miércoles, 13 de noviembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Miércoles 13 de Noviembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Miércoles 13 de Noviembre de 2013
32ª semana del Tiempo Ordinario. C


 Lectura del libro de la Sabiduría 6,1-11

Escuchen, reyes, y entiendan; aprendan, soberanos de todas las naciones de la tierra; estén atentos, los que gobiernan a los pueblos y están orgullosos del gran número de sus súbditos: El Señor les ha dado a ustedes el poder; el Altísimo, la soberanía; él va a examinar las obras de ustedes y a escudriñar sus intenciones. Ustedes son ministros de su reino y no han gobernado rectamente, ni han cumplido la ley, ni han vivido de acuerdo con la voluntad de Dios. Él caerá sobre ustedes en forma terrible y repentina, porque un juicio implacable espera a los que mandan. Al pequeño, por compasión se le perdona, pero a los poderosos se les castigará severamente. El Señor de todos ante nadie retrocede y no hay grandeza que lo asuste; él hizo al grande y al pequeño y cuida de todos con igual solicitud; pero un examen muy severo les espera a los poderosos.

A ustedes, pues, soberanos, se dirigen mis palabras, para que aprendan a ser sabios y no pequen; porque los que cumplen fielmente la voluntad del Señor serán reconocidos como justos, y los que aprenden a cumplir su voluntad encontrarán defensa. Pongan, pues, atención a mis palabras, búsquenlas con interés y ellas los instruirán.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL 81, 3-4. 6-7
R Ven, Señor, y haz justicia.

Protejan al pobre y al huérfano,
hagan justicia al humilde y al necesitado,
defiendan al desvalido y al pobre y
líbrenlos de las manos del malvado /R

Yo declaro:
“Aunque todos ustedes sean dioses e
hijos del Altísimo, morirán como cualquier hombre,
caerán como cualquier príncipe /R



EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17,11-19

Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión

Sab. 6, 1-11. San Agustín, en su Sermón sobre los pastores, nos dice: Por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como un don propio; el ser obispo, en cambio, lo he recibido para vuestro bien. Consiguientemente, por mi condición de cristiano debo pensar en mi salvación, en cambio, por mi condición de obispo debo ocuparme de la vuestra. Hoy el Señor en su Palabra se dirige a quienes se les ha confiado el poder en cualquier nivel para que lo ejerzan escuchando la Palabra de aquel que los escogió para ese ministerio. Entonces, en el día del juicio no serán condenados, pues realizaron el bien y condujeron a los demás, no conforme a los propios criterios, sino conforme a los criterios de Dios. El nivel más cercano del ejercicio de la autoridad es el de los padres respecto a sus hijos en la familia. Ojalá y no se les descuide sino se les oriente y eduque para que, desde la familia, pueda surgir un mundo más integrado, más fraterno y más justo.

Sal. 81. El ejercicio de la autoridad pública no es para echarse sobre los bienes de los gobernados, sino para defender sus derechos y esforzarse para que todos gocen de una vida digna. Por eso las autoridades están obligadas a proteger al pobre y al huérfano; a hacer justicia al humilde y al necesitado; a defender al desvalido y al pobre, y a librarlos de la mano del malvado. Al final, al que mucho se le dio, mucho se le pedirá; y a quien mucho se le confió, se le exigirá mucho más. Por eso, si alguien aspira al poder, debe meditar sobre la madurez y la capacidad que tiene para servir a los demás y para procurar el bien de los más desprotegidos.

