sábado, 14 de junio de 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 15 DE JUNIO DE 2014
TIEMPO ORDINARIO. A. SEMANA 11
LA SANTISIMA TRINIDAD, Solemnidad
ANTÍFONA DE ENTRADA
Bendito sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia con nosotros

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu santificador, revelaste a todos los hombres tu misterio admirable, concédenos que, profesando la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad omnipotente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente.

DEL LIBRO DEL ÉXODO: 34, 4-6. 8-9

En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, llevando en la mano las dos tablas de piedra, como le había mandado el Señor. El Señor descendió en una nube y se le hizo presente.
Moisés pronunció entonces el nombre del Señor, y el Señor, pasando delante de él, proclamó: "Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel".
Al instante, Moisés se postró en tierra y lo adoró, diciendo: "Si de veras he hallado gracia a tus ojos, dígnate venir ahora con nosotros, aunque este pueblo sea de cabeza dura; perdona nuestras iniquidades y pecados, y tómanos como cosa tuya".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Daniel 3
R/. Bendito seas para siempre, Señor.

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso. R/.

Bendito seas en el templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino. R/.

Bendito eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un trono rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo. R/.



Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.

DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS: 13, 11-13

Hermanos: Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente, vivan en paz y armonía. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense los unos a los otros con el saludo de paz. Los saludan todos los fieles. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Cfr. Ap 1, 8)
R/. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá. R/.



Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salvara por él.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 3, 16-18

"Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos unidos en la fe y en la esperanza. Después de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Por la Iglesia, por todos los que queremos vivir siguiendo el camino del amor de Dios. Oremos.
Por los monasterios de vida contemplativa, por los monjes y monjas que dan en nuestro mundo testimonio de fe y de oración. Oremos.
Por los gobernantes de las naciones. Oremos.
Por los padres de familia, primeros responsables del bienestar físico y moral de quienes están a su cuidado. Oremos.
Por los pobres y los enfermos, por todos aquellos que viven marcados por el dolor y la debilidad. Oremos.
Por nosotros, por los que cada domingo nos reunimos en esta iglesia para compartir la mesa de Jesucristo. Oremos.
Escucha, Padre, nuestra oración, y danos tu Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor, estos dones que te presentamos y transfórmanos por ellos en una continua oblación a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO 
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Que con tu Hijo único y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, eso mismo lo afirmamos de tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos a tres personas distintas, en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad. A quien alaban los ángeles y los arcángeles, y todos los coros celestiales, que no cesan de aclamarte con una sola voz: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ga 4, 6)

Porque ustedes son hijos de Dios, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abbá, Padre.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que la recepción de este sacramento y nuestra profesión de fe en la Trinidad santa y eterna, y en su Unidad indivisible, nos aprovechen, Señor, Dios nuestro, para la salvación de cuerpo y alma. Por Jesucristo, nuestro Señor.




“EN LA TRINIDAD RECONOCEMOS TAMBIÉN EL MODELO DE LA IGLESIA, EN LA QUE ESTAMOS LLAMADOS A AMARNOS COMO JESÚS NOS HA AMADO”
HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EL DOMINGO 15/6/2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, que presenta a nuestra contemplación y adoración la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: una vida de comunión y de amor perfecto, origen y meta de todo el universo y de toda criatura ¡Dios! En la Trinidad reconocemos también el modelo de la Iglesia, en la que estamos llamados a amarnos como Jesús nos ha amado. Y el amor es señal concreta que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y el amor es el distintivo del cristiano, como nos ha dicho Jesús: "En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,35). Es una contradicción pensar en cristianos que se odian ¡Es una contradicción! Y esto es lo que busca siempre el diablo: hacer que nos odiemos, porque él siembra la cizaña del odio; él no conoce el amor: ¡el amor está en Dios!

Todos estamos llamados a testimoniar y a anunciar el mensaje que “Dios es amor”, que Dios no es lejano o insensible a nuestras vicisitudes humanas. Él nos es cercano, está siempre a nuestro lado, camina con nosotros para compartir nuestras alegrías y nuestros dolores, nuestras esperanzas y nuestras fatigas. Nos ama tanto y de tal manera que se ha hecho Hombre, ha venido al mundo no para juzgarlo sino para que el mundo se salve por medio de Jesús (cfr Jn 3,16-17). Y éste es el amor de Dios en Jesús. Este amor que es tan difícil de entender, pero que sentimos cuando nos acercamos a Jesús. Y Él nos perdona siempre; Él nos espera siempre, ¡Él nos ama tanto! Y el amor de Jesús que sentimos ¡es el amor de Dios!

