LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
LUNES 02 DE JUNIO DE
2014
VII LUNES DE PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Hch 1, 8)
Recibirán
la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes, y serán mis
testigos hasta los confines de la tierra. Aleluya.
ORACIÓN
COLECTA
Descienda
sobre nosotros, Señor, la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir
fielmente tu voluntad y manifestarla con una vida santa. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
¿Han
recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?
DEL LIBRO DE LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 19, 1-8
En
aquellos días, mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones
altas de Galacia y Frigia y bajó a Éfeso. Encontró allí a unos discípulos y les
preguntó: "¿Han recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?"
Ellos respondieron: "Ni siquiera hemos oído decir que exista el Espíritu
Santo". Pablo replicó: "Entonces, ¿qué bautismo han recibido?"
Ellos respondieron: "El bautismo de Juan".
Pablo
les dijo: "Juan bautizó con un bautismo de conversión, pero advirtiendo al
pueblo que debían creer en aquel que vendría después de él, esto es, en
Jesús".
Al
oír esto, los discípulos fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y
cuando Pablo les impuso las manos, descendió el Espíritu Santo y comenzaron a
hablar lenguas desconocidas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Durante
los tres meses siguientes, Pablo frecuentó la sinagoga y habló con toda
libertad, disputando acerca del Reino de Dios y tratando de convencerlos.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 67
R/.
Cantemos a Dios un canto de alabanza. Aleluya.
Cuando
el Señor actúa sus enemigos se dispersan y huyen ante su faz los que lo odian;
cual se disipa el humo, se disipan; como la cera se derrite al fuego, así ante
Dios perecen los malvados. R/.
Ante
el Señor, su Dios, gocen los justos y salten de alegría. Entonen alabanzas a su
nombre. En honor del Señor toquen la cítara. R/.
Porque
el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; Él fue
quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos. R/.
ACLAMACIÓN
(Col 3, 1)
R/.
Aleluya, aleluya.
Puesto
que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo,
sentado a la derecha de Dios. R/.
Tengan valor, porque
yo he vencido al mundo.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 16, 29-33
En
aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: "Ahora sí nos estás
hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes
todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de
Dios".
Les
contestó Jesús: "¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún,
ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin
embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas
cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero
tengan valor, porque yo he vencido al mundo".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que
este sacrificio inmaculado nos purifique, Señor, y fortalezca nuestros
corazones con el poder divino de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
de Pascua o de la Ascensión.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 14, 18; 16, 22)
No
los dejaré huérfanos, dice el Señor;
vendré de nuevo a ustedes y se alegrarán sus corazones.
Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
muéstrate benigno con tu pueblo, y ya que te dignaste alimentarlo con los
misterios celestiales, hazlo pasar de su antigua condición de pecado a una vida
nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.
HAY COSAS QUE A JESÚS
NO LE GUSTAN: ESTOS MATRIMONIOS QUE NO QUIEREN HIJOS, QUE QUIEREN PERMANECER
SIN FECUNDIDAD.
Homilía del Papa
Francisco en la Casa Santa Marta
Durante la Misa matutina celebrada
en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco llamó a los matrimonios cristianos a
amarse como Cristo ama a su Iglesia, con fidelidad, perseverancia y fecundidad;
sin embargo, advirtió que “hay cosas que a Jesús no le gustan”, como aquellos
matrimonios que cedieron a la cultura del bienestar y por elección no desean
tener hijos.
“Estos
matrimonios que no quieren hijos, que quieren permanecer sin fecundidad. Esta
cultura del bienestar de hace diez años nos ha convencido: ‘¡Es mejor no tener
hijos! ¡Es mejor! Así tú puedes ir de vacaciones a conocer el mundo, puedes
tener una casa en el campo, tú estás tranquilo’... Pero quizá sea mejor – más
cómodo – tener un perrito, dos gatos, y el amor va a los dos gatos y al
perrito. ¿Es verdad o no esto? ¿Lo vieron ustedes? Y al final este matrimonio
llega a la vejez en la soledad, con la amargura de la mala soledad. No es fecundo,
no hace lo que Jesús hace con su Iglesia: la hace fecunda”, expresó el Papa.
