LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
Martes, 26 de Noviembre
de 2013
Semana 34ª durante el
año
Feria o Memoria del
Beato Santiago Alberione
Lectura
del libro del profeta Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28
En
aquellos días, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor: “Tú, rey, has tenido esta
visión: viste delante de ti una estatua, una estatua gigantesca, de un brillo
extraordinario y de aspecto imponente. La cabeza de la estatua era de oro puro;
el pecho y los brazos, de plata; el vientre y los muslos, de bronce; las
piernas, de hierro; y los pies, de hierro mezclado con barro. Tú la estabas
mirando, cuando de pronto una piedra que se desprendió del monte, sin
intervención de mano alguna, vino a chocar con los pies de hierro y barro de la
estatua y los hizo pedazos. Entonces todo se hizo añicos: el hierro, el barro,
el bronce, la plata, y el oro; todo quedó como el polvo que se desprende cuando
se trilla el grano en el verano y el viento se lo lleva sin dejar rastro. Y la
piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte, que llenó
toda la tierra. Este fue tu sueño y ahora te lo voy a interpretar. Tú, rey de
reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino y el poder, el dominio y la
gloria, pues te ha dado poder sobre todos los hombres, sobre las bestias del
campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro.
Después de ti surgirá un reino de plata, menos poderoso que el tuyo. Después
vendrá un tercer reino, de bronce, que dominará toda la tierra. Y habrá un
cuarto reino, fuerte como el hierro; así como el hierro destroza y machaca
todo, así él destrozará y aplastará a todos.
Los
pies y los dedos de hierro mezclado con barro que viste, representan un reino
dividido; tendrá algo de la solidez del hierro, porque viste el hierro mezclado
con el barro. Los dedos de los pies, de hierro y de barro, significan un reino
al mismo tiempo poderoso y débil. Y el hierro mezclado con el barro quiere
decir que los linajes se mezclarán, pero no llegarán a fundirse, de la misma
manera que el hierro no se mezcla con el barro.
En
tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será
destruido, ni dominado por ninguna otra nación. Destruirá y aniquilará a todos
estos reinos y él durará para siempre. Eso significa la piedra que has visto
desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, y que redujo a polvo
el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro.
El
Dios grande ha manifestado al rey lo que va a suceder. El sueño es verdadero, y
su interpretación, digna de crédito”.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Dn
3, 57-61
R
Bendito seas para siempre, Señor.
Todas
sus obras, bendigan al Señor. Todos sus ángeles,
bendigan
al Señor /R
Cielos,
bendigan al Señor. Todas las aguas del cielo,
bendigan
al Señor /R
Todos
sus ejércitos,
bendigan
al Señor /R
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 21,5-11
En
aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo
y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando;
todo será destruido”. Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir
esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”
Él
les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán
usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no
les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los
domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.
Luego
les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En
diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán
en el cielo señales prodigiosas y terribles”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
HOMILIA
DEL PAPA FRANCISCO
CRISTO ES EL DUEÑO DEL TIEMPO
El hombre puede creerse soberano del momento, pero
sólo Cristo es el dueño del tiempo. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía
de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo
Padre indicó en la oración la virtud para discernir cada momento de la vida, y
en la esperanza en Jesús, la virtud para mirar hacia el fin del tiempo.
Dos consejos, para comprender el transcurso del
presente y prepararse al final de los tiempos: oración y esperanza. La oración,
junto al discernimiento, ayuda a descifrar los diversos momentos de la vida y
orientarlos hacia Dios. La esperanza es el faro que ilumina la última meta de
cada vida, y, en sentido escatológico, la del final de los tiempos.
El Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio del
día, en el que Jesús explica a los fieles en el Templo lo que deberá suceder
antes del fin de la humanidad, tranquilizando sobre el hecho de que ni siquiera
el peor de los dramas deberá causar la desesperación de quien cree en Dios.
