LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MIÉRCOLES
02 DE ABRIL DE 2013
IV
SEMANA DE CUARESMA / A
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 68, 14)
Ahora,
Señor, que estás dispuesto a escucharme, elevo a ti mi súplica: Respóndeme,
Dios mío, según tu gran amor y tu fidelidad a las promesas.
ORACIÓN
COLECTA
Señor,
tú que recompensas al justo y perdonas al pecador que se arrepiente, ten piedad
de nosotros, para que la humilde confesión de nuestras faltas nos obtenga tu
perdón. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Te
constituí como alianza para el pueblo, para restaurar la tierra.
DEL LIBRO DEL PROFETA
ISAÍAS: 49, 8-15
Esto
dice el Señor: "En el tiempo de la misericordia te escuché, en el día de
la salvación te auxilié. Yo te formé y te he destinado para que seas alianza
del pueblo: para restaurar la tierra, para volver a ocupar los hogares
destruidos, para decir a los prisioneros: 'Salgan', y a los que están en
tinieblas: 'Vengan a la luz'.
Pastarán
de regreso a lo largo de todos los caminos, hallarán pasto hasta en las dunas
del desierto. No sufrirán hambre ni sed, no los afligirá el sol ni el calor,
porque el que tiene piedad de ellos los conducirá a los manantiales. Convertiré
en caminos todas las montañas y pondrán terraplén a mis calzadas.
Miren:
éstos vienen de lejos; aquellos, del norte y del poniente, y aquellos otros, de
la tierra de Senim"
Griten
de alegría, cielos; regocíjate, tierra; rompan a cantar, montañas, porque el
Señor consuela a su pueblo y tiene misericordia de los desamparados.
"Sión
había dicho: 'El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido'.
¿Puede acaso una madre olvidarse de su criatura hasta dejar de enternecerse por
el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me
olvidaré de ti", dice el Señor todopoderoso.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 144
R/.
El Señor es compasivo y misericordioso.
El
Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para
perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus
creaturas. R/.
El
Señor es siempre fiel a sus palabras y bondadoso en todas sus acciones. Da su
apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia. R/.
Siempre
es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No
está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo
invoca. R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 11, 25. 26)
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R/.
Como
el Padre resucita a los muertos y les da vida,
así el Hijo da la vida a quien
él quiere dársela.
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN JUAN: 5, 17-30
En
aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían por hacer curaciones
en sábado): "Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo". Por eso
los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no sólo violaba el
sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose así con Dios. Entonces
Jesús les habló en estos términos: "Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer
nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el
Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que
hace; le manifestará obras todavía mayores que éstas, para asombro de ustedes.
Así como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo
da la vida a quien Él quiere dársela. El Padre no juzga a nadie, porque todo
juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al
Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre.
Yo
les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida
eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida.
Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz
del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues así como el Padre tiene
la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo; y le
ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se asombren de
esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz
y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal,
para la condenación. Yo nada puedo hacer por mí mismo. Según lo que oigo,
juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del
que me envió".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que
el poder de este sacrificio elimine en nosotros las consecuencias del pecado y
nos haga crecer en santidad de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 3, 17)
Dios
no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por Él.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
No
permitas, Señor, que el sacramento que hemos recibido, vaya a ser motivo de
condenación, pues tu providencia lo ha instituido para salvación nuestra. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PAPA
FRANCISCO:
“CON LA GRACIA DE CRISTO, ESPOSO Y ESPOSA
SON ESPEJO VIVO Y CREÍBLE
DE DIOS Y DE SU AMOR”
02/04/2014
CATEQUESIS
SOBRE EL MATRIMONIO.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
hoy
concluimos el ciclo de catequesis sobre los Sacramentos hablando del
Matrimonio. Este Sacramento nos conduce al corazón del designio de Dios, que es
un designio de alianza con su pueblo, con todos nosotros, un designio de
comunión. Al inicio del libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, como
coronación del relato de la creación, se dice: “Dios creó el hombre a su
imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer… Por eso el hombre
deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una
sola carne”. (Gen 1,27; 2,24). La imagen de Dios es la pareja matrimonial, el
hombre y la mujer, los dos. No solamente el varón, el hombre, no sólo la mujer,
no, los dos. Y ésta es la imagen de Dios: es el amor, la alianza de Dios con
nosotros está allí, está representada en aquella alianza entre el hombre y la
mujer. Y esto es muy bello, es muy bello.
Somos
creados para amar, como reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el
hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la
comunión de vida plena y definitiva.
1.
Cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del Matrimonio, Dios, por
así decir, se “refleja” en ellos, imprime en ellos los propios lineamientos y
el carácter indeleble de su amor. Un matrimonio es la imagen del amor de Dios
con nosotros, es muy bello. También Dios, en efecto, es comunión: las tres
Personas del Padre, el Hijo y del Espíritu Santo viven desde siempre y para
siempre en unidad perfecta. Y es justamente éste el misterio del Matrimonio:
Dios hace de los dos esposos un sola existencia. Y la Biblia es fuerte dice
“una sola carne”, ¡así intima es la unión del hombre y de la mujer en el
matrimonio! Y es justamente este el misterio del matrimonio. Es el amor de Dios
que se refleja en el matrimonio, en la pareja que decide vivir juntos y por
esto el hombre deja su casa, la casa de sus padres, y va a vivir con su mujer y
se une tan fuertemente a ella que se transforman, dice la Biblia, en una sola
carne. No son dos, es uno.
2.
San Pablo, en la Carta a los Efesios, pone de relieve que en los esposos
cristianos se refleja un misterio “grande”: la relación establecida por Cristo
con la Iglesia, una relación nupcial (cf. Ef 5 0,21-33). La Iglesia es la
esposa de Cristo: esta relación. Esto significa que el matrimonio responde a
una vocación específica y debe ser considerado como una consagración (cf.
Gaudium et spes, 48; Familiaris consortio, 56). Es una consagración. El hombre
y la mujer están consagrados por su amor, por amor. Los cónyuges, de hecho, por
la fuerza del Sacramento, están investidos por una verdadera y propia misión,
de modo que puedan hacer visible, a partir de las cosas simples, comunes, el
amor con que Cristo ama a su Iglesia y continúa dando la vida por ella, en la
fidelidad y en el servicio.
3.
¡Realmente es un designio maravilloso aquel que es inherente en el sacramento
del Matrimonio! Y se lleva a cabo en la simplicidad y también la fragilidad de
la condición humana. Sabemos muy bien cuántas dificultades y pruebas conoce la
vida de dos esposos... Lo importante es mantener vivo el vínculo con Dios, que
es la base del vínculo matrimonial.
El
verdadero vínculo es siempre con el Señor. Cuando la familia reza, el vínculo
se mantiene. Cuando el esposo reza por la esposa y la esposa reza por el esposo
ese vínculo se hace fuerte. Uno reza con el otro. Es verdad que en la vida
matrimonial hay tantas dificultades, ¿tantas no? Que el trabajo, que el sueldo
no alcanza, los chicos tienen problemas, tantas dificultades. Y tantas veces el
marido y la mujer se ponen un poco nerviosos y pelean entre ellos, ¿o no?
Pelean, ¿eh? ¡Siempre! Siempre es así: ¡siempre se pelea, eh, en el matrimonio!
Pero también, algunas veces, vuelan los platos ¿eh? Ustedes se ríen, ¿eh? Pero
es la verdad. Pero no nos tenemos que entristecer por esto. La condición humana
es así. El secreto es que el amor es más fuerte que el momento en el que se
pelea. Y por esto yo aconsejo a los esposos siempre que no terminen el día en
el que han peleado sin hacer las paces. ¡Siempre! Y para hacer las paces no es
necesario llamar a las Naciones Unidas para que vengan a casa a hacer las
paces. Es suficiente un pequeño gesto, una caricia: ¡Chau y hasta mañana! Y
mañana se empieza de nuevo. Esta es la vida, llevarla adelante así, llevarla
adelante con el coraje de querer vivirla juntos. Y esto es grande, es bello
¿eh?
Es
una cosa bellísima la vida matrimonial y tenemos que custodiarla siempre,
custodiar a los hijos. Algunas veces yo he dicho aquí que una cosa que ayuda tanto
en la vida matrimonial son tres palabras. No sé si ustedes recuerdan las tres
palabras. Tres palabras que se deben decir siempre, tres palabras que tienen
que estar en casa: “permiso, gracias, disculpa”. Las tres palabras mágicas,
¿eh? Permiso, para no ser invasivo en la vida de los conyugues. ”Permiso, pero,
¿qué te parece, eh?” Permiso, me permito ¿eh?
¡Gracias!
Agradecer al conyugue: “pero gracias por aquello que hiciste por mí, gracias
por esto”. La belleza de dar las gracias. Y como todos nosotros nos
equivocamos, aquella otra palabra que es difícil de decir, pero que es
necesario decirla: perdona, por favor, ¿eh? ¡Disculpa! ¿Cómo era? Permiso,
gracias y disculpa. Repitámoslo juntos. Permiso, gracias y disculpa. Con estas
tres palabras, con la oración del esposo por la esposa y de la esposa por el
esposo y con hacer las paces siempre, antes de que termine el día, el
matrimonio irá adelante. Las tres palabras mágicas, la oración y hacer las
paces siempre. El Señor los bendiga y recen por mí. ¡Gracias!