En
la Misa con el Papa participaron unas quince parejas con matrimonios desde 25 a
60 años, a quienes recordó que el amor de Jesús “hace fecunda a la Iglesia con
nuevos hijos, Bautismos, y la Iglesia crece con esta fecundidad nupcial”.
Según
Radio Vaticana, el Papa dijo que en un matrimonio esta fecundidad puede ser a
veces puesta a prueba, cuando los hijos no llegan o si están enfermos. En estas
pruebas “hay parejas que miran a Jesús y toman fuerza de la fecundidad que Él
tiene en su Iglesia”. Mientras, al contrario “hay cosas que a Jesús no le
gustan”, o sea los matrimonios estériles por elección.
Jesús,
indicó el Santo Padre, tiene tres grandes amores, por el Padre, por su Madre y
por la Iglesia. Por esta última tiene un amor “grande”. Es “su esposa: bella,
santa, pecadora, pero la ama igualmente”. Y este amor se caracteriza, además de
por la fecundidad, también por la fidelidad y la perseverancia.
“Es
un amor fiel; es un amor perseverante, jamás se cansa de amar a su Iglesia; es
un amor fecundo. ¡Es un amor fiel! ¡Jesús es el fiel! San Pablo, en una de sus
Cartas dice: ‘Si confiesas a Cristo, Él te confesará a ti, ante el Padre; si
reniegas a Cristo, Él te renegará a ti; si tú no eres fiel a Cristo, Él
permanece fiel, ¡porque no puede renegarse a sí mismo!’”.
“La
fidelidad es precisamente el ser del amor de Jesús. Y el amor de Jesús en su
Iglesia es fiel. Esta fidelidad es como una luz sobre el matrimonio. La
fidelidad del amor. Siempre”, expresó el Papa.
Y
así como es fiel y fecundo, el amor de Jesús por la Iglesia también es
incansable, perseverantes.
“La
vida matrimonial debe ser perseverante, debe ser perseverante. Porque de lo
contrario el amor no puede ir adelante. La perseverancia en el amor, en los
momentos bellos y en los momentos difíciles, cuando hay problemas: problemas
con los hijos, problemas económicos, problemas aquí, problemas allá”.
“El
amor persevera, va adelante, tratando siempre de resolver las cosas, para
salvar a la familia. Perseverantes: el hombre y la mujer se levantan cada
mañana, y llevan adelante la familia”, afirmó el Papa Francisco.
FUENTE:
ACIPRENSA
REFLEXION
a.- Hch. 19,1-8: ¿Habéis recibido el
Espíritu Santo? Este pasaje de los
Hechos, deja al descubierto que existían cristianos, que habían sido bautizados con el bautismo de Juan, como
en el caso de Apolo (cfr. Hch. 18, 25).
A diferencia de aquel, éstos no están vinculados a ninguna sinagoga, ni tampoco a ninguna comunidad cristiana, no han
oído hablar del Espíritu Santo, en
cambio, Apolo fue descrito, como hombre lleno del Espíritu Santo (v. 8;
cfr. Hch. 18,27; 18. 25. 27). Vemos cómo
en las comunidades había hombres y mujeres,
que todavía no eran plenamente cristianos, puesto que eran discípulos
del Bautista y de Jesús. Es evidente,
que la predicación de Juan, llegó a la diáspora y estos discípulos del Bautista, oyeron hablar de
Jesús, y lo aceptaron como Mesías, pero
se ve, que les faltaba una mayor formación acerca del misterio y la
persona del Maestro de Nazaret.
