LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Miércoles
29 de Enero de 2014
III
semana del tiempo ordinario
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 84, 9)
Dios
anuncia la paz a su pueblo, a todos sus amigos y a cuantos se convierten a Él
de corazón.
ORACIÓN
COLECTA
Mueve,
Señor, nuestros corazones para que correspondamos generosamente a la acción de
tu gracia y recibamos, así, con abundancia, los dones de tu amor. Por nuestro
Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Yo
engrandeceré a tu hijo y consolidaré su reino.
DEL
SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL: 7, 4-17
En
aquellos días, el Señor le habló al profeta Natán y le dijo: "Ve y dile a
mi siervo David que el Señor le manda decir esto: `¿Piensas que vas a ser tú el
que me construya una casa, para que yo habite en ella? Desde que saqué a Israel
de Egipto hasta el presente, no he tenido casa, sino que he andado en una
tienda de campaña, por dondequiera que han ido los hijos de Israel. ¿Acaso en
todo ese tiempo le pedí a alguno de los jueces, a quienes puse como pastores de
mi pueblo, Israel, que me construyera una casa de cedro?'
Di,
pues, a mi siervo David: 'Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las
ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo
lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los
hombres más famosos de la tierra.
Le
asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su
propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo
han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a
mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de tus enemigos. Además,
yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se
hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo,
sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Él me construirá una casa y yo
consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí
un hijo. Si hace el mal, yo lo castigaré con vara fuerte y con azotes, pero no
le retiraré mi favor, como lo hice con Saúl, a quien quité de tu camino. Tu
casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable
eternamente' ".
Natán
comunicó a David todas estas palabras, conforme se las había revelado el Señor.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 88
R/.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
"Un
juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido:
'Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente'. R/.
Él
me podrá decir: 'Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva'. Y yo
lo nombraré mi primogénito sobre todos los reyes de la tierra. R/.
Yo
jamás le retiraré mi amor ni violaré el juramento que le hice. Nunca se
extinguirá su descendencia y su trono durará igual que el cielo". R/.
ACLAMACIÓN
R/.
Aleluya, aleluya.
La
semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo
encuentra vivirá para siempre. R/.
Salió
el sembrador a sembrar.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 4, 1-20
En
aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una
muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó,
mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando
muchas cosas con parábolas y les decía:
"Escuchen.
Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la
vereda; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno
pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las
plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta
de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron,
ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos
cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron
el treinta, el sesenta o el ciento por uno". Y añadió Jesús: "El que
tenga oídos para oír, que oiga".
Cuando
se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir
la parábola. Entonces Jesús les dijo: "A ustedes se les ha confiado el
secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda
oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a
menos que se conviertan y sean perdonados". Y les dijo a continuación:
"Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás?
'El sembrador' siembra la palabra.
`Los
granos de la vereda' son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando
la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
`Los
que reciben la semilla en terreno pedregoso', son los que, al escuchar la
palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son
inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la
palabra, se dan por vencidos. 'Los que reciben la semilla entre espinas' son
los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la
seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la
palabra y la hacen estéril. Por fin, los que reciben la semilla en tierra
buena' son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha:
unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, este santo sacrificio que nos has mandado ofrecer en tu alabanza y
concédenos, por él, obedecer siempre tus mandatos para que seamos dignos de tu
amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Mt 28, 20)
Yo
estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú
que nos has hecho partícipes de tu propia vida en este sacramento, no permitas,
Señor, que nos separemos ya de ti, que eres la fuente de todo bien. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
***
Santos:
Sulpicio Severo de Bourges, obispo; José Freinademetz, presbítero. Beato Manuel
Domingo y Sol, fundador. Feria (Verde)
REFLEXIÓN:
UNA
CADENA DE FAVORES
2
S 7,4-17; Mc 4,1-20
David
escucha azorado la retahíla de beneficios que Dios le promete: victorias
militares, paz, fama, prosperidad, poder y confianza ante su pueblo. Todos esos
bienes en realidad ya los está disfrutando David. Ahora le anuncia uno más: sus
descendientes, a diferencia de los de Saúl, se consolidarán como dinastía
reinante en Judá. Dios se compromete en alianza con la casa de David, sus
descendientes serán ejecutores fieles del proyecto de Dios, que los protegerá y
bendecirá o en su caso, los castigará cuando así lo ameriten. Esta promesa no
es un "cheque en blanco" para los hijos de David; por desgracia así
lo malinterpretaron algunos monarcas que abusaron de su poder y terminaron
cometiendo toda clase de abusos contra los israelitas más débiles. El Evangelio
muestra que en la vida del creyente, la disponibilidad y la apertura son
decisivas para responder al mensaje del Reino. ( www. Misal . com . mx )
2Sam.
7, 4-17. De la descendencia de David, Dios, según su promesa, sacó para Israel
un Salvador, Jesús. Nos encontramos en uno de los textos más importantes de la
Antigua Alianza, pues Dios promete a David que un descendiente suyo ocupará su
trono eternamente. David quería construirle una casa a Dios; pero Dios le dice
que más bien Él le construirá una casa, una dinastía a David. Y Dios cumplirá
su promesa en Jesús, Hijo de Dios, e Hijo de David. Nosotros hemos sido hechos
del Linaje de Dios. Por medio de nuestra unión a Cristo el Reino de Dios va
tomando cuerpo entre nosotros día a día. Ese Reino de Dios jamás tendrá fin, y ni
las fuerzas del infierno prevalecerán sobre Él. David contempla cómo Dios es
fiel a sus promesas. Nosotros, sabiendo que el Señor jamás se volverá para
nosotros en un espejismo engañoso, sino que nos manifestará su amor de Padre
siempre fiel, hemos de vivir con la dignidad de quienes han sido llamados, como
piedras vivas, a formar parte del templo Santo de Dios, construido no por manos
humanas, sino por el mismo Dios. Así, integrados al Reino y Familia de Dios,
permaneceremos ante Él eternamente.
