viernes, 4 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. SABADO 05 DE ABRIL DE 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
SABADO 05 DE ABRIL DE 2013
IV SEMANA DE CUARESMA / A

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 17, 5-7)
Oleaje de muerte me envolvía, torrentes destructores me aterraban; pero en mi angustia invoqué al Señor y Él escuchó mi voz desde su templo.

ORACIÓN COLECTA
Que tu amor misericordioso dirija siempre, Señor, nuestros deseos y actividades, ya que sin tu ayuda no podemos agradarte. Por nuestro Señor Jesucristo..

LITURGIA DE LA PALABRA
Yo era como un manso cordero, que es llevado a degollar.

DEL LIBRO DEL PROFETA JEREMÍAS: 11, 18-20

En aquel tiempo, dijo Jeremías: "El Señor me instruyó y yo comprendí; Él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mí, diciendo: 'Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquémoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie más'.
Ahora tú, Señor de los ejércitos, justo juez, que sondeas lo más íntimo del corazón, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 7
R/. En ti, Señor, me refugio.

En ti, Dios mío, me refugio: de mis perseguidores, sálvame. No permitas que algunos, como fieras, me destrocen y nadie me rescate.

Tú que llegas, Señor, a lo más hondo del corazón humano, tú júzgame, Señor, según mis méritos; conforme a mi inocencia, da tu fallo. Apoya al hombre recto, pon fin a la maldad de los malvados. R/.

Tengo mi escudo en Dios, que salva a los de recto corazón. Alabaré al Señor por su justicia y cantaré el nombre del Altísimo. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Lc 8, 15)
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R/.



¿Acaso de Galilea va a venir el Mesías?
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: "Éste es verdaderamente el profeta". Otros afirmaban: "Éste es el Mesías". Otros, en cambio, decían: "¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?" Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de Él, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo han traído?" Ellos respondieron: "Nadie ha hablado nunca como ese hombre". Los fariseos les replicaron: "¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en Él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita".
Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta". Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación que vamos a ofrecerte y, con la fuerza de tu amor, doblega ante ti nuestras rebeldes voluntades. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (1 P 1, 19)
Hemos sido rescatados con la Sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin defecto y sin mancha.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que tus sacramentos, Señor, nos purifiquen y nos hagan agradables a tus ojos.
Por Jesucristo, nuestro Señor

REFLEXION:

Jer. 11, 18-20. El profeta perseguido por defender el único templo que ha de ser el de Jerusalén, y que, por tanto, el de su tierra natal, Anatot, ha de ser destruido, es perseguido incluso por su propia familia. No sólo lo persiguen, quieren apagar su voz, quieren matarlo. Dios le descubre a Jeremías lo que planean contra él sus enemigos. Y Jeremías pronuncia una frase que se convertirá en un oráculo sobre el Mesías: Yo era conducido como un manso cordero que es llevado a degollar. El profeta pide al Señor que lo defienda de sus enemigos.
En Cristo Jesús se ha cumplido esta profecía. Él nos dice que a Dios se le adora en espíritu y verdad. Hay que entrar en la propia habitación, cerrar la puerta y orar ante nuestro Padre, que está en lo secreto de cada uno de nosotros. No es malo acudir a los templos a orar junto con la comunidad de creyentes. Sin embargo, aún ahí hemos de comunicarnos con el Señor que habita en nosotros; si no tenemos un encuentro personal con Él podemos diluirnos en la comunidad y pensar que estuvimos con el Señor porque oramos y cantamos juntos. Quien no entienda esto podrá afanarse por tener un lugar de culto muy hermoso, y por preparar la liturgia de tal forma que cause impacto en los asistentes.
Hablar de que hay que destruir esa imagen de exterioridades para darle la importancia a nuestro templo interior, podría causar descontentos, críticas y persecuciones. Si en verdad viviésemos conforme a las enseñanzas de Jesús en este aspecto, la comunidad de fieles que se reúne para alabar a Dios y ofrecerle el único sacrificio que le es grato, tendría un sólo corazón y una sola alma, pues seríamos conscientes que es el único y mismo Señor, el único y mismo Espíritu que habita en cada uno de nosotros y nos reúne, como un cuerpo que alaba a Dios.

Sal. 7. Meditamos cómo el Señor está siempre de parte del justo; y puesto que es su amigo, está siempre dispuesto a velar por él y a librarlo de sus enemigos.
Si el malvado cava y ahonda una zanja para sepultar a los demás, lo único que estará haciendo será cavar su propia tumba; no será Dios quien lo castigue; será él mismo quien sufra las consecuencias de sus propias acciones.
Jesús, el Justo, perseguido y condenado injustamente, puso toda su confianza en Dios. Aún clavado en la cruz, frente a Dios su Padre, le dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Quienes tenemos a Jesús como Salvador y Señor de nuestra vida no podemos vivir perjudicando a los demás. Nuestra vocación mira a ser testigos de la verdad y del amor de Dios para todos los pueblos.
Quien diga ser hijo de Dios, pero perjudique a su prójimo, será un mentiroso; la Verdad no está en él.

