lunes, 21 de abril de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA MARTES 22 DE ABRIL DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MARTES 22 DE ABRIL DE 2014
MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Si 15, 3-4)
El Señor les dará a beber el agua de la sabiduría; se apoyarán en Él y no vacilarán. Él los llenará de gloria eternamente. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA 
Señor Dios, que nos has hecho experimentar la fuerza vivificante del misterio pascual, sigue acompañando a tu pueblo con tu divina gracia, para que, conseguida la perfecta libertad, se convierta en gozo celestial la alegría que ahora lo inunda aquí en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Conviértanse y bautícense en el nombre de Jesucristo.

DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 2, 36-41

El día de Pentecostés, dijo Pedro a los judíos: "Sepa todo Israel, con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado". Estas palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Conviértanse y bautícense en el nombre de Jesucristo, para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos".
Con éstas y otras muchas razones los instaba y exhortaba, diciéndoles: "Pónganse a salvo de este mundo corrompido". Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 32
R/. En el Señor está nuestra esperanza. Aleluya.

Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. R/.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. R/.

En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. R/.

SECUENCIA opcional

ACLAMACIÓN (Sal 117, 24) R/. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.




He visto al Señor y me ha dado este mensaje.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 20, 11-18

El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: "¿Por qué estás llorando, mujer?" Ella les contestó: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces Él le dijo: "Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?" Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: "Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto". Jesús le dijo: "¡María!" Ella se volvió y exclamó: "¡Rabuní!", que en hebreo significa ‘maestro'. Jesús le dijo: "Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios' ".
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, con bondad, estas ofrendas de tu familia santa, para que, con la ayuda de tu protección, conserve los dones recibidos y llegue a poseer los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de Pascua (en este día),

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Col 3, 1-2)
Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Escúchanos, Dios todopoderoso, y, ya que colmaste los corazones de tus hijos con la gracia incomparable del bautismo, prepáranos para alcanzar la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La despedida se hace como el día de Pascua



REFLEXIÓN

Hech. 2, 36-41. Terrible problema en el que estamos metidos. Dios ha constituido Señor y Mesías a Jesús de Nazaret. Pedro afirma esta realidad y nos la hace saber con toda certeza. Él ha sido testigo de la glorificación de Jesús a través de su muerte, resurrección y exaltación a la diestra del Padre Dios; Él sabe que Jesús es el Hijo amado en quien el Padre se complace. Muchos le rechazaron persiguieron y asesinaron. Pero los culpables no son los que históricamente efectuaron ese crimen. Pedro nos dice: Ustedes lo han crucificado. La responsabilidad pesa sobre toda clase de persona pecadora. y ¿quién está libre de pecado?
Dios, a pesar de esta responsabilidad que pesa sobre nosotros, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Preocupados por las consecuencias de nuestra maldad podemos preguntar, tal vez, como aquella gente: ¿Y ahora, qué tenemos que hacer?.
En primer lugar se nos hace un llamado al arrepentimiento, a la conversión aceptando que Jesús es el Mesías, Aquel en cuyo único Nombre podemos salvarnos. Esto nos debe llevar a renunciar a continuar rechazando a Cristo, y a no dejarnos dominar por los falsos dioses, como lo pueden ser el afán del poder, del dinero o de la satisfacción de intereses personales sin importarnos si para lograrlos necesitáramos pisotear la dignidad de nuestros hermanos. Este llamado es para todos, sean de la religión que sean, puesto que la Salvación no es para un grupo determinado, sino una oferta que Dios hace a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares.
En seguida se nos pide abrir las puertas de nuestra vida al Redentor para que habite en nosotros. Esto sólo será posible a través del bautizo en su Nombre, lo cual indica que nos sumergimos en el Hijo de Dios para participar de su Vida y de su Espíritu, llegando así, junto con Él, a ser hijos de Dios.
Así, sólo así, serán perdonados nuestros pecados, seremos reconciliados con Dios y hechos hijos suyos. A esto mira nuestra vocación.
Finalmente recibiremos el Espíritu Santo, que nos hará criaturas nuevas para no volver ni a traicionar a Cristo, ni a volver a los falsos dioses; entonces seremos testigos fidedignos, tanto por nuestras palabras como por nuestras obras y nuestra vida misma, del Resucitado que nos amó hasta entregarse por nosotros.
Esta es la invitación que recibimos para que nuestra fe en Cristo se renueve y no se quede en una fe muerta, sino que manifieste su vitalidad por nuestras buenas obras, a través de las cuales pasemos haciendo el bien a nuestros hermanos.

Sal. 33 (32). El Señor tiene compasión de su pueblo, y ha enviado su Palabra que, haciéndose uno de nosotros, nos manifiesta el amor providente de Dios para aquellos que lo temen y en su bondad confían.
Cristo Jesús es la cercanía de Dios con nosotros. Puesto que Él ama la justicia y el derecho, ha venido a nosotros para enseñarnos a ir por ese camino, de tal forma que seamos gratos a Dios y, así, la tierra se llene de sus bondades.
A nosotros corresponde aceptar, con gran fe, esa Vida que Dios nos ofrece. Entonces podremos construir realmente un mundo que se desarrolle en la civilización del amor, convirtiéndose en un signo del Reino de Dios entre nosotros.

