jueves, 23 de enero de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Jueves 23 de Enero de 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Jueves 23 de Enero de 2014
II semana del tiempo ordinario

ANTÍFONA DE ENTRADA (Jn 10, 14-15)

Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, de la misma manera que el Padre me conoce a mí y yo al Padre; y doy la vida por ellas.

ORACIÓN COLECTA

Señor, tú que nos amas tanto, envía sobre nosotros la gracia abundante de tu espíritu, para que, viviendo con verdad nuestro cristianismo, demos al mundo testimonio de la verdad y busquemos confiados la unidad de todos los creyentes en la paz verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

Saúl quería matar a David.

DEL PRIMER LIBRO DE SAMUEL: 18, 6-9; 19, 1-7

En aquellos días, cuando David regresaba de haber matado al filisteo, las mujeres de todos los poblados salieron a recibir al rey Saúl, danzando y cantando al son de tambores y panderos, y dando grandes gritos de alegría. Al danzar, las mujeres cantaban a coro:
"Mató Saúl a mil, pero David a diez mil".

A Saúl le cayeron muy mal esas palabras y se enojó muchísimo y comentó: "A David le atribuyen diez mil, y a mí tan sólo mil. Lo único que le falta es ser rey". Desde entonces, Saúl miraba a David con rencor.

Un día, Saúl comunicó a su hijo Jonatán y a sus servidores que había decidido matar a David. Pero Jonatán quería mucho a David y le dijo a éste: "Mi padre Saúl trata de matarte. Cuídate, pues, mucho, mañana por la mañana. Retírate a un lugar seguro y escóndete. Yo saldré con mi padre por el campo donde tú estés y le hablaré de ti; veré qué piensa y te lo avisaré".

Habló entonces Jonatán a su padre en favor de David y le dijo: "No hagas daño, señor mío, a tu siervo David, pues él no te ha hecho ningún mal, sino grandes servicios. Arriesgó su vida para matar al filisteo, con lo cual el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Tú mismo lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, quieres hacerte reo de sangre inocente, matando a David sin motivo?" Al oír esto, se aplacó Saúl y dijo: "Juro por Dios que David no morirá".

Entonces Jonatán llamó a David y le contó lo sucedido. Luego lo condujo ante Saúl, y David continuó a su servicio, como antes.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 55
R/. En el Señor confío y nada temo.

Tenme piedad, Señor, porque me acosan, me persiguen y atacan todo el día; me pisan sin cesar mis enemigos; innumerables son los que me hostigan. R/.

Toma en cuenta, Señor, todos mis pasos y recoge mis lágrimas. Que cuando yo te invoque, el enemigo se bata en retirada. R/.

Yo sé bien que el Señor está conmigo; por eso en Dios, cuya promesa alabo, sin temor me confío. ¿Qué hombre ha de poder causarme daño? R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. 2 Tm 1, 10)
R/. Aleluya, aleluya.

Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.

Los espíritus inmundos gritaban: "Tú eres el Hijo de Dios". Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde Él estaba.

Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.

En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: "Tú eres el Hijo de Dios". Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, tú que con un solo y único sacrificio, el de tu Hijo, redimiste a tu pueblo y lo adoptaste para siempre, concédele los dones de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. 1 Co 10, 17)

Todos los que participamos de un mismo pan y de un mismo cáliz, no obstante ser muchos, somos un solo cuerpo como uno solo es el pan.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, que esta santa comunión que hemos recibido, signo de nuestra fraternidad en Cristo, realice la unidad en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Reflexión
1Sam. 18, 6-9; 19, 1-7. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Y, a pesar de que Jonatán sabe que es sucesor en el trono de su padre para reinar sobre Israel, él reconoce que Dios ha escogido a David como rey de Israel, y no duda en reconocerlo como tal y en defenderlo de las insidias que ha tramado su padre para acabar con David.
Dios nos pide amarnos como Él nos ha amado a nosotros. Debemos reconocer en los demás a verdaderos hijos de Dios por su unión en la fe a Cristo. Por eso jamás hemos de dudar en defenderlos de las insidias a que muchas veces los somete el enemigo, o Satanás, para acabar con ellos.
A nosotros corresponde no sólo interceder por ellos, sino esforzarnos por conducirlos a Cristo para que en Él encuentren el perdón, la misericordia de Dios y la posibilidad de volver a caminar como testigos suyos puestos a favor del Evangelio.