Traducción
del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia Mutual – RV
FUENTE:
RADIO VATICANO.
REFLEXIÓN
Is.
49, 8-15. Para los Israelitas desterrados ha llegado el momento de la
manifestación de la misericordia de su Dios. La Ciudad Santa contempla cómo sus
hijos vuelven jubilosos y protegidos por el Señor. Nuevamente la ciudad se
llenará de alegría, se restaurará la tierra y los hogares destruidos volverán a
ser ocupados. Dios jamás se olvida de los suyos; los ama con un amor más grande
que el que le puedan tener la madres a sus propios hijos.
Muchos
siguen pensando que en situaciones difíciles Dios ha cerrado los ojos como para
no enterarse; más todavía: piensan que Dios nos ha abandonado y nos ha dejado a
la deriva. No podemos cerrar los ojos ante infinidad de problemas que nos
aquejan o aquejan a la vida familiar o social. Hoy el Señor nos recuerda que
nos sigue amando y llamando para que retornemos a una vida más fraterna, más
llena de amor, más llena de paz. Tenemos que preguntarnos si es Dios quien nos
ha cerrado el camino para que dejemos de hacer el bien y, viviendo en la maldad
y el error, continuemos destruyéndonos y generando una vida de sufrimiento,
dolor y muerte. O si somos nosotros quienes no hemos querido abrir los ojos
para encontrarnos con el camino de amor que Dios ha puesto frente a nosotros
para que vayamos por él.
Pidamos
a Dios que perdone nuestras visiones cortas y egoístas. Que nos dé la capacidad
de iniciar un nuevo camino, camino de retorno hacia el encuentro con Él como Padre
nuestro, y hacia el encuentro con nuestro prójimo como hermano nuestro.
Dios
nos ha formado y nos ha destinado para que seamos portadores de su amor, de su
perdón, de su liberación que nos hace vernos libres de nuestras esclavitudes al
mal, llenos de su luz que nos libera de las tinieblas de nuestros pecados. El
camino es arduo, pero el Señor está con nosotros. Él nos dice: ¡Ánimo, no
tengan miedo! Yo, que he vencido al mundo, estoy con ustedes.
Sal. 145 (144)
Contemplamos la misericordia del Señor para con todos. Cuando alguien tropieza
y cae, el Señor le tiende la mano. Todas sus obras están llenas de amor. Si
alguien lo busca puede encontrarlo en seguida, pues el Señor no está lejos de
nadie.
No
pensemos que, a causa de nuestras culpas el Señor vaya a alejarse de nosotros.
A pesar de nuestras miserias y maldades Dios nos sigue amando. Sin embargo,
esto no debe llevarnos a vivir en una falsa confianza en la bondad del Señor.
Dios, por medio de su Hijo, hecho uno de nosotros, nos ha llenado de su amor.
Junto
con el salmista hemos de agradecerle al Señor la misericordia que nos tiene. Al
mismo tiempo le hemos de pedir que nos fortalezca con su gracia para que
nuestra vida no se desvíe de sus caminos.
Día
a día hemos de procurar que su presencia en nosotros nos haga mas rectos ante
Él y más justos ante nuestros hermanos. Tratemos de darnos un poco de tiempo
para encontrarnos personalmente con Él y poder, así, experimentar su amor y, al
mismo tiempo, llegar a conocer en mayor profundidad su voluntad para ponerla en
práctica.
Jn. 5, 17-30.
Entre el Padre y el Hijo existe plena unidad. Por eso las obras del Hijo son
las que le ve hacer a su Padre, nada lo hace el Hijo por su propia cuenta. Si
de Jesús procede la Vida no sólo para curar sino hasta para resucitar un
muerto, con eso el Padre está dando testimonio a favor de su Hijo. Quien acepte
al Hijo tendrá la Vida, quien lo rechace habrá perdido esa Vida; el juicio y la
condenación vendrá de quien no quiso tener al Hijo consigo mismo. Unirse al
Hijo por la fe nos hace ser portadores de la Vida. Esta voluntad de Dios la
conoceremos a profundidad especialmente en la oración, no intimista, sino
comprometida con la voluntad de Dios.
