LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Sábado,
01 de Febrero de 2014
III
Semana del Tiempo Ordinario
MISA
DE SANTA MARÍA EN SÁBADO
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Hch 1, 14)
Con
un mismo espíritu, los discípulos perseveraban en la oración junto con María,
la Madre de Jesús.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
misericordioso, que quisiste que tu Hijo unigénito proclamara desde la cruz
como Madre nuestra a su propia Madre, haz que tu Iglesia, por la mediación y
cooperación maternal de la Virgen María, crezca cada día en santidad y atraiga
a su seno a todas las naciones. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
He
pecado contra el Señor.
Del
segundo libro de Samuel: 12, 1-7. 10-17
En
aquellos días, el Señor envió al profeta Natán para que fuera a ver al rey
David. Llegó Natán ante el rey y le dijo: "Había dos hombres en una
ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y numerosas
reses. El pobre sólo tenía una ovejita, que se había comprado; la había criado
personalmente y ella había crecido con él y con sus hijos. Comía de su pan,
bebía de su vaso y dormía junto a él. La quería como a una hija. Un día llegó
un visitante a la casa del rico, y éste no quiso sacrificar ninguna de sus
ovejas ni de sus reses, sino que se apoderó de la ovejita del pobre, para
agasajar a su huésped".
Al
escuchar esto, David se puso furioso y le dijo a Natán: "Verdad de Dios
que el hombre que ha hecho eso debe morir. Puesto que no respetó la ovejita del
pobre, tendrá que pagar cuatro veces su valor".
Entonces
Natán le dijo a David: "¡Ese hombre eres tú! Por eso te manda decir el
Señor: 'La muerte por espada no se apartará nunca de tu casa, pues me has
despreciado, al apoderarte de la esposa de Urías, el hitita, y hacerla tu
mujer. Yo haré que de tu propia casa surja tu desgracia, te arrebataré a tus mujeres
ante tus ojos y se las daré a otro, que dormirá con ellas en pleno día. Tú lo
hiciste a escondidas; pero yo cumpliré esto que te digo, ante todo Israel y a
la luz del sol' ".
David
le dijo a Natán: "He pecado contra el Señor". Natán le respondió:
"El Señor te perdona tu pecado. No morirás. Pero por haber despreciado al
Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá". Y Natán se
fue a su casa.
El
Señor mandó una grave enfermedad al niño que la esposa de Urías le había dado a
David. Éste pidió a Dios por el niño, hizo ayunos rigurosos y de noche se
acostaba en el suelo. Sus servidores de confianza le rogaban que se levantara,
pero él no les hacía caso y no quería comer con ellos.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 50
R/.
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Crea
en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu. R/.
Devuélveme
tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa. Enseñaré a los
descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores. R/.
Líbrame
de la sangre, Dios, salvador mío y aclamará mi lengua tu justicia. Señor, abre
mis labios y cantará mi boca tu alabanza. R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 3, 16) R/. Aleluya, aleluya.
Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en
Él tenga vida eterna. R/.
¿Quién
es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN MARCOS: 4, 35-41
Un
día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla
del lago". Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a
Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De
pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y
la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo
despertaron y le dijeron: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?"
Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: "¡Cállate,
enmudece!" Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les
dijo: "¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?" Todos se
quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Quién es éste, a quien
hasta el viento y el mar obedecen?"
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Convierte,
Señor, en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, estos dones que te presentamos, y
haz que este memorial de nuestra redención, nos inflame en el amor a la Virgen
María, Madre de la Iglesia, y nos asocie íntimamente a ella en la obra de la
salvación de los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, y alabarte en
esta festividad de la Virgen María.
Porque
al aceptar ella a tu Unigénito en su corazón inmaculado, mereció concebirlo en
su seno virginal y, al dar a luz a Cristo, preparó el nacimiento de la Iglesia.
Porque
al aceptar, junto a la cruz, el encargo de tu amor, recibió como hijos a todos
los hombres, redimidos por la Sangre de Cristo.
Porque
al unirse a las oraciones de los Apóstoles y de los discípulos, que esperaban
la venida del Espíritu Consolador, se convirtió en el modelo de la Iglesia
suplicante y, desde su asunción gloriosa a los cielos, sigue mostrando su amor
y protección a la Iglesia que peregrina hacia la vida eterna, hasta que venga
el Señor, lleno de gloria.
Por
eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos sin cesar, diciendo: Santo,
Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 19, 26-27)
Desde
la cruz, Cristo dijo al discípulo amado: "He ahí a tu Madre".
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú
que nos has concedido en este sacramento la prenda de nuestra vida eterna, haz,
Señor, que tu Iglesia, por la intercesión maternal de la Virgen María, ilumine
a todas las naciones con la luz del Evangelio y las santifique con los dones de
tu Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Santos:
Severo de Ravena, obispo; Brígida de Kildare, abadesa. Beato Andrés de Conti,
presbítero.
Vísperas
I de mañana: todo propio. Tomo III: p. 1354. LHF: p. 835. LHP: pp. 498 y 13.
Feria (Verde)
Reflexión:
DE
TEMPESTADES A TEMPESTADES
2
S 12, 1-7. 10-17; Mc 4, 35-41
El
evangelista san Marcos nos presenta a los pescadores galileos que siguen a
Jesús, enfrentados a una de las tormentas que azotaban con frecuencia en el
lago. Los discípulos se espantan, porque se sienten desprotegidos, puesto que
el Maestro duerme y las olas amenazan con hundir la barca. Jesús se alza con
seguridad y se impone a la fuerza del viento, manifestándose como Señor de la
creación. Justamente esa es la reacción de sorpresa y extrañamiento que
muestran los discípulos. En un contexto bastante diferente aparece David,
sacudido por una tormenta interior: el profeta Natán le describe una narración
aparentemente ficticia, para reavivar la dimensión sana de su conciencia a fin
que descubra la gravedad de su pecado y se humille ante Dios. ( www misal . com
. mx)
Reflexión:
2Sam.