Necesitaban recibir el Bautismo de Jesús, para ser verdaderos cristianos dentro de la Iglesia. Es Pablo,
quien los bautiza, y por la imposición de
manos, reciben el Espíritu Santo, quedando incorporados en la naciente
comunidad de Éfeso. Afirma Pablo, que el
Bautismo de Juan, era de penitencia y conversión, lo refiere inmediatamente a Jesús, es decir, la
auténtica conversión, supone la
confesión de fe en Jesús, para
convertirse en cristiano. La imposición de manos, llevada a cabo por Pablo, recuerda la praxis
común que tenían los apóstoles al
respecto, como Pedro y Juan
habían impuesto las manos a los que habían
abrazado la fe (cfr. Hch. 8,17). Si bien Pablo, tiene la misma categoría
que Pedro y los demás apóstoles, él por
humildad, reserva ese título sólo para los Doce. Finalmente, los recién bautizados, recibieron
el don de lenguas y profecía (v. 6).
Vemos el éxito que tuvo Pablo, en esas jornadas misioneras en Éfeso.
b.- Jn.16, 29-33: Tened valor; yo he
vencido al mundo. El evangelio, nos
presenta un momento de claridad entre los discípulos, respecto a los discursos de Jesús, que hasta el momento
no habían comprendido. Ahora, los
discípulos comprenden a Jesús, porque además hablaba con mayor claridad
(cfr. Jn. 14-16), influenciados
ciertamente por la luz de la Pascua, que se avecina y la luz del Espíritu, que brilla en la nueva comunidad.
La mayor claridad de las palabras de
Jesús, implica una mayor aceptación del Revelador, el enviado del
Padre. Aceptación hecha por fe, pero al
mismo tiempo, con la certeza que la palabra de
Dios concede al creyente. Sólo a la luz de la fe, la vida eterna es
presente, lo mismo que la fe de los
discípulos es presentada como un saber y creer (cfr. Jn. 6, 69). Jesús, lo sabe todo, es un saber que
comunica a los suyos, como enviado del
Padre, responde las inquietudes de los hombres.
La
pregunta de Jesús: “¿Ahora creéis?”
(v.31), parece más bien, un confirmar la desconfianza en una fe parcial,
ya que la fe completa está unida al
misterio de la Hora de Jesús, es decir, a su muerte y resurrección. La auténtica fe, está unida al
escándalo de la Cruz, de ahí que cuando
se anunció este escándalo, los apóstoles se dispersaron y abandonaron a Jesús (v. 32), pero el Hijo, no está sólo,
porque el Padre siempre está con ÉL.
Los creyentes muchas veces, dejan a Jesús, se
refugian en el mundo, dando la
impresión, que el vencedor del momento fuera Satanás, como príncipe de
este mundo. El único vencedor es Jesús,
porque realmente jamás está solo, el Padre
está con ÉL, porque ni Jesús ni el Padre pueden ser vencidos. El anuncio
de abandono de Jesús, por parte de los
discípulos, es para que tengan paz en ÉL.
Cosas de la fe. Junto al “Creo Señor”, que profesa el creyente, sabe muy
bien, que es necesaria la ayuda del
Señor: “Aumenta mi fe” (Mc. 9, 24).
El
fundamento último de la paz del
discípulo, nace de la fe en Cristo Jesús, por lo tanto, ÉL es nuestra paz (cfr. Is.9,5). La certeza de fe
del creyente, se apoya no en su decisión
de creer, sino en Aquel, en quien cree firmemente. Necesitamos conocer
cada vez más a Jesús, como los
apóstoles, escucharle, para que nuestro saber hunda sus raíces en Aquel que el Padre no envió para nuestra
salvación.