Sal.
89 (88). Dios es siempre fiel a su Palabra y a sus promesas. Dios nos ha
llamado para que seamos sus hijos y jamás se arrepiente de habernos aceptado
como tales. Él bien nos conocía de antemano; y a pesar de todo nos amó, pues Él
a nadie ha llamado para la perdición, sino para que, hechos hijos suyos,
vivamos con Él eternamente. Dios jamás nos retira su favor; siempre está junto
a nosotros; pero Él espera de nosotros una respuesta favorable a su amor y una
fidelidad incondicional a su Palabra que nos salva. Por eso no sólo hemos de
invocar a Dios por Padre; si en verdad somos sus hijos manifestémoslo, más que
con los labios con las obras; que ellas den testimonio de nuestro ser de hijos
de Dios.
Mc.
4, 1-20. Dios no nos quiere ciegos ni duros de corazón. Él espera que sepamos
contemplar su amor y que estemos bien dispuesto a escuchar su Palabra en
nuestros corazones, convertidos en un terreno bueno, fértil y dispuesto a dejar
que esa Palabra produzca abundantes frutos de salvación, no sólo para provecho
personal, sino para provecho de toda la humanidad de todos los tiempos y
lugares. Es cierto que ante la Palabra de Dios necesitamos una fe puesta a toda
prueba, pues muchas veces encontraremos oposición, persecución o la tentación
de querernos dejar deslumbrar y embotar por lo pasajero. Pero Dios, que nos
hace partícipes de su mismo Espíritu, llevará adelante su obra de salvación en
nosotros y hará que su Iglesia se convierta en portadora de la paz, del perdón,
del amor, de la misericordia, de la alegría y de tantos otros frutos que
proceden del Espíritu que hace que la Palabra de Dios tome cuerpo en nosotros.
Tratemos de estar amorosamente atentos Dios y a la inspiración del Espíritu
Santo para que, a pesar de las persecuciones y de las pruebas, permanezcamos siempre
fieles al Señor escuchando su Palabra y poniéndola en práctica.
La
Iglesia de Cristo se construye en torno a la Eucaristía. En ella la Iglesia se
convierte en discípula de su Señor en cuanto a la escucha de su Palabra para
ponerla en práctica, y en cuanto a la contemplación de la forma de vida que ha
de seguir a ejemplo de su Señor, tomando la cruz de cada día y yendo tras sus
huellas. Si el apostolado de la Iglesia no conduce a la Eucaristía es un
apostolado inútil, pues la Iglesia vive de la comunión de vida con su Señor. Es
en la Eucaristía que el Señor siembra en nosotros su vida y nos fortalece con
su Muerte y Resurrección y con la presencia del Espíritu Santo para que, a
pesar de los vientos contrarios, podamos dar abundantes frutos de buenas obras
que, llegados a su madurez, puedan servir de alimento en el camino de quienes
al escucharnos y contemplarnos, quieren escuchar y contemplar al mismo Cristo.
Por
eso quienes participamos de la Eucaristía debemos continuar la obra del Señor
en el mundo siendo instrumentos suyos para que su Palabra, su Salvación, su
Amor, su Vida, su Paz, su Justicia, su Solidaridad y muchas otras cosas que nos
vienen de Él, sean sembradas en el corazón de todas las personas. Como dice
Pablo: Yo sembré; Apolo regó; pero es Dios quien da el crecimiento. No podemos
ser apóstoles desesperados queriendo que ante nuestros trabajos apostólicos
surjan de inmediato los frutos esperados. Eso no depende de nosotros sino de
Dios. A nosotros sólo nos corresponde estar atentos a la Palabra de Dios, y ser
fieles en la transmisión de su Evangelio; ya Dios se encargará de que su obra
de salvación se haga realidad en aquellos a quienes Él nos ha enviado. Nosotros
somos testigos de cómo muchas veces la propaganda consumista y los salarios injustos
han embotado la mente de los hombres y le han puesto su mirada puesta sólo en
lo pasajero, de tal forma que apenas tiene tiempo de pensar en solucionar sus
necesidades básicas. A nosotros, por voluntad de Dios, corresponde trabajar por
un mundo más justo, con menos hambre, más fraterno y más capaz de recibir y
vivir conforme al mensaje de salvación para que los frutos del amor y de la
justicia nos ayuden a vivir con la alegría no sólo de poseer los bienes
terrenos, sino de poseer ya desde ahora, los frutos que nos vienen de creer en
Dios y de aceptarlo como Señor de nuestra propia vida.
Roguémosle
al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos
conceda la gracia de manifestar, con nuestras buenas obras, que somos del Linaje
y familia de Dios. Que esto no se nos hiele en los labios, sino que se
manifieste a través de una vida fecunda de buenas obras, fruto de la presencia
de la Vida y del Espíritu de Dios en nosotros. Amén.
Reflexión
de Homilia católica .
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