré mi espíritu y vivirán
DEL LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL: 37, 12-14
Esto
dice el Señor Dios: "Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré
salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
Cuando
abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy
el Señor.
Entonces
les infundiré mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes
sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí".
Palabra
de Dios.
Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 129
R/.
Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde
el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén
atentos tus oídos a mi voz suplicante. R/.
Si
conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara?
Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos. R/.
Confío
en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor,
mucho más que a la aurora el centinela. R/.
Como
aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor
viene la misericordia y la abundancia de la redención, y Él redimirá a su
pueblo de todas sus iniquidades. R/.
El
Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes.
DE LA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS: 8, 8-11
Hermanos:
Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero
ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto
que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.
Quien
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en
ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su
espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.
Si
el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en
ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también
les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en
ustedes.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Jn 1 1, 25. 26)
R/.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo
soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para
siempre. R/.
Yo soy la resurrección y la vida.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 11, 1-45
En
aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de Maria y de
su hermana Marta. Maria era la que una vez ungió al Señor con perfume y le
enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las
dos hermanas le mandaron decir a Jesús: "Señor, el amigo a quien tanto
quieres está enfermo".
Al
oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que
servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella".
Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que
Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba.
Después dijo a sus discípulos: "Vayamos otra vez a Judea". Los
discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco que los judíos querían
apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?" Jesús les contestó: "¿Acaso no
tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de
este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la
luz".
Dijo
esto y luego añadió: "Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy
ahora a despertarlo". Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si
duerme, es que va a sanar". Jesús hablaba de la muerte, pero ellos
creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente:
"Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para
que crean. Ahora, vamos allá". Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo,
dijo a los demás discípulos: "Vayamos también nosotros, para morir con
él".
Cuando
llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba
cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían
ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas
oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa.
Le dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto
mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le
pidas".
Jesús
le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Ya sé que
resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy
la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y
todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú
esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Después
de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja:
"Ya vino el Maestro y te llama". Al oír esto, María se levantó en el
acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque Él no había llegado aún al
pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos
que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y
salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar allí y la siguieron.
Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo:
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano". Jesús,
al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió
hasta lo más hondo y preguntó: "¿Dónde lo han puesto?" Le
contestaron: "Ven, Señor, y lo verás". Jesús se puso a llorar y los
judíos comentaban: "De veras ¡cuánto lo amaba!" Algunos decían:
"¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que
Lázaro no muriera?"
Jesús,
profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva,
sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: "Quiten la losa". Pero
Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: "Señor, ya huele mal,
porque lleva cuatro días". Le dijo Jesús: "¿No te he dicho que si
crees, verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la piedra.
Jesús
levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre, te doy gracias porque me has
escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de
esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado".
Luego gritó con voz potente: "¡Lázaro, sal de allí!" Y salió el
muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un
sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo, para que pueda andar".
Muchos
de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en Él.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
CREDO.
PLEGARIA
UNIVERSAL
A
Jesús, que es nuestra resurrección y nuestra vida, pidámosle por nosotros y por
los hombres y mujeres del mundo entero.
A
cada petición diremos:Kýrie, eléison.
Por
todos los cristianos, para que vivamos con intensidad este tiempo de conversión
y compartamos con Jesús su muerte y resurrección. Oremos.
Por
todos los que, en cualquier lugar del mundo, se preparan para recibir el
Bautismo en la próxima Pascua. Oremos.
Por
los creyentes de las religiones no cristianas. Oremos.
Por
los que, como Marta y María, lloran por la muerte de un ser querido. Oremos.
Por
los que nos hemos reunido hoy en esta iglesia para compartir la fe y la
esperanza del Evangelio. Oremos.
Escúchanos,
Señor Jesús, y ten piedad de nosotros y de toda la humanidad. Tú, que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Tú,
que nos has iluminado con las enseñanzas de la fe, escucha, Señor, nuestra
oración y purifícanos por medio de este sacrificio. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque
Cristo, Señor nuestro, que como verdadero hombre lloró la muerte de su amigo
Lázaro y, como verdadero Dios, lo hizo salir vivo del sepulcro, se ha
compadecido de todos los hombres y por medio de sus sacramentos, nos hace pasar
de la muerte a la vida.
