sábado, 18 de enero de 2014

EUCARISTÍA DEL DOMINGO 19 DE ENERO DE 2014.


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 19 DE ENERO DE 2014.
II DOMINGO DEL  TIEMPO ORDINARIO

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 65, 4)
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera; que todos canten himnos en tu honor y alabanzas a tu nombre.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que con amor gobiernas los cielos y la tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Te hago luz de las naciones, para que todos vean mi salvación.

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 49, 3. 5-6

El Señor me dijo: "Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria". Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a Él y congregar a Israel en torno suyo —tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza—. Ahora, pues, dice el Señor: "Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 39
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé en el Señor con gran confianza; Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R/.

Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: "Aquí estoy". R/.

En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. R/.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. R/.

La gracia y la paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús.

DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS: 1, 1-3
Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, mi colaborador, saludamos a la comunidad cristiana que está en Corinto. A todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Jn 1, 14. 12) R/. Aleluya, aleluya.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. A todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios. R/.

Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 1, 29-34
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que Él sea dado a conocer a Israel".
Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Dios Padre, especialmente pidiendo hoy la unidad de los cristianos.
Después de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Por todos los que creemos en Jesucristo. Que lo sigamos de todo corazón en nuestras vidas y demos siempre un buen testimonio de nuestra fe. Oremos.
Por las distintas Iglesias cristianas. Que valoremos lo esencial que nos une para poder avanzar así hacia la plena comunión. Oremos.
Por nuestro mundo, dividido por guerras y discordias. Que los cristianos seamos instrumento de unidad, de concordia y de paz. Oremos.
Por todos nosotros, reunidos para celebrar la Eucaristía del domingo. Que cada día avancemos más por el camino de la conversión. Oremos.
Escucha, Padre, las oraciones de tus hijos, que quieren caminar unidos siguiendo a Jesús, nuestro único Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (1 Jn 4, 16)
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad para que, alimentados del mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos por el mismo amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Santos: Germánico de Filadelfia, mártir; Mario, Marta, Audifaz y Ábaco de Persia, mártires. Beato Marcelo Spínola, fundador.

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Comentario:
El profeta Isaías nos comparte un fragmento de tipo personal, que recoge el momento culminante en la vida de un profeta anónimo que identificamos con el título de Segundo Isaías. Él advirtió que Dios lo destinaba a una doble misión: ayudar a Israel a reorganizarse y recuperar su autonomía, después de la desbandada que significó el exilio. Además, tendría que animarlos a que se constituyeran como comunidad alternativa, viviendo relaciones verdaderamente justas y fraternas entre ellos. De esa forma, cumplirían con la misión evangelizadora: ser luz de las naciones por las opciones y actitudes que organizaban su vida cotidiana.
(de  www Misal . com. mx)

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Reflexión
EL PECADO DEL MUNDO
1.- Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El “pecado del mundo” es más amplio y profundo que los pecados personales que cometemos individualmente cada uno de las personas humanas. El pecado del mundo es un pecado social y estructural que afecta a comunidades enteras de personas: las guerras, el hambre, la injusticia, la desigualdad económica y social, la discriminación, el egoísmo y la ambición sin límites… Es verdad que, aunque no son la misma cosa, sí hay una relación íntima entre los pecados individuales y el pecado del mundo, porque el pecado del mundo se concreta y realiza en y a través de nuestros pecados individuales. Si no hubiera pecados individuales no habría pecado del mundo. Cristo vino a quitar los pecados individuales y vino también a quitar el pecado del mundo. El pecado del mundo es siempre, en definitiva, un pecado contra el amor, contra el mandamiento nuevo que Jesús nos mandó. San Juan, en su primera Carta, lo dice y lo repite por activa y por pasiva. Me limito a repetir algunas de las frases de esta Carta que hemos leído en las eucaristías del día en el que estoy escribiendo esto: “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni el que no ama a sus hermanos. Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros… quien no ama permanece en la muerte; no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad”.
2.- Lo que Cristo quiere es que cada uno de sus seguidores, cada uno de nosotros los que nos llamamos cristianos, luchemos contra el pecado del mundo, contra el desamor, individual y socialmente. Que amemos nosotros de verdad, con obras, a nuestros hermanos, y que luchemos, con amor y por amor, contra el pecado social y estructural del mundo en el que vivimos. Los cristianos no podemos conformarnos con ser nosotros individualmente buenos, debemos luchar activamente contra el gran pecado estructural, contra el pecado del mundo, contra el pecado del desamor. Sí, sabiendo que yo no voy a cambiar definitivamente al mundo, pero sabiendo también que mi lucha es necesaria para que el mundo cambie. De muchos buenos granos de arena se hace una buena playa y de muchas acciones buenas individuales se hace una sociedad buena. Debemos hacerlo todo movidos por el Espíritu Santo, por el Espíritu que Juan vio que se posaba, como una paloma, sobre Jesús de Nazaret. Así también nosotros daremos testimonio de Jesús y así también nosotros, por Él y con Él, estaremos contribuyendo a quitar el pecado del mundo.
3.- Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Esa fue la vocación del “siervo de Yahvé”, esa fue la vocación de Cristo, esa debe ser la vocación de cada uno de los cristianos. No podemos encerrarnos ni en nosotros mismos, ni en nuestro propio barrio, ciudad o Estado; nuestra vocación es universal, católica, como fue la vocación del siervo de Yahvé. Porque el pecado del mundo nos supera y nos trasciende, está en cualquier lugar del mundo donde un ser humano sufre el pecado del desamor. Si actuamos así, también Dios podrá decirnos a nosotros que somos sus siervos, de los que Él se siente orgulloso.

