martes, 13 de agosto de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTIA


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Martes, 13 de Agosto de 2013
Décimonovena semana del tiempo ordinario. Ciclo C.

Josué, sé fuerte y valiente.
Tú irás con este pueblo hasta la tierra
que el Señor les dará

LECTURA DEL LIBRO DEL DEUTERONOMIO 31, 1-8

Moisés dijo estas palabras a todo Israel: «Ya tengo ciento veinte años. En adelante no podré ejercer ninguna actividad; además, el Señor me dijo: "Tú no pasarás el Jordán". El Señor, tu Dios, es el que cruzará delante de ti; Él eliminará de tu presencia a todas esas naciones, y tú las desposeerás de sus dominios. Será Josué el que cruzará al frente de ti, como el Señor lo ha ordenado. El Señor tratará a esas naciones como trató a Sijón y a Og -los reyes amorreos- y a sus países, cuando los destruyó por completo. Él las pondrá en tus manos, y entonces ustedes deberán comportarse con ellas conforme a la orden que les di.
¡Sean fuertes y valientes! No tengan miedo ni tiemblen ante ellas. Porque el Señor, tu Dios, te acompaña, y Él no te abandonará ni te dejará desamparado».
Después Moisés llamó a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: «Sé fuerte y valiente. Tú irás con este pueblo hasta la tierra que el Señor les dará, porque así lo juró a sus padres, y tú los pondrás en posesión de ella. El Señor irá delante de ti; Él estará contigo y no te abandonará ni te dejará desamparado. No temas ni te acobardes».

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL  Deut  32, 3-4a. 7-9. 12

R.    ¡La herencia del Señor es su pueblo!

Yo voy a proclamar el Nombre del Señor:
¡den gloria a nuestro Dios!
Él es la Roca:
su obra es perfecta. R.

Acuérdate de los días lejanos,
considera las épocas pasadas;
pregúntale a tu padre, y él te informará,
a los ancianos, y ellos te lo dirán. R.

Cuando el Altísimo dio una herencia a cada nación,
cuando distribuyó a los hombres,
Él fijó las fronteras de los pueblos
según el numero de los hijos de Dios. R.

Pero la parte del Señor es su pueblo,
la porción de su herencia es Jacob.
El Señor solo lo condujo,
no había a su lado ningún dios extranjero. R.



EVANGELIO

Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO 18, 1-5. 10. 12-14

Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian y no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».

Palabra del Señor.

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Reflexión:
Dt. 31, 1-8. Moisés nos da una gran enseñanza: hay que saber dar paso a quien continuará la obra del Señor. Moisés pone la responsabilidad de la posesión de la tierra prometida, del cumplimiento de las promesas divinas, en manos de Josué. Tanto al Pueblo como a Josué les anima con las mismas palabras: Sean valientes y fuertes, no teman, no se acobarden. Y les recuerda que el Señor, su Dios, avanza delante de ellos y que no los dejará ni los abandonará.
Quienes nos encaminamos hacia la Patria eterna también hemos escuchado la voz de Jesús que nos dice: no teman ni se acobarden; en el mundo tendrán dificultades, pero, ánimo, yo he vencido al mundo. Jesús, en el camino hacia la glorificación, nos ha precedido con su cruz. En

Él llega a su cumplimiento la promesa de salvación. Él es Aquel por quien se hace nuestra la conquista de la vida eterna. Esto no es obra nuestra, sino una donación gratuita de Dios para quienes hemos puesto nuestra plena confianza en Jesús, su Hijo, y nos hemos dejado guiar por su Espíritu.

Ojalá y la Iglesia de Cristo cumpla con su misión de continuar conduciendo a todos los pueblos a la plena participación de la Vida que Dios nos ofrece, pues una vez realizada la Redención, a nosotros corresponde, por voluntad del Señor, hacerla llegar hasta el último rincón de la tierra.

Dt. 32. 3-4a. 7-9. 12. Dios cita a juicio a su Pueblo, porque después de haberle manifestado tan grandes muestras de poder, como consecuencia del amor que le tiene, abandonó al Señor y se fue tras los ídolos, siendo así un pueblo rebelde y pertinaz. En esta parte de la Escritura el Señor recuerda a su Pueblo que Él se escogió como pueblo suyo a los hijos de Abraham, Isaac y Jacob y que les dio en posesión la tierra que Él se había reservado como suya; pues siendo su Pueblo, Él se las da en herencia.

Esta misma reflexión podemos hacerla quienes somos el nuevo Pueblo de Dios, con la diferencia de que el cielo, reservado para Dios, es la Tierra que Dios quiere darnos, pues, con Cristo somos coherederos de los bienes eternos.
Mientras nos encaminamos a la posesión de esos bienes, no entreguemos nuestro corazón a falsos dioses, creados por nuestra imaginación o por nuestras ansias de poseer desordenadamente las cosas terrenas y entregarles nuestro corazón, y quedar encadenados a ellas. Dios nos quiere como hijos, libres de todo mal y de todo lo pasajero; centrados únicamente en Él y fieles a la vocación que tenemos de ser sus hijos y de amarnos como hermanos.

Mt. 18, 1-5. 10. 12-14. La pregunta sobre quién es el más importante en el Reino de los cielos equivale a preguntar sobre quién es aquel por quien vela Dios de un modo especial, hacia quién o quienes se dirige de modo especial su amor. En el fondo se pregunta sobre la razón que da sentido al Envío y a la Encarnación del Hijo de Dios, a la entrega redentora de la vida del Hijo de Dios. Y el Señor nos dice que son los niños; los que en su tiempo no tenían valor alguno y más bien eran considerados como una carga para la familia y la sociedad.
Quien ante Dios se asemeje a los niños; quien no viva pagado de sí mismo, de su propio orgullo, sino que sepa que toda su vida está en manos de Dios, bajo su cuidado y providencia amorosa, ese, por su sencillez, humildad y confianza plena en Dios es el más importante.

Sabemos que todos somos pecadores; que nada hemos hecho de parte nuestra para merecer el que el Hijo de Dios, no reteniendo para sí mismo el ser igual que Dios, se haya anonadado a sí mismo y, hecho uno de nosotros haya salido a nuestro encuentro para conducirnos, lleno de alegría, a la presencia de su Padre, no como siervos, sino como hijos por nuestra unión a Él.
Esto nos hace ver que los pecadores jamás hemos sido expulsados de la mente ni del corazón de Dios, y que Él sigue amando y preocupándose por quienes amó aún antes de crearlos. Estos pequeños en la respuesta del amor, son buscados amorosamente por Dios, por medio de su Hijo Jesús, como el pastor busca a la oveja descarriada.
Ojalá y que nosotros no vayamos a ser ocasión de escándalo para esos pequeños en la fe y en el amor provocando el que, en lugar de dejarse encontrar por el Señor se alejen más y más de Él por culpa nuestra.

En esta Eucaristía el Señor se convierte en nuestra fuerza y valentía para no acobardarnos ante quienes quisieran que en lugar de triunfar la vida, triunfara la muerte. Dios quiere hacerse compañero de nuestro camino por esta vida; y para ello nos ofrece entrar en comunión de vida con Él. El Señor está y estará siempre con nosotros. Él nos conduce y jamás nos abandonará ni se alejará de nosotros. Ojalá y no seamos nosotros quienes le abandonemos y nos alejemos de Él. Él sabe de nuestras debilidades, pecados y miserias. Pero Él jamás ha dado marcha atrás en el amor que nos tiene. Podrán desaparecer el cielo y la tierra, pero su amor por nosotros será eterno. Él nos recibe con el cariño con que una madre estrecha a su hijo en su regazo, y con el mismo amor con que un Padre se inclina hacia su hijo pequeño.
Jesucristo, en su amor, ha dado su vida para que nos veamos libres de todo aquello que nos impide acercarnos a la presencia de su Padre Dios. Este Memorial de su Pascua que estamos celebrando nos recuerda ese amor que nos tiene. Ojalá y seamos ocasión de alegría para el Señor por retornar a su presencia para ser, nuevamente, revestidos de Cristo y convertirnos nosotros, por la obra de Dios en nuestra vida, en ocasión de alegría para nuestro prójimo.

Quienes creemos en Cristo debemos hacer nuestro el mismo camino que el Señor nos ha mostrado. No podemos convertirnos en ocasión de escándalo, de destrucción de la fe y del amor en nuestro prójimo. Dios nos ha llamado para que, estando al servicio de los demás, les ayudemos a encontrarse con Cristo y a participar de su amor y de la salvación que ofrece a todos.

Quienes viven como destructores de la vida; quienes son causantes del hambre, de la pobreza, del dolor y del sufrimiento de los demás, y piensen que por llamar Señor, Señor a Jesucristo, por eso están ya salvados, están sumamente equivocados. Dios nos quiere convertidos en un signo de su amor en favor de nuestros hermanos.

A nosotros corresponde continuar la obra de Jesús de salir a buscar a los pecadores y a los que sufren para encontrarles, alegrarnos de haberlos encontrado y dedicarnos a trabajar a favor de ellos, para que los pecadores rectifiquen sus caminos y los pobres recuperen su dignidad de hijos de Dios.

Cuando todos vivamos la unidad fraterna en torno a Cristo podremos decir que la paz, la alegría y el amor de Dios, en verdad, estarán entre nosotros.
Por eso, si Dios no quiere que nadie se pierda, no seamos nosotros quienes los condenemos; más bien, por muy grandes que sean sus pecados esforcémonos por ayudarles a encontrar el camino del bien aun cuando para ello tengamos que renunciar a nuestra propia vida.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser portadores de su amor, de su paz y de su alegría para todos los pueblos. Que nos conceda tener un especial cuidado de los pobres y pecadores, para ayudarlos a vivir conforme a la dignidad que todos tenemos de hijos de Dios. Amén.

Homilia católica


Santoral: San Ponciano, San Hipólito, San Estanislao de Kostka, San Juan Berchmans, San Venidlo Romançon, Beato Felipe de Jesús Munárriz y compañeros mártires y Beato Santiago Gapp.

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