Por
eso, los mismos ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus
voces, cantando humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 11, 26)
El
que está vivo y cree en mí, dice el Señor, no morirá para siempre.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos,
Dios todopoderoso, a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
vivir siempre como miembros suyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
HOMILIA
DEL PAPA FRANCISCO
Domingo 06/04/2014
“NO
HAY LIMITES A LA MISERICORDIA DIVINA OFRECIDA A TODOS”
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el
Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma nos narra la resurrección de
Lázaro. Es el culmen de los “signos” prodigiosos realizados por Jesús: es un
gesto demasiado grande, demasiado claramente divino para ser tolerado por los
sumos sacerdotes, los cuales, cuando supieron del hecho, tomaron la decisión de
matar a Jesús (Jn 11,53).
Lázaro
había muerto desde hacía ya tres días cuando llegó Jesús, y a las hermanas
Marta y María, Él les dijo las palabras que se imprimieron para siempre en la
memoria de la comunidad cristiana, dice así Jesús: “Yo soy la resurrección y la
vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en
mí, no morirá eternamente. (Jn 11,25). Sobre esta la Palabra del Señor nosotros
creemos que la vida de quién cree en Jesús y sigue su mandamiento, después de
la muerte será transformada en una vida nueva, plena e inmortal. Como Jesús ha
resucitado con su propio cuerpo, pero no ha vuelto a la vida terrena, así
nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados en cuerpos
gloriosos. Él nos espera junto al Padre, y la fuerza del Espíritu Santo, que lo
ha resucitado a Él, resucitará también a quién está unido a Él.
Frente
a la tumba sellada del amigo Lázaro, Jesús “gritó con gran voz: ‘¡Lázaro, salí
afuera! El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro
envuelto con un sudario. (vv. 43-44). Este grito perentorio está dirigido a
cada hombre, porque todos estamos marcados por la muerte, todos nosotros; es la
voz de Aquel que es el dueño de la vida y quiere que todos “la tengan en
abundancia” (Jn 10,10). Cristo no se resigna a los sepulcros que nos hemos
construido con nuestras elecciones de mal y de muerte, con nuestros errores,
con nuestros pecados. ¡Él no se resigna a esto! Él nos invita, casi nos ordena,
que salgamos de la tumba en la cual nuestros pecados nos han hundido. Nos llama
insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la que estamos
encerrados, conformándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre. “¡Salí afuera”!,
nos dice. “¡Salí afuera”! Es una bella invitación a la verdadera libertad.
Dejémonos aferrar por estas palabras que Jesús hoy repite a cada uno de
nosotros. Una invitación a dejarnos liberar de las “vendas”, de las “vendas del
orgullo. Porque el orgullo nos hace esclavos, esclavos de nosotros mismos,
esclavos de tantos ídolos, de tantas cosas. Nuestra resurrección comienza desde
aquí: cuando decidimos obedecer a esta orden de Jesús saliendo a la luz, a la
vida; cuando de nuestro rostro caen las máscaras - tantas veces nosotros
estamos enmascarados por el pecado, ¡las máscaras deben caer! - y nosotros
encontramos el coraje de nuestro rostro original, creado a imagen y semejanza
de Dios.
El
gesto de Jesús que resucita a Lázaro muestra hasta dónde puede llegar la fuerza
de la Gracia de Dios, y por lo tanto, donde puede llegar nuestra conversión,
nuestro cambio. Pero escuchen bien: ¡no hay ningún límite a la misericordia
divina ofrecida a todos! ¡No hay ningún límite a la misericordia divina
ofrecida a todos! Acuérdense bien esta frase. Y podemos decirla todos juntos:
¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a todos! Digámosla
juntos: ¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a todos! El
Señor está siempre listo para levantar la piedra tumbal de nuestros pecados,
que nos separa de Él, luz de los vivientes.
Después
de la oración mariana del Ángelus el Papa dijo:
Queridos
hermanos y hermanas:
Se
llevará a cabo mañana en Ruanda la conmemoración del vigésimo aniversario del
inicio del genocidio perpetrado contra los tutsis en el 1994. Con esta
circunstancia deseo expresar mi cercanía paternal al pueblo ruandés, animándole
a continuar con determinación y esperanza, el proceso de reconciliación que ya
ha manifestado sus frutos, y el empeño de reconstruir humana y espiritualmente
el país. A todos les digo: ¡No tengan miedo! En la roca del Evangelio
construyan su sociedad, en el amor y en la concordia, ¡porque sólo así se
genera una paz duradera! Invoco sobre toda la querida nación de Ruanda a la
protección maternal de Nuestra Señora de Kibeho. Recuerdo con afecto a los
obispos ruandeses que han estado aquí, en el Vaticano, la semana pasada. Y a
todos los invito, ahora, a rezar a la Virgen Nuestra Señora de Kibeho.