Jn. 7, 40-53. También la mucha ciencia infla a la persona y le endurece el corazón. Quisieran encontrar a la persona ideal, conforme a las expectativas de las propias investigaciones. Los sumos sacerdotes y los escribas tenían, según ellos, una imagen muy clara de cómo debería ser el Mesías. Si Jesús no cumplía con ese perfil, entonces es un blasfemo, un embaucador del pueblo y hay que acabar con Él.
Jesús no nos pide comparar nuestros pensamientos con los caminos concretos de Dios, que distan muy lejos de nuestros caminos. Ante Cristo no llegamos sabiendo, sino descubriendo; no llegamos con certezas, sino con el camino arduo de la fe depositada en Él y que, al paso del tiempo y de la experiencia personal con el Señor, nos va aclarando su Rostro y nos hace saber que no estábamos equivocados.
No juzguemos antes de tiempo. Dejemos que venga el Señor. Él iluminará lo que se esconde en la oscuridad de la fe.
En nuestra Eucaristía de este día celebramos al Señor como Aquel que ha amado a su Padre Dios hasta el extremo. Nadie lo ha amado como Él. Este Amor de unión y comunión entre el Padre y el Hijo nos hace entender, desde Jesús, cómo es el Padre y hasta dónde llega el amor que nos tiene.
Además, en esta Eucaristía celebramos el Amor que el Señor nos tiene a nosotros. Nadie nos ha amado como Él. No sólo ha entregado su vida por nosotros para el perdón de nuestros pecados; no sólo nos ha reconciliado con el Padre Dios. Él nos llama para que entremos en unión y comunión de vida con Él.
Si en la Eucaristía hacemos nuestra la vida de Dios, quien contemple a su Iglesia estará ante el signo más claro y más creíble de cómo es Dios y de cómo nos ama. Por eso, podemos decir lo que expresaba ya en otra ocasión: La Iglesia prolonga en la historia la primera encarnación del Hijo de Dios.
No solo asistir, sino hacer vida la Eucaristía en nosotros es todo un compromiso de comunión con Dios y de comunión fraterna con nuestro prójimo, a quien hemos de amar no por sus exterioridades, no por las cosas que posea, no por la cultura que haya adquirido, sino porque Dios lo llamo a la Vida porque lo ama y quiere que sea y se comporte siempre como hijo suyo, no al margen, sino unido a su único Hijo, Cristo Jesús.
Muchas veces nosotros tratamos a los demás de acuerdo a lo que esperamos de ellos. No somos capaces de contemplar su propia realidad, su cultura, sus cualidades, sus carismas, sus posibilidades. Queremos esculpir en ellos la imagen de Jesús como nosotros lo hemos imaginado. Más que educarlos para que den una respuesta personal y madura a su fe en Cristo, queremos amaestrarlos, como si fueran animales y manipularlos, como si fueran títeres. Pensamos que si no le hacemos así, esa chusma inculta no podrá alcanzar la salvación.
¿Acaso de los pobres, de los analfabetos, de los incultos, de los marginados podrá esperar la Iglesia algo bueno? Más que hacerlos madurar en la fe, piensan muchos que hay que ser paternalistas con ellos: darles alimento, darles instrucción religiosa, pero taparles la boca para que nunca pronuncien en público una palabra que indique que también ellos se han encontrado con el Señor y pueden dar testimonio de Él.
Sin embargo Dios ha elegido lo que el mundo considera necio para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes; ha elegido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para aniquilar a quienes creen que son algo.
Tengamos los ojos y el corazón abiertos a la Palabra que el Señor quiere pronunciar, a favor nuestro, por la boca de los sencillos y de los que son como los niños. Recordemos que nadie es tan pobre que no pueda aportar algo; y nadie es tan rico que no pueda recibir algo de los demás.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber recibir en nuestro corazón la presencia de Cristo, a quien amamos y a quien escuchamos en la Sagrada Escritura y en la voz, en las obras y en la vida misma de nuestro prójimo, aun cuando pareciera ser la persona más sencilla y desprotegida de todo. Sólo así sabremos que Dios no hace distinciones al escoger a quienes han de ser los testigos de su Verdad y de su Amor en el mundo. Que el Señor nos conceda esa capacidad de reconocer su voz en todos nuestros hermanos. Amén. (Homilía católica)

REFLEXION: LAS CONJURAS CONTRA LOS PROFETAS
Jr 11, 18-20; Jn 7, 40-53
La semejanza entre Jeremías y Jesús es notoria. Como servidores fieles que fueron del Señor enfrentaron el rechazo, la hostilidad y los ataques de parte de la gente y las autoridades. El profeta Jeremías no se guardaba sus sentimientos, al contrario, los externaba, dando lugar a sus famosas "confesiones". La certidumbre de la presencia y el auxilio de Dios lo mantuvieron fiel a su misión profética hasta el fin de su vida, conociendo la emigración forzosa a Egipto. La presión que las autoridades de Jerusalén iban tejiendo en contra de Jesús era creciente. Las autoridades pretendían acorralarlo, aduciendo evidencias en contra suya. Jesús se va al Monte de los Olivos al final de la escena y de esa manera el narrador nos muestra su situación de desamparo. (www misal com mx).


Santos
Vicente Ferrer, presbítero; Catalina Thomas, religiosa.
Beato Mariano de la Mata Aparicio, presbítero.
Feria (Morado)

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