LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
JUEVES 12 DE JUNIO DE
2014.
SEMANA 10. TIEMPO
ORDINARIO. A.
NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Hb 7, 24)
Cristo,
mediador de la nueva alianza, por el hecho de permanecer para siempre, posee un
sacerdocio perpetuo.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que para gloria tuya y salvación de todos los hombres constituiste
sumo y eterno sacerdote a tu Hijo, Jesucristo, concede a quienes Él ha elegido
como ministros suyos y administradores de los sacramentos y del Evangelio, la
gracia de ser fieles en el cumplimiento de su ministerio. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Con
una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.
DE LA CARTA A LOS
HEBREOS: 10, 12-23
Hermanos:
Cristo, ofreció un solo sacrificio por los pecadores y se sentó para siempre a
la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos
bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que
ha santificado.
Lo
mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un pasaje de la Escritura: La
alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos días, palabra del
Señor, es ésta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a
grabarla en sus corazones. Y prosigue después: Yo les perdonaré sus culpas y
olvidaré para siempre sus pecados. Ahora bien y cuando los pecados han sido
perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Hermanos,
en virtud de la sangre de Jesucristo, tenernos la seguridad de poder entrar en
el santuario, porque Él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo,
que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable
al frente de la casa de Dios.
Acerquémonos,
pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda
mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos
inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las
promesas es fiel a su palabra.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 39
R/.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Cuántas
maravillas has hecho, Señor y Dios mío, cuántos planes en favor nuestro. Nadie
se te puede comparar. R/.
En
tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley
en medio de mi corazón. R/.
He
anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo
sabes, Señor. R/.
No
callé tu justicia, antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio. Tu amor y tu
lealtad no los he ocultado a la gran asamblea. R/.
ACLAMACIÓN
(Is 42, 1) R/. Aleluya, aleluya.
Miren
a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las
naciones. R/.
Hagan esto en memoria
mía.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS: 22, 14-20
En
aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les
dijo: "Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de
padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga
cabal cumplimiento en el Reino de Dios". Luego tomó en sus manos una copa
de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo
entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid
hasta que venga el Reino de Dios".
Tomando
después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
"Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria
mía". Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo:
"Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
ustedes".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que
Jesucristo, nuestro Mediador, haga que te sean aceptables, Señor, nuestras
ofrendas y que su sacrificio redentor nos haga vivir cada día más unidos a Él,
para que toda nuestra vida sea grata a tus ojos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Ya
que, por la unción del Espíritu Santo, constituiste a tu Unigénito Pontífice de
la alianza nueva y eterna, y en tu designio salvífico has querido que su
sacerdocio único se perpetuara en la Iglesia.
En
efecto, Cristo no sólo confiere la dignidad del sacerdocio real a todo su
pueblo santo, sino que, con especial predilección, elige a algunos de entre los
hermanos, y mediante la imposición de las manos, los hace partícipes de su
ministerio de salvación, a fin de que renueven, en su nombre, el sacrificio
redentor, preparen para tus hijos el banquete pascual, fomenten la caridad en
tu pueblo santo, lo alimenten con la palabra, lo fortifiquen con los
sacramentos y, consagrando su vida a ti y a la salvación de sus hermanos, se
esfuercen por reproducir en sí mismos la imagen de Cristo y te den un constante
testimonio de fidelidad y de amor.
Por
eso, Señor, con todos los ángeles y santos, te alabamos, cantando llenos de
alegría: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Mt 28, 20)
Sepan
que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que hemos ofrecido en el sacrificio y
recibido en la comunión, sean para nosotros, Señor, el principio de una vida
nueva, a fin de que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan para
siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
HOMILÍA DEL PAPA
FRANCISCO
Jueves 12 de Junio de
2014
“JESÚS NOS ENSEÑA
TRES CRITERIOS PARA SUPERAR LOS CONFLICTOS ENTRE NOSOTROS: REALISMO, COHERENCIA
Y FILIACIÓN”
Jesús
nos enseña tres criterios para superar los conflictos entre nosotros: realismo,
coherencia y filiación. Lo ha subrayado el Papa Francisco en la misa de esta
mañana en la capilla de la Casa Santa Marta, centrada en el amor fraterno, que
Jesús enseñó a sus discípulos. ¿Cómo debe ser el amor entre nosotros, según
Jesús? El Papa Francisco ha desarrollado su homilía centrada en el pasaje del
Evangelio de hoy que narra el diálogo entre el Señor y sus discípulos sobre el
amor fraterno. Jesús, observó el Papa, nos dice que debemos amar al prójimo,
pero no como los fariseos que no eran coherentes y difuminaban tantas ideas -
porque eran ideólogos." Su actitud, observó el Papa, "no era
amor," era "indiferencia hacia el prójimo." Jesús, dijo el
obispo de Roma, "nos da tres criterios":
“En
primer lugar, un criterio de realismo: de sano realismo. Si usted tiene alguna
diferencia, alguna cosa contra otra persona y no lo puede arreglar, buscar una
solución, póngase de acuerdo, por lo menos; póngase de acuerdo con su
adversario mientras esté en camino. No va a ser una cosa ideal, pero el acuerdo
es ya una buena cosa. Es «realismo».