Gabriel González del Estal
www betania es

RECIBAMOS EL ESPÍRITU DEL SEÑOR
1.- Todos hemos visto alguna vez, o en fotografía o en película, o quizás personalmente, esas multitudes de indios bajando lentamente por las orillas a las aguas del Ganges para purificarse en las aguas sagradas. El agua siempre ha tenido en todas las civilizaciones el significado de purificación antes de entrar en contacto con la divinidad. En el recinto exterior de todo templo shintoista hay una fuente o depósito hecho de piedra con cuya agua se purifican las manos y los pies o se bebe un poco en señal de purificación antes de proceder al interior del templo
2.- Juan el Bautista también tocó el agua, como era costumbre en esos tiempos, como medio de purificación, pero exigía al mismo tiempo la conversión del corazón, sabiendo que el solo meterse en el agua no cambia nada en el interior del hombre si este no ha cambiado a sí mismo. Pero aún así Juan sabía que su bautismo no era lo que debía de ser. Purificarse y morir a la mala vida es un paso aún negativo. Cuando el hombre sale del agua necesita comenzar a vivir una nueva vida.
Y Juan señala a Jesús y le define con aquellas palabras: “ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo”. No basta morir bajo el agua es necesario renacer, como dijo Jesús a Nicodemo: “Yo te aseguro que si no renace el hombre del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de los Cielos”.
3.- Todos nosotros estamos bautizados, y vosotros habéis bautizado a vuestros hijos. ¿Y tenemos conciencia de lo que eso fue y lo que es? Renacer: ese niño que acaba de nacer y tiene un principio humano que le hace actuar como ser humano, todavía, tiene que nacer otra vez. Sobre ese principio de actos humanos, necesita otro principio para que sea capaz de amar a un Dios que “nadie jamás ha visto”, para que sea capaz de admitir un ser que sus ojos no ven, ni sus manos van a palpar. Y ese principio nuevo, sobrenatural, es el Espíritu Santo. Nosotros, vuestros niños en el bautismo, reciben el Espíritu de Jesús, que les va a hacer moverse en un sentido sobrenatural, hacia Dios.
4.- Y ese venir del Espíritu Santo hace que ese niño quede consagrado, dedicado a Dios, como al consagrar un cáliz queda dedicado solamente al culto divino. Ese niño que tenéis en brazos, por ser templo del Espíritu Santo es un ser santificado y consagrado por Jesucristo como dice hoy San Pablo. “Separemos de las tinieblas a la luz.
A) Esos niños y cada uno de nosotros somos elegidos por Dios desde el vientre de nuestras madres y consagrados, es decir, separados, apartados del mal del mundo (llámesele Satanás), de todo lo que nos aparta de Dios, apartados de odios, y envidias, de egoísmos e injusticias, de violencias y materialismo, de todo lo que nos haga olvidarnos de Dios como puede ser el placer desenfrenado, el dinero o el poder.
B) A todo esto renunciamos en las promesas del bautismo. Y para significar nuestra dedicación a Dios por el Espíritu que acabamos de recibir se unge al niño con el Crisma, como se ungen los cálices con óleo sagrado para dedicarlos a Dios. Y en ello se simboliza esa separación que hace del cristiano, de todo cristiano, un sacerdote, un profeta y un rey. “Pueblo regio y sacerdotal”, que nos dice San Pedro.
5.- Pero todo esto nos viene de que el Espíritu del Señor vive en nosotros, de que vivimos la misma vida interna de Dios, que por eso nos hace realmente hijos suyos, y por tanto hermanos entre nosotros. Por eso es mucha verdad de que por el bautismo el niño comienza a ser hijo de Dios, por recibir la misma vida de Dios.
Por eso el bautismo no se reduce a que el cura eche agua y a tomar chocolate con churros. En los niños es una semilla que los padres y padrinos tienen que cuidar. Y en nosotros es una elección, una llamada de Dios a la que cada uno de nosotros tiene que responder libremente. Todo esto es totalmente distinto de unas abluciones externas en el Ganges, o un lavado de manos en un templo shintoista, Aquí hay una misteriosa realidad interior por la que es Dios quien transforma al hombre en hijo suyo de verdad.

