LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
LUNES
27 DE ENERO DE 2014
III
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Si 36, 18-19)
Señor,
concede la paz a los que en ti esperan; escucha las oraciones de tus hijos y
guíanos por el camino de la justicia.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que llamas hijos tuyos a los que promueven la paz, concédenos trabajar
incansablemente por establecer la justicia, sin la cual es imposible garantizar
una paz auténtica y duradera. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Tú
serás el pastor de Israel, mi pueblo.
DEL
SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL: 5, 1-7. 10
En
aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David, de la
tribu de Judá, y le dijeron: "Somos de tu misma sangre. Ya desde antes,
aunque Saúl reinaba sobre nosotros, tú eras el que conducía a Israel, pues ya
el Señor te había dicho: 'Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo; tú serás su
guía' ".
Así
pues, los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver a David, rey de Judá. David
hizo con ellos un pacto en presencia del Señor y ellos lo ungieron como rey de
todas las tribus de Israel.
David
tenía treinta años, cuando comenzó a reinar. Primero reinó en Hebrón, sobre
Judá, siete años y tres meses. Después, en Jerusalén, reinó sobre todo Israel y
Judá, treinta y tres años. En total, su reinado duró cuarenta años. Una vez
ungido rey, David y sus hombres marcharon a Jerusalén, contra los yebuseos que
habitaban aquella tierra. Éstos le dijeron a David: "Tú no entrarás aquí,
pues los ciegos y los cojos bastarán para rechazarte. Ellos mismos dicen:
'David jamás entrará aquí'". Él, sin embargo, tomó la fortaleza de Sión,
que en adelante se llamó "la ciudad de David". David se hacía cada
vez más poderoso y el Señor estaba con él.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 88
R/.
Contará con mi amor y mi lealtad.
Hablando
tú en visión a tus amigos un día les dijiste: "He escogido a un valiente
de mi pueblo y he ceñido a sus sienes la corona. R/.
He
encontrado a David, mi servidor, y con mi aceite santo lo he ungido. Lo
sostendrá mi mano y le dará mi brazo fortaleza. R/.
Contará
con mi amor y mi lealtad y su poder aumentará en mi nombre. Extenderé su
imperio sobre el mar, sobre los ríos todos, su dominio". R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. 2 Tm 1, 10)
R/.
Aleluya, aleluya.
Jesucristo,
nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por
medio del Evangelio. R/.
Satanás
ha sido derrotado.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 3, 22-30
En
aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de
Jesús: "Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y
por eso los echa fuera".
Jesús
llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: "¿Cómo puede
Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos
no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma
manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir,
pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y
llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Yo
les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus
blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón;
será reo de un pecado eterno". Jesús dijo esto, porque lo acusaban de
estar poseído por un espíritu inmundo.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Te
ofrecemos, Señor, bajo los signos sacramentales del pan y del vino, el sacrificio
de tu Hijo, rey de la paz, para que este misterio de unidad y de amor, reafirme
la fraternidad entre todos tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 14, 27)
Mi
paz les dejo, mi paz les doy, dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos,
Señor, el espíritu de tu amor, a fin de que, alimentados con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo, fomentemos entre todos los hombres la paz que Él mismo nos
dejó. Por Jesucristo, nuestro Señor.
***
Santos:
Ángela de Merici, fundadora; Vitaliano
1, Papa; Enrique de Ossó, fundador.
Feria
(Verde)
***
Reflexiones:
ENCUENTROS
Y DESENCUENTROS
2
S 5,1-7. 10; Mc 3,22-30
Lo
que nos narra el Evangelio podemos considerarlo un desencuentro. Los dirigentes
religiosos asentados en el templo de Jerusalén asedian y desautorizan a Jesús
porque realiza acciones cargadas de poder, que devuelven a las personas
alienadas la sensatez y el autodominio. Las personas que vivían alienadas por
el miedo o la angustia, al punto que habían perdido la cordura, eran auxiliadas
por Jesús para vivir en armonía. Los escribas lo desprecian porque juzgan que
es aliado de Satanás. Vaya lógica tan extraña. En cambio, en el libro de Samuel
asistimos a un encuentro grato entre los jefes de Judá e Israel y el rey David.