Sal. 56 (55). Dios se ha puesto de nuestro lado. Él ha salido en defensa nuestra por medio de Jesús, su Hijo, nuestro Salvador. Pero no sólo ha venido Él de un modo personal a ponerse de parte de quienes sufren vejaciones por parte de gente injusta, sino que una vez cumplida su misión entre nosotros, ha querido confiarnos a nosotros, su Iglesia, la continuación de esa obra de salvación en el mundo.
Por eso, puesto que no actuamos a nombre propio, sino en Nombre de Jesucristo, no podemos dedicarnos a destruirnos unos a otros, sino que más bien hemos de estar al servicio del bien de los demás, preocupándonos de dar voz a los desvalidos y de salir en defensa de los oprimidos.

Mc. 3, 7-12. El resto fiel de Israel será el inicio del nuevo pueblo de Dios. De entre ellos Dios escogerá a quienes estarán al frente de la Comunidad de creyentes. Muchos de ellos recibirán el bautismo y la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Pero no hay que buscar a Jesús como si fuese un talismán, o como si fuera un curandero echándonos encima de Él para ser curados de nuestros diversos males. Antes que nada hemos de hacer nuestra la Salvación que Él nos ofrece.

Por eso hemos de aprender a escuchar su Palabra y a vivir totalmente comprometidos en hacer nuestros tanto su Vida como su Espíritu, pues de nada nos serviría el recibir los dones de Dios si no lo recibimos a Él mismo en nuestra propia vida.
Dios nos quiere cercanos a Él. Esa cercanía se ha hecho realidad por medio de su Hijo, que ha asumido nuestra naturaleza humana. Él no ha venido a condenarnos, a perseguirnos ni a destruirnos. Él ha venido como Salvador nuestro, lleno de amor por nosotros. Su amor ha llegado hasta el extremo, pues ha dado su vida por nosotros, para que, unidos a Él, seamos hechos hijos de Dios y podamos participar eternamente de la Gloria que le corresponde como a Hijo amado del Padre.

Por medio del Bautismo hemos entrado en comunión de vida con el Señor; y al participar de esta Eucaristía estrechamos los lazos que nos unen a Él.
Pero no sólo unimos cada día de un modo mejor nuestra vida a Cristo, sino que, al mismo tiempo, asumimos el compromiso de convertirnos en un signo de su cercanía, de su amor, de su bondad y de su misericordia para cuantos nos traten. Así la Iglesia se convierte en portadora de Cristo y de su acción salvadora para todos los pueblos.

A imagen de Cristo preocupémonos de hacer el bien a todos. No podemos cerrar los ojos ante las injusticias que se ciernen, especialmente, sobre los más desprotegidos. No vamos a convertirnos en salvadores de la humanidad por iniciativa propia. Es misión de la Iglesia preocuparse del bien de aquellos a quienes ha sido enviada para proclamarles el Evangelio no sólo con los labios, sino con sus actitudes, y con su preocupación especialmente por aquellos que son oprimidos por personas injustas y deshonestas.

Es cierto que, como consecuencia de nuestra fidelidad al Evangelio, podríamos sufrir persecuciones de parte de aquellos que quisieran apagar la voz profética de la Iglesia; sin embargo Jesucristo, en quien hemos puesto nuestra confianza, estará siempre de parte nuestra y nos dará las fuerzas necesarias para cumplir con la misión que Él mismo nos ha confiado.

Por eso no sólo hemos de creer en Cristo, sino que además hemos de creerle, creer que el camino que nos ha mostrado es el único que nos conduce a la perfección del Padre y al gozo eterno de Él. Por eso aprendamos a vivir como discípulos del Señor y a tomar nuestra cruz de cada día e ir tras las huellas de Cristo, fortalecidos con su Espíritu Santo, para que vayamos colaborando en la desaparición del reino del mal entre nosotros, y nos convirtamos en colaboradores fieles en la lucha por lograr que el Reino de Dios llegue cada día con mayor fuerza entre nosotros.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir fielmente nuestro compromiso de fe, de tal manera que estando siempre al servicio del Evangelio, nos esforcemos en dar a conocer a Cristo para que, comprometidos con Él, nuestro vida vaya siendo un signo del amor salvador de Dios para todo el mundo. Amén.

Reflexión de Homilía católica . com


Santos: I
ldefonso de Toledo, obispo; Pablo Chong de Seúl, mártir. Beata Margarita de Ravena, Feria (Verde)


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