José María Maruri, SJ
Ww betania es

LLEGÓ SU HORA…LA DE JESÚS
En medio de una sociedad, donde tanto se busca y tanto se ofrece, implica relacionarnos con personas y organizaciones.
1. Hoy, Juan Bautista, nos acerca una carta de presentación de Jesús de Nazaret y con un objetivo: atraer nuestra atención y, sobre todo, ver todo el historial que –ya desde antiguo– completaba el currículum de Aquel que, siendo Niño, fue bautizado en el río Jordán y que ha iniciado su vida pública.
Es una carta de presentación un tanto original: viene a quitar los pecados del mundo. No viene con grandes programas de actuación (o por lo menos con aquellos a los que estamos acostumbrados). Su objetivo no es otro que llenarnos de paz de Dios y acercarnos un poco la gracia de Dios para que nos sintamos sus hijos.
Hoy, Juan Bautista, con la carta de presentación de Jesús nos hace sentir que el dolor es posible llevarlo sin que nos aplaste. Que con la llegada de Jesús, siervo humilde y dócil, es posible encontrar respuestas a mil absurdos que nos crean dudas, incomodidad o infelicidad.
Se acercaba un joven a una oficina de empleo. Al llegarle su turno, el funcionario –con frialdad más que con profesionalidad– le preguntó: ¿Qué garantías nos trae vd para trabajar? El joven, un tanto decepcionado, contestó: traigo lo que soy, mi persona, mis ganas y necesidad de trabajar.
Ese es Jesús. No tiene más pretensiones que ofrecer todo su ser a favor del Reino de Dios, una realidad invisible pero visible en la medida que nos esforzamos por convertir la injusticia en justicia, la mentira en verdad, la cobardía en audacia, la tristeza en alegría, la tacañería en bondad. Y, esto, puede que en “currículum” que exige el mundo, no sea bien recibido. ¡Estamos tan acostumbrados a exigir profesionalidad y no dignidad!

2. Hoy, ante el mostrador de nuestra vida cristiana, se presenta un tal Jesús con una credencial muy genuina: “Cordero de Dios”.  Aquel que es capaz de dar la vida por los que somos tan económicos a la hora de ofrecerla. Aquel que camina por delante, cuando nosotros, preferimos estar detrás de la barrera en situaciones complicadas o que nos pueden traer sin sabores. Aquel, Jesús, que disfruta sirviendo –no sólo las estipuladas 8 horas laborales– sino en jornada continua y sin remuneración alguna. Bueno sí, con un poco de amor…se paga a Jesús y al mismo Dios.

A muchos, esta forma de presentarse Jesús, les dirá poco o nada. Están, estamos, acostumbrados a las luces, sonidos, marketing y espectáculo. Pero, Juan Bautista, nos dice que el Cordero de Dios es aquel que –lejos de buscar un empleo con tan pobre currículum– busca y tiene un objetivo: llevarnos a Dios y hacer que vivamos como hijos de Dios.
Ojala, también de nosotros, pudieran decir: éstos son los que hacen frente a muchas dificultades; los que aligeran el peso de los hombros de los demás; los que se sacrifican y trabajan en movimientos eclesiales para que, niños, pobres, sacerdotes, parroquias, o fines sociales sigan adelante. ¡Éstos son los que “como corderos” ofrecen la lana de su tiempo y la sangre de su carisma, su creatividad o su espiritualidad para que, la Iglesia y el Reino de Dios, o el Reino de Dios y la Iglesia, sigan brotando como paz amor  de Dios en la tierra.

Que, en estos días en los que celebramos el Octavario por la Unión de los Cristianos, pidamos al Buen Pastor, al único Señor, que la Iglesia –más pronto que tarde– vuelva a ser también una única casa, presidida y fortalecida por la unidad de todos los cristianos. Al fin y al cabo, en uno de sus puntos, Jesús, lo dejo bien claro: “que todos sean uno”.

Javier Leoz


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