Que
la Cruz, no sea escándalo para nosotros,
no dejemos solo a Jesús, siempre nos necesita, mejor dicho, somos nosotros quienes le necesitamos
siempre. Santa Teresa de Jesús, hija
de su tiempo y de su Iglesia, batalladora por carácter, recia en sus virtudes, exhorta al cristiano a
luchar por su fe, respondiendo a la
gracia divina. “La otra cosa es, y que hace mucho al caso, que pelea con
más ánimo. Ya sabe que, venga lo que
viniere, no ha de tornar atrás. Es como uno que
está en una batalla, que sabe, si le vencen, no le perdonarán la vida, y
que ya que no muere en la batalla ha de
morir después; pelea con más determinación y quiere vender bien su vida, como dicen, y no teme
tanto los golpes, porque lleva adelante
lo que le importa la victoria y que le va la vida en vencer. Es también
necesario comenzar con seguridad de que,
si no nos dejamos vencer, saldremos con la
empresa; esto sin ninguna duda, que por poca ganancia que saquen,
saldrán muy ricos. No hayáis miedo os
deje morir de sed el Señor que nos llama a que bebamos de esta fuente. Esto queda ya dicho, y
querríalo decir muchas veces, porque
acobarda mucho a personas que aún no conocen del todo la bondad del
Señor por experiencia, aunque le conocen
por fe. Mas es gran cosa haber experimentado con la amistad y regalo que trata a los que van
por este camino, y cómo casi les hace toda la costa.” (CV 23,5).-
Homiletica
org /Padre Julio González Carretti O.C.D
LA
TRISTEZA ES PASAJERA
Hch
19,1-8; Jn 16, 29-23
Jesús
se apartará de los suyos. No lo volverán a ver ni a tocar. Será necesario que
aprendan a deletrear su presencia resucitada a través de otras señales y otro
tipo de experiencias. La realidad es mucho más de lo que aparece. La fuerza de
Dios que reivindica a Jesús se hará manifiesta de forma nueva. Esa experiencia
del resucitado colmará de alegría y seguridad a sus seguidores. Los discípulos
que Pablo y Apolo encuentran en Éfeso han vivido el camino cristiano desde el
entusiasmo y la buena voluntad. Las altas exigencias del Reino de Dios no se
pueden concretar con las puras capacidades humanas. Pablo les impone las manos,
los bautiza en el nombre de Jesús, reciben la fuerza del Espíritu Santo y
quedan habilitados para recorrer el camino nuevo que Dios ha abierto a través
de la muerte y resurrección de su Hijo. (misal com mx)
REFLEXIÓN
Hech. 19, 1-8. El bautismo de Juan,
bautismo de arrepentimiento, preparaba para recibir a Aquel que venía después
de él: Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Creer en Jesús,
después de haber sido catequizados sobre Él y su obra, ha de llevar a la
persona a ser bautizada en Él para recibir, no sólo el perdón de los pecados, sino
la participación de la misma Vida que el Hijo recibe del Padre; y la efusión,
sobre el creyente, del don del Espíritu Santo, con una serie de manifestaciones
carismáticas que no se reciben para hacer gala de ellas, sino para el bien de
la misma Iglesia, de manera semejante a como las cualidades de cada uno de los
miembros están al servicio de todo el cuerpo. No basta que el Espíritu Santo
sea derramado en nuestros corazones; es necesario recibirlo, es decir, darle
amplitud de acción, de modo consciente, en nuestra propia vida. En algunas
ocasiones o en algunos lugares la Iglesia da la impresión de ser una Iglesia
anquilosada, en la que el Espíritu Santo ha sido encadenado o acallado; pues se
acude al culto, pero los miembros no tienen acción evangelizadora y apostólica;
parece una iglesia que sólo se alimenta de la Eucaristía y de la Palabra de
Dios, pero ha perdido su capacidad de ser fermento de santidad en el mundo. Por
eso debemos preguntarnos: ¿en verdad hemos recibido el Espíritu Santo, es
decir, le hemos dado cabida en nuestra vida para que, por medio nuestro se
continúe la obra salvadora de Cristo en el mundo? Sal 68 (67). Parecen resonar
en nuestros oídos aquellas palabras que pronunciara Moisés cuando, después de
levantar el Campamento, el Arca se ponía en marcha para continuar el camino del
Pueblo de Israel hacia la Tierra Prometida: ¡Levántate, Señor! Que se disipen
tus enemigos, huyan ante ti tus adversarios. Dios, en su trono de gloria, no se
ha olvidado de sus pobres, de los huérfanos, de las viudas, ni de los
desvalidos y cautivos. Dios a todos ha manifestado su amor en Cristo Jesús, en
quien encontramos la salvación, pues Él, siendo de condición divina, no
consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario se despojó de su
grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a nosotros. Por eso,
por haber padecido como nosotros puede compadecerse de nuestras flaquezas. Así
es Dios, el Dios de cielo y tierra que no sólo ha dirigido su mirada hacia
nosotros, sino que ha salido a nuestro encuentro para manifestarnos su amor.
