miércoles, 23 de abril de 2014

ECTURAS DE LA EUCARISTÍA MIERCOLES 23 DE ABRIL DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MIERCOLES 23 DE ABRIL DE 2014
MIERCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Mt 25, 34)
Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que cada año nos inundas de alegría por la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos propicio que, por estas fiestas que celebramos en el tiempo, merezcamos llegar al gozo de la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesús, camina.

DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 3, 1-10

En aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la oración vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta llamada la "Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar, les pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo: "Míranos". El hombre se quedó mirándolos en espera de que le dieran algo. Entonces Pedro le dijo: "No tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y camina". Y, tomándolo de la mano, lo incorporó.
Al instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De un salto se puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando, saltando y alabando a Dios.
Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta "Hermosa" del templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su asombro por lo que había sucedido.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 104
R/. Cantemos al Señor con alegría. Aleluya.

Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. R/.

Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. R/.

Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos. R/.

Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera. R/.

SECUENCIA opcional

ACLAMACIÓN (Sal 117, 24)
R/. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.



Lo reconocieron al partir el pan.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, estas ofrendas de la humanidad redimida, y realiza a favor nuestro, la plena salvación del cuerpo y el alma. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de Pascua (en este día)

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Lc 24, 35)

Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te rogamos, Señor, que, purificados de nuestra antigua condición pecadora, la santa recepción del sacramento de tu Hijo nos transforme en nuevas creaturas.

Por Jesucristo, nuestro Señor.


La despedida se hace como el día de Pascua.




CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO EN LA AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 23/04/2014
POR QUÉ BUSCAN ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTÁ VIVO?
Catequesis completa de Papa gracias a la traducción de Radio Vaticana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Esta semana es la semana de la alegría, celebramos la Resurrección de Jesús. Es una alegría verdadera, profunda, basada en la certeza de que Cristo resucitado, ya no muere más, sino que está vivo y activo en la Iglesia y en el mundo. Esta certeza habita en los corazones de los creyentes desde esa mañana de Pascua, cuando las mujeres fueron a la tumba de Jesús y los ángeles les dijeron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (Lc 24,5). Estas palabras son como una piedra millar en la historia; pero también una "piedra de tropiezo", si no nos abrimos a la Buena Noticia, ¡si pensamos que un Jesús muerto molesta menos que un Jesús vivo!

En cambio, ¿cuántas veces en nuestro caminar diario, necesitamos escuchar que nos digan: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Y cuántas veces nosotros buscamos la vida entre las cosas muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están y mañana no estarán más. Las cosas que pasan. ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?

Necesitamos escucharlo cuando nos cerramos en cualquier forma de egoísmo o de autocomplacencia; cuando nos dejamos seducir por los poderes terrenales y por las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo; cuando ponemos nuestras esperanzas en las vanidades mundanas, en el dinero, en el éxito.

Entonces la Palabra de Dios nos dice: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué estás buscando allí? Aquello no te puede dar vida, sí, quizás te de una alegría de un minuto, de un día, de una semana, de un mes, ¿y luego? ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Esta frase debe entrar en el corazón y debemos repetirla. ¡Repitamos juntos tres veces! ¡Hagamos el esfuerzo! Todos: ¿por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡Fuerte! ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Y hoy, cuando volvamos a casa digámoslo en el corazón, el silencio, pero que nos venga esta pregunta: ¿Por qué yo en la vida busco entre los muertos al que está vivo? Nos hará bien hacerlo.

Si escuchamos, podemos abrirnos a Aquel que da la vida, Aquel que puede dar la verdadera esperanza. En este tiempo pascual, dejémonos nuevamente tocar por el estupor del encuentro con Cristo resucitado y vivo, por la belleza y la fecundidad de su presencia.

No es fácil estar abierto a Jesús. No se da por descontado aceptar la vida del Resucitado y su presencia entre nosotros. El Evangelio nos hace ver diversas reacciones: la del apóstol Tomás, la de María Magdalena y la de los dos discípulos de Emaús: nos hace bien compararnos con ellos. Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagas; María Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre; los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de derrota, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por ese misterioso viandante.

