LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Sábado,
25 de Enero de 2014
II
semana del tiempo ordinario
La
Conversión de san Pablo, Apóstol
ANTÍFONA
DE ENTRADA (2 Tm 1, 12; 4, 8)
Yo
sé en quien tengo puesta mi confianza y estoy convencido de que el Señor, justo
juez, me dará la recompensa el día de su venida.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que has iluminado al mundo entero con la palabra de tu apóstol Pablo,
cuya conversión conmemoramos hoy; haz que nos convirtamos a ti para dar, así,
al mundo un testimonio de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Se
te dirá lo que tienes que hacer.
DEL
LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 9, 1-22
En
aquellos días, Saulo, amenazando todavía de muerte a los discípulos del Señor,
fue a ver al sumo sacerdote y le pidió, para las sinagogas de Damasco, cartas
que lo autorizaran para traer presos a Jerusalén a todos aquellos hombres y
mujeres seguidores del Camino.
Pero
sucedió que, cuando se aproximaba a Damasco, una luz del cielo lo envolvió de
repente con su resplandor. Cayó por tierra y oyó una voz que le decía:
"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Preguntó él: "¿Quién
eres, Señor?" La respuesta fue: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Levántate. Entra en la ciudad y allí se te dirá lo que tienes que hacer".
Los
hombres que lo acompañaban en el viaje se habían detenido, mudos de asombro,
pues oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Saulo se levantó del suelo, y
aunque tenía abiertos los ojos, no podía ver. Lo llevaron de la mano hasta
Damasco y allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había
en Damasco un discípulo que se llamaba Ananías, a quien se le apareció el Señor
y le dijo: "Ananías". Él respondió: "Aquí estoy, Señor". El
Señor le dijo: "Ve a la calle principal y busca en casa de Judas a un
hombre de Tarso, llamado Saulo, que está orando". Saulo tuvo también la
visión de un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para que
recobrara la vista.
Ananías
contestó: "Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que
ha hecho a tus fieles en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos
sacerdotes para poner presos a todos los que invocan tu nombre". Pero el
Señor le dijo: "No importa. Tú ve allá, porque yo lo he escogido como
instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y a los hijos
de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi causa".
Ananías
fue allá, entró en la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: "Saulo,
hermano, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me envía para que
recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". Al instante, algo
como escamas se le desprendió de los ojos y recobró la vista. Se levantó y lo
bautizaron. Luego comió y recuperó las fuerzas. Se quedó unos días con los
discípulos en Damasco y se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que
Jesús era el Hijo de Dios.
Todos
los que lo oían quedaban sorprendidos y decían: "¿No es este hombre el que
andaba persiguiendo en Jerusalén a los que invocan el nombre de Jesús y que ha
venido aquí para llevarlos presos y entregarlos a los sumos sacerdotes?"
Pero Saulo, cada vez con más vigor, refutaba a los judíos que vivían en
Damasco, demostrándoles que Jesús era el Mesías.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 116
R/.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Que
alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. R/.
Porque
grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Jn 15, 16)
R/.
Aleluya, aleluya.
Yo
los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto
permanezca. R/.
Vayan
por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 16, 15-18
En
aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Vayan por todo el
mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se
salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que
acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán
lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal,
no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán
sanos".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Por
este sacrificio eucarístico que vamos a ofrecerte, concédenos, Señor, que el
Espíritu Santo nos ilumine con aquella misma fe que impulsó siempre a san Pablo
a la predicación de tu Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I de los Apóstoles.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Ga 2, 20)
Vivo
de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
esta comunión avive, Señor, en nosotros el amor incansable que impulsó a san
Pablo a consagrarse al servicio de toda la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro
Señor
***
Santos:
San Palemón de la Tebaida, anacoreta. Beato Enrique Seuze, presbítero.
***
Hech.
. Cristo siempre sale a nuestro encuentro; y lo hace no sólo para salvarnos,
sino para convertirnos en testigos suyos. Efectivamente nuestra fe en Él no
puede ser guardada cobardemente en nuestro interior. El Señor nos quiere como
testigos suyos en el mundo, hasta el último rincón de la tierra, para que
proclamemos a todos lo misericordioso que ha sido el Señor para con nosotros, y
les ayudemos a encontrarse con Él.
Muchas
veces tal vez hemos quedado deslumbrados y enceguecidos por las cosas mundanas;
sin embargo sólo el Señor puede devolverle el auténtico sentido a nuestra
existencia.
No
podemos conformarnos con el conocimiento que tengamos del Señor por nuestros
estudios, pues la ciencia hincha y podríamos anunciar al Señor más con el
orgullo de nuestros conocimientos y buscando nuestra propia gloria, que con la
sencillez de quien ha vivido y caminado en la presencia del Señor y lo anuncia
como el único camino de salvación, con la humildad de quien sólo busca
glorificarlo para que todos encuentren en Él la salvación con la que nos ha
beneficiado.
Sal.
117 (116). Alabemos al Señor, nuestro Dios, pues no sólo ha llamado a la
santidad al Pueblo de Israel, sino que ha hecho un llamado universal a la
salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.