El Espíritu Santo, don de Jesús Resucitado, nos comunica la vida divina y de este modo nos hace entrar en el dinamismo de la Trinidad, que es un dinamismo de amor, de comunión, de servicio recíproco, de compartir. Una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia en la que se ama y se ayudan unos a otros es un reflejo de la Trinidad. Una parroquia en la que se quiere y se comparten los bienes espirituales y materiales es un reflejo de la Trinidad.

El amor verdadero es sin límites, pero sabe limitarse, para ir al encuentro del otro, para respetar la libertad del otro. Todos los domingos vamos a Misa, celebramos juntos la Eucaristía, y la Eucaristía es como la “zarza ardiente” en la que humildemente vive y se comunica la Trinidad; por esto la Iglesia ha colocado la fiesta del Corpus Christi luego de aquella de la Trinidad. El próximo jueves, según la tradición romana, celebraremos la Santa Misa en San Juan de Letrán y luego haremos la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a los romanos y a los peregrinos a participar para expresar nuestro deseo de ser un pueblo “reunido en la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (San Cipriano). Los espero a todos el próximo jueves a las 19.00 para la Misa y la procesión del Corpus Christi.

Que la Virgen María, criatura perfecta de la Trinidad, nos ayude a hacer de toda nuestra vida, en los pequeños gestos y en las elecciones más importantes, un himno de alabanza a Dios, que es Amor.

Fuente: Radio Vaticana.



REFLEXIÓN
a.- Ex. 34, 4-6. 8-9: Señor, Dios compasivo y misericordioso.      
La primera lectura es la conclusión de la primera alianza, entre Yahvé y su  pueblo Israel. Hay que tener en cuenta los capítulos 19, llegada al Sinaí y el  24, ratificación de la alianza sinaítica, sin olvidar el 33, sobre el alejamiento y  cercanía de Dios, por la rebeldía del pueblo y orden de partida a la tierra  prometida. ¿Cómo Israel, puede seguir siendo el pueblo de Dios, lejos del  Sinaí, con una actitud que pone en duda su fe, alejada por su infidelidad, de la  observancia de la ley? De su respuesta depende el renacer de la alianza, sin  que sean obstáculo el lugar, las tablas de la ley destruidas y la situación del  pueblo. Dios no vive sólo en el Sinaí, las tablas pueden ser escritas  nuevamente, el verdadero lugar de la alianza es la misericordia de Yahvé, que  se manifiesta en el hombre que lo busca y le presenta su situación concreta.  Dios, permaneciendo en su misterio inaccesible, y el pueblo rebelde, a pesar  de todo se acerca, en cualquier momento y situación, por medio de hombres  carismáticos, profetas y jueces. Moisés,  sube al monte representa a todos los  futuros mediadores. Como Dios no puede ser visto por ninguno, pasa cerca de  Moisés, revelando sus atributos de compasión, misericordia, clemencia y  lealtad, como Aquel que perdona el pecado y exige justicia. Estos atributos  divinos, son la impronta de su ser y de su presencia, señales presentes en el  cotidiano de la vida del creyente y de la historia de la humanidad. El hombre  deberá reconocer que no siempre pone por obra la alianza: amar a Dios y al  prójimo. Esto no impide que sienta  la atracción de cumplirla en la medida de  sus fuerzas y capacidades, volver a la alianza para renovarla impulsado por el  amor de Dios. La alianza se ha constituido en el espacio donde Dios y el  hombre dialogan y se aman en recia fidelidad de parte de Dios y creciente  amor correspondido de parte del hombre.   

b.- 2Cor. 13, 11-13: Saludo en nombre de Dios Uno y Trino.
El apóstol Pablo, se despide de sus amados hijos de Corintio con una  exhortación a vivir la vida cristiana con una meta la santidad, recorriendo todo  el camino bajo la amorosa mirada de Dios Trinidad. Toda una exhortación a  vivir la santidad como estado de perfección. Lo primero que invita a cultivar es  la alegría, signo de los tiempos mesiánicos, con carácter eminentemente  social, es decir, la comunión entre los miembros del Cuerpo de Cristo.  Compartir con el hermano y el congraciarse con él, serán parte del patrimonio  cristiano (cfr. 1Cor.12, 26), considerándose al mismo tiempo, como el mismo  Pablo, colaborador del gozo de sus hermanos, porque permanecen firmes en la  fe (cfr. 2Cor. 1, 24). Todos podemos colaborar en el hacer de nuestras  asambleas litúrgicas, una verdadera comunidad eclesial, animada por el amor  y la paz de Dios.    

