LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
MIERCOLES 04 DE JUNIO
DE 2014
VII MIERCOLES DE PASCUA
NUESTRA SEÑORA DE LA
LUZ
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 46, 2)
Pueblos
todos, aplaudan y aclamen a Dios con gritos de júbilo. Aleluya.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
misericordioso, concede benignamente a tu Iglesia que, congregada por el
Espíritu Santo, te sirva con todo su corazón y permanezca con sinceridad en
comunión fraterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Ahora
los dejo en manos de Dios, que puede hacerlos crecer y alcanzar la herencia
prometida.
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 20, 28-38
En
aquellos días, Pablo dijo a los presbíteros de la comunidad cristiana de Éfeso:
"Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó
pastores el Espíritu Santo, para apacentar a la Iglesia que Dios adquirió con
la sangre de su Hijo.
Yo
sé que después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos rapaces, que
no tendrán piedad del rebaño y sé que, de entre ustedes mismos, surgirán
hombres que predicarán doctrinas perversas y arrastrarán a los fieles detrás de
sí. Por eso estén alerta. Acuérdense que durante tres años, ni de día ni de
noche he dejado de aconsejar, con lágrimas en los ojos, a cada uno de ustedes.
Ahora
los encomiendo a Dios y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza para que
todos los consagrados a Dios crezcan en el espíritu y alcancen la herencia
prometida. Yo no he codiciado ni el oro ni la plata ni la ropa de nadie. Bien
saben que cuanto he necesitado para mí y para mis compañeros, lo he ganado con
mis manos. Siempre he mostrado que hay que trabajar así, para ayudar como se
debe a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: 'Hay más
felicidad en dar que en recibir' ".
Dicho
esto, se arrodilló para orar con todos ellos. Todos se pusieron a llorar y
abrazaban y besaban a Pablo, afligidos, sobre todo, porque les había dicho que
no lo volverían a ver. Y todos lo acompañaron hasta el barco.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 67
R/.
Reyes de la tierra, canten al Señor. Aleluya.
Señor,
despliega tu poder, reafirma lo que has hecho por nosotros, desde Jerusalén,
desde tu templo, a donde vienen los reyes con sus dones. R/.
Cántenle
al Señor, reyes de la tierra, denle gloria al Señor que recorre los cielos
seculares, y que dice con voz como de trueno: "Glorifiquen a Dios".
R/.
Sobre
Israel su majestad se extiende y su poder, sobre las nubes. Bendito sea nuestro
Dios. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Jn 17, 17) R/. Aleluya, aleluya.
Padre, que ellos sean
uno, como nosotros.
En
aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: "Padre santo, cuida
en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando
estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por
ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que
se cumpliera la Escritura.
Pero
ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi
gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo
los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido
que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos
en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así
los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que
también ellos sean santificados en la verdad".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, el sacrificio que tú mismo nos mandaste ofrecer, y, por estos sagrados
misterios, que celebramos en cumplimiento de nuestro servicio, dígnate llevar a
cabo en nosotros la santificación que proviene de tu redención. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio
de Pascua o de la Ascensión.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 15, 26-27)
Cuando
venga el Abogado que yo les enviaré, el Espíritu de la verdad que procede del
Padre, dará testimonio de mí, dice el Señor, y también ustedes darán
testimonio. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
la participación en este sacramento celestial, multiplique en nosotros tu
gracia, Señor, y, purificándonos con su poder, nos haga siempre más capaces de
seguir recibiendo tan admirable don. Por Jesucristo, nuestro Señor.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
SOBRE LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO:
“EL DON DE PIEDAD”
Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy
queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o
considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de
nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad.
Hay
que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien,
tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro
profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos
mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y
atormentados.
1.
Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición:
es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación
vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una
amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta
razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y
alabanza. Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro
culto y de nuestra adoración.
Cuando
el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por
nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y
la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso,
de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y
sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.
2.
Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios
y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este
amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que
seremos movidos por sentimientos de piedad – ¡no de pietismo! - hacia quien nos
está cerca y por aquellos que encontramos cada día. ¿Por qué digo no de pietismo?
porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de
estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es
el don de la piedad. En piamontés nosotros decimos: hacer la “mugna quacia”,
éste no es el don de piedad ¡eh!
De
verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien
llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está
en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está
necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecha entre el don de piedad y la
mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles.
Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con
apacibilidad.
Queridos
amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son
conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han
recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el
Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!”.
Pidamos
al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras
incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos
testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y
también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la
sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo
nos dé a todos nosotros este don de la piedad. Gracias.
Miércoles
04 de Junio de 2014.
Publicado
por: ACIPRENSA. Texto completo gracias a la traducción de Radio Vaticana.
REFLEXION
a.- Hch. 20, 28-38: Despedida de los
presbíteros de Efeso. En este
discurso, Pablo pide a los presbíteros, celo, humildad y renuncia al egoísmo. El deseo implícito de Pablo, es
traspasar su responsabilidad y
ejemplaridad de vida, en la fundación y gobierno de las comunidades a
los presbíteros de la Iglesia. Dios los
llamó, para apacentar el rebaño de su Hijo, que
adquirió con su muerte y resurrección. Es el Espíritu Santo, el
responsable de la elección de los
dirigentes de las comunidades (cfr. Hch. 13, 1). Si bien, la imagen del rebaño, es conocida en el AT, en el
Nuevo, es la comunidad cristiana, el nuevo
rebaño del Señor Jesús (cfr. Lc. 15,4; Jn. 10; 1 Pe. 2, 25). Luego, ese
título pasará a los apóstoles y más
tarde a los encargados por la comunidad local (cfr. Jn. 21, 15-17; 1 Cor. 9,7; 1 Pe. 5, 2-3). La Iglesia
les ha sido confiada por Cristo, no son
sus amos o dueños, Él la adquirió
con su propia sangre, esta es la razón de la
redención y origen de la comunidad eclesial. Pablo, advierte sobre la
culpa en los desvíos doctrinales que
puedan sufrir como comunidad, porque esos peligros provienen del exterior y del interior,
persecuciones y herejías. Su trabajo consistió
en predicar, se ganó el pan con la labor de sus manos, no fue gravoso
para nadie; fue humilde en el trato y en
la presentación de la doctrina en forma pública y en las casas. ÉL representa a la Iglesia apostólica
y legítima de Cristo, cosa que los
maestros gnósticos que se habían infiltrado, también en el judaísmo, no
pueden invocar. Los presbíteros deben ser como Pablo, un
soporte para la comunidad en lo
doctrinal y en lo pastoral para sus comunidades, evitando la dispersión
y la herejía (v. 28. 31). Si bien, los responsables son los dirigentes,
es Dios quien debe velar por ellos. ÉL
debe continuar la obra comenzada por ellos con la recepción de la palabra de
gracia divina que les ha confiado y el cuidado pastoral. La gracia es
la actualización de la obra de Dios realizada
en Cristo dentro de la comunidad eclesial, que edifica al creyente y a la
propia Iglesia. Santificados son los creyentes, familia de Dios, con derecho a la herencia prometida
desde antiguo (cfr. Dt. 33, 3-4).
Finalmente, Pablo nos comunica que conoce la palabra de Jesús mientras
estaba vivo, y no sólo la conocía sino
la seguía. Por primera vez Lucas, relaciona a Pablo con la predicación terrena de Jesús, es
decir, no sólo lo vio Resucitado, sino que
conoce su predicación: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (v.
35). Con una palabra, no suya, sino de
Jesús, Pablo se despide de la comunidad. Palabra que suena a bienaventuranza, que beatifica no
actitudes sino directamente a las
personas. Quien la pone en práctica, da generosamente, libre de todo
egoísmo, sólo por amor, vive la nueva
condición de hijos de Dios.
b.- Jn. 17, 6. 11-19: Padre, santifícalos
en la verdad.