Jn. 16, 29-33. Creer en Jesús es
aceptar su Palabra, su Vida, su Espíritu en nosotros con todas las
consecuencias que conlleva dicha aceptación. No basta ver con claridad el
mensaje de Cristo, como parece verse después de un retiro espiritual que ha
emocionado nuestro interior. Hay que saber que el ardor del amor puede venirse
abajo ante las pruebas que la vida presenta a nuestra fe. Esto no puede
desanimarnos antes de tiempo; no podemos marcharnos ante las palabras, a veces
insoportables, que nos dirige el Señor. Él fue perseguido y crucificado por dar
testimonio de la Verdad hasta sus últimas consecuencias. Él nos amonesta: En el
mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo.
Es verdad que nosotros somos frágiles, y que nuestra fe muchas veces es
inmadura. Sin embargo, con la fuerza del Espíritu Santo podremos ser testigos
fieles, valientes, firmes aún en las más grandes tribulaciones. Reunidos para
celebrar el Memorial del Señor en esta Eucaristía, seamos de aquellos que le
viven fieles escuchando su Palabra y poniéndola en práctica, tomando nuestra
cruz de cada día y siguiéndolo. Aquello que en Él parecía una derrota era, en
realidad, su victoria definitiva sobre el mal, el pecado y la muerte.
Celebrando su victoria no podemos quedarnos contemplándola; hemos de hacerla
nuestra con la seguridad de que esa decisión nos hará capaces de recibir el
Espíritu Santo, que nos impulse a trabajar por el Reino de Dios y nos
fortalezca para que, aun en las más grandes tribulaciones, no perdamos la paz.
No basta con hacer promesas sobre comportamientos que pensamos deben ser
mejores; la vida que se entrega cada día en favor del Evangelio es lo único que
puede manifestarle a Dios y al prójimo nuestro amor sincero, comprometido,
fiel. Ese compromiso con el Evangelio debe ayudarnos a no traicionar a Cristo
en la vida diaria; nosotros debemos ser los más comprometidos con la justicia,
con la verdad, con la rectitud, con la honestidad, con la responsabilidad, con
el servicio de caridad a los necesitados. En medio de críticas, burlas y
persecuciones volvamos la mirada hacia Cristo, que nos ha precedido con su
Cruz. Pidámosle que nos conceda la Fuerza de lo Alto para permanecerle fieles.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la
Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser sus fieles testigos, no
sólo en el interior de los templos, sino en la vida diaria dándole su verdadera
dimensión por realizarla desde la fe, con un amor sincero especialmente hacia
los necesitados, y con una gran esperanza de que, por medio nuestro, Dios dará
un nuevo rumbo a nuestra historia, aun cuando para ello tengamos que pasar por
muchas tribulaciones. Amén.
(Homilia
católica)
Santos
Marcelino y Pedro de Roma, mártires; Nicolás "el
Peregrino" de Apulia, peregrino;
Potino Lyon y compañeros, mártires.
Feria (Blanco)
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