c.- Jn. 3, 16-18: Dios envió a su Hijo al mundo para que se salve por Él.
El evangelio, nos presenta estos breves, pero densos versículos, donde Jesús  va revelando su propio misterio desde su Padre Dios en su diálogo con  Nicodemo. En los versículos anteriores a lo que leemos hoy  nos ha dicho que  nadie ha subido al cielo, sino el que bajó de él, por lo tanto es el revelador de  Dios, porque antes que ÉL nadie ha subido al cielo: patriarcas y profetas,  incluido Moisés, recibieron de Dios parte de la revelación; sólo Jesús, el Hijo  del Hombre, ha estado en el cielo, en el seno de Dios, ha contemplado su  rostro (Jn.1,18). Hay una clara alusión a la elevación en la Cruz y a la  Ascensión de Jesús a los cielos. Esta única ascensión tiene como razón, que  sólo Jesús ha bajado del cielo. Él no sólo escuchó a Dios, sino que es su única  Palabra, es más, es la Palabra, ha visto a Dios, tiene una experiencia única. El  evangelista en el fondo quiere decir, que Jesús es la máxima experiencia de  Dios, la palabra de Dios, la revelación, más que visiones y audiciones, apunta a  la revelación que comunica Jesús con su palabra y obras. Este es el Hijo del  Hombre del que nos habló Daniel (7,13-14), el Dios ha constituido Señor de la  historia. Pero aquí viene lo paradojal: ese Señor lleno de poder y gloria, debe  pasar por la humillación de la Cruz, realidad que la Ley consideraba una  maldición de Dios (cfr. Dt. 21,22). He aquí la máxima expresión del amor de  Dios al hombre: entrega al Hijo a la muerte. Ese Hijo es Jesús, sólo es el  enviado del Padre, es además su Hijo. Todo lo cual se había anunciado en el  pasado: la serpiente levantada en el desierto, anunciaba al Mesías alzado en la  Cruz del Calvario (cfr. Nm. 21, 4-9), y más atrás en el tiempo, cuando Dios  pidió la vida de Isaac a Abraham, se anunciaba la pérdida del propio Hijo  entregado a la muerte. Comprender esto un judío fariseo como Nicodemo,  exige un cambio de mentalidad, una nueva fe, un nuevo nacimiento. Dios ha  enviado al Hijo, para salvar al mundo, todo obra de la Trinidad: el Espíritu es  del que se debe nacer, Jesús nos prepara recibir su Espíritu, el Padre, fuente  de todo, envía a su Hijo al mundo, Luz del mundo, pero que el hombre, si  prefiere las obras de las tinieblas, puede rechazar ese luz porque no rompe su  relación con ellas. El que se deja traspasar por la luz de Jesucristo, vivirá este  nuevo nacimiento por el bautismo y la salvación será la fuente de su nuevo  obrar. Porque cree en Jesús, el enviado del Padre, ya posee la vida eterna, no  conocerá el juicio, porque sus obras son según Dios. Gloria y honor a la  Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.  Amén. Es San Juan de la Cruz, quien no describe esa misma vida de amor y gozo que  vive la Santísima Trinidad. La comenzamos a vivir en lo interior, si somos  conscientes de nuestra condición bautismal, es decir, saber que somos  auténticos hijos de Dios y como tales debemos vivir. “En ti solo me he  agradado, ¡Oh vida de vida mía!.Eres lumbre de mi lumbre, eres mi sabiduría,  figura de mi sustancia, en quien bien me complacía. Al que a ti te amare, Hijo,  a mí mismo le daría, y el amor que yo en ti tengo ese mismo en él pondría, en razón de haber amado a quien yo tanto quería” (Romance sobre el evangelio In principio erat Verbum acerca de la Santísima Trinidad)

(Homiletica org / Padre Julio González Carretti)

REFLEXIÓN: EL DIOS MISERICORDIOSO
Ex 34, 4-6. 8-9; 2 Co 13, 11-13; Jn 3, 16-18
La autorevelación de Dios que nos participa este hermoso fragmento del libro del Éxodo es decisiva para comprender la naturaleza más íntima de Dios. Los adjetivos relativos a su compasión son tan notorios que bastan para afirmar que su misericordia es incalculable y que justamente, eso es lo que nos anima a acercarnos confiadamente a Él. La Carta a los corintios certeramente afirma que la fe y la esperanza cesarán al momento que vivamos el encuentro definitivo con Dios-amor. Entonces comprenderemos la grandeza de su amor. Mientras tanto, hemos apreciado la abundancia de su amor al apreciar la entrega amorosa de su Hijo Jesús. La paternidad y la filiación son experiencias que comprendemos y nos ayudan a descifrar la amorosa y recíproca entrega que el viven el Padre y el Hijo.


Santos

 Vito, Modesto y Crescencia de Nápoles, mártires. Beato Luis María Palazzolo, fundador. Solemnidad (Blanco)


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