(Reza
Ave María)
Saludo
a todos los peregrinos presentes, especialmente a los que participan en el
‘Congreso del Movimiento de Compromiso Educativo de la Acción Católica
Italiana’. ¡Invertir en educación significa invertir en esperanza!
Saludo
a los fieles de Madrid y Menorca; a aquellos de la Diócesis de
Concordia-Pordenone; el grupo brasileño "Fraternidad y Tráfico
Humano"; a los estudiantes de Canadá, Australia, Bélgica y a los de
Cartagena-Murcia; a los alpinos de Como y de Roma.
Saludo
a los grupos de niños que han recibido o se están preparándose para la
Confirmación, los jóvenes de diferentes parroquias y los numerosos estudiantes.
Han
pasado exactamente cinco años del terremoto que azotó a L'Aquila y su
territorio. En este momento queremos unirnos con aquella comunidad que ha
sufrido tanto, que todavía sufre, lucha y espera, con mucha confianza en Dios y
en la Virgen María. Oremos por todas las víctimas: que vivan para siempre en la
paz del Señor. Y recemos por el camino de resurrección del pueblo de L'Aquila:
la solidaridad y el renacimiento espiritual, son la fuerza de la reconstrucción
material.
Recemos
por las víctimas del virus del Ébola que se ha desarrollado en Guinea y países
vecinos. Que el Señor sostenga los esfuerzos para combatir el inicio de esta
epidemia y para asegurar cuidado y asistencia a todos los necesitados.
Y
ahora me gustaría hacer un simple gesto para ustedes. En los últimos domingos
he sugerido a todos ustedes que se hicieran con un pequeño Evangelio, para
llevar uno mismo durante el día para poder leerlo a menudo. Entonces me acordé
de la antigua tradición de la Iglesia, durante la Cuaresma, de entregar el
Evangelio a los catecúmenos, los que se preparan para el bautismo. Así que hoy
quiero darles a ustedes que están en Piazza –pero en un seño para todos- un
Evangelio de bolsillo. Será distribuido de forma gratuita. Hay lugares en la
plaza para esta distribución. Yo los veo: allí, allí, allí, allí.... Acérquense
a los lugares y tomen el Evangelio ¡Tómenlo, tómelo con usted, y léanlo cada
día: ¡es exactamente Jesús el que les habla allí! ¡Es la palabra de Jesús: esta
es la Palabra de Jesús!
Y
como Él les digo: ¡gratuitamente han recibido, gratuitamente den! ¡Den el
mensaje del Evangelio! Pero a lo mejor alguno de ustedes no cree que esto sea
gratuito. “¿Pero cuando qué? ¿Cuánto debo pagar, Padre? Pero hagamos una cosa,
a cambio de este regalo, hagan un acto de caridad, un gesto de amor
desinteresado, una oración por los enemigos, una reconciliación de alguna
cosa... Hoy se puede leer el Evangelio con muchos instrumentos tecnológicos. Se
puede llevar la Biblia con uno mismo en un teléfono móvil, una tableta. Lo
importante es leer la Palabra de Dios, con todos los medios, pero leer la
Palabra de Dios: ¡es Jesús que nos habla allí! es acogerla con el corazón
abierto. ¡Entonces la buena semilla da fruto!
¡Les
deseo un buen domingo y buen almuerzo! ¡Hasta la vista!
(Traducción
María Cecilia Mutual-MZ- RV)
Fuente:
Radio Vaticano.