Es tanta la confianza en sus habilidades como estratega que le ruegan asuma la
conducción de todo Israel. David sabe de estrategias militares que vencen a los
débiles. Jesús sabe usar su poder para animar a los débiles a hacerlos dueños
de su vida.
(
Fuente: www misal .com . mx)
***
Reflexiones
2
Sam 5,1-7.10: En la historia de David hoy leemos dos momentos muy importantes:
su aceptación por parte de los ancianos del Norte y la conquista de Jerusalén.
A
pesar de que habíamos leído que Samuel le había ungido, pero eso fue secreto, y
las cosas tenían que evolucionar humanamente. David ya era reconocido como rey
por los del Sur, la tribu de Judá, que era la suya, y eso en seguida después de
la muerte de Saúl.
Ahora
lo es también por las del Norte, o sea, Israel, que hasta ahora habían
permanecido fieles a los descendientes naturales de Saúl. David ha sabido, con habilidad
política y por sus buenas cualidades, aunar las voluntades de todos. Tal vez no
sin alguna intriga y violencia. Se unen, pues, Judá e Israel. Durarán poco:
después de su hijo y sucesor Salomón se volverán a dividir.
David
consigue otra meta decisiva: conquista -de nuevo con habilidad y astucia, sin
combatir- la ciudad de Jerusalén, hasta entonces en poder de los jebuseos, y la
hace capital de su reino. Antes había residido en Hebrón. Así consigue una
unidad política que será la base de la prosperidad de su reinado y del de su
hijo Salomón.
La
historia se mueve con factores muy humanos que, en libros religiosos como el
que estamos leyendo, se atribuyen a la providencia de Dios. Dios se sirve de
las cualidades y de los defectos, de los éxitos y de los fracasos humanos, para
conducir los destinos del pueblo y para que se vayan cumpliendo sus planes de
salvación. El autor del libro de Samuel interpreta claramente que «el Señor
estaba con David».
La
historia de David se repite en muchos niveles y en todos los tiempos. No actúa
Dios a base de milagros continuados, sino a través de las personas que encarnan
sus planes. Nuestros éxitos, pero también nuestras debilidades e incluso
nuestro pecado, le sirven a Dios para ir escribiendo su historia, la historia de
la salvación.
En
nuestra vida tendríamos que conjugar los esfuerzos humanos con la confianza en
Dios y la docilidad a sus planes. Eso nos haría más humildes ante los éxitos y
más preparados a encajar sin actitudes trágicas los fracasos.
David
nos da además otra lección: con nuestras actitudes, con nuestra manera de
tratar a las personas, deberíamos trabajar para conseguir la unidad en nuestros
propios ambientes, el familiar o el social o el religioso. Ojalá también
consiguiéramos la unidad ecuménica entre todos los cristianos como David
consiguió la unificación de su pueblo.
Sería
mucho más eficaz nuestra tarea de evangelización de este mundo: «que sean uno,
como tú y yo somos uno, para que el mundo crea que tú me has enviado».
J.
Aldazabal
Enséñame
Tus Caminos
Mc.
3, 22-30. Muchas obras buenas hizo Jesús para liberarnos de la esclavitud al
autor del pecado y de la muerte. Expulsó demonios; resucitó muertos; curó a
muchos de diversos males; hizo milagros; anunció el Evangelio; nos dio el
perdón y la vida eterna mediante su muerte y resurrección. Decir que todo lo
que Él hizo era por estar poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y que
por eso los echaba fuera, manifestaba que trataban de echar por tierra la obra
de salvación que Dios nos ha ofrecido por medio de su Hijo. ¿No será, más bien,
esa cerrazón a la obra de Jesús, una manifestación del demonio en quienes
levantan tales blasfemias? ¿Podrá Dios perdonar a quien no sólo ha rechazado,
sino que se ha cerrado para no aceptar el único Camino que nos ha ofrecido para
llegar a Él? Dios perdonará todos los pecados, por muy graves que sean; pero
antes hay que reconocerse pecador y estar dispuesto a volver al buen camino.