"El
esfuerzo de hacer un acuerdo", agregó Francisco, aunque hay quien lo
considera "una cosa demasiado vulgar". Para salvar muchas cosas, de
hecho, "hay que hacer un acuerdo. Y uno da un paso, el otro da otro paso
más y por lo menos hay una paz: una paz muy provisional, pero la paz del
acuerdo". Jesús, añadió el Papa, también dice esto, “la capacidad de hacer
acuerdos entre nosotros y superar la justicia de los fariseos, de los doctores
de la ley, de esta gente”. Hay "muchas situaciones humanas", añadió,
y "mientras estamos en camino, hacemos un acuerdo", "así
frenamos el odio, la lucha entre nosotros." Un segundo criterio que nos da
Jesús, dijo el Papa, "es el criterio de la verdad." Y aquí Francisco
advirtió que "hablar a las espaldas es matar, porque en la raíz está el
mismo odio", "lo mata" de "una manera diferente: con las
habladurías, con la calumnia y la difamación". Y Jesús nos advierte:
"Aquel que dice ‘estúpido’, está matando al hermano, ya que tiene una raíz
del odio":
"Y
hoy creemos que no asesinar al hermano sea no matarlo, pero no es así: no
matarlo es no insultarlo. El insulto viene de la misma raíz del crimen: es la
misma. El odio. Si no odias, y no matas a tu enemigo, ni a tu hermano, no lo
insultes tampoco. Pero buscar insultos es un hábito muy común entre nosotros.
Hay personas que para expresan su odio contra otra persona tienen la capacidad
de crear insultos, flores de insultos, ¡impresionante, tanto! Y eso duele.
Regañar. Insultar... No, seamos realistas. El criterio de realismo. El criterio
de coherencia. No matar, no insultar".
El
tercer criterio que nos da Jesús, dijo el Papa, "es un criterio de
filiación." "Si tú, si nosotros, no matamos al hermano -afirmó- es
porque con el hermano, tenemos el mismo Padre. Yo no puedo ir donde el Padre,
si no tengo paz con mi hermano ". "No hablen con el Padre si no están
en paz con su hermano - fue la exhortación del Papa - al menos con un
acuerdo":
"No
hablar con el Padre sin estar en paz con el hermano. Tres criterios: un
criterio de realismo; un criterio de coherencia, es decir, no matar, pero
tampoco insultar, porque quien insulta mata, asesina; y un criterio de
filiación: no se puede hablar con el Padre, sino no puedo hablar con mi
hermano. Y esto es superar la justicia, la de los escribas y la de los
fariseos. Este programa no es fácil, ¿no? Pero es el camino que Jesús nos
indica para seguir adelante. Pidámosle a Él la gracia de poder ir adelante en
paz entre nosotros, ya sea con acuerdos, pero siempre con coherencia y en un
espíritu de filiación".
Fuente:
Radio Vaticana.
REFLEXIÓN
La
decisión de Cristo de no beber el vino hasta que haya instituido el nuevo
banquete en la Iglesia corresponde curiosamente al voto de abstinencia del
nazireato judío. Este juramento, parecido al del Sal 132(131),3-5 y sobre todo,
a Nm 6,1-6 y Dt 18,1 , significaba entonces un compromiso irrevocable (Cristo
acepta deliberadamente su pasión), una consagración a la obra de Dios (Cristo
se consagra totalmente hasta la muerte) y, sobre todo, una actitud de espera
salvífica y de oración por la salvación del pueblo. Estas tres dimensiones se
encuentran en la actitud de Cristo en la Cena y dan a la copa una verdadera
significación sacrificial.