Sentados
a los pies de Jesús, haber escogido la parte mejor, no es sólo para quedarnos
pasmados y boquiabiertos ante el Rostro y las palabras del Maestro. Jesús, de
frente a su Padre, escruta su corazón para encontrar ahí su voluntad, para
contemplar sus obras que son siempre de amor y de misericordia. Tener la misma
vida de su Padre le llevará a manifestarlo en su vida de Hijo Encarnado. La
oración, para Jesús, no se limitaba a ir a la Sinagoga, como era su costumbre
hacerlo todos los sábados; también se pasaba largas horas, e incluso la noche
entera en oración ante su Padre Dios para descubrir su voluntad y actuar en
fidelidad amorosa a la misma, teniéndola como su propio alimento.
Pidámosle
al Señor que nos conceda ser llamados a una vida de intimidad con Él. La
oración nace del llamado que Dios nos hace para estar con Él. Ojalá y cuando Él
llame no sólo abramos la puerta sino nuestro corazón. Entonces, en un diálogo
amoroso con Él, encontraremos caminos de amor, de conversión, de justicia y de
paz. Si nuestra oración es sincera viviremos comprometidos con el Dios de la
Vida, que quiere la vida, no la destrucción ni la muerte, para sus hijos. Que
Dios nos conceda escuchar su voz, cumplir su voluntad y trabajar por su Reino.
Sólo
en la verdadera oración, que es hablar de amor con Quien sabemos nos ama,
podremos darle su verdadera dimensión a nuestra vida y a nuestro trabajo por el
Reino de Dios. Ojalá, y en este aspecto no queramos hacer las cosas por nuestra
cuenta. La vida, la salvación, la resurrección que levanta al pecador de su
pecado y lo hace caminar como hijo de Dios, no es obra de nuestras fuerzas. Si
Dios no está con nosotros nos esforzaremos, nos retorceremos; pero lo único que
daremos a luz será el viento.
De
un corazón vacío de Dios no puede venir la vida, ni la conversión, ni la
renovación de nuestra sociedad. Sólo quien vive unido al Señor podrá
comunicarlo con eficacia a los demás.
La
Eucaristía es para nosotros el momento supremo de nuestro encuentro con el
Señor. Él se hace el Dios-con-nosotros. Su Palabra, meditada en el amor,
transforma nuestra vida e ilumina nuestros criterios para caminar y actuar a su
Luz.
Su
entrega, celebrada en el Memorial de su muerte y resurrección, nos hace
entender que nuestra oración no puede quedarse en intimismos sentimentales,
sino que es todo un compromiso para que, a través de la Comunión, su vida se
haga nuestra; y, junto con su vida, también participemos de la misma Misión que
el Verbo Encarnado recibió de su Padre: Dar la vida a todos, amando hasta el
extremo.
A
partir de este encuentro con el Señor aceptamos el compromiso de ser portadores
de la paz, de la alegría, de la bondad, de la misericordia de Dios para quienes
nos rodean.
Quien
destruya la vida; quien no respete a su hermano estará manifestando que, aun
cuando ponga su mano sobre la Biblia o la lea con asiduidad y le dé constante
culto a Dios, son sólo sus labios, pero no su corazón lo que alaba y da culto
al Señor.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de que, poniendo en práctica su Palabra y
teniéndolo a Él mismo en y con nosotros, sea Él mismo quien haga maravillas por
medio nuestro en favor de todos y, así, puedan todos encontrarse con el Señor
por medio de su Iglesia. Amén. ( Homilía católica )
REFLEXIÓN:
DE LA MUERTE A LA VIDA
Is
49,8-15; Jn 5,17-30
En
el fragmento del profeta Isaías encontramos la escena del establecimiento del
Siervo de Yavhé con el cometido de anunciar el regreso de Israel a su tierra.
Para animarlos a emprender el camino de regreso a casa, describe que éste se
dará sin sobresalto alguno, dispondrán de forraje para el ganado y de agua en
abundancia. La gente regresará a repoblar una tierra desolada. Misión difícil
esa de recomenzar una obra que terminó en el fracaso. En esas circunstancias el
ánimo, está por los suelos y no se dispone de un mínimo de entusiasmo para
intentarlo una segunda vez. Cuando un pueblo está sumido en la desesperanza
parece muerto en vida. En el Evangelio de san Juan, el Señor Jesús invita a sus
oyentes a que den fe a su mensaje. Quienes reconozcan la validez del camino que
Jesús propone, viven como resucitados, ya no serán vencidos por la muerte de
manera definitiva, han comenzado a vivir la plenitud del amor del Padre. ( www
misal com mx )
Santos
Francisco de Paula, fundador; María Egipciaca, penitente.
Beata María de San José, fundadora.
Feria (Morado)
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