Cuando se hace a un lado el arrepentimiento y se vive en la maldad pensando que
somos buenos cuando destruimos a los demás, entonces se hace imposible la
llegada del amor y de la vida al corazón de quien se piensa poderoso para
salvarse a sí mismo al margen del Evangelio y del camino que Dios nos manifestó
en Cristo Jesús. Tal vez en muchas ocasiones aquellos que traten de conservar
su poder o sus tradiciones emitan juicios temerosos, o levanten falsos contra
quienes se nos han adelantado en la auténtica respuesta al Evangelio, para
perjudicarlos y evitar el que sean escuchados y seguidos; sin embargo no es el
poder ni el boato humano el que salva, sino la fidelidad a Cristo y el Amor a
Dios y al prójimo. ¿Acaso el que viva en el seguimiento de las huellas del
Señor estará poseído del demonio o de un espíritu inmundo?
La
Eucaristía es el milagro más grande que el Señor nos ha dejado para que podamos
vivir el momento de su Pascua, mediante la cual somos liberados de la
esclavitud al autor del pecado y de la muerte. Dios ha destruido el poder del
maligno y nos quiere libres de todo aquello que nos llevaba por caminos de
maldad. Por eso, al participar de la Eucaristía hacemos nuestra la victoria de
Cristo. Nuestra vocación, a partir de nuestro encuentro con el Señor y de la
renovación de la Alianza entre Él y nosotros, mira a convertirnos en un signo
creíble de su amor, de su bondad y de su misericordia. Efectivamente, la
salvación no es sólo recibir el perdón que nos viene de Dios, sino el ser
renovados en Cristo y ser revestidos de Él, de tal forma que el Espíritu Santo lleve
a su plenitud el proyecto de Dios sobre nosotros: Que seamos conforme a la
imagen del Hijo de Dios para amarnos como hermanos, para escuchar al Señor que
nos habla a través de su Palabra, pero también a través de nuestro prójimo,
pues todos los que creemos en Cristo y vivimos unidos a Él somos un signo de Él
en el mundo e instrumentos de su amor salvador para todos.
Dios
nos llama para que seamos portadores de su perdón y de su Gracia, pues Él nos
quiere para siempre en su Gloria. Mientras llega el día final, la Iglesia ha de
esforzarse por conducir a toda la humanidad a un encuentro de fe, de amor, y de
fidelidad con el Señor. Y en esta labor no hay exclusivismos. Todos los
bautizados somos responsables del Evangelio. Y Dios distribuye sus carismas en
los diversos miembros de la Iglesia para el perfeccionamiento de la misma.
Nadie puede decir que agota en sí mismo la manifestación del Espíritu de Dios,
sino que todos, entramados por el amor y por el mismo Espíritu, manifestamos,
así unidos, la perfección de Cristo entre nosotros. Por eso no apaguemos el
Espíritu de Dios, manifestado en cada uno de nuestros hermanos, antes al
contrario vivamos en unión y comunión de fe y de amor entre nosotros para que
todos podamos llegar a la plenitud en Cristo Jesús. Todo esto nos ha de llevar
a una verdadera humildad y a una auténtica fe manifestada en obras de amor, y
jamás en la opresión o rechazo de los demás, pensando que si no tienen la
formación adecuada ellos no pueden ser instrumentos del Señor, pues ante Dios lo
único que contará será el amor fiel, que, cuanto más ilustrado deberá también
ser más comprometido en el servicio y no en la humillación de los demás.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de estar abiertos a la presencia del Espíritu
Santo en nosotros para que, como Iglesia, seamos todos portadores de la
salvación y de la santidad del Señor para todos los pueblos. Amén.
Reflexión
de Homilía católica .
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