LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
Miércoles 06 de
Noviembre de 2013
33ª semana del Tiempo
Ordinario. C
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A
LOS ROMANOS 13, 8-10
Hermanos:
No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al
prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que ordenan:
“No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no
codiciarás”
y todos
los otros, se resumen en éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pues
quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie. Así pues, el cumplimiento
pleno de la ley consiste en amar.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL111, 1-2.4-5.9
R
Dichosos los que temen al Señor.
Dichosos
los que temen al Señor y
aman de
corazón sus mandamientos; poderosos
serán
sus descendientes: Dios bendice a los hijos de los buenos /R
Quien
es justo, clemente y compasivo,
como
una luz en las tinieblas brilla. Quienes compadecidos
prestan
y llevan su negocio honradamente jamás se desviarán /R
Al
pobre dan limosna, obran
siempre
conforme a la justicia;
su
frente se alzará llena de gloria /R
EVANGELIO
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (LC 14,25-33)
En
aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus
discípulos, les dijo: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y
a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más
aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo.
Y el
que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de
ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo,
para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los
cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de
él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’.
¿O qué
rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz
de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte
mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para
proponerle las condiciones de paz.
Así
pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi
discípulo”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Rom.
13, 8-10. La Ley y los profetas se resumen en el amor. Quien no ama a su
prójimo no conoce a Dios, porque Dios es amor. Toda la Escritura nos hace
conocer el amor que Dios nos tiene; y por eso, si queremos escuchar y poner en
práctica la Palabra de Dios, hemos de llegar al amor perfecto; si no caminamos
hacia esa perfección en vano creemos en Dios, y en vano querremos hacer nuestra
su Vida. Sabemos que hemos pecado. Y el pecado ha oscurecido en nosotros el
amor y la capacidad de amar. Cristo ha venido a liberarnos del pecado y de la
muerte. El hombre reconciliado es aquel que ha recuperado, por medio de Cristo,
la capacidad de amar. El hombre perfecto en Cristo es aquel que ama como
nosotros hemos sido amados por Él. Hagamos nuestro el amor de Cristo y
lleguemos a la perfección que Dios quiere de nosotros.
Sal.
111. Temer al Señor y amarlo de corazón no es sentir cosquillas en el pecho; es
tenerlo en nuestro corazón como el único Dios, centro de nuestra vida, de
nuestras obras, de nuestros pensamientos y palabras. Quien tiene a Dios consigo
camina guiado por su Espíritu para vivir siendo justo, clemente, compasivo y
honrado. Quien vive sin Dios se convierte en un injusto, en un malvado, en un
usurero, en un delincuente, en alguien que aplasta al pobre y lo destruye. Si
queremos ser bendecidos por Dios amémoslo de corazón y seamos fieles a sus
mandatos y enseñanzas.
Lc. 14,
25-33. Calcular el costo de nuestro seguimiento a Cristo: Renuncia a poner
nuestra seguridad en los bienes temporales y a aquello que nos da seguridad en
este mundo: nuestros padres, esposa, hijos, hermanos; e, incluso, uno mismo;
saber que hemos de cargar nuestra cruz de cada día haciendo nuestros los
dolores, sufrimientos, limitaciones, enfermedades y pecados de los demás para
darles una solución adecuada en Cristo; aceptar que en lugar de endurecerle la
vida a los demás o hacérsela más pesada, se las aliviaremos y haremos más
llevadera. Eso es lo que aceptamos vivir por seguir amorosamente a Cristo. Y lo
seguimos para llegar, junto con Él, hasta el extremo de morir en el calvario
por amor a los demás. Pero la muerte no tendrá para nosotros la última palabra,
sino la vida; pues siguiendo a Cristo pasaremos por la muerte, resucitando
junto con Él para ser glorificados también junto con Él. Ante ese panorama que
se nos presenta, lancémonos alegres y llenos de valor, cargando nuestra cruz de
cada día, para alcanzar la corona y la gloria que Dios nos ofrece.
En esta
Eucaristía el Señor nos manifiesta cuánto nos ama, dando su vida por nosotros,
y haciéndonos partícipes de la Vida que Él recibe de su Padre Dios. En su amor
por nosotros, Él cargó sobre sí nuestros pecados para redimirnos de ellos clavándolos
en la cruz; por eso se convirtió para nosotros en el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo. Entremos en comunión de vida con Él y estemos dispuestos a
ir tras sus huellas, cargando nuestra cruz de cada día. Entonces no sólo
estaremos dando culto a Dios, sino amándolo por serle fieles a su mandato de
amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado a nosotros.
Carguemos
con nuestra cruz de cada día, siendo fieles a la misión que el Señor nos confió
de anunciar su Evangelio. Seamos un Evangelio encarnado del amor de Dios para
los demás. Pasemos, como Cristo, haciendo el bien a todos. Así edificaremos la
Iglesia sobre el Cimiento sólido y Piedra angular, que es Cristo al renunciar a
nuestros gestos amenazadores, a nuestros egoísmos, a nuestras injusticias, a
nuestras pasiones desordenadas, a nuestras inclinaciones enfermizas al dinero o
al poder. Sabiendo que quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie
viviremos como una Iglesia que se edifica, día a día en el amor. Cristo nos
quiere libres de toda carga de maldad, de todo pecado, de toda injusticia y de
todo signo de muerte; pues de lo contrario en lugar de cargar la cruz de
nuestra entrega a favor del Evangelio, sólo aparentaríamos ir hacia el Señor
quedando entrampados en la condenación y la muerte, consecuencia de nuestras
esclavitudes al pecado. Trabajemos por construir el Reino de Dios entre
nosotros esforzándonos para que brille la justicia, la clemencia y la
compasión; que el amor sea algo real y concreto, y no sólo un buen deseo, convertido
en espejismo engañoso.
Que
Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre,
la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Cristo, para que, siendo luz en
medio de las tinieblas del mundo, colaboremos para que todos encuentren el
camino que lleva a Cristo, Luz de las naciones y Salvación para todos los
hombres. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario