Miércoles,
7 de Agosto de 2013
Semana
18ª durante el año.
Primera
lectura
Despreciaron
una tierra envidiable
LECTURA
DEL LIBRO DE LOS NÚMEROS 13, 1-2. 25—14, 1. 26-29. 34-35
El
Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán: «Envía unos hombres a explorar el
país de Canaán, que Yo doy a los israelitas; enviarás a un hombre por cada una
de sus tribus paternas, todos ellos jefes de tribu».
Al
cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país. Entonces fueron a ver a
Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas en Cades, en el
desierto de Farán, y les presentaron su informe, al mismo tiempo que les mostraban
los frutos del país. Les contaron lo siguiente: «Fuimos al país donde ustedes
nos enviaron; es realmente un país que mana leche y miel, y éstos son sus
frutos. Pero, ¡qué poderosa es la gente que ocupa el país! Sus ciudades están
fortificadas y son muy grandes. Además, vimos allí a los anaquitas. Los
amalecitas habitan en la región del Négueb: los hititas, los jebuseos y los amorreos
ocupan la región montañosa; y los cananeos viven junto al mar y a lo largo del
Jordán».
Caleb trató de animar al pueblo que estaba
junto a Moisés, diciéndole: «Subamos en seguida y conquistemos el país, porque
ciertamente podremos contra el». Pero los hombres que habían subido con él
replicaron: «No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros».
Y divulgaron entre los israelitas falsos rumores acerca del país que habían
explorado, diciendo: «La tierra que recorrimos y exploramos devora a sus
propios habitantes. Toda la gente que vimos allí es muy alta. Vimos a los
gigantes -los anaquitas son raza de gigantes-. Nosotros nos sentíamos como
langostas delante de ellos, y ésa es la impresión que debimos darles».
Entonces
la comunidad en pleno prorrumpió en fuertes gritos, y el pueblo lloró toda
aquella noche.
Luego
el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a
seguir protestando contra mí? Ya escuché las incesantes protestas de los
israelitas. Por eso, diles: "Juro por mi vida, palabra del Señor, que los
voy a tratar conforme a las palabras que ustedes han pronunciado. Por haber protestado
contra mí, sus cadáveres quedarán tendidos en el desierto: los cadáveres de
todos los registrados en el censo, de todos los que tienen más de veinte años.
Ni uno solo entrará en la tierra donde juré establecerlos, salvo Caleb hijo de
Iefuné y Josué hijo de Nun. A sus hijos, en cambio, a los que ustedes decían
que iban a ser llevados como botín, sí los haré entrar; ellos conocerán la
tierra que ustedes han despreciado. Pero los cadáveres de ustedes quedarán
tendidos en este desierto. Mientras tanto, sus hijos andarán vagando por el
desierto"».
Palabra
de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL 105, 6-7a. 13-14. 21-23
R.
¡Acuérdate de nosotros, Señor!
Hemos
pecado, igual que nuestros padres; somos culpables, hicimos el mal: nuestros
padres, cuando estaban en Egipto, no comprendieron tus
maravillas. R.
Muy
pronto se olvidaron de las obras del Señor, no tuvieron en cuenta su designio;
ardían de avidez en el desierto y tentaron a Dios en la soledad. R.
Olvidaron
a Dios, que los había salvado y había hecho prodigios en Egipto, maravillas en
la tierra de Cam y portentos junto al Mar Rojo. R.
El
Señor amenazó con destruirlos, pero Moisés, su elegido, se mantuvo firme en la
brecha para aplacar su enojo destructor. R.
EVANGELIO
Mujer; ¡qué grande es tu fe!
EVANGELIO
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO 15, 21-28
Jesús
partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer
cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David,
ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio». Pero
Él no le respondió nada.
Sus
discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue
con sus gritos».
Jesús
respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de
Israel». Pero la mujer fue a postrarse ante El y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los
cachorros».
Ella
respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la
mesa de sus dueños!»
Entonces
Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» y en ese
momento su hija quedó sana.
Palabra
del Señor.
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Reflexión
Núm.
13, 1-2. 25-14,1. 26-29. 34-35. Nos encaminamos hacia la Tierra Prometida;
hacia la Ciudad de sólidos cimientos. Dios es nuestra herencia. Aspiramos a
poseer los bienes eternos, que el Señor ha prometido dar a quienes le vivan
fieles. No podemos formarnos una idea falsa de Dios. Él jamás se convertirá en
un poderoso enemigo a la puerta; Él es nuestro Dios y Padre, cercano a nosotros,
amándonos hasta el extremo de entregar a su propio Hijo, con
tal de salvarnos. Por eso hemos de confiar siempre en el Señor a pesar de que
el sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro
y la espada traten de apartarnos del amor de Cristo. En el Señor nosotros
tenemos la victoria sobre el autor del pecado y de la muerte; por eso nuestro
enemigo ha sido vencido, y nosotros, junto con Cristo, también nos hemos
levantado victoriosos, gozando de una vida nueva. Sin embargo esto no nos libra
de estar continuamente sometidos a una diversidad de tentaciones; por eso no
hemos de confiar en nuestras propias fuerzas, pues nuestra naturaleza está
inclinada al pecado, y nuestra concupiscencia fácilmente puede arrastrarnos por
caminos de maldad. Hemos, más bien, confiar en el Señor y en la Fuerza de su
Espíritu, que Él ha derramado en nosotros. Si sabemos escuchar la voz del Señor
y le vivimos fieles lograremos salvar nuestras almas. Que Dios tome nuestra
vida en sus manos y nos lleve sanos y salvos a su Reino celestial.