Jn. 20, 11-18. ¡Lo que alcanza el amor! Los discípulos sólo vieron el sepulcro vacío y creyeron en la resurrección de Cristo. María Magdalena piensa que se han robado el cadáver de Jesús y permanece llorosa junto a la tumba abierta y vacía. El Apóstol Juan nos hablará de un acontecimiento que, como prueba irrefutable, se convertirá en el testimonio de algo vivido por María Magdalena, que viene a demostrar la mentira sobre el robo del cadáver, difundida por los soldados silenciados por el soborno de los Sumos sacerdotes para que no dijesen la verdad acerca de la resurrección de Jesús.
María Magdalena contempla a Jesús; no lo reconoce, pues Él ya está glorificado. No puede vérsele sino a través de su entrega por nosotros que lo hace ser no tanto nuestro Maestro, sino el Señor de todo lo creado. María reconoce a Jesús cuando éste la llama por su nombre. Esta frase, de gran importancia, encierra lo que es la respuesta de fe del verdadero discípulo de Jesús, quien, al apropiarse la imagen del Buen Pastor, dijo respecto a sus ovejas: Yo las conozco, las llamo por su nombre, ellas me conocen y escuchan mi voz.
A Cristo, resucitado, Señor nuestro, lo contemplamos no por exterioridades. Por eso, las manifestaciones de nuestra fe no pueden consistir únicamente en exterioridades, como el abrazarle los pies, el arrodillarnos ante Él, el cantarle con sentimentalismos. Hay que superar esa forma de honrar a Cristo y aceptémoslo como lo que es en realidad: Aquel que ha sido constituido Señor y Mesías por su fidelidad, por su entrega, por su obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz, y que nos pide seguir sus huellas.
En la Eucaristía la fe nos ha traído no a encontrarnos con la tumba vacía; hemos venido a contemplar a Cristo, a escuchar su palabra, a ser testigos del amor que nos tiene, tan grande, que ha dado la vida por nosotros para que, liberados del pecado vivamos, unidos a Él, como hijos de Dios.
Los que participamos de la celebración Eucarística adquirimos el compromiso de entrar en Comunión de Vida con el Resucitado. Antes debimos habernos arrepentido de nuestros pecados, para que sumergidos en la Vida Divina y llenos del Espíritu Santo vivamos no sólo fieles a Cristo, sino también como hijos en el Hijo para alabar a Dios, y para convertirnos en testigos de Aquel que se nos ha hecho encontradizo para enviarnos a proclamar su amor en todos los momentos, circunstancias y ambientes de nuestra vida.
No podemos quedarnos contemplando a Cristo abrazados a sus pies. Hay que amarlo sirviéndolo en nuestros hermanos; el camino de Jesús hemos sido nosotros, a quienes Él ha liberado de la esclavitud del pecado, a quienes ha socorrido, alimentado, sanado y levantado. Ese es el mismo camino de la Iglesia, que, al entrar en una relación personal con Cristo en la oración, siente el santo impulso de ir a vivir siguiendo el mismo camino de su Señor.
Hay que cumplir con aquel: Ve a decirle a mis hermanos. Contarles con las palabras, con las obras, con la vida misma que Dios es no sólo nuestro Dios sino, especialmente, nuestro Padre, y que para subir a Él hay que seguir las huellas del amor comprometido que nos señaló Cristo Jesús, su Hijo y hermano nuestro.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser sus testigos alegres, que lleven su Salvación, y no la tristeza ni el sufrimiento, a los demás. Que el Espíritu del Señor impulse y fortalezca nuestra vida de fe y de testimonio del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, su Hijo y hermano nuestro. Amén. (Homilía católica )


REFLEXIÓN: HE VISTO AL SEÑOR
Hch 2,36-41; .Jn 20,11-18
Pronunciar la declaración anterior no es asunto fácil. María Magdalena sorprende a los discípulos apesadumbrados y aturdidos con una noticia sorprendente: María ha visto al Señor, ya no como un crucificado, sino como el dueño de la vida, como el Señor. De la oscuridad de la muerte, Jesús ha sido llevado a la vida que no termina. Es ahora cuando tiene sentido llamarle Señor. Ya no es un simple Maestro de Israel, como pretendía Magdalena llamarle, mientras se aferraba a sus pies. La fuerza y la fidelidad de Dios a sus promesas han vencido a la muerte. Es momento de arrepentirse de los desvaríos idolátricos y abrirse al don del Espíritu. Es necesario salirse de la dinámica ciega de la corrupción que esclaviza nuestro corazón, y disfrutar de la promesa de vida verdadera que el Padre nos regala por medio de Jesús. (www misal com mx)


Santos
Agapito I, Papa; Cayo y Sotero, pontífices mártires.
Beato Esteban de Hungría; mártir.

Feria (Blanco)

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