REFLEXION:
LA RESURRECCIÓN Y LA
VIDA COMO PROMESA
1.-
El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. Estamos en tiempo de cuaresma y,
consecuentemente, los textos de este domingo no debemos interpretarlos como si
fueran textos propios del tiempo pascual. Los textos de este domingo lo que nos
dicen es que, si creemos en Cristo el Señor, tendremos Vida después de la
muerte, es decir, resucitaremos. Cristo es la Vida y si nosotros creemos en él
participaremos de su Vida, tendremos Vida eterna. Para eso se ha narrado el
episodio de la resurrección de Lázaro, para que los que presenciaran este
milagro creyeran que Jesús es el Mesías enviado por Dios. Las palabras del
mismo Cristo son muy claras: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo
sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que
crean que tú me has enviado”. La fe de Marta fue también clara y rotunda: “Sí,
Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir
al mundo”. La fe de Marta y María produjo el milagro de la resurrección, en
este caso más bien reviviscencia, de su hermano Lázaro. Lázaro volvió a la
vida, siguió viviendo en la tierra después de esta muerte, pero, como también
él creía en Cristo, creemos que, después de su muerte física definitiva, Cristo
le resucitaría para la Vida eterna. La cuaresma es un camino hacia la Pascua;
durante este tiempo de cuaresma debemos acrecentar nuestra fe, nuestra esperanza
y nuestro amor, para poder participar definitivamente, después de nuestra
muerte física, de la Vida de Cristo, una Vida para siempre. Cristo resucitó y
si nosotros creemos en él, también nosotros resucitaremos con él. Este es el
consuelo y la esperanza que debe proporcionarnos este bello relato de la
resurrección de Lázaro: que, si creemos en Cristo, no moriremos para siempre,
él nos resucitará en el último día. Es claro que este relato de la resurrección
de Lázaro nos ofrece también otras muchas y jugosas reflexiones posibles, pero
aquí no tenemos espacio para aludir a todas ellas.
2.-
Os infundiré mi espíritu y viviréis. El profeta Ezequiel, en nombre de Dios,
les dice a sus paisanos que vivían en el destierro que el Señor les va a
liberar de la esclavitud y les “va a colocar en su tierra”. Hasta los huesos
secos que están en los sepulcros serán vivificados por el espíritu del Señor,
tendrán vida, y todos ellos volverán a ser un pueblo libre para alabar a su
Dios. El Señor Dios les hace una promesa de vida y quiere que su pueblo con
esta promesa recobre la fe y la esperanza en Él. Es una promesa de vida que les
hace el Señor para animarles y para que recobren la fortaleza espiritual y
religiosa de otros tiempos. El Espíritu de Dios da Vida. También a nosotros,
los cristianos de este siglo XXI, deben servirnos de consuelo estas palabras
del profeta Ezequiel. El Señor quiere infundirnos su Espíritu para que
mantengamos firmes nuestra fe y nuestra esperanza, en estos tiempos de crisis.
Esta es la oración que debemos hacer hoy nosotros al Señor: “infúndenos tu
Espíritu, y renueva la faz de la tierra”.
3.-
El que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. También San
Pablo, en su Carta a los Romanos, nos repite la misma idea que venimos
comentando: el Espíritu de Dios nos dará Vida, nos vivificará, nos permitirá
resucitar con Cristo. Lo que nosotros tenemos que hacer es mantener vivo en
nosotros el Espíritu de Cristo. Esto se consigue mediante la fe, la esperanza y
el amor a Cristo y por Cristo. Sólo si tenemos el Espíritu de Cristo somos de
Cristo, porque “el que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo”. En el
examen de conciencia que debemos hacer cada día, esta es la pregunta
fundamental que debemos hacernos: ¿he vivido y he actuado hoy movido por el
Espíritu de Cristo? Porque dentro de nosotros también pueden vivir y actuar
otros espíritus contrarios al Espíritu de Cristo. El mismo San Pablo nos dice
reiteradamente que el cuerpo lucha contra el Espíritu.
Gabriel
González del Estal
www betania
es
¡SAL AFUERA!
Hemos
escuchado, en los dos domingos precedentes, las sugerentes catequesis
bautismales del agua y de la luz. Hoy, a una semana del Domingo de Ramos, nos
encontramos con un evangelio donde sale a relucir uno de los lados más humanos
de Jesús: la amistad.
¿Quién
de nosotros no estaría dispuesto a realizar cualquier cosa por un amigo?
Jesucristo, después de dos diálogos afectuosos y llenos de complicidad y
confianza, con Marta y María, acude con la misma rapidez como cuando la sangre
salta en la herida, ante una situación de muerte, de pena y de desolación:
¡Había muerto un gran amigo! ¡Había muerto Lázaro! Y, lloraba también, por los
que hoy seguimos muriendo.
1.
Llama la atención que, Aquel que todo lo puede, llore y se conmueva
profundamente por el amigo que ha perdido. Pero, Jesús, lejos de detenerse ante
la muerte, va y se enfrenta a ella. Aunque, para ello, le cueste su propia
vida. La resurrección de Lázaro es un aperitivo de lo que nos queda por
contemplar al final de la trayectoria de Jesús en su vida pública: su poder
será más grande que la misma muerte. O dicho de otra manera: la muerte ya no
será obstáculo para la felicidad. Con Jesús, incluso esa realidad que aborta
nuestras expectativas, puede ser vencida.
