Nuestro Salvador nos dió su divino Corazón, con el santo Corazón de su bienaventurada Madre, Do solamente para que sea nuestra regla, sino también para que sea nuestro Corazón, a fin de que siendo miembros de Jesús e hijos de María, no tengamos más que un solo corazón con nuestra adorable Cabeza y con nuestra divina Madre y hagamos todas nuestras acciones con el Corazón de Jesús y de María, es decir, en unión de las santas intenciones y disposiciones con las que Jesús y María hacían todas sus obras. (San Juán Eudes)
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