El Pontífice afirmó que “en este camino hacia el
final de nuestro camino, de cada uno de nosotros y también de toda la
humanidad, el Señor nos aconseja dos cosas, dos cosas que son diferentes, son
diversas según cómo vivimos, porque es diferente vivir en el momento y vivir en
el tiempo”:
“Y el cristiano es un hombre o una mujer que sabe
vivir en el momento y que sabe vivir en el tiempo. El momento es lo que
nosotros tenemos ahora en la mano: pero esto no es el tiempo, ¡esto pasa! Quizá
nosotros podamos sentirnos dueños del momento, pero el engaño es creernos
dueños del tiempo: ¡el tiempo no es nuestro, el tiempo es de Dios! El momento
está en nuestras manos y también en nuestra libertad acerca de cómo tomarlo. Es
más: nosotros podemos llegar a ser soberanos del momento, pero hay un solo
soberano del tiempo, un solo Señor, Jesucristo”.
El Papa, citando las palabras de Jesús, afirmó que
no debemos dejarnos “engañar en el momento”, porque habrá quien se aprovechará
de la confusión para presentarse como Cristo. “El cristiano, que es un hombre o
una mujer del momento, debe tener esas dos virtudes, esas dos actitudes para
vivir el momento: la oración y el discernimiento”.
“Y para conocer los verdaderos signos, para conocer
el camino que debo tomar en este momento, es necesario el don del
discernimiento y la oración; y la oración para hacerlo bien. En cambio, para
mirar el tiempo, del que sólo el Señor es dueño, Jesucristo, nosotros no
podemos tener ninguna virtud humana. La virtud para mirar el tiempo debe ser
dada, regalada por el Señor: ¡Es la esperanza! Oración y discernimiento para el
momento; esperanza para el tiempo”.
“Y así – concluyó el Papa su homilía – el cristiano
se mueve en este camino, momento tras momento, con la oración y el
discernimiento, pero deja el tiempo a la esperanza”:
“El cristiano sabe esperar al Señor en cada
momento, pero espera en el Señor al final de los tiempos. Hombre y mujer del
momento y del tiempo: de oración, discernimiento y esperanza. Que el Señor nos
conceda la gracia de caminar con sabiduría, que también es un don suyo: la
sabiduría que en el momento nos lleve a rezar y a discernir. Y que en el
tiempo, que es el mensajero de Dios, nos haga vivir con esperanza”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
FUENTE: es radio vaticana va
Reflexión
Dan.
2, 31-45. ¿Quién subsistirá para siempre ante el Señor? Él es dueño de todo; a
uno humilla y a otro exalta. ¿Podrá acaso alguien pedir cuentas a Dios de lo
que hace? Los que detentan el poder sobre la tierra, aún en la forma más
cercana a nosotros como son nuestros padres, han de reconocer aquello que nos
ha revelado Jesús: Tú no tendrías ninguna autoridad si no se te hubiese dado de
lo alto. Sólo Aquel que en verdad hace lo que ve hacer al Padre subsistirá para
siempre, no con un dominio conforme a los reinos y gobernantes de la tierra,
sino conforme a los criterios del Padre Dios. Tal vez los gobernantes de la
tierra nos deslumbren y llenen de temor por su forma de actuar, tal vez
violenta y destructora. Pero nada del poder temporal subsistirá para siempre; y
algún día esos reinos quedarán reducidos como el polvo que se desprende cuando
se trilla el grano en el verano, y el viento se lo lleva sin dejar rastro. Sólo
el que ama podrá convertirse en un signo de Aquel que es el amor, y cuyo reino
jamás será destruido, ni siquiera por el poder del infierno. En Cristo Dios nos
ha revelado que su Reino ya ha llegado a nosotros. Ojalá y quienes hemos
aceptado la vocación que nos hace de entrar en comunión de vida con Él, nos
convirtamos en un signo de su amor salvífico para todos los pueblos. No
queramos profesar nuestra fe en Cristo y querer continuar siendo motivo de
destrucción y de muerte para nuestros hermanos. La Iglesia ha sido enviada para
manifestar el amor de Dios, y no para actuar conforme a los criterios del poder
opresor de los gobernantes de la tierra.
Dan.