2.
El Señor, también a nosotros, “nuevos lázaros” (aunque estemos vivos) nos
invita a abandonar tantos sepulcros donde malvivimos y en los que, en más de
una ocasión, estamos aprisionados por largas y serpenteantes vendas que nos
impiden respirar con paz, vivir serenidad y actuar con libertad.
No
hay más que observar a nuestro alrededor y comprobar, con mucha frecuencia, la
multitud de situaciones de muerte en las que nos encontramos inmersos; la
desesperación de muchos hombres, la soledad de personas que mueren estando
vivas porque ya no quieren vivir, el olor a “corrupción” que sacuden
instituciones y organismos, el relativismo del bien en favor del mal, el afán
de tener y acaparar, de aparentar y de poseer; el secularismo que llena los
bolsillos pero deja congelados el alma y el corazón. Jesús, también llega a
estos lugares, y nos grita: ¡Salid afuera!
3.
No nos podemos quedar fríos, impasibles, vencidos en esos lugares que producen
en nosotros parálisis y desencanto. Ante la llamada a la vida, por parte del
Señor, quedarse muerto es ir mano a mano y codo a codo con el sinsentido y el
absurdo del mal vivir. No vive quien malvive, sino aquel que sabe que es
posible vivir con más dignidad.
Creer,
en el Señor de la vida, implica enfrentarse a esas situaciones de muerte y de
dolor que caminan a nuestro lado. Con su ayuda podremos entonces recuperar la
fuerza, vivir con intensidad cada momento y marcarnos un nuevo rumbo.
Esta
Pascua, que llama a nuestra puerta, puede ser una Pascua distinta. Dispongamos
el corazón para vivirla en esa clave. Será una Pascua diferente si es camino de
liberación de lo que estamos esclavizados, atados, como Lázaro que está atado
en la muerte. El Señor quiere sacarnos de ese lugar con su muerte, con su
entrega por nosotros.
Que
como Lázaro, cuando escuchemos la voz del Señor: ¡Sal afuera!, tengamos el
valor y el coraje de deshacernos de tantas vendas que nos han ido asfixiando y
produciendo claros síntomas de muerte o de agonía. ¿Sabéis por qué? Porque,
como dice María en el Evangelio de hoy, si no está Jesús (por medio o cerca)
suelen ocurrir estas cosas: la muerte del hombre en vida.
Javier Leoz
UNA
REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Si
tomamos la imagen de los huesos secos de Ezequiel para expresar la situación de
desamparo y desesperanza que tantas personas "de a pie", experimentan
en nuestro país a causa de la inseguridad y todas las injusticias colaterales
que acarrea, podemos apropiarnos ese pasaje en todas sus dimensiones y afirmar
que esos huesos secos volverán a tener carne, piel y tendones. Si traspasamos
la imagen a la experiencia histórica nacional, tenemos que afirmar que en unos
años, las plazas volverán a ser lugares de encuentro para niños y viejos, que
los extorsionadores y cuantos siembran el terror, serán justamente castigados;
que los jueces venales no se corromperán y que los ciudadanos y los creyentes
viviremos de manera más congruente, tratando de conducirnos por las sendas de
la justicia, la civilidad y el bien común.
REFLEXIÓN:
MÁS ALLÁ DEL SEPULCRO
Ez
37, 12-14; Rm 8, 8-11; Jn 11, 1-45
La
profecía esperanzadora de Ezequiel nos da las claves de lectura para que la
interpretemos con precisión. El pueblo que vive en el destierro queda
representado con un montón de huesos. Vivir en tierra extranjera, alejado de
las señales de la presencia divina: el templo, la tierra dada a los padres, la
protección del rey, resultaba tan terrible como la muerte misma. El Señor dueño
de la vida tendría que hacerse sentir, cambiando la suerte de los desterrados.
Cuando regresen a la tierra de Israel, lo experimentarán como una especie de
renacimiento. En el Evangelio de san Juan la reanimación de los huesos y la
carne de Lázaro no es una pura imagen poética, sino una realidad: Lázaro saldrá
del sepulcro para retornar a la vida terrenal. No es todavía propiamente
hablando la resurrección, entendida como acceso a la plenitud de la vida, es
apenas un triunfo parcial, que no definitivo de Jesucristo, sobre la muerte y
el pecado. (www misal com mx)
Santos
Marcelino de Roma,
mártir; Trineo de Sirmio, mártir.
Beata Petra Morosini, mártir.
(Morado)
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