miércoles, 16 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA 16 DE ABRIL DE 2014.


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
16 DE ABRIL DE 2014
MIERCOLES DE LA SEMANA SANTA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Flp 2, 10. 8. 11)
Que al nombre de Jesús, todo ser viviente, en el cielo, en la tierra y en el abismo, caiga de rodillas, porque el Señor aceptó por obediencia hasta la misma muerte, y una muerte de cruz. Por esto confesamos, para gloria de Dios Padre, que Jesucristo es el Señor.

ORACIÓN COLECTA
Padre misericordioso, que para librarnos del poder del enemigo quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA  

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 50, 4-9

En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?"

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL:  Del salmo 68
R/. Por tu bondad, Señor, socórreme.

Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R/.

La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hallo; busco quien me consuele y no lo encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R/.

En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se encuentra encadenado. R/.

ACLAMACIÓN Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio.



¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?" Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?" El respondió: "Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: 'El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa' ". Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: "Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme". Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: "¿Acaso soy yo, Señor?" Él respondió: "El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido". Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: "¿Acaso soy yo, Maestro?" Jesús le respondió: "Tú lo has dicho".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos la gracia de traducir en una vida de amor y de obediencia a tu voluntad, el misterio de la pasión de tu Hijo, que estamos celebrando. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II de la Pasión del Señor

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 20, 28)
El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida para redención de todos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Señor, Dios nuestro, creer profundamente que por la muerte de tu Hijo, padecida en el Calvario y anunciada en cada Eucaristía, tú nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.


CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO.
MIERCOLES 16/04/2014
“ LA RESURRECCIÓN “
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en medio de la Semana Santa, la liturgia nos presenta aquel episodio triste, la historia de la traición de Judas, que va ante los jefes del Sanedrín para regatear y entregarles a su Maestro. ¿Cuánto me dan si yo se los entrego? Y Jesús, desde aquel momento tiene un precio. Este acto dramático marca el inicio de la Pasión de Cristo, un doloroso camino que Él elige con libertad absoluta. Y lo dice claramente Él mismo: "yo doy mi vida …Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de retomarla". Y así, comienza ese camino de la humillación, de la expoliación, con esta traición. Jesús, como si estuviera en el mercado: "esto cuesta 30 denarios" y Jesús recorre este camino de humillación y de la expoliación hasta el final.

Jesús alcanza la humillación completa con la "muerte en cruz". Se trata de la peor de las muertes, destinada a los esclavos y a los delincuentes. Jesús era considerado un profeta, pero muere como un delincuente. Observando a Jesús en su pasión, vemos como en un espejo, también los sufrimientos de toda la humanidad y encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de la muerte. Y muchas veces sentimos horror ante el mal y el dolor que nos rodea y nos preguntamos: "¿Por qué Dios permite esto?”. Es una herida profunda para nosotros ver el sufrimiento y la muerte, ¡sobre todo la de los inocentes! Cuando vemos sufrir a los niños es una herida en el corazón, es el misterio del mal y Jesús toma todo este mal, todo este sufrimiento sobre sí mismo.

Esta semana nos hará bien a todos nosotros mirar el Crucifijo, besar las llagas de Jesús, besarlas en el Crucifijo. Él ha tomado sobre Él todo el sufrimiento humano, se ha “vestido” de ese sufrimiento.

Nosotros esperamos que Dios en su omnipotencia derrote la injusticia, el mal, el pecado y el sufrimiento con una triunfante victoria. Dios nos muestra, en cambio, una humilde victoria que humanamente parece un fracaso. Y podemos decir, Dios vence en la derrota precisamente. El Hijo de Dios, de hecho, aparece en la cruz como un hombre derrotado: sufre, es traicionado, insultado y finalmente muere. Jesús permite que el mal se ensañe con Él y lo toma sobre sí para vencerlo. Su pasión no es un accidente; su muerte - aquella muerte - estaba "escrita". De verdad, no tenemos tanta explicación, es un misterio desconcertante, el misterio de la gran humildad de Dios: “Dios - en efecto - amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”.

La pasión y la muerte de Jesús y las frustraciones de tantas esperanzas humanas son el camino real a través del cual Dios obra nuestra salvación. Un camino que no corresponde a los criterios humanos, es más, los abate. En sus heridas somos curados.