Lc. 17, 11-19. ¿Hasta dónde llega nuestra fe en Cristo? ¿Qué buscamos cuando nos arrodillamos ante Él?
Hoy se nos habla de la curación de diez leprosos; pero sólo uno de ellos, además de la curación, recibió la salvación. Finalmente esto es lo que más nos ha de interesar encontrar en Cristo Jesús.
No podemos convertir nuestra fe en buscar sólo la satisfacción de nuestros intereses temporales, sean económicos, materiales, o de salud. Ya el Señor nos dirá en otra parte: "Busquen primero el Reino de Dios y su Justicia, y lo demás vendrá a Ustedes por añadidura." Porque, efectivamente: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde la Vida?"
Dios vela siempre por nosotros, y jamás se olvidará de aquellos que creó por amor y que sigue amando a pesar de lo rebelde que pudiésemos serle.
Después del gran amor que Él nos ha tenido hasta entregar su Vida por nosotros, para que seamos perdonados y tengamos Vida eterna, ¿sabemos ser agradecidos con Él, no sólo reconociéndolo como Dios, arrodillándonos ante Él y dándole gracias, sino haciendo que su Vida y su Espíritu no caigan en nosotros como en un saco roto?
El Señor nos ha llamado para estar con nosotros en esta Celebración del Memorial de su Misterio Pascual. Nosotros venimos a Él cargados de miserias. Hay muchas cosas que nos preocupan e inquietan en la vida. Nuestro corazón tal vez se encuentre entristecido porque el mal y la desgracia se han cernido sobre nosotros. ¡Cómo quisiéramos que Dios remediara todos nuestros males!
Y Dios puede hacerlo, pues en su mano está nuestra vida y nosotros confiamos en Él. Pero, ¿realmente su entrega para el perdón de nuestros pecados y para que tengamos vida eterna es eficaz en nosotros? ¿Qué hemos venido a buscar en el Señor en este día? ¿Sólo buscamos sus dones, o lo buscamos a Él? ¿Nuestra satisfacción y nuestra felicidad están en recibir lo pasajero o en tener a Dios con nosotros?
Dios quiere convertirse en Huésped de nuestra Vida. Teniéndolo a Él nuestra existencia cobrará un nuevo sentido. Ojalá y teniendo a Dios con nosotros iniciemos un auténtico trabajo por hacer desaparecer todo aquello que ha deteriorado el corazón de la humanidad, y no nos quedemos sólo en solucionar lo externo, que aun cuando muchas veces nos es necesario, sin embargo, si nos amáramos realmente como hermanos, a la altura de como Cristo nos ha amado a nosotros, hace tiempo que ya se habrían solucionado muchas otras cosas.
¡Cuántas veces utilizamos a los demás para lograr nuestros propios intereses! Esto, más que ser una lealtad a ellos, manifiesta nuestro egoísmo, nuestra hipocresía y nuestra podredumbre interior.
Muchos se acercan a los poderosos para brillar a costa de ellos, para levantarse y lograr puestos importantes para padrinazgos calladamente amasados en un corazón ávido más de poder que de servicio.
Los que nos hemos encontrado con Cristo no podemos buscar sólo sus favores. La vida de fe vivida a fondo no es para vanagloriarnos, sino para convertirnos en siervos del Evangelio de la Gracia, sabiendo que al final no será nuestro el aplauso humano, pues sólo somos siervos, que han hecho lo que deberían hacer.
Esto nos debe llevar a una auténtica apertura a Dios, como discípulos y como siervos: Habla Señor, tu siervo escucha para meditar tu Palabra en el corazón y ponerla en práctica.
Si buscamos a Cristo, queriendo encontrar en Él palabras de vida, seamos los primeros en beneficiarnos de ese Don para poder después transmitir ese Evangelio y esa Vida a los demás.
Cristo nos quiere libres de todo lo que nos ha deteriorado y nos ha puesto al margen de Dios y del prójimo. Él no nos quiere separados, sino unidos a Él como hijos y unidos a nuestro prójimo como hermanos.
Si en verdad la salvación de Dios ha llegado a nosotros manifestemos nuestra fe mediante obras de un auténtico amor activo que nos haga portadores del amor y de la salvación de Dios a toda la humanidad.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de sabernos dejar amar y perdonar por Él, para que, renovados en Cristo, colaboremos con todo nuestro ser en la construcción del Reino de Dios entre nosotros. Amén

Reflexión de Homilía católica



Santoral

San Diego de Alcalá, San Leandro, San Eugenio,
San Homobono, San Estanislao de Koska

y Beato Eugenio Bossilkov.


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