Por
eso todos estamos llamados a convertirnos en una continua alabanza de nuestro
Dios y Padre. Nadie puede decir que no ha sido amado por el Señor, pues Él
quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad.
Efectivamente Dios no creó a alguien para que se condene; Él nos creó porque
grande es su amor hacia nosotros, y nos quiere con Él eternamente libres de
odios, de divisiones, de maldad, de pecado; Él nos quiere santos en su
presencia como Él es santo.
Por
eso nuestra vida debe convertirse en una continua alabanza de su Santo Nombre.
Y seremos una alabanza del Nombre del Señor cuando ya desde ahora vivamos en
paz, como hermanos, reconociéndonos como hijos de un mismo Dios y Padre, y
preocupándonos de pasar haciendo el bien a todos, especialmente a los más
pobres, necesitados, desprotegidos, marginados y desvalidos. Entonces, siendo
un signo del amor de Dios para los demás, estaremos colaborando para que, desde
nosotros, también ellos experimenten el amor y la misericordia del Señor.
Mc.
16, 15-18. Antes de subir al cielo, después de resucitar de entre los muertos,
el Señor envió a los suyos a predicar el Evangelio por todo el mundo a toda
creatura. Nada ni nadie puede quedar fuera de oferta de la obra salvadora que
el Señor ha realizado en favor nuestro.
Aquel
que en la Iglesia quiera encasillar la salvación en un grupo estará equivocado,
pues la Iglesia debe acoger en su seno a toda persona de buena voluntad que se
decida a creer en Cristo Jesús.
Por
eso, los que ya hemos hecho nuestra esta fe debemos ser los primeros en
experimentar el amor de Dios, pues Él nos ha llamado para que estemos con Él y
para que seamos testigos suyos hasta el último rincón del mundo.
El
Señor nos envía como aquellos que han de continuar su obra liberadora en el
mundo. Pero no podemos quedarnos en una lucha por la libertad meramente
externa; no podemos conformarnos con liberar a nuestros hermanos de la pobreza,
o con darle voz a los desvalidos e injustamente tratados. Mientras no
colaboremos para que se den a luz nuevos hijos de Dios, libres de la esclavitud
al autor del pecado y de la muerte, habremos fallado en el cumplimiento de la
Misión salvadora que el Señor nos ha confiado.
Hoy
venimos a esta Celebración Eucarística para encontrarnos personalmente con el
Señor, que se acerca a nosotros por medio de signos demasiado frágiles y
sencillos.
Él
preside esta celebración por medio del Ministro; Él está en todos y cada uno de
nosotros, que creemos en Él y, unidos a Cristo, Cabeza de la Iglesia, formamos
su Cuerpo.
Él
nos dirige su Palabra salvadora, para que no sólo la escuchemos, sino para que
la pongamos en práctica; y así, por obra del Espíritu Santo, esa Palabra suya
vaya tomando cuerpo en nosotros para que seamos realmente testigos del Señor.
Él
se convierte en nuestro Pan de vida para que, entrando en comunión de vida con
Él, sean nuestros su Espíritu y su Vida. Así el Señor abre nuestros ojos para
que sepamos contemplarlo no sólo bajo los signos sacramentales, sino también en
nuestros hermanos, en los cuales amamos y servimos al mismo Cristo.
Aprovechemos,
pues, este momento de Gracia del Señor.
Si
nos amamos los unos a los otros entonces permanecemos en el amor de Dios.
No
sólo hemos de proclamar el Evangelio del Señor con los labios. Toda nuestra
vida debe convertirse en un anuncio de la Buena Nueva, pues desde nuestra
propia existencia los demás no sólo han de escuchar el Evangelio, sino que han
de experimentar el amor salvador del Señor.
Jesucristo
está presente entre nosotros por medio de todos aquellos que creen en Él. Lo
que les hagamos a ellos a Cristo mismo se lo hacemos. Al final el Señor nos
dará la vida eterna poniendo como condición el amor que le hayamos manifestado
en nuestros hermanos. Seamos, pues, portadores de Cristo.
Que
nadie quede excluido de recibir el anuncio del Evangelio. Que todos escuchen el
mensaje de salvación y todos, sin excepción, experimenten el amor de Dios desde
aquellos que nos gloriamos en tenerlo como Señor y Salvador nuestro.
No
hagamos de la Iglesia un grupo cerrado e inútil. Dios nos quiere a todos unidos
como hermanos, formando un sólo cuerpo en torno a Cristo, Cabeza de la misma
Iglesia. El que se encierre en un grupo, por muy santo que lo parezcan sus
miembros, jamás podrá decir que es la Iglesia del Señor, pues ni siquiera será
un miembro de la misma en razón de vivir separado de todos aquellos que han
sido llamados a participar de la misma vida divina.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de trabajar constantemente, tanto con nuestras palabras, como
con nuestras obras y nuestro testimonio personal y comunitario, en atraer a
todos hacia Cristo, para que el mundo entero pueda encontrar en Él el camino
que nos una como hermanos, y nos conduzca, junto con el Señor, a la Gloria
eterna a la diestra de Dios Padre. Amén.
Reflexión
de Homilía católica . org
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