Dentro de la oración sacerdotal de Jesús al
Padre, ÉL pide la protección del Padre,
para sus discípulos, y para los que creerán en ÉL en el futuro. La idea
es que los proteja, de todo aquello que
los pudiera hacer desistir de su fe y de la vida nueva de cristianos, no pide les retire el
sufrimiento y la muerte (v. 11). El Nombre de
Dios, significa su manifestación, el mismo Jesús, es ahora manifestación
del poder de ese Santo Nombre de Dios en
la tierra. Por esa manifestación del Nombre de
Dios, quiere que sus discípulos sean protegidos de no perder la fe; otra
manifestación del Nombre de Dios, es la del amor. El Nombre de Dios es amor,
lo que pide Jesús, es que se mantengan
en el amor mutuo, amor que hace partícipes
a los hombres, de la misma comunión que existe entre el Padre y el Hijo.
La unidad de la Iglesia, debe ser
manifestación de este amor trinitario. Durante el ejercicio de su ministerio, Jesús, los cuidó y protegió a
aquellos que el Padre le confió, excepto
el hijo de la perdición, o sea Judas, el que lo traicionó. En el evangelio de Juan, este hijo de la perdición, representa el mal
(cfr. Jn. 2, 3; 13, 18). Ahora, se
presenta el ministerio terreno de Jesús, y el que vivirán los apóstoles en el futuro, porque ÉL
vuelve al Padre, luego de su misterio pascual. Esta última parte, la vivirán en la tristeza, por la partida de
Jesús, pero asimismo en la alegría de saber
que ÉL, es el enviado del Padre que les ha comunicado la palabra de la
vida, es decir, el evangelio. Si bien,
Jesús vuelve al Padre, luego de su resurrección, los discípulos deberán permanecer en el mundo,
para dar frutos de santidad en favor del
testimonio de la fe recibida. El riesgo que tienen los discípulos, es
precisamente perder la fe, en medio de
un mundo, dominado por el demonio, de ahí que Jesús, insiste en su oración al
Padre: líbralos del mal. Ser
santificados en la verdad, equivale a
consagrar a los discípulos en la verdad, para que realicen la misión de evangelizar
a todo el mundo. Pero no lo podrán realizar, sino desde la palabra
que Jesús les ha comunicado. La
santificación, que Jesús quiere para sus
discípulos, es en la verdad, que Él les
enseñó con su palabras y obras. La santificación, en definitiva, de los discípulos comienza con el
misterio pascual de muerte y
resurrección de Jesucristo, entrega total, que hace de su existencia al
Padre, por la redención de la humanidad, cuyo resultado es la misión que
ahora ellos deben realizar de cara a la sociedad actual. Santa Teresa de Jesús, vive en la verdad del
amor de Dios y que Jesucristo selló en
su alma. “Quedome una verdad de
esta divina Verdad que se me representó, sin
saber cómo ni qué, esculpida, que me hace tener un nuevo acatamiento a
Dios, porque da noticia de su majestad y poder, de una manera que no se puede
decir. Sé entender que es una gran cosa.
Quedóme muy gran gana de no hablar sino
cosas muy verdaderas, que vayan adelante de lo que acá (6) se trata en
el mundo, y así comencé a tener pena de
vivir en él. Dejóme con gran ternura y regalo y
humildad. Paréceme que, sin entender cómo, me dio el Señor aquí mucho.
No me quedó ninguna sospecha de que era
ilusión. No vi nada, mas entendí el gran bien
que hay en no hacer caso de cosas que no sea para llegarnos más a Dios,
y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad.
Esto que entendí, es darme el Señor a entender que es la misma Verdad.” (V 40,3).
(Homiletica
org / Padre Julio González Carretti O.C.D )
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