12, 1-7. 10-17. ¿Quién de nosotros puede sentirse libre de culpa?
Dios
conoce nuestras maldades, miserias y pecados. ¡Ojalá y con grandes penitencias
hubiésemos logrado lavar nuestras culpas!
Hay
Alguien que, por nuestros pecados, aceptó ir libremente a la muerte para
purificarnos y presentarnos libres de culpa ante su Padre Dios: Cristo Jesús.
Y
por más ayunos, por más sayales que nos hubiésemos puesto, por más oraciones
elevadas ante Dios, por nosotros mismos jamás hubiésemos logrado ser
perdonados.
Por
eso no podemos decir que hubiésemos podido evitar que Cristo muriera, pues la
Salvación, por voluntad del mismo Dios, sólo nos llegaría por su Muerte
Salvadora.
A
nosotros corresponde no vivir encadenados al mal, sino aceptar esa salvación
que sólo nos viene de Dios por medio de su Hijo.
Por
eso, reconozcamos con humildad que hemos pecado, confesemos nuestros pecados,
aceptemos a Cristo como nuestra única salvación, y Dios tendrá compasión de
nosotros y nos dará vida eterna.
Sal.
51 (50). Sólo Dios puede crear en nosotros un corazón nuevo y un espíritu
nuevo. Él, el Dios misericordioso, nos dará su salvación y nos renovará para
que caminemos ante Él con un corazón puro.
A
nosotros sólo corresponde ponernos en las manos de Dios y dejarlo llevar
adelante su obra de salvación en nosotros.
Nuestras
buenas obras manifestarán que realmente la salvación ha llegado a nosotros. Y
nuestra fidelidad nos hará cada día más dignos de confianza ante Dios que,
finalmente, nos confiará los bienes eternos, no sólo para que los disfrutemos,
sino para nos esforcemos en hacerlos llegar a los demás.
Por
eso, habiendo experimentado el amor de Dios, enseñemos a los descarriados los
caminos del Señor para que los pecadores vuelvan a Él, pues, desde nuestra
experiencia de Dios no estaremos anunciando fábulas ni inventos humanos, sino
al Dios vivo y verdadero que se ha hecho cercanía amorosa y misericordiosa para
con nosotros.
Mc.
4, 35-41. Jesús es Dios-con-nosotros. ¿Creemos realmente esto? Si es así
entonces no podemos tener miedo ni aunque se levante una tempestad tormentosa
que quisiera acabar con nosotros.
Al
proclamar el Evangelio del Señor tratamos, como instrumentos del Espíritu Santo
que habita en nosotros, de suscitar la fe en Jesús.
Tal
vez este anuncio sea acompañado de señales que ayuden a comprender que no vamos
en nombre propio, sino en Nombre de Dios. Pero finalmente esas señales no son
tan importantes cuanto sí lo ha de ser el lograr la finalidad del Evangelio:
Que Jesús sea reconocido como Dios y como el único Salvador de la humanidad.
Vivamos
confiados en Dios y dejémonos conducir por su Espíritu para que al anunciar su
Nombre a los demás no queramos hacer nuestra obra, sino la obra de Dios para
que todos encuentren en Cristo el camino que nos conduce al Padre.
Nos
reconocemos pecadores; pero sabemos que Dios nos sigue amando.
Con
humildad nos acercamos a Él, confundidos por nuestra maldad, para pedirle que
tenga misericordia de nosotros por la Sangre que su Hijo derramó por nosotros.
Y
Dios ha tenido misericordia de nosotros; nos ha perdonado y nos ha recibido
nuevamente en su casa como a hijos suyos. Nuestro encuentro con Él en esta
Eucaristía es el momento culminante de su amor y de su perdón. Por eso nos
acercamos a Él llenos de gratitud, pues no nos abandonó a la muerte ni dejó que
nuestra vida se hundiera en la maldad.
Dios
nos pide, así, que no nos detengamos, sino que sigamos con paso firme,
fortalecidos con su Espíritu Santo, hasta que alcancemos la otra orilla donde
nos encontraremos definitivamente en la casa eterna de nuestro Padre Dios.
Mientras
caminamos por este mundo debemos esforzarnos porque el Reino de Dios y la
misericordia de nuestro Padre llegue a todos, pues Dios quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Dios
jamás se ha olvidado de nosotros; Él va siempre como compañero de viaje en
nuestra vida.
Sin
embargo Él no está con nosotros para suplir lo que a cada uno corresponde
realizar en la vida. Cada uno de nosotros debe aportar todo su esfuerzo, toda
su vida para construir un mundo que no se quede estancado en la maldad, ni se
resigne con las realizaciones logradas; siempre será necesario ir más allá,
hasta que, por obra y gracia de Dios, logremos llegar a la perfección del mismo
Dios conforme a la invitación de Jesús: Sean perfectos como su Padre Dios es
perfecto.
Sabemos
que esto no lo lograremos en esta vida, pero sí debemos hacer de nuestro mundo
un signo cada vez más claro del Reino de Dios por el amor fraterno, en que
todos disfrutemos de la Paz y vivamos la solidaridad, la comunión fraterna y la
justicia social.
Roguémosle
a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos
conceda la gracia de vivir totalmente comprometidos con su Reino, pidiéndole al
mismo Dios que nos purifique de todo pecado para que siempre pasemos haciendo
el bien a todos, siguiendo las huellas de Jesús, nuestro Salvador. Amén.
Reflexión
de: Homilia catolica
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