3, 57-61. ¿Quién puede dejar de alabar el Santo Nombre de Dios? Él lo creó todo
para convertirlo en una continua alabanza de su Santo Nombre. Nosotros no
fuimos llamados a la vida para convertirnos en una ofensa al Señor. Los que le
pertenecemos y le somos fieles hemos de ser una imagen del amor de Dios para el
mundo. Aquellos que contemplen nuestra vida y sean el objeto de nuestras buenas
obras, han de glorificar a Dios por continuar presente entre nosotros con todo
su poder salvador y con toda su misericordia, por medio de su Iglesia. Tratemos
de no ser ocasión de escándalo ni de pecado para los demás. Que el Santo Nombre
de Dios no vaya a ser desprestigiado y ofendido a causa de nuestras malas
obras. Que Él nos fortalezca para que, por obra de su Espíritu Santo en
nosotros, pasemos siempre haciendo el bien a todos.
Lc.
21, 5-11. ¿Habrá alguna señal de que el fin ya está cerca? Nadie sabe ni el día
ni la hora; y ni siquiera el Hijo del Hombre está autorizado para revelárnoslo.
Quien en Nombre de Dios quiera decir al mundo que Dios le ha revelado que ha
llegado la hora, será un usurpador; y ese nombre en la Escritura está reservado
para el Demonio. Al paso del tiempo y al comprobar que nada de lo anunciado por
los falsos profetas se ha cumplido, sabríamos que no estaban en relación con
Dios sino con el padre de la mentira. Muchos infunden miedo a la gente
indicando que una de las señales de la cercanía del fin se está cumpliendo: las
guerras y revoluciones, los terremotos, las epidemias y las señales prodigiosas
que aparecen en el cielo. Pero el Señor nos dice: eso tiene que acontecer, pero
todavía no es el fin. Y veamos que no concluyó diciendo: sino el principio del
fin, pues nada, nada nos dará la señal de alarma de que el Señor está cerca.
Por eso debemos estar preparados para cuando Él venga, como el ladrón en la
noche o como el relámpago en el cielo: de modo tan inesperado que, si no
estamos prevenidos, nos llevará a todos y en lugar de sentarnos a su diestra
nos cerrará la puerta para siempre. No hagamos de nuestra fe una religión del
temor sino del amor y de la vigilante espera, convertida en comunión con Dios y
en un continuo servicio de amor fraterno.
Teniendo
al Señor con nosotros ¿Acaso temeremos algún mal? Dios se ha hecho cercanía
amorosa a nosotros. Él sabe de nuestras miserias y fragilidades; Él no se
olvida de que somos barro quebradizo. A pesar de todo lo que sabe de nosotros,
conociéndonos hasta lo más profundo de nuestro corazón, nos sigue amando con un
amor entrañable, eterno y fiel. Por nosotros entregó su vida clavado en una
cruz, para que, purificados de nuestros pecados, pudiera presentarnos ante su
Padre como su Iglesia resplandeciente, con el mismo resplandor de la Gloria que
Él, como Hijo, recibe del Padre. Y en esta Eucaristía no sólo entramos en
comunión de vida con el Señor; venimos también con el firme propósito de
reorientar nuestra vida para que cobre, nuevamente, el sentido que Dios espera
como respuesta de nosotros: ser portadores de su amor, de su bondad, de su
alegría y de su paz. Entonces esperaremos, con el corazón ardiente de amor, la
venida gloriosa del Señor, para estar eternamente con Él.
Si
en verdad somos personas de fe no seamos de aquellos que provocan las y
revoluciones; no hagamos que domine el pánico en los demás por utilizar mal el
poder que Dios ha puesto en nuestras manos para servir, no para destruir. No
seamos causantes de epidemias ni de hambres. Dios nos quiere como personas que
amen y den la vida por los demás. No nos engañemos pensando que al final,
cuando el Señor vuelva, nos sentará junto con Él a la diestra del Padre Dios
cuando, en lugar de hacer, de continuar su obra, destruimos su Reino de Amor,
de Verdad, de Justicia y de Paz, y reducimos nuestra vida de fe sólo a algunas
prácticas de piedad y de Culto. El Señor nos quiere totalmente comprometidos
con su Reino y con la difusión de su Evangelio, realizado tanto con nuestras
palabras, como con nuestras obras y nuestra vida misma.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de saber colaborar, sin sobresaltos, en la construcción de su
Reino entre nosotros, hasta lograr su plenitud en nosotros al participar, algún
día de la vida eterna. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica.
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