Afrontar
la muerte está presente en el itinerario personal de Jesús, así como en sus
enseñanzas. En efecto, su doctrina se resume en una sola ley: el amor fraterno
sin fronteras. Ahora bien: todo aquél que ama con un amor así encuentra a la
muerte sin cesar, y no puede superar este obstáculo, aun si está libre de
pecado, por su fidelidad a su condición terrena de criatura. Amar a todos los
hombres es aceptar vivir una vida que la muerte no puede perjudicar. Más
todavía, es una vida a la que da acceso la aceptación de la muerte en
obediencia a Dios. El camino de Cristo en este mundo es todo él un testimonio
de la doctrina que predica: Jesús ha sido obediente a su condición terrena de
criatura, hasta la muerte en cruz.
Autor:
Padre Juan Alarcón Cámara S.J
REFLEXION
Hb
10, 12-23; Lc 22, 14-20
Los
evangelios nunca presentan a Jesús como miembro de algún linaje sacerdotal. El
suyo no era un sacerdocio del linaje de Leví. Vivió su misión profética desde
su condición de laico y artesano de Nazaret. Sintió el llamado de Dios y
proclamó la inminencia del Reino con obras y palabras. Cuando la tozudez de las
autoridades judías se opuso radicalmente a su llamado, descubrió que debía entregar
no solo sus palabras sino su vida toda, para que Dios hiciera surgir con fuerza
el Reinado divino. A través de ese acto decisivo, ingresó al santuario,
traspasó la cortina y ensanchó el acceso de los hombres a Dios. Su obediencia
lo constituyó víctima perfecta, de manera que cuantos se apoyen en Él,
alcanzarán la respuesta favorable de parte de Dios.(www misal com
mx)
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
El
único sacerdocio de Cristo
1544
Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su
cumplimiento en Cristo Jesús, "único [...] mediador entre Dios y los
hombres" (1 Tm 2,5). Melquisedec, "sacerdote del Altísimo" (Gn
14,18), es considerado por la Tradición cristiana como una prefiguración del
sacerdocio de Cristo, único "Sumo Sacerdote según el orden de
Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20), "santo, inocente, inmaculado" (Hb
7,26), que, "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para
siempre a los santificados" (Hb 10,14), es decir, mediante el único
sacrificio de su Cruz.
1545
El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por
esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo
acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio
ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo:
Et ideo solus Christus est verus sacerdos, alii autem ministri eius ("Y
por eso sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros
suyos") (Santo Tomás de Aquino, Commentarium in epistolam ad Haebreos, c.
7, lect. 4).
Dos
modos de participar en el único sacerdocio de Cristo
1546
Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia "un Reino
de sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6; cf. Ap 5,9-10; 1 P 2,5.9).
Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen
su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su
vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los
sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son "consagrados
para ser [...] un sacerdocio santo" (LG 10)
1547
El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y
el sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial
y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; [...] ambos, en efecto,
participan (LG 10), cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo"
(LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza
en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad,
vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del
sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los
cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y
de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento
propio, el sacramento del Orden.
In
persona Christi Capitis...
1548
En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está
presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo
Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia
expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in
persona Christi Capitis (cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6):
«Es
al mismo Cristo Jesús, Sacerdote, a cuya sagrada persona representa el
ministro. Este, ciertamente, gracias a la consagración sacerdotal recibida se
asimila al Sumo Sacerdote y goza de la facultad de actuar por el poder de
Cristo mismo (a quien representa) » (Pío XII, enc. Mediator Dei)
«Christus
est fons totius sacerdotii: nam sacerdos legalis erat figura Ipsius, sacerdos
autem novae legis in persona Ipsius operatur» (Cristo es la fuente de todo
sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley era figura de Él, y el
sacerdote de la nueva ley actúa en representación suya) (Santo Tomás de Aquino,
Summa theologiae 3, q. 22, a. 4).
1549
Por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los
presbíteros, la presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible
en medio de la comunidad de los creyentes (LG 21). Según la bella expresión de
San Ignacio de Antioquía, el obispo es typos tou Patrós, es imagen viva de Dios
Padre (Epistula ad Trallianos 3,1; Id. Epistula ad Magnesios 6,1).