Sal.
106 (105). Hemos de conservar la memoria. No podemos olvidarnos del amor que
nuestro Dios y Padre siempre nos ha tenido. Sin embargo sabemos que las
preocupaciones de la vida, el afán de poder y por las riquezas de este mundo,
nuestras malas inclinaciones y nuestros egoísmos muchas veces han jalonado
nuestra vida y la han llevado lejos del amor a Dios y del
amor
al prójimo. Humildemente postrados ante el Señor reconozcamos que somos
pecadores y pidamos perdón; pidamos perdón con la intención de no olvidar lo
misericordioso que ha sido el Señor para con nosotros. Pidamos perdón porque
queramos reiniciar nuestro camino en el bien, ayudados por la Gracia venida de
lo Alto. Dios nos ha amado de tal forma que nos envió a su propio Hijo, no para
condenarnos, sino para salvarnos, pues Él no es un enemigo a la puerta, sino
nuestro Dios y Padre, cariñoso y comprensivo para con nosotros, que somos sus
hijos. Aprovechemos, pues, este tiempo de Gracia, que el Señor nos concede a
cada uno de nosotros; no seamos hijos rebeldes, pues, de serlo, al final
nosotros mismos habríamos precipitado nuestra vida hacia la perdición y
alejamiento eternos de nuestro Dios y Padre.
Mt.
15, 21-28. La salvación es ofrecida en primer lugar a los hijos, al pueblo
elegido, al Pueblo de la Antigua Alianza. No importa que no pertenezcamos al
Pueblo de Israel. Dios tiene también compasión de nosotros, y hace que nos
levantemos de todo aquello que ha puesto en peligro nuestra salvación. Ya san
Pablo nos dice que siendo Cristo el árbol de olivo verdadero, nosotros,
cortados del olivo silvestre, hemos sido injertados en el Señor para alcanzar
en Él la salvación, que no está reservada a los Israelitas, sino que es
herencia del mundo entero. Sin embargo aquellos que se oponen tenazmente a la
fe y rechazan la salvación en Cristo Jesús, ¿serán dignos de recibir el Pan
reservado a los hijos?
Es
tarea de la Iglesia no cerrarse al amor que debe continuar teniendo siempre a
todas las personas, incluso a los más grandes pecadores, para hacer llegar a
ellos el Don de la Salvación que procede de Dios. No podemos dar lo que nos
sobra.
Cuando
realmente lo demos todo sin escatimar esfuerzos y sin reservas, entonces los
demás comprenderán el amor de Dios y podrán unir a Él su vida para convertirse,
también ellos, en testigos del amor y de la Vida que el Señor ha infundido en
nosotros.
El
Hijo de Dios, enviado por el Padre, ha salido al encuentro de una humanidad
amenazada de muerte a causa del pecado, pues nos hemos alejado de Él y, tal
vez, hemos renegado de nuestro peregrinar por este mundo. Sin embargo Dios
jamás ha dejado de amarnos. Él ha contemplado nuestra vida, muchas veces llena
de maldad, y nos ha seguido amando de tal forma que salió a nuestro encuentro
en su Hijo Jesús para redimirnos y hacernos hijos de Dios. Él nos amó hasta el
extremo derramando su sangre por nosotros, para que en adelante ya no vivamos
para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Este
Amor es el que hoy celebramos en este Memorial del Misterio Pascual de Cristo.
El
Señor no sólo quiere remediar nuestros males y perdonar nuestros pecados. Él
nos quiere como hijos suyos, sentados a su Mesa para participar de su Vida y de
su Espíritu. Él nos quiere levantar de todo aquello que nos oprime y destruye.
El Dios de la Vida quiere que esa Vida se haga realidad entre nosotros, para
que nos convirtamos en testigos de la misma en el mundo entero. Nosotros no podemos
beneficiarnos solos de los Dones del Señor.
El
Señor nos envía a llevar esta Buena Noticia de su amor a la humanidad entera.
No podemos creernos santos con una falsedad de criterios y actitudes. La
persona realmente santa tomará el mismo camino salvador de su Señor,
preocupándose por el bien de los demás. No cerremos los ojos ante nuestros
hermanos que viven esclavos del pecado. No tengamos miedo en hacerles llegar
también a ellos el Banquete de Salvación que el Señor nos confió, no sólo para
que lo anunciemos con nuestras palabras, sino para que lo entreguemos como
alimento que fortalezca las esperanzas de la humanidad. Jamás despreciemos a
los demás; por ningún motivo violemos sus derechos humanos; jamás los
humillemos. Tratemos de amar, y amar con el mismo amor y entrega con que
nosotros hemos sido amados por Dios. Esa es la Misión y el compromiso que
tenemos los que formamos la Iglesia. No nos convirtamos, por tanto, en un
fraude para la humanidad.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de ser ocasión de salvación para la humanidad
entera, para que todos vuelvan a Dios, y encaminen sus pasos hacia la posesión
de los bienes definitivos. Amén.
Homilía
católica.
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Santoral:San
Sixto II, San Cayetano, San Donato y San Miguel de la Mora
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