LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MARTES
22 DE ABRIL DE 2014
MARTES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Si 15, 3-4)
El
Señor les dará a beber el agua de la sabiduría; se apoyarán en Él y no
vacilarán. Él los llenará de gloria eternamente. Aleluya.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que nos has hecho experimentar la fuerza vivificante del misterio
pascual, sigue acompañando a tu pueblo con tu divina gracia, para que,
conseguida la perfecta libertad, se convierta en gozo celestial la alegría que
ahora lo inunda aquí en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Conviértanse
y bautícense en el nombre de Jesucristo.
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 2, 36-41
El
día de Pentecostés, dijo Pedro a los judíos: "Sepa todo Israel, con
absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a
quien ustedes han crucificado". Estas palabras les llegaron al corazón y
preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer,
hermanos?" Pedro les contestó: "Conviértanse y bautícense en el
nombre de Jesucristo, para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu
Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y
también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar,
aunque estén lejos".
Con
éstas y otras muchas razones los instaba y exhortaba, diciéndoles:
"Pónganse a salvo de este mundo corrompido". Los que aceptaron sus
palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 32
R/.
En el Señor está nuestra esperanza. Aleluya.
Sincera
es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y
el derecho, la tierra llena está de sus bondades. R/.
Cuida
el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la
muerte y en épocas de hambre les da vida. R/.
En
el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate
bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. R/.
SECUENCIA
opcional
ACLAMACIÓN
(Sal 117, 24) R/. Aleluya, aleluya.
Éste
es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R/.
He
visto al Señor y me ha dado este mensaje.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 20, 11-18
El
día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de
Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de
blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la
cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: "¿Por qué
estás llorando, mujer?" Ella les contestó: "Porque se han llevado a
mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".
Dicho
esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.
Entonces Él le dijo: "Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién
buscas?" Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: "Señor,
si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto". Jesús le dijo: "¡María!"
Ella se volvió y exclamó: "¡Rabuní!", que en hebreo significa
‘maestro'. Jesús le dijo: "Déjame ya, porque todavía no he subido al
Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su
Dios' ".
María
Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor
y para darles su mensaje.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, con bondad, estas ofrendas de tu familia santa, para que, con la ayuda
de tu protección, conserve los dones recibidos y llegue a poseer los eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I de Pascua (en este día),
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Col 3, 1-2)
Puesto
que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde
Cristo está sentado a la derecha de Dios; pongan todo el corazón en los bienes
del cielo, no en los de la tierra. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Escúchanos,
Dios todopoderoso, y, ya que colmaste los corazones de tus hijos con la gracia
incomparable del bautismo, prepáranos para alcanzar la felicidad eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
La
despedida se hace como el día de Pascua
REFLEXIÓN
Hech. 2, 36-41. Terrible problema en
el que estamos metidos. Dios ha constituido Señor y Mesías a Jesús de Nazaret.
Pedro afirma esta realidad y nos la hace saber con toda certeza. Él ha sido
testigo de la glorificación de Jesús a través de su muerte, resurrección y
exaltación a la diestra del Padre Dios; Él sabe que Jesús es el Hijo amado en
quien el Padre se complace. Muchos le rechazaron persiguieron y asesinaron.
Pero los culpables no son los que históricamente efectuaron ese crimen. Pedro
nos dice: Ustedes lo han crucificado. La responsabilidad pesa sobre toda clase
de persona pecadora. y ¿quién está libre de pecado?
Dios,
a pesar de esta responsabilidad que pesa sobre nosotros, no quiere la muerte
del pecador, sino que se convierta y viva. Preocupados por las consecuencias de
nuestra maldad podemos preguntar, tal vez, como aquella gente: ¿Y ahora, qué
tenemos que hacer?.
En
primer lugar se nos hace un llamado al arrepentimiento, a la conversión
aceptando que Jesús es el Mesías, Aquel en cuyo único Nombre podemos salvarnos.
Esto nos debe llevar a renunciar a continuar rechazando a Cristo, y a no
dejarnos dominar por los falsos dioses, como lo pueden ser el afán del poder,
del dinero o de la satisfacción de intereses personales sin importarnos si para
lograrlos necesitáramos pisotear la dignidad de nuestros hermanos. Este llamado
es para todos, sean de la religión que sean, puesto que la Salvación no es para
un grupo determinado, sino una oferta que Dios hace a todos los hombres y
mujeres de todos los tiempos y lugares.
En
seguida se nos pide abrir las puertas de nuestra vida al Redentor para que
habite en nosotros. Esto sólo será posible a través del bautizo en su Nombre,
lo cual indica que nos sumergimos en el Hijo de Dios para participar de su Vida
y de su Espíritu, llegando así, junto con Él, a ser hijos de Dios.
Así,
sólo así, serán perdonados nuestros pecados, seremos reconciliados con Dios y
hechos hijos suyos. A esto mira nuestra vocación.
Finalmente
recibiremos el Espíritu Santo, que nos hará criaturas nuevas para no volver ni
a traicionar a Cristo, ni a volver a los falsos dioses; entonces seremos
testigos fidedignos, tanto por nuestras palabras como por nuestras obras y
nuestra vida misma, del Resucitado que nos amó hasta entregarse por nosotros.
Esta
es la invitación que recibimos para que nuestra fe en Cristo se renueve y no se
quede en una fe muerta, sino que manifieste su vitalidad por nuestras buenas
obras, a través de las cuales pasemos haciendo el bien a nuestros hermanos.
Sal. 33 (32). El Señor tiene
compasión de su pueblo, y ha enviado su Palabra que, haciéndose uno de
nosotros, nos manifiesta el amor providente de Dios para aquellos que lo temen
y en su bondad confían.
