sábado, 5 de marzo de 2011

LECTURAS Y REFLEXIONES DE LA MISA DEL DOMINGO 6 DE MARZO DE 2011







DOMINGO 9° DURANTE EL AÑO


Yo pongo delante de ustedes
Una bendición y una maldición

Lectura del libro del Deuteronomio 11, 18. 26-28. 32

Moisés habló al pueblo y le dijo:

Graben estas palabras en lo más íntimo de su corazón. Átenlas a sus manos como un signo, y que sean como una marca sobre su frente.

Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición.

Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios que hoy les impongo.
Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido.

Cumplan fielmente todos los preceptos y leyes que hoy les impongo.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL   30, 2-4. 17. 25

R.    Señor, sé para mí una roca protectora.

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
      inclina tu oído hacia mi
y ven pronto a socorrerme.  R.

Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,
porque Tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.  R.

Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.  R.


El hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley


Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 3, 20-25a. 28

Hermanos:

A los ojos de Dios, nadie será justificado por las obras de la Ley, ya que la Ley se limita a hacernos conocer el pecado. Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas: la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen.

Porque no hay ninguna distinción: todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, gracias a la fe.

Porque nosotros estimamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.

Palabra de Dios.



EVANGELIO

La casa edificada sobre roca
y la casa edificada sobre arena



 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 7, 21-27

Jesús dijo a sus discípulos:

No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?»
Entonces Yo les manifestaré: «Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande.

Palabra del Señor.

Reflexión


POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS

1. Para entender bien el texto evangélico de este domingo debemos saber situarlo en su contexto. Jesús les está diciendo a sus discípulos que “se guarden de los falsos profetas”, porque estos, envueltos en el ropaje brillante de sus palabras, pueden fácilmente engañarles. Y para que entiendan bien lo que quiere decirles, les pone los ejemplos que siguen. El ejemplo de los que se pasan el día diciendo “Señor, Señor”, pero que, después, no cumplen la voluntad del Padre que está en el cielo. A estos, Cristo no los reconocerá en el día del juicio, a pesar de que hayan profetizado en su nombre, hayan echado demonios y hasta hayan hecho muchos milagros en el nombre de Jesús. También les pone el ejemplo de los que construyen su casa sobre arena y, a las primeras lluvias y ante el soplo fuerte de los primeros vientos, la casa se hunde. ¿Quiénes son los que construyen su casa sobre arena? Los que oyen y dicen muchas palabras y oraciones santas, pero no ponen en práctica el mandamiento de Jesús. De estos, es de los que dice Jesús a sus discípulos que no se fíen de lo que dicen, sino que miren lo que hacen. Por sus frutos buenos se conoce el árbol bueno y por sus frutos malos se conoce el árbol malo. Los cristianos debemos tener siempre como modelo a Jesús de Nazaret y este no nos salvó por los bellos discursos que dijo, sino por su vida, vivida hasta el último momento de acuerdo a la voluntad de su Padre. Los frutos del buen árbol que fue Cristo fueron los frutos del amor a su Padre, manifestado en su amor redentor hacia nosotros, sus prójimos, hijos del mismo Padre. En el día del juicio, Cristo sólo nos reconocerá a nosotros, si hemos dado frutos de amor a Dios y al prójimo, de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo.

2. El hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. Entendamos bien a San Pablo. San Pablo no dice que Dios nos salva sólo por la fe, al margen de las obras que hagamos. Les dice a los primeros cristianos que, después de la venida de Cristo, el cumplimiento de la Ley mosaica ya no es el criterio último para salvarse. El tema más claro y más espinoso era el de la circuncisión y la comida de alimentos impuros. Los judíos decían que la circuncisión y la abstención de comer alimentos impuros eran condición necesaria para salvarse. San Pablo dice que ya no, que lo que nos salva ahora no es el cumplimiento de esas leyes, sino “la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre”. Dios nos ha redimido por la vida, muerte y resurrección de su Hijo; la fe en Cristo redentor es la que nos salva, ya no es la Ley mosaica la que nos salva. Los gentiles pueden salvarse exactamente igual que los judíos, aunque no cumplan la Ley mosaica. Porque la fe en Cristo les llevará a hacer las obras de Cristo, obras de justicia y de amor. En este sentido nos dirