LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Viernes 01 de Noviembre de 2013
30ª semana del Tiempo Ordinario. C
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
LECTURA
DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS DEL PROFETA SAN JUAN 7,2-4.9
Yo,
Juan, vi a un ángel que venía del oriente. Traía consigo el sello del Dios vivo
y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la
tierra y al mar. Les dijo: “¡No hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los
árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello la frente de los
servidores de nuestro Dios!” Y pude oír el número de los que habían sido
marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, procedentes de todas las tribus de
Israel.
Vi
luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de
todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de
pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca;
llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “La salvación viene
de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Y
todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los
cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a
Dios, diciendo: “Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de
gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro
Dios”.
Entonces
uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que
llevan la túnica blanca?” Yo le respondí: “Señor mío, tú eres quien lo sabe”.
Entonces él me dijo: “Son los que han pasado por la gran persecución y han
lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero”.
Palabra de Dios
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL 23, 1-6
R
Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Del
Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el
orbe todo y los que en él habitan,
pues
él lo edificó sobre los mares,
él
fue quien lo asentó sobre los ríos /R
¿Quién
subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién
podrá entrar en su recinto santo?
El
de corazón limpio y manos puras
y
que no jura en falso /R
Ese
obtendrá la bendición de Dios,
y
Dios, su salvador, le hará justicia.
Esta
es la clase de hombres que te buscan
y
vienen ante ti, Dios de Jacob/R
LECTURA
DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 3,1-3
Queridos
hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos
hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque
tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos
míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al
fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es.
Todo
el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan
puro como él.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Evangelio
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5,1-12
En
aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó.
Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles,
hablándoles así: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos
es
el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.
Dichosos
los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los
misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón,
porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les
llamará hijos de Dios.
Dichosos
los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas
falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su
premio será grande en los cielos”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
HOMILÍA
DEL PAPA FRANCISCO.
Viernes
1 de noviembre de 2013. Cementerio romano del Verano.
“
Según una costumbre muy difundida en nuestras comunidades, en la celebración de
hoy, fiesta de Todos los Santos, nos reunimos en los cementerios para recordar
a todos los difuntos. Así, en esta liturgia sentimos de modo muy vivo la
realidad de la comunión de los santos, nuestra gran familia, formada por todos
los miembros de la Iglesia, tanto los que todavía peregrinan en la tierra como
los que ya la han dejado.
Las
lecturas bíblicas que hemos escuchado nos ofrecen un perfil de los santos; no
sólo de los que veneramos en los altares sino de los numerosos hombres y
mujeres cuyos nombres tal vez no serán nunca pronunciados en la liturgia
terrena de la Iglesia, pero que están escritos en el libro de la vida, junto al
Señor (cf. Ap 3,5).
1.
Ante todo, los santos son personas que pertenecen totalmente a Dios. En una
visión grandiosa, en el libro del Apocalipsis, san Juan contempla la Jerusalén
celeste, en la que vive una multitud inmensa de «elegidos», vestidos de blanco
–el color de la luz y la gloria- y marcados por el «sello de Dios» (cf.
7,2-4.9-14). No hay que descuidar este último aspecto: con el típico lenguaje
alegórico nos dice que los santos pertenecen a Dios de modo pleno y exclusivo,
son su propiedad. Y san Juan, en la segunda lectura, nos revela lo que
significa llevar el sello de Dios en la propia vida y en la propia persona:
significa que en Jesucristo somos verdaderos hijos de Dios (cf. 1Jn 3,1-3).
¿Somos
conscientes de este gran don? ¿Recordamos que en el Bautismo hemos recibido el
«sello» de nuestro Padre celestial y hemos sido hechos hijos suyos? Aquí está
la raíz de la vocación a la santidad. Y los santos que hoy veneramos son
precisamente los que han vivido de modo coherente su bautismo, han conservado
íntegro el «sello» comportándose como hijos de Dios, buscando imitar a Jesús; y
ahora han llegado a la meta, porque al final «ven a Dios tal cual es».
2.
Un segundo aspecto del perfil de los santos: los santos son icono de Dios. Este
aspecto se desprende de la página evangélica de las bienaventuranzas (Mt
5,1-12), que son en cierto sentido el compendio de todo el Evangelio. Los
santos son imagen, icono del mismo Cristo, Aquél que en cuanto Hijo Unigénito
ha encarnado de modo único las bienaventuranzas. Los santos son aquellos que lo
han imitado, tomándolo como modelo de sus vidas. Se trata de hombres y mujeres
que, de modo oculto, han vivido el ideal de las bienaventuranzas: eran pobres
de espíritu, es decir humildes; han sentido la aflicción por el mal propio y
ajeno y por eso se han comprometido en construir la paz y la concordia,
comenzando por los lugares en que viven; han practicado con alegría la
misericordia y la caridad; han conservado la pureza de corazón; para permanecer
fieles al Evangelio y coherentes con su identidad de hijos de Dios, han sabido
realizar elecciones valientes, al precio de venir insultados, incomprendidos,
marginados. Para vivir así se requiere valentía. ¿La tenemos nosotros?
3.
Un último aspecto: los santos son ejemplos que hay que imitar. Tampoco aquí me
refiero sólo a los ya canonizados, sino a los santos de la vida de cada día, a
aquellos que han sabido poner en práctica el Evangelio en sus vidas ordinarias.
Pienso que sin duda también nosotros hemos encontrado santos de este tipo; tal
vez hemos tenido alguno en nuestra familia, o entre los amigos y conocidos.
Debemos estarles muy agradecidos, y sobre todo debemos agradecer a Dios que nos
los haya dado, que nos los haya puesto al lado, como ejemplo vivo y contagioso
del modo de vivir y de morir con fidelidad al Señor Jesús y a su Evangelio.
Imitar
sus gestos de amor y misericordia es un poco como perpetuar su presencia en
este mundo. Estos gestos son los únicos que resisten a la destrucción de la
muerte: aquel vaso de agua que se ofrece, el tiempo empleado en escuchar,
aquella visita, aquella palabra buena, aquella sonrisa… Estos gestos pueden
parecernos insignificantes, pero a los ojos de Dios son eternos. Sí, el amor es
siempre más fuerte que la muerte.
Continuamos
recogidos y en oración en este momento tan significativo para la ciudad de
Roma. Ofrecemos la Eucaristía en alabanza de todos los santos y también en
sufragio por todos los difuntos. Dios los recuerda uno a uno, por su nombre.
Los santos están ante el rostro del Señor y rezan por nosotros, rezan por
nuestra Ciudad, rezan por el mundo entero, para que la paz de Cristo se irradie
por todas partes. Él es nuestra paz y la vida eterna. Amén. “
Otras Reflexiones
LOS
SANTOS QUE TENEMOS CERCA
1.
- Los 144.000 son una multitud que nadie podría contar. No una multitud que se
apiña en una plaza de toros o en el Estadio “Santiago Bernabéu”, de Madrid, ni
una muchedumbre que se manifiesta con los puños en alto y gritando “slogans”
vindicativos.
Es
más bien, una multitud a pleno sol en lo alto del monte del Gozo de Santiago de
Compostela, de toda raza y nación. Un solo Dios. Una sola Fe. Unidos todos en
un gran lazo de amor fraterno. Esos son los innumerables santos de la fiesta
que celebramos año tras año.
2.
- Buscad entre aquellos rostros, como tal vez lo hicisteis tratando de
encontrar en la pantalla de la televisión a algún pariente o amigo que había
ido a Santiago, porque entre esa multitud vais a encontrar muchos rostros
conocidos, la madre o el padre, la esposa o el esposo. Tal vez, algún hijo o un
hermano. El amigo que ocupaba la mesa de trabajo vecina a la vuestra, el que
compraba el periódico a la misma hora que vosotros o esperaba el mismo
autobús...
--hombres
y mujeres que han sabido vivir contentos con lo poco que tenían y han sabido
compartir.
--incapaces
de dolo y mentira, que por ser verdaderos no han medrado en la vida, pero han
dejado gran recuerdo tras sí
--hombres
y mujeres de mirada limpia que con sus ojos han purificado los ambientes que
han vivido.
--en
cuyos labios siempre ha habido una disculpa para los pecados de los demás.
--hombres
y mujeres junto a los que siempre nos hemos sentido llenos de paz.
--que
han sido el centro de nuestras familias a las que envolvían en cariño y
alegría.
3.
- Los 144.000 que viviendo nuestra misma vida han cumplido las bienaventuranzas
del Señor. Mientras los teníamos cerca no nos dimos cuenta del misterio que se
iba desarrollando en su corazón, porque como nos ha dicho san Juan todavía no
se había manifestado lo que ya eran.
No
sabíamos que cada uno de ellos eran ya verdaderos hijos de Dios, porque sus
defectos y limitaciones humanas cegaban nuestros ojos, pero allá en lo hondo de
sus corazones el Señor iba a obrando la maravillosa transformación de hacerlos
perfecta imagen suya.
Pero
ahora que ven a Dios cara a cara se manifiesta en ellos lo que ya eran en vida:
hijos muy queridos de Dios.
4.
- Miremos a nuestro alrededor con ojos de Fe y sintamos amor y respeto por el
que se sienta a nuestro lado, porque también en él se está realizando esa gran
transformación de ser imagen viva de Dios, tiene ya en si la inmensa dignidad
de ser, de verdad, hijo muy querido de Dios.
José
María Maruri SJ
www
betania es
SANTOS
Y FELICES
1.-
Felices, ¿quiénes?... En el evangelio de hoy Jesús dirige el discurso que
llamamos “bienaventuranzas” sólo a sus discípulos, pues son ellos los que suben
a la montaña y se acercan a Él. Quiso estar a solas con ellos después de haber
estado rodeado de la multitud. Quiso transmitir la “carta magna de su mensaje”
en primer lugar a sus más íntimos, quizá porque sólo ellos estaban dispuestos a
aceptar este anuncio revolucionario, aunque no lo entendieran muy bien.
Bienaventurado es lo mismo que decir feliz, dichoso o bendito (del griego
“makários”). A mí me gusta más la palabra “feliz” porque se entiende mejor en
el mundo de hoy, donde todo el mundo persigue la felicidad. Lo que hoy leemos
es la página clave de toda la enseñanza de Jesús. Jesús escoge una montaña
encantadora, bella, verdeante, que domina todo el lago de Genesaret. Jesús
habla de la auténtica felicidad. ¡Felices, felices, felices!... Felices,
¿quiénes? ¿Los ricos? No... ¿Los que ríen? No... ¿Los violentos y poderosos?
No... ¿Los que están hartos de bienes? No... ¿Los que buscan sólo el placer?
No... Todo lo contrario…
2.-
Es feliz el “pobre de espíritu”, que pone su confianza en el Señor, aquél que
depende absolutamente de Dios. Jesús dirige estas palabras a aquellos que,
habiendo dejado todo, le siguieron. Eran pobres económicamente y eran pobres en
espíritu. Mateo señala el valor de aquellos que no estaban satisfechos con lo
que sabían y se consideran pobres. Lucas, más radical, proclama la felicidad de
aquellos que por seguir a Jesús se empobrecieron materialmente porque fueron
capaces de compartir sus bienes. Tanto unos como otros son bienaventurados. En
alguna edición de la Biblia se traduce así: “felices los que eligen ser
pobres”. La pobreza en sí no es ningún bien, pues todo hombre y mujer tiene
derecho a unas condiciones materiales que le permitan vivir una vida digna. En
el Antiguo Testamento los bienes materiales son considerados como una bendición
de Dios. Sin embargo, aquellos que no “se atan” a lo material y conservan la
libertad de espíritu son los auténticamente felices. Los que eligen ser pobres,
los pacíficos y pacificadores, los limpios de corazón, los sufridos, los que
tienen hambre y sed de justicia, los que son perseguidos por ser justos, son
felices. Reciben la felicitación porque su situación cambiará, el reino de Dios
les pertenece y serán saciados.
3.-
Celebramos hoy la fiesta de los que han sabido vivir una vida de servicio y de
entrega, de los que han hecho el bien. Sin embargo, muchas personas hoy día
buscan la felicidad sólo en la tierra, de tejas para abajo. Hay que huir de
todo lo que sea doloroso y disfrutar de todo lo que tenemos, sin pensar en nada
más. Se olvidan de que todo aquí se acaba. No es que Jesús quiera, busque o
proclame la pobreza y el dolor como el ideal de la vida cristiana. Porque todo
lo que oprime al hombre está en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto,
Dios quiere que luchemos por eliminar del mundo el hambre. Quiere que
enjuguemos las lágrimas de muchos ojos. Quiere que trabajemos por la paz.
Quiere como que nos ganemos en una vida tranquila nuestro sustento de cada día,
y que la vida cristiana sea alegría, gozo y paz. Pero las realidades del mundo,
por culpa de los hombres y no de Dios, son a veces muy injustas. Y entonces,
¿quiénes son los felices? ¿Los ricos satisfechos, o más bien son felices los
pobres en su espíritu, que, no teniendo otro en quien apoyarse, confían
solamente en Dios?...Así lo han hecho y han sido felices tantos y tantos hombres
y mujeres que han hecho el bien durante el paso por este mundo. No han sido
seres extraterrestres vestidos de blanco, han sido seres de carne y hueso,
padres y madres de familia, jóvenes y viejos, religiosos o laicos. Todos han
llegado a la meta y han recibido una recompensa grande en el cielo. Han
experimentado el gozo de llamarnos y ser en verdad hijos de Dios. Por eso
celebramos hoy su fiesta, la de Todos los Santos.
José
María Martín OSA
www
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UNA
LUPA HACIA EL CIELO
Noviembre
llama a nuestras puertas y, en sus primeros compases, los sentimientos se
avivan y se agolpan a las puertas de nuestro corazón.
1.
TODOS LOS SANTOS nos recuerda que, hoy y aquí, es posible ser diferente. Que
dejarse arrastrar por la corriente, además de no ser bueno, nos convierte en
vulgares y nos hace perder nuestra propia personalidad. Para mirar hacia el
cielo, la mejor lupa, es el testimonio de millares de personas que llevaron una
vida santa, cordial, caritativa y que, tal vez, pasaron sin mucho ruido por el
mundo pero haciendo el bien. ¡VIVAN TODOS LOS SANTOS!
Qué
bonita frase la del Papa Juan XXIII, próximamente santo: “Hemos venido a este
mundo a estar un rato para marchar, luego, de nuevo al cielo”. Los santos
vivieron con esa convicción: eran nómadas y, en ese peregrinaje, no quisieron
dejar a un lado al Creador. Se pusieron las pilas y, por sus obras o por sus
silencios, por su grandeza de corazón o por su pobreza de espíritu, se han
convertido –pública o anónimamente– en un modelo de referencia. Hoy, TODOS LOS
SANTOS, es el aplauso bien merecido por parte de toda la Iglesia que, como
madre, no olvida a ninguno de sus hijos.
2.
¿Y nosotros? Acostumbrados a competir en la carrera que la sociedad nos ofrece,
tal vez la santidad, no esté de moda o las bienaventuranzas resulten incómodas
para un mundo que prefiere gozar a sufrir, reír a llorar, enriquecerse a
presentarse como pobre o vivir en la mediocridad antes que agarrarse a la
perfección. Por ello mismo, la Fiesta de Todos los Santos, nos interpela: ¿Y nosotros?
¿En qué competimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué motivaciones tenemos? ¿Humanas?
¿Cristianas? ¿Divinas?
-Aquellos
que vencieron, Todos los Santos, nos invitan a que –detrás de nosotros– sepamos
dejar una historia de amor, una trayectoria divina (con Dios) y no solamente
humana (exclusivamente regida por los parámetros del mundo).
-Aquellos
que vencieron, Todos los Santos, nos animan a que –nuestro nombre y apellido–
no quede perdido en la losa del mármol fácil y engañoso del “todo vale” y sí en
el libro de un Dios que no olvida al que, con los pies en la tierra, sabe que
hay una fuerza poderosa en el cielo, una meta final, un destino que no es otro
que la eternidad.
3.-
Hoy, Todos los Santos, es ese mosaico de innumerables hombres y mujeres que
pasaron por este mundo sin “ton ni son” (sin tonalidad ni sonido) pero que
fueron brillantes, por su humildad, ante los ojos de Dios.
--Hoy,
Todos los Santos, nos enseña que –la primera división– no es la clasificación
simple e interesada en la que nos colocan los poderosos o gobernantes de
nuestro mundo sino aquella otra que, dirigida por Dios, puntúa por la
fortaleza, la humildad, el servicio, la entrega o la cintura cristiana que
supimos tener en los años que permanecimos en esta tierra.
--Hoy,
Todos los Santos, es un surtidor de vida. ¡Sí! ¡De vida! Un eco de aquellas
impresionantes hazañas (traspasadas por el sufrimiento, la cruz, la obediencia,
el deseo de justicia, verdad, esperanza, alegría, ilusión….) que se convierten
para nosotros en un interrogante: ¿Y tú? ¿Serás eco de algo divino? ¿Serás
huella del cielo o ruido del mundo? ¿Serás santo o demonio? ¿Perseverarás hasta
el final o te quedarás en la cuneta de la vida fácil y sin Dios?
5.-
Los cementerios, en este día de Todos los Santos, se convierten en un inmenso
retablo que nos recuerda y nos ayuda a vivir el sentido de esta fiesta: aquí,
muy cerca de nosotros, han vivido gente de carne y hueso que, sin saberlo
nosotros, fueron y son santos ante Dios. Que ellos, desde la otra orilla, nos
ayuden a cincelar la santidad de nuestra historia personal y comunitaria con el
ejercicio de las cosas sencillas. ¡VIVAN TODOS LOS SANTOS!
Javier
Leoz….www betania es
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