LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
Lunes, 25 de
noviembre de 2013
Semana 34ª durante el
año
Santa Catalina de
Alejandría, Virgen y Mártir
LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA DANIEL 1, 1-6.
8-20
El año
tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, vino a Jerusalén Nabucodonosor,
rey de Babilonia, y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joaquín, rey de
Judá, así como parte de los objetos del templo, que él se llevó al país de
Senaar y los guardó en el tesoro de sus dioses.
El rey
mandó a Aspenaz, jefe de sus oficiales, que seleccionara de entre los
israelitas de sangre real y de la nobleza, algunos jóvenes, sin defectos
físicos, de buena apariencia, sobrios, cultos e inteligentes y aptos para
servir en la corte del rey, con el fin de enseñarles la lengua y la literatura
de los caldeos.
El rey
les asignó una ración diaria de alimentos y de vino de su propia mesa. Deberían
ser educados durante tres años y después entrarían al servicio del rey. Entre
ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran de la tribu de
Judá.
Daniel
hizo el propósito de no contaminarse compartiendo los alimentos y el vino de la
mesa del rey, y le suplicó al jefe de los oficiales que no lo obligara a
contaminarse. Dios le concedió a Daniel hallar favor y gracia ante el jefe de
los oficiales. Sin embargo, éste le dijo a Daniel: “Le tengo miedo al rey, mi
señor, porque él les ha asignado a ustedes su comida y su bebida, y si llega a
verlos más delgados que a los demás, estará en peligro mi vida”. Daniel le dijo
entonces a Malasar, a quien el jefe de los oficiales había confiado el cuidado
de Daniel, Ananías, Misael y Azarías: “Por favor, haz la prueba con tus siervos
durante diez días; que nos den de comer legumbres,
y de
beber, agua; entonces podrás comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que
comen de la mesa del rey y podrás tratarnos según el resultado”. Aceptó él la
propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al cabo de ellos, los jóvenes
judíos tenían mejor aspecto y estaban más robustos que todos los que comían de
la mesa del rey. Desde entonces Malasar les suprimió la ración de comida y de
vino, y les dio sólo legumbres. A estos cuatro jóvenes les concedió Dios
sabiduría e inteligencia en toda clase de ciencia. A Daniel, además, el don de
interpretar visiones y sueños. Al cabo del tiempo establecido, el jefe de los
oficiales llevó a todos los jóvenes ante Nabucodonosor y se los presentó. El
rey conversó con ellos y entre todos no encontró a nadie como Daniel, Ananías,
Misael y Azarías. Quedaron entonces al servicio del rey. Y en todas las cosas
de sabiduría, inteligencia y experiencia que el rey les propuso, los encontró
diez veces superiores a todos los magos y adivinos de su reino.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Dn 3, 52-56
R
Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito
seas, Señor, Dios de nuestros padres.
Que tu
nombre santo y glorioso sea bendito /R
Bendito
seas en el templo santo y glorioso.
Que en
el trono de tu reino seas bendito /R
Bendito
eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y
te
sientas en un trono rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda
del cielo /R
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
21,1-4
Gloria
a ti, Señor
En
aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos
en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos
moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda hadado más que todos.
Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado
todo lo que tenía para vivir”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
CONFIAR EN
EL SEÑOR, TAMBIÉN EN LAS SITUACIONES EXTREMAS
HOMILÍA DEL
PAPA EN LA CASA SANTA MARTA
LUNES 25 DE
NOVIEMBRE
Fuente: Radio Vaticana
(RV).- Fue la exhortación del Papa Francisco, en la
Misa del lunes en la Casa de Santa Marta. El Papa subrayó que los cristianos
están llamados a elecciones definitivas, como nos enseñan los mártires de cada
tiempo. También hoy, observó, hay hermanos perseguidos que son ejemplo para
nosotros y nos alientan a confiarnos totalmente en el Señor.
