LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
DOMINGO 15 DE JUNIO
DE 2014
TIEMPO ORDINARIO. A.
SEMANA 11
LA SANTISIMA
TRINIDAD, Solemnidad
ANTÍFONA
DE ENTRADA
Bendito
sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia con
nosotros
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu santificador,
revelaste a todos los hombres tu misterio admirable, concédenos que, profesando
la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la
Unidad de su majestad omnipotente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Yo
soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente.
DEL LIBRO DEL ÉXODO:
34, 4-6. 8-9
En
aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, llevando en la mano
las dos tablas de piedra, como le había mandado el Señor. El Señor descendió en
una nube y se le hizo presente.
Moisés
pronunció entonces el nombre del Señor, y el Señor, pasando delante de él,
proclamó: "Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente,
misericordioso y fiel".
Al
instante, Moisés se postró en tierra y lo adoró, diciendo: "Si de veras he
hallado gracia a tus ojos, dígnate venir ahora con nosotros, aunque este pueblo
sea de cabeza dura; perdona nuestras iniquidades y pecados, y tómanos como cosa
tuya".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Daniel 3
R/.
Bendito seas para siempre, Señor.
Bendito
seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso.
R/.
Bendito
seas en el templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino. R/.
Bendito
eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un trono
rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo. R/.
Que la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo
estén siempre con ustedes.
DE LA SEGUNDA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS: 13, 11-13
Hermanos:
Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente, vivan en paz y armonía.
Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense los unos a los
otros con el saludo de paz. Los saludan todos los fieles. La gracia de nuestro
Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén
siempre con ustedes.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Ap 1, 8)
R/.
Aleluya, aleluya.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá.
R/.
Dios envió a su Hijo
al mundo para que el mundo se salvara por él.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 3, 16-18
"Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en
Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para
condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él
no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído
en el Hijo único de Dios". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Oremos
unidos en la fe y en la esperanza. Después de cada petición diremos:
Escúchanos, Padre.
Por
la Iglesia, por todos los que queremos vivir siguiendo el camino del amor de
Dios. Oremos.
Por
los monasterios de vida contemplativa, por los monjes y monjas que dan en
nuestro mundo testimonio de fe y de oración. Oremos.
Por
los gobernantes de las naciones. Oremos.
Por
los padres de familia, primeros responsables del bienestar físico y moral de
quienes están a su cuidado. Oremos.
Por
los pobres y los enfermos, por todos aquellos que viven marcados por el dolor y
la debilidad. Oremos.
Por
nosotros, por los que cada domingo nos reunimos en esta iglesia para compartir
la mesa de Jesucristo. Oremos.
Escucha,
Padre, nuestra oración, y danos tu Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Por
la invocación de tu nombre, santifica, Señor, estos dones que te presentamos y
transfórmanos por ellos en una continua oblación a ti. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Que con tu
Hijo único y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor, no en la
singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Y
lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, eso mismo lo afirmamos de
tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que
al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos a tres
personas distintas, en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad. A
quien alaban los ángeles y los arcángeles, y todos los coros celestiales, que
no cesan de aclamarte con una sola voz: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Ga 4, 6)
Porque
ustedes son hijos de Dios, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su
Hijo, que clama: Abbá, Padre.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
la recepción de este sacramento y nuestra profesión de fe en la Trinidad santa
y eterna, y en su Unidad indivisible, nos aprovechen, Señor, Dios nuestro, para
la salvación de cuerpo y alma. Por Jesucristo, nuestro Señor.
“EN LA TRINIDAD
RECONOCEMOS TAMBIÉN EL MODELO DE LA IGLESIA, EN LA QUE ESTAMOS LLAMADOS A
AMARNOS COMO JESÚS NOS HA AMADO”
HOMILIA DEL PAPA
FRANCISCO EL DOMINGO 15/6/2014
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, que presenta a nuestra
contemplación y adoración la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo: una vida de comunión y de amor perfecto, origen y meta de todo el
universo y de toda criatura ¡Dios! En la Trinidad reconocemos también el modelo
de la Iglesia, en la que estamos llamados a amarnos como Jesús nos ha amado. Y
el amor es señal concreta que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Y el amor es el distintivo del cristiano, como nos ha dicho Jesús:
"En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que
se tengan los unos a los otros" (Jn 13,35). Es una contradicción pensar en
cristianos que se odian ¡Es una contradicción! Y esto es lo que busca siempre el
diablo: hacer que nos odiemos, porque él siembra la cizaña del odio; él no
conoce el amor: ¡el amor está en Dios!
Todos
estamos llamados a testimoniar y a anunciar el mensaje que “Dios es amor”, que
Dios no es lejano o insensible a nuestras vicisitudes humanas. Él nos es
cercano, está siempre a nuestro lado, camina con nosotros para compartir
nuestras alegrías y nuestros dolores, nuestras esperanzas y nuestras fatigas.