Esta semana, pensemos tanto en el dolor de Jesús, y digámonos a nosotros mismos: “¡y ésto es por mí!” Aunque yo hubiera sido la única persona en el mundo, Él lo habría hecho. ¡Lo ha hecho por mí! Y besemos el Crucifijo y digamos: “por mí, gracias Jesús, por mí”.

Y cuando todo parece perdido, cuando no queda ninguno porque herirán "al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño", es entonces cuando Dios interviene con el poder de la resurrección. La resurrección de Jesús no es el final feliz de un cuento de hadas, no es un final feliz de una película, sino que es la intervención de Dios Padre, allí donde está desecha la esperanza humana. En el momento en el cual todo parece perdido, en el momento del dolor en el cual tantas personas sienten la necesidad de bajar de la cruz, es el momento más cercano a la resurrección. La noche se hace más oscura justamente antes de que empiece la mañana, antes que comience la luz. En el momento más oscuro interviene Dios y resucita.

Jesús, quien optó seguir por este camino, nos llama a seguirlo en su propio camino de humillación. Cuando en ciertos momentos de la vida no encontramos vía de escape a nuestras dificultades, cuando precipitamos en la oscuridad más densa, es el momento de nuestra humillación y expoliación total, es el tiempo en el que experimentamos que somos débiles y pecadores, es entonces, en aquel momento, que no debemos enmascarar nuestro fracaso, sino abrirnos confiadamente a la esperanza en Dios, como hizo Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, esta semana nos hará bien tomar el Crucifijo en la mano y besarlo tantas veces, y decir: “gracias Jesús, gracias Señor”. Así sea.

Fuente: Radio Vaticano.

REFLEXIÓN

Is. 50, 4-9. Cada uno tiene su propia vocación; y, por tanto, Dios tiene una razón por la cual nos llamó a la vida en una época y lugar determinados. Jesús es muy consciente de esto cuando nos dice: Para esto he venido yo al mundo, para que el mundo tenga vida y la tenga en abundancia.
Aquel que quiera cumplir con su propia misión debe vivir en una continua relación personal con Dios, para que nos muestre sus caminos y haga rectos nuestros senderos. Es cierto que la fidelidad a nuestra vocación no nos lleva a seguir un camino sencillo. Se necesita no sólo tener los oídos abiertos a Dios, sino contar la Fuerza venida de lo alto para vencer nuestras flojeras, nuestros desánimos, y no dejarnos dominar por el pánico cuando alguien nos persiga o nos maldiga.
En medio de todo, hemos de saber que el Señor, que nos llamó a la vida y nos envió a trabajar por su Reino, estará con nosotros y nunca abandonará la obra de sus manos. Por eso sabemos que no quedaremos avergonzados, pues no trabajamos para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.
Nuestra suerte, nuestra vida, nuestra recompensa la tiene nuestro Dios.

Sal. 69 (68). se convierte para nosotros en un angustiante llamado al auxilio del Señor en los momentos de desgracia, de persecución, de afrentas. No tenemos sino sólo nuestro amor fiel al Señor; hemos vivido como amigos suyos; por el Señor lo hemos sufrido todo. Que Él tenga misericordia de nosotros y nos defienda con el mismo celo con que hemos defendido su templo, su casa que somos nosotros y su Comunidad de fe.
Que Dios por su amor, por su ternura, por su misericordia, por su fidelidad, vuelva su mirada hacia nosotros y nos salve. Y Dios tendrá compasión de su Pueblo. Por eso, que todos alaben al Señor, que lo busquen para que su corazón tenga vida, pues el Señor escucha a sus pobres y no desprecia a sus cautivos.
El mismo Cristo, que en los días de su vida mortal presentó oraciones y súplicas con grandes gritos y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado en atención a su actitud reverente. Por eso Dios no lo abandonó a la muerte, sino que lo resucitó y lo exaltó dándole el Nombre que está por encima de todo nombre.
A nosotros corresponde confiar siempre en que Dios cumplirá sus promesas; y que, a pesar de que pareciera que Dios se olvidara de nosotros y de lo que nos ha prometido, Él llevará a término su obra salvadora en nosotros.