Cristo
Jesús es la cercanía de Dios con nosotros. Puesto que Él ama la justicia y el
derecho, ha venido a nosotros para enseñarnos a ir por ese camino, de tal forma
que seamos gratos a Dios y, así, la tierra se llene de sus bondades.
A
nosotros corresponde aceptar, con gran fe, esa Vida que Dios nos ofrece.
Entonces podremos construir realmente un mundo que se desarrolle en la
civilización del amor, convirtiéndose en un signo del Reino de Dios entre
nosotros.
Jn. 20, 11-18. ¡Lo que alcanza el
amor! Los discípulos sólo vieron el sepulcro vacío y creyeron en la
resurrección de Cristo. María Magdalena piensa que se han robado el cadáver de
Jesús y permanece llorosa junto a la tumba abierta y vacía. El Apóstol Juan nos
hablará de un acontecimiento que, como prueba irrefutable, se convertirá en el
testimonio de algo vivido por María Magdalena, que viene a demostrar la mentira
sobre el robo del cadáver, difundida por los soldados silenciados por el
soborno de los Sumos sacerdotes para que no dijesen la verdad acerca de la
resurrección de Jesús.
María
Magdalena contempla a Jesús; no lo reconoce, pues Él ya está glorificado. No
puede vérsele sino a través de su entrega por nosotros que lo hace ser no tanto
nuestro Maestro, sino el Señor de todo lo creado. María reconoce a Jesús cuando
éste la llama por su nombre. Esta frase, de gran importancia, encierra lo que
es la respuesta de fe del verdadero discípulo de Jesús, quien, al apropiarse la
imagen del Buen Pastor, dijo respecto a sus ovejas: Yo las conozco, las llamo
por su nombre, ellas me conocen y escuchan mi voz.
A
Cristo, resucitado, Señor nuestro, lo contemplamos no por exterioridades. Por
eso, las manifestaciones de nuestra fe no pueden consistir únicamente en
exterioridades, como el abrazarle los pies, el arrodillarnos ante Él, el
cantarle con sentimentalismos. Hay que superar esa forma de honrar a Cristo y
aceptémoslo como lo que es en realidad: Aquel que ha sido constituido Señor y
Mesías por su fidelidad, por su entrega, por su obediencia hasta la muerte y
muerte de Cruz, y que nos pide seguir sus huellas.
En
la Eucaristía la fe nos ha traído no a encontrarnos con la tumba vacía; hemos
venido a contemplar a Cristo, a escuchar su palabra, a ser testigos del amor
que nos tiene, tan grande, que ha dado la vida por nosotros para que, liberados
del pecado vivamos, unidos a Él, como hijos de Dios.
Los
que participamos de la celebración Eucarística adquirimos el compromiso de
entrar en Comunión de Vida con el Resucitado. Antes debimos habernos
arrepentido de nuestros pecados, para que sumergidos en la Vida Divina y llenos
del Espíritu Santo vivamos no sólo fieles a Cristo, sino también como hijos en
el Hijo para alabar a Dios, y para convertirnos en testigos de Aquel que se nos
ha hecho encontradizo para enviarnos a proclamar su amor en todos los momentos,
circunstancias y ambientes de nuestra vida.
No
podemos quedarnos contemplando a Cristo abrazados a sus pies. Hay que amarlo
sirviéndolo en nuestros hermanos; el camino de Jesús hemos sido nosotros, a
quienes Él ha liberado de la esclavitud del pecado, a quienes ha socorrido,
alimentado, sanado y levantado. Ese es el mismo camino de la Iglesia, que, al
entrar en una relación personal con Cristo en la oración, siente el santo
impulso de ir a vivir siguiendo el mismo camino de su Señor.
Hay
que cumplir con aquel: Ve a decirle a mis hermanos. Contarles con las palabras,
con las obras, con la vida misma que Dios es no sólo nuestro Dios sino,
especialmente, nuestro Padre, y que para subir a Él hay que seguir las huellas
del amor comprometido que nos señaló Cristo Jesús, su Hijo y hermano nuestro.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de ser sus testigos alegres, que lleven su
Salvación, y no la tristeza ni el sufrimiento, a los demás. Que el Espíritu del
Señor impulse y fortalezca nuestra vida de fe y de testimonio del amor que Dios
nos ha manifestado en Cristo Jesús, su Hijo y hermano nuestro. Amén. (Homilía católica
)
REFLEXIÓN:
HE VISTO AL SEÑOR
Hch
2,36-41; .Jn 20,11-18
Pronunciar
la declaración anterior no es asunto fácil. María Magdalena sorprende a los
discípulos apesadumbrados y aturdidos con una noticia sorprendente: María ha
visto al Señor, ya no como un crucificado, sino como el dueño de la vida, como
el Señor. De la oscuridad de la muerte, Jesús ha sido llevado a la vida que no
termina. Es ahora cuando tiene sentido llamarle Señor. Ya no es un simple
Maestro de Israel, como pretendía Magdalena llamarle, mientras se aferraba a
sus pies. La fuerza y la fidelidad de Dios a sus promesas han vencido a la
muerte. Es momento de arrepentirse de los desvaríos idolátricos y abrirse al
don del Espíritu. Es necesario salirse de la dinámica ciega de la corrupción
que esclaviza nuestro corazón, y disfrutar de la promesa de vida verdadera que
el Padre nos regala por medio de Jesús. (www misal com mx)
Santos
Agapito I, Papa; Cayo y Sotero, pontífices mártires.
Beato Esteban de Hungría; mártir.
Feria (Blanco)
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