Nos ama tanto y de tal manera que se ha hecho Hombre, ha venido al mundo no
para juzgarlo sino para que el mundo se salve por medio de Jesús (cfr Jn
3,16-17). Y éste es el amor de Dios en Jesús. Este amor que es tan difícil de
entender, pero que sentimos cuando nos acercamos a Jesús. Y Él nos perdona
siempre; Él nos espera siempre, ¡Él nos ama tanto! Y el amor de Jesús que
sentimos ¡es el amor de Dios!
El
Espíritu Santo, don de Jesús Resucitado, nos comunica la vida divina y de este
modo nos hace entrar en el dinamismo de la Trinidad, que es un dinamismo de
amor, de comunión, de servicio recíproco, de compartir. Una persona que ama a
los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia
en la que se ama y se ayudan unos a otros es un reflejo de la Trinidad. Una
parroquia en la que se quiere y se comparten los bienes espirituales y
materiales es un reflejo de la Trinidad.
El
amor verdadero es sin límites, pero sabe limitarse, para ir al encuentro del
otro, para respetar la libertad del otro. Todos los domingos vamos a Misa,
celebramos juntos la Eucaristía, y la Eucaristía es como la “zarza ardiente” en
la que humildemente vive y se comunica la Trinidad; por esto la Iglesia ha
colocado la fiesta del Corpus Christi luego de aquella de la Trinidad. El
próximo jueves, según la tradición romana, celebraremos la Santa Misa en San
Juan de Letrán y luego haremos la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito
a los romanos y a los peregrinos a participar para expresar nuestro deseo de
ser un pueblo “reunido en la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
(San Cipriano). Los espero a todos el próximo jueves a las 19.00 para la Misa y
la procesión del Corpus Christi.
Que
la Virgen María, criatura perfecta de la Trinidad, nos ayude a hacer de toda
nuestra vida, en los pequeños gestos y en las elecciones más importantes, un
himno de alabanza a Dios, que es Amor.
Fuente:
Radio Vaticana.
REFLEXIÓN
a.- Ex. 34, 4-6. 8-9:
Señor, Dios compasivo y misericordioso.
La
primera lectura es la conclusión de la primera alianza, entre Yahvé y su pueblo Israel. Hay que tener en cuenta los
capítulos 19, llegada al Sinaí y el 24,
ratificación de la alianza sinaítica, sin olvidar el 33, sobre el alejamiento
y cercanía de Dios, por la rebeldía del
pueblo y orden de partida a la tierra
prometida. ¿Cómo Israel, puede seguir siendo el pueblo de Dios, lejos del Sinaí, con una actitud que pone en duda su
fe, alejada por su infidelidad, de la
observancia de la ley? De su respuesta depende el renacer de la alianza,
sin que sean obstáculo el lugar, las
tablas de la ley destruidas y la situación del
pueblo. Dios no vive sólo en el Sinaí, las tablas pueden ser
escritas nuevamente, el verdadero lugar
de la alianza es la misericordia de Yahvé, que
se manifiesta en el hombre que lo busca y le presenta su situación
concreta. Dios, permaneciendo en su
misterio inaccesible, y el pueblo rebelde, a pesar de todo se acerca, en cualquier momento y
situación, por medio de hombres
carismáticos, profetas y jueces. Moisés,
sube al monte representa a todos los
futuros mediadores. Como Dios no puede ser visto por ninguno, pasa cerca
de Moisés, revelando sus atributos de
compasión, misericordia, clemencia y
lealtad, como Aquel que perdona el pecado y exige justicia. Estos
atributos divinos, son la impronta de su
ser y de su presencia, señales presentes en el
cotidiano de la vida del creyente y de la historia de la humanidad. El
hombre deberá reconocer que no siempre
pone por obra la alianza: amar a Dios y al
prójimo. Esto no impide que sienta
la atracción de cumplirla en la medida de sus fuerzas y capacidades, volver a la
alianza para renovarla impulsado por el
amor de Dios. La alianza se ha constituido en el espacio donde Dios y
el hombre dialogan y se aman en recia
fidelidad de parte de Dios y creciente
amor correspondido de parte del hombre.
b.- 2Cor. 13, 11-13:
Saludo en nombre de Dios Uno y Trino.
El
apóstol Pablo, se despide de sus amados hijos de Corintio con una exhortación a vivir la vida cristiana con una
meta la santidad, recorriendo todo el
camino bajo la amorosa mirada de Dios Trinidad. Toda una exhortación a vivir la santidad como estado de perfección.
Lo primero que invita a cultivar es la
alegría, signo de los tiempos mesiánicos, con carácter eminentemente social, es decir, la comunión entre los
miembros del Cuerpo de Cristo. Compartir
con el hermano y el congraciarse con él, serán parte del patrimonio cristiano (cfr. 1Cor.12, 26), considerándose
al mismo tiempo, como el mismo Pablo,
colaborador del gozo de sus hermanos, porque permanecen firmes en la fe (cfr. 2Cor. 1, 24). Todos podemos colaborar
en el hacer de nuestras asambleas
litúrgicas, una verdadera comunidad eclesial, animada por el amor y la paz de Dios.
c.- Jn. 3, 16-18:
Dios envió a su Hijo al mundo para que se salve por Él.