Mt. 26, 14-25. Lo que es el afán por las riquezas. El Señor había declarado que es muy difícil que un rico se salve. Seguir a Cristo conlleva la renuncia a todo, optar por la pobreza, vivir sin esclavitudes al dinero y a lo pasajero: Ve, vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres; después, ven y sígueme.
Aquel que ha entregado su corazón al dinero es capaz de vender hasta a su misma madre, a su esposa y a sus hijos.
Hoy el Evangelio nos habla de Jesús, vendido por Judas. Los príncipes de los sacerdotes (e.d. los ex - sumos sacerdotes junto con el pontífice en turno) valoran a Jesús al precio de un esclavo inutilizado conforme lo tasado en Éxodo 21, 32 (cf. Zac 11, 12-13).
La cena de Pascua siempre se debía celebrar en la Ciudad Santa. Tal vez un discípulo de Jesús es el dueño del lugar en el que el Señor la celebrará.
Primitivamente se comía de pié y a toda prisa recordando la salida de Egipto. Ya en la tierra prometida se recostaban en pequeños lechos o en el suelo, sobre esteras, conscientes de ser libres y de estar ya en su propia casa de Israel. Ahí Jesús, conforme al Salmo 40, 10, dice: Hasta mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que compartía mi pan, me traiciona.
A pesar de la traición de Judas, nadie le quita la vida a Jesús, Él es quien la entrega conscientemente por nosotros los pecadores. Sin embargo, Judas, al vender a su Maestro está cometiendo una grave falta, más le valdría no haber nacido.
En la Eucaristía de este día el Señor nos sienta a su mesa, a pesar de nuestras pequeñas o grandes traiciones. No podemos llegar con el traje sucio y raído del pecado. Tal vez por fuera venimos elegantemente vestidos, o por lo menos de un modo decoroso. No podemos ilusionarnos vanamente pensado que por nuestro atractivo externo seremos gratos al Señor. Cristo quiere que tengamos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
Cuando Judas sale de haber estado sentado en la mesa de Cristo, sale con el diablo en su corazón a vender a Cristo. De nada le aprovechó haberlo escuchado, haber participado de su pan. Esto es para nosotros una fuerte llamada de atención para no venir al templo por inercia, sino porque queremos renovar nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza, e iniciar un compromiso de fidelidad a Dios y de fidelidad a nuestro prójimo.
Quien ha entregado su vida al lucro, al dinero, está a un paso de oprimir, despreciar y perseguir a su prójimo. Un corazón metalizado no es capaz de amar, se hace frío, calculador; su seguridad está sólo en lo que posee, el dinero, que ha convertido en su propio becerro de oro ante el que se postra y por quien se desvela.
Los que no sólo nos llamamos sino somos discípulos de Jesús, debemos dejarnos instruir por Él para que, en lugar de ser motivo de sufrimiento seamos la palabra que en nuestros días Dios pronuncia para confortar al abatido, no sólo con nuestros labios, sino con nuestras obras, nuestras actitudes y toda nuestra vida.
Que los humildes, los pobres, sepan que Dios no los ha abandonado, pues se acerca a ellos para fortalecerlos por medio nuestro, convertidos en un signo del amor de Dios para todos.
No pretendamos tener a Dios por Padre mientras vemos a nuestro prójimo con signos de dinero. El sistema económico neoliberal, que valora a las personas de acuerdo a la capacidad que puedan tener para incrementar la economía de un país, y que ve como una carga a los malformados, a los lisiados, a los incultos, a los ancianos, está haciendo de las personas engranajes o desechos de la maquinaria productiva. Cristo nos ha valorado y nos ha amado hasta dar su vida por todos nosotros, aun cuando seamos pecadores, enfermos, viejos o inútiles. Por eso vive glorificado a la diestra de su Padre Dios. En cambio Judas, a quien sólo le interesaba el dinero, y lo consigue incluso vendiendo a su Prójimo como si fuera un esclavo, más le valdría no haber nacido. ¿De parte de quién de los dos estamos?
En estos días Santos, siendo testigos del amor que Dios nos ha manifestado en su Hijo Jesús, pidámosle a nuestro Dios y Padre, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos ayude a vivir conforme al mandato de Cristo: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado a Ustedes. Que vivamos al máximo nuestra fidelidad al Señor para que todos le conozcan no sólo por nuestras palabras, sino por nuestra vida, que esté en plena comunión con Él. Amén. (Homilía católica).




Santos
María Bernarda Soubirous, religiosa;
Benito José Labre, laico.  Beato Joaquín de Siena, religioso.

Feria (Morado)

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