Elegir al Señor, “en una situación extrema”. El
Santo Padre desarrolló su homilía deteniéndose en las figuras que nos presentan
la Primera Lectura, tomada del Libro de Daniel, y el Evangelio: los jóvenes
judíos esclavos en la corte de Nabucodonosor y la viuda que va al Templo a
adorar al Señor. Ambos casos, observó el Obispo de Roma, son situaciones
extremas: la viuda en condiciones de indigencia, los jóvenes en aquella de
esclavitud. La viuda da todo lo que tenía al tesoro del Templo, los jóvenes
permanecen fieles al Señor con riesgo de sus vidas:
"Ambos – la viuda y los jóvenes – han
arriesgado. En su riesgo han elegido al Señor, con un corazón grande, sin
interés personal, sin mezquindad. No tenían una actitud mezquina. El Señor, el
Señor es todo. El Señor es Dios y se confiaron en el Señor. Y esto no lo han
hecho por una fuerza – me permito la palabra – fanática, no: 'Esto debemos
hacerlo, Señor', ¡no! Es otra cosa: se han confiado, porque sabían que el Señor
es fiel. Se confiaron a aquella fidelidad que existe siempre, porque el Señor
no puede cambiar, no puede: es fiel siempre, no puede no ser fiel, no puede
renegar a sí mismo”.
Esta confianza en el Señor, agregó, los ha llevado
“a hacer esta elección, por el Señor”, porque saben que Él “es fiel”. Una
elección que vale para las cosas simples como para aquellas decisiones grandes
y difíciles:
“También en la Iglesia, en la historia de la
Iglesia se encuentran hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, que hacen esta
elección. Cuando escuchamos la vida de los mártires, cuando leemos en los
periódicos sobre las persecuciones contra los cristianos, hoy, pensamos en
estos hermanos y hermanas en situaciones extremas, que hacen esta elección.
Ellos viven en este tiempo. Ellos son un ejemplo para nosotros y nos alientan a
dar al tesoro de la Iglesia todo aquello que tenemos para vivir”.
El Señor, recordó Francisco, ayuda a los jóvenes
judíos en esclavitud a salir de las dificultades y también la viuda es ayudada
por el Señor. Está la alabanza de Jesús por ella y detrás de la alabanza hay
una victoria:
“Nos hará bien pensar en estos hermanos y hermanas
que, en toda nuestra historia, también hoy, hacen elecciones definitivas. Pero
también pensamos en tantas mamás, en tantos padres de familia que cada día
realizan elecciones definitivas para ir adelante con su familia, con sus hijos.
Y esto es un tesoro en la Iglesia. Ellos nos dan testimonio, y ante tantos que
nos dan testimonio pidamos al Señor la gracia del coraje, del coraje de ir
adelante en nuestra vida cristiana, en las situaciones ordinarias, comunes, de
cada día y también en las situaciones extremas”.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera- Radio
Vaticano)
Reflexión
Dan. 1,
1-6. Dios es la Sabiduría e Inteligencia infinita y eterna. Y para nosotros es
la fuente de la misma Sabiduría e Inteligencia. Quien beba de esa fuente estará
muy por encima de cualquier persona. Si en verdad lo amamos y vivimos en
comunión de vida con Él, Él velará por nosotros y nos librará de la mano de
nuestros enemigos. Por eso, a pesar de todos los riesgos, hemos de ser fieles a
sus enseñanzas y mandatos, tratando de no contaminar nuestra vida con el
pecado. Que sólo el Señor sea el centro de nuestra vida, pues Él siempre estará
a nuestro lado velando por nosotros. Si le damos cabida a Dios en nuestra
existencia, Él hará brillar su luz, su verdad, su sabiduría, su inteligencia
desde nosotros, que somos su Iglesia, y a quienes ha hecho portadores de su
Evangelio, de su Gracia y de su Vida para todos los hombres.
Dan. 3,
55-56. Bendito sea el Señor, Dios de nuestros Padres; y cuya fe ha llegado
hasta nosotros. Bendito sea porque Él es el creador de todo, que conoce hasta
lo más íntimo de las entrañas de nuestros pensamientos y de nuestro corazón.
¿Acaso hay algo oculto al Señor? Él lo conoce todo y con su mirada penetra
hasta lo más profundo de los abismos. Él revela sus pensamientos y su voluntad
a quienes ama, y les confía el mensaje de salvación para que lo anuncien a
todos los hombres. Glorifiquemos el santo Nombre de nuestro Dios, pues a
nosotros, pobres y pecadores, nos ha escogido para hacernos hijos suyos, y para
darnos a conocer lo insondable de su Misterio de Salvación, que nos ha
concedido en su Hijo Jesús; y nos ha llamado para confiarnos el anuncio de su
Evangelio. Dios sea bendito ahora y siempre.
Lc. 21,
1-4. Cristo Jesús, el Hijo de Dios encarnado, se hizo pobre por nosotros, no
aferrándose a su dignidad de Hijo; despojándose de todo se humilló y se hizo
Dios-con-nosotros; bajó hasta nuestra miseria para enriquecernos con su
pobreza, con aquello de lo que se había despojado; elevándonos así, a la dignidad
de hijos en el Hijo de Dios. Él se convirtió en el buen samaritano que se baja
de su cabalgadura para colocarnos a nosotros en ella; que paga con el precio de
su propia sangre para que nos veamos libres de la enfermedad del pecado, y que
con su retorno glorioso nos eleva a la dignidad de hijos de Dios. Él no nos dio
de lo que le sobraba, sino que lo dio todo por nosotros, pues amándonos, nos
amó hasta el extremo, cumpliendo así, Él mismo, las palabras que había
pronunciado: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Y el Señor nos pide que por el bien y por la salvación de nuestro prójimo no
demos lo que nos sobra, sino que lo demos todo, pues toda nuestra vida se ha de
convertir en causa de salvación para todos, por nuestra permanencia en la
comunión y en el amor con Cristo.
El
Señor nos reúne para celebrar su Eucaristía. Él nos manifiesta que su amor no
se nos ha dado con tacañería, pues Él lo ha dado todo por nosotros. No
recibimos de Dios como don una limosna, sino la entrega total de su vida para
que nosotros tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Quienes escuchamos su
Palabra recibimos también su Espíritu para ser fortalecidos, y poderla entender
y cumplir con amor. Quienes entramos en comunión de vida con el Señor lo recibimos
a Él sin reservas ni fronteras, para que, por obra del Espíritu Santo en
nosotros, seamos transformados en Él, y el Padre Dios nos contemple con el
mismo amor y ternura con que contempla a su Hijo amado, en quien se complace.
Ese es el amor que Dios nos tiene.
Y ese
amor es el que nos pide que tengamos hacia los demás cuando nos dice: como yo
los he amado a ustedes, así ámense los unos a los otros. A pesar de que muchas
veces el pecado ha abierto brecha en nuestra vida y ha deteriorado la imagen de
Dios en nosotros, el Señor quiere que nos alimentemos de Él para que nuestro
aspecto vuelva a recobrar la dignidad de hijos que Él quiere que tengamos. Por
eso, quienes vivimos en comunión de vida con el Señor no podemos deteriorar
nuestra existencia con un amor contaminado por la maldad o por el egoísmo. No
podemos sólo amar a los que nos aman y hacer el bien a los que nos lo hacen a
nosotros. Dios nos pide amar sin fronteras. El: Mirad como se aman, que
exclamaban los paganos al ver el estilo de vida de los primeros cristianos, no
puede desaparecer de entre nosotros. No podemos vivir de tal forma que
mordiéndonos como animales rabiosos, o acabando con la vida de los inocentes, o
persiguiendo a los malvados en lugar de ganarlos para Cristo, tengamos el
descaro de seguir llamando Padre a Dios, pues, en verdad, estaríamos
traicionando nuestra fe y defraudando la confianza que el Señor depositó en
nosotros, para que proclamáramos su Evangelio.
Roguémosle
al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que nos conceda amar
hasta el extremo, como nosotros hemos sido amados por Dios. Que así podamos
decir que en verdad somos un signo creíble del amor salvador de Dios para
nuestros hermanos. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica.
Santoral
Santa
Catalina de Alejandría, virgen y mártir
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