El
evangelio, nos presenta estos breves, pero densos versículos, donde Jesús va revelando su propio misterio desde su
Padre Dios en su diálogo con Nicodemo.
En los versículos anteriores a lo que leemos hoy nos ha dicho que nadie ha subido al cielo, sino el que bajó de
él, por lo tanto es el revelador de
Dios, porque antes que ÉL nadie ha subido al cielo: patriarcas y
profetas, incluido Moisés, recibieron de
Dios parte de la revelación; sólo Jesús, el Hijo del Hombre, ha estado en el cielo, en el seno
de Dios, ha contemplado su rostro
(Jn.1,18). Hay una clara alusión a la elevación en la Cruz y a la Ascensión de Jesús a los cielos. Esta única
ascensión tiene como razón, que sólo
Jesús ha bajado del cielo. Él no sólo escuchó a Dios, sino que es su única Palabra, es más, es la Palabra, ha visto a
Dios, tiene una experiencia única. El
evangelista en el fondo quiere decir, que Jesús es la máxima experiencia
de Dios, la palabra de Dios, la
revelación, más que visiones y audiciones, apunta a la revelación que comunica Jesús con su
palabra y obras. Este es el Hijo del
Hombre del que nos habló Daniel (7,13-14), el Dios ha constituido Señor
de la historia. Pero aquí viene lo
paradojal: ese Señor lleno de poder y gloria, debe pasar por la humillación de la Cruz, realidad
que la Ley consideraba una maldición de
Dios (cfr. Dt. 21,22). He aquí la máxima expresión del amor de Dios al hombre: entrega al Hijo a la muerte.
Ese Hijo es Jesús, sólo es el enviado
del Padre, es además su Hijo. Todo lo cual se había anunciado en el pasado: la serpiente levantada en el
desierto, anunciaba al Mesías alzado en la
Cruz del Calvario (cfr. Nm. 21, 4-9), y más atrás en el tiempo, cuando
Dios pidió la vida de Isaac a Abraham,
se anunciaba la pérdida del propio Hijo
entregado a la muerte. Comprender esto un judío fariseo como
Nicodemo, exige un cambio de mentalidad,
una nueva fe, un nuevo nacimiento. Dios ha
enviado al Hijo, para salvar al mundo, todo obra de la Trinidad: el
Espíritu es del que se debe nacer, Jesús
nos prepara recibir su Espíritu, el Padre, fuente de todo, envía a su Hijo al mundo, Luz del
mundo, pero que el hombre, si prefiere
las obras de las tinieblas, puede rechazar ese luz porque no rompe su relación con ellas. El que se deja traspasar
por la luz de Jesucristo, vivirá este
nuevo nacimiento por el bautismo y la salvación será la fuente de su
nuevo obrar. Porque cree en Jesús, el
enviado del Padre, ya posee la vida eterna, no
conocerá el juicio, porque sus obras son según Dios. Gloria y honor a la
Santísima Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén. Es San Juan de la Cruz, quien no describe esa misma vida de amor y
gozo que vive la Santísima Trinidad. La
comenzamos a vivir en lo interior, si somos
conscientes de nuestra condición bautismal, es decir, saber que
somos auténticos hijos de Dios y como
tales debemos vivir. “En ti solo me he
agradado, ¡Oh vida de vida mía!.Eres lumbre de mi lumbre, eres mi
sabiduría, figura de mi sustancia, en
quien bien me complacía. Al que a ti te amare, Hijo, a mí mismo le daría, y el amor que yo en ti
tengo ese mismo en él pondría, en razón de haber amado a quien yo tanto quería”
(Romance sobre el evangelio In principio erat Verbum acerca de la Santísima
Trinidad)
(Homiletica
org / Padre Julio González Carretti)
REFLEXIÓN: EL DIOS
MISERICORDIOSO
Ex
34, 4-6. 8-9; 2 Co 13, 11-13; Jn 3, 16-18
La
autorevelación de Dios que nos participa este hermoso fragmento del libro del
Éxodo es decisiva para comprender la naturaleza más íntima de Dios. Los
adjetivos relativos a su compasión son tan notorios que bastan para afirmar que
su misericordia es incalculable y que justamente, eso es lo que nos anima a
acercarnos confiadamente a Él. La Carta a los corintios certeramente afirma que
la fe y la esperanza cesarán al momento que vivamos el encuentro definitivo con
Dios-amor. Entonces comprenderemos la grandeza de su amor. Mientras tanto,
hemos apreciado la abundancia de su amor al apreciar la entrega amorosa de su
Hijo Jesús. La paternidad y la filiación son experiencias que comprendemos y
nos ayudan a descifrar la amorosa y recíproca entrega que el viven el Padre y
el Hijo.
Santos
Vito, Modesto y
Crescencia de Nápoles, mártires. Beato Luis María Palazzolo, fundador.
Solemnidad (Blanco)
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