¡Cada uno por diferentes caminos! Buscaban entre los muertos al que está vivo, y fue el mismo Señor el que corrigió el rumbo. Y yo, ¿qué hago? ¿Qué rumbo sigo para encontrar a Cristo vivo? Él estará siempre cerca de nosotros para corregir el rumbo si nosotros nos hemos equivocado.

¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? (Lc 24,5) Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que ha sido ayer y nos empuja adelante, hacia el futuro. Jesús no está en el sepulcro, ha resucitado, Él es el Viviente, Aquel que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y lo hace caminar atrayéndolo hacia Él. “Ayer” es la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro de la verdad y de la justicia; “hoy” es la resurrección perenne hacia la cual nos empuja el Espíritu Santo, donándonos la plena libertad.

Hoy nos es dirigido también a nosotros este interrogativo. Tú, ¿por qué buscas entre los muertos a aquel que está vivo, tú que te cierras en ti mismo después de una derrota y tú que no tienes más fuerza para rezar? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que te sientes solo, abandonado por los amigos y quizás también por Dios? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza y tú que te sientes prisionero de tus pecados? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la perfección espiritual, a la justicia, a la paz?

¡Tenemos necesidad de sentirnos repetir y de recordarnos mutuamente la advertencia del ángel! Esta advertencia ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo?, nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la alegría y de la esperanza. Aquella esperanza que remueve las piedras de los sepulcros y alienta a anunciar la Buena Nueva, capaz de generar vida nueva para los otros. Repitamos esta frase del ángel para tenerla en el corazón y en la memoria. Y después cada uno responda en silencio: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡Repitámosla! ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?

Pero miren, hermanos y hermanas, ¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que está vivo! Gracias.

Fuente: ACIPRENSA

REFLEXION

Hech. 3, 1-10. Lo más importante no es tanto el dar la salud corporal, sino la salvación.
No caminamos hacia el Señor. Él ha salido a nuestro encuentro y no sólo dio su vida por nosotros, ¡Nos da, nos comunica su propia Vida! Nuestro paso por esta vida es un ir con Alguien que nos ama y que se ha hecho ya parte de nuestra propia existencia.
Es cierto que, día a día, debemos estar en una continua conversión, no sólo para que el Señor habite en nosotros como en un templo cada vez más digno, sino para que seamos un signo más claro de su presencia en nosotros. Él ha de llenar nuestra vida. Ojalá y que para hacer felices a los demás no queramos llenarlos de oro y de plata, siendo lo único que pudiésemos ofrecerles para que caminen por la vida, pues al final podrían quedarse con las manos vacías, pues su corazón se habría quedado vació de la Presencia del Señor, que es lo que realmente debemos entregarles.
No tengo oro ni plata; pero lo único que tengo, el amor de Dios y su poder para tenderte la mano y fortalecer tus manos cansadas y tus rodillas vacilantes, es lo que te doy para que, recobrada la paz y la esperanza de la vida que se va renovando, tengas contigo a Aquel que ya está conmigo y que le ha dado sentido a toda mi existencia y puedas, tú también, entrar a su Santuario y seas capaz de danzar de alegría y hacer que tu lengua lo alabe.
Entonces seremos testigos de un mundo nuevo, el Reino de Dios que ya estará dentro de nosotros.

Sal. 105 (104). Dios es fiel a sus promesas. En este Salmo hacemos un memorial de toda la historia de salvación desde las promesas hechas por Dios a Abraham y a sus descendientes, los cuales, después de dura esclavitud en Egipto, de su Liberación por el Poder de Dios, y del camino por el desierto guiados por Moisés llegaron a la tierra prometida. Por eso, alabemos y demos gracias al Señor.
A nosotros nos ha correspondido vivir en la etapa del cumplimiento de las promesas, llegando a la plenitud de los tiempos, pues Dios nos ha enviado a su propio Hijo, nacido de mujer, hecho uno de nosotros. Él nos ha liberado de la esclavitud del pecado, nos ha hecho hijos de Dios, y, habiéndose levantado victorioso sobre el pecado y la muerte, nos conduce, día a día, hacia la posesión de los bienes definitivos.
Mientras vayamos de camino hacia la Patria eterna, su Espíritu nos fortalecerá para que nos amemos con el mismo amor que Dios nos ha tenido, y, por ese amor, demos testimonio de la Verdad ante todos los pueblos para conducirlos a la unión con el Señor.
Por eso entonemos himnos y cantos al Señor, no sólo con los labios, sino con toda nuestra vida.