1550
Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste
estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores,
es decir, del pecado. No todos los actos del ministro son garantizados de la
misma manera por la fuerza del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos
esta garantía es dada de modo que ni siquiera el pecado del ministro puede
impedir el fruto de la gracia, existen muchos otros actos en que la condición
humana del ministro deja huellas que no son siempre el signo de la fidelidad al
evangelio y que pueden daña, por consiguiente, a la fecundidad apostólica de la
Iglesia.
1551
Este sacerdocio es ministerial. "Esta Función [...], que el Señor confió a
los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio" (LG 24). Está
enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente de Cristo y
de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y de la
comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica "un poder
sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad
debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el
último y el servidor de todos (cf. Mc 10,43-45; 1 P 5,3). "El Señor dijo
claramente que la atención prestada a su rebaño era prueba de amor a Él"
(San Juan Crisóstomo, De sacerdotio 2,4; cf. Jn 21,15-17).
“In
nomine totius Ecclesiae”
1552
El sacerdocio ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo
–Cabeza de la Iglesia– ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre
de toda la Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia (cf SC 33) y
sobre todo cuando ofrece el Sacrificio Eucarístico (cf LG 10).
1553
"En nombre de toda la Iglesia", expresión que no quiere decir que los
sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración y la ofrenda de la
Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Se
trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. Es toda la Iglesia,
cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, per Ipsum et cum Ipso et in Ipso, en
la unidad del Espíritu Santo, a Dios Padre. Todo el cuerpo, caput et membra,
ora y se ofrece, y por eso quienes, en este cuerpo, son específicamente sus
ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino también de la
Iglesia. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque
representa a Cristo.
III.
Los tres grados del sacramento del Orden
1554
"El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en
diversos órdenes por aquellos que ya desde antiguo reciben los nombres de
obispos, presbíteros y diáconos" (LG 28). La doctrina católica, expresada
en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconoce
que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo:
el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a
servirles. Por eso, el término sacerdos designa, en el uso actual, a los
obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina
católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y
presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un
acto sacramental llamado "ordenación", es decir, por el sacramento
del Orden:
«Que
todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que
es imagen del Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la
asamblea de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia (San Ignacio
de Antioquía, Epistula ad Trallianos 3,1)
La
ordenación episcopal, plenitud del sacramento del Orden
1555
"Según la tradición, entre los diversos ministerios que se ejercen en la
Iglesia, desde los primeros tiempos ocupa el primer lugar el ministerio de los
obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son
los transmisores de la semilla apostólica" (LG 20).
1556
"Para realizar estas funciones tan sublimes, los Apóstoles se vieron
enriquecidos por Cristo con la venida especial del Espíritu Santo que descendió
sobre ellos. Ellos mismos comunicaron a sus colaboradores, mediante la
imposición de las manos, el don espiritual que se ha transmitido hasta nosotros
en la consagración de los obispos" (LG 21).
1557
El Concilio Vaticano II enseña que por la «consagración episcopal se recibe la
plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia
de la Iglesia como en los Santos Padres, "sumo sacerdocio" o
"cumbre del ministerio sagrado"» (LG 21).
1558
"La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar,
también las funciones de enseñar y gobernar [...] En efecto, por la imposición
de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del
Espíritu Santo y se queda marcado con el carácter sagrado. En consecuencia, los
obispos, de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo,
Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (in eius persona
agant)" (LG 21). "El Espíritu Santo que han recibido ha hecho de los
obispos los verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y
pastores" (CD 2).
1559
"Uno queda constituido miembro del Colegio episcopal en virtud de la
consagración episcopal y por la comunión jerárquica con la Cabeza y con los
miembros del Colegio" (LG 22). El carácter y la naturaleza colegial del
orden episcopal se manifiestan, entre otras cosas, en la antigua práctica de la
Iglesia que quiere que para la consagración de un nuevo obispo participen
varios obispos (cf LG 22). Para la ordenación legítima de un obispo se requiere
hoy una intervención especial del Obispo de Roma por razón de su cualidad de
vínculo supremo visible de la comunión de las Iglesias particulares en la
Iglesia una y de garante de libertad de la misma.
1560
Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia
particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente
con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias:
"Aunque cada obispo es pastor sagrado sólo de la grey que le ha sido
confiada, sin embargo, en cuanto legítimo sucesor de los Apóstoles por
institución divina y por el mandato de la función apostólica, se hace
corresponsable de toda la Iglesia, junto con los demás obispos" (Pío XII,
Enc. Fidei donum, 11; cf LG 23; CD 4,36-37; AG 5.6.38).
1561
Todo lo que se ha dicho explica por qué la Eucaristía celebrada por el obispo
tiene una significación muy especial como expresión de la Iglesia reunida en
torno al altar bajo la presidencia de quien representa visiblemente a Cristo,
Buen Pastor y Cabeza de su Iglesia (cf SC 41; LG 26).
La
ordenación de los presbíteros, cooperadores de los obispos
1562
"Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, hizo a los obispos
partícipes de su misma consagración y misión por medio de los Apóstoles, de los
cuales son sucesores. Estos han confiado legítimamente la función de su
ministerio en diversos grados a diversos sujetos en la Iglesia" (LG 28).
"La función ministerial de los obispos, en grado subordinado, fue
encomendada a los presbíteros para que, constituidos en el orden del
presbiterado, fueran los colaboradores del orden episcopal para realizar
adecuadamente la misión apostólica confiada por Cristo" (PO 2).
1563
"El ministerio de los presbíteros, por estar unido al orden episcopal,
participa de la autoridad con la que el propio Cristo construye, santifica y
gobierna su Cuerpo. Por eso el sacerdocio de los presbíteros supone ciertamente
los sacramentos de la iniciación cristiana. Se confiere, sin embargo, por aquel
sacramento peculiar que, mediante la unción del Espíritu Santo, marca a los
sacerdotes con un carácter especial, y así quedan configurados con Cristo
Sacerdote, de tal manera que puedan actuar como representantes de Cristo
Cabeza" (PO 2).
1564
"Los presbíteros, aunque no tengan la plenitud del sacerdocio y dependan
de los obispos en el ejercicio de sus poderes, sin embargo están unidos a éstos
en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, quedan
consagrados como verdaderos sacerdotes de la Nueva Alianza, a imagen de Cristo,
sumo y eterno Sacerdote (Hb 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para anunciar el Evangelio
a los fieles, para apacentarlos y para celebrar el culto divino" (LG 28).
1565
En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la
universalidad de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles. El don
espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión
limitada y restringida, «sino para una misión amplísima y universal de
salvación "hasta los extremos del mundo"(Hch 1,8)» (PO 10),
"dispuestos a predicar el evangelio por todas partes" (OT 20).
1566
"Su verdadera función sagrada la ejercen sobre todo en el culto
eucarístico o sinaxis. En ella, actuando en la persona de Cristo y proclamando
su misterio, unen la ofrenda de los fieles al sacrificio de su Cabeza;
actualizan y aplican en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor, el
único Sacrificio de la Nueva Alianza: el de Cristo, que se ofrece al Padre de
una vez para siempre como hostia inmaculada" (LG 28). De este sacrificio
único, saca su fuerza todo su ministerio sacerdotal (PO 2).
1567
"Los presbíteros, como colaboradores diligentes de los obispos y ayuda e
instrumento suyos, llamados para servir al Pueblo de Dios, forman con su obispo
un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. En cada una de las
comunidades locales de fieles hacen presente de alguna manera a su obispo, al
que están unidos con confianza y magnanimidad; participan en sus funciones y
preocupaciones y las llevan a la práctica cada día" (LG 28). Los
presbíteros sólo pueden ejercer su ministerio en dependencia del obispo y en
comunión con él. La promesa de obediencia que hacen al obispo en el momento de
la ordenación y el beso de paz del obispo al fin de la liturgia de la
ordenación significa que el obispo los considera como sus colaboradores, sus
hijos, sus hermanos y sus amigos y que a su vez ellos le deben amor y
obediencia.
1568
"Los presbíteros, instituidos por la ordenación en el orden del presbiterado,
están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad del sacramento. Forman un
único presbiterio especialmente en la diócesis a cuyo servicio se dedican bajo
la dirección de su obispo" (PO 8). La unidad del presbiterio encuentra una
expresión litúrgica en la costumbre de que los presbíteros impongan a su vez
las manos, después del obispo, durante el rito de la ordenación.
Santos
Mayolo de Cluny, abad: Beata Florida Cevoli,
religiosa.
Fiesta (Blanco)
No hay comentarios:
Publicar un comentario