Lc 24, 13-35. Dios se hace compañero de viaje en nuestra vida diaria. Él se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con todo lo que Él ha recibido del Padre.
No tanto nos ha querido enriquecer con bienes temporales, pues de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su alma, si Él no nos ha dado su Vida y su Espíritu. Este es el don más preciado que podamos tener.
Ojalá y no seamos insensatos y duros de corazón, de tal forma que la Vida y el Espíritu del Señor no tengan forma de hacerse parte de nuestra propia vida.
En la Eucaristía el Señor parte su pan para nosotros. Así, la Eucaristía se convierte para nosotros en el compromiso de amar y de actuar en la misma forma que Dios lo ha hecho con nosotros.
La Comunión de Vida con Cristo es, por tanto, no un acto intranscendente, sino una misión para ser portadores del estilo de vida de Cristo para nuestros hermanos.
Ojalá y no vengamos sólo a pedirle al Señor que nos vaya bien en el día, que nos conceda bienes materiales, que tengamos el pan de cada día, sino que nos conceda tener un corazón noble y sincero, como la tierra buena en la que se siembre su Palabra, y fructifique en abundancia de obras buenas selladas por el amor.
Desde la vida de la persona de fe, Dios quiere hacerse compañero de viaje de todos los pueblos. No quiere ir con ellos sólo haciéndoles arder sus corazones con palabras llenas aliento, cariño y amor; quiere también sentarlos a su mesa, y compartir con ellos su pan.
A nosotros corresponde el no esconder la luz con que Dios ha iluminado nuestra vida. Llenos del amor de Dios, hemos de ser un signo claro del mismo para nuestros hermanos. Esto nos llevará a vivir cercanos ante sus desesperanzas y faltas de fe, para ayudarlos a que, recobrándolas, puedan nuevamente arder en el amor fraterno y reencontrar el sentido de su vida.
Además nos hemos de preocupar de que vivan con mayor dignidad, compartir con ellos lo que Dios ha puesto en nuestra manos, no para que nos sintamos dueños de ello, sino sólo administradores de lo pasajero.
Siendo, así, personas nuevas en Cristo, podremos continuar su obra de salvación y de solidaridad, y de amor fraterno que Cristo ha iniciado en nosotros.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de que como su Hijo se hizo para nosotros Hermano, Compañero de viaje, Salvador y Consumador de nuestra vida, así nosotros, teniendo al Señor en nuestra vida, nos preocupemos de estar cercanos a nuestro prójimo para ayudarlo, animarlo y fortalecerlo en su camino hacia el Padre. Amén. (Homilía católica)
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REFLEXION: LA PUERTA HERMOSA
Hch 3,1-10; Lc 24, 13-35
La imagen de la puerta es ilustrativa, por eso la usó el Señor Jesús como imagen del proceso de fe. El que sigue a Jesús pasa por una puerta estrecha. El camino que recorrieron en redondo los discípulos de Emaús muestra la complejidad del camino de la fe. Salieron de Jerusalén, por la puerta de Damasco que mira al norte con el espíritu abatido, habían perdido apoyo para su esperanza desde el día que habían ejecutado a Jesús. Caminaron de regreso a Emaús en compañía de un extraño peregrino, que traspasó las puertas de su vivienda y allá adentró realizó el característico signo de la fracción del pan y sus ojos redescubrieron la presencia de Jesús de forma nueva. En esos mismos días, un paralítico sentado junto a la Puerta Hermosa, recuperó la movilidad. Jesús abre la puerta de la Vida, es camino que conduce a la vida. (www misal com mx)



Santos
 Jorge de Turquía, mártir; Adalberto de Praga, mártir.
Beata Teresa Maria de la Cruz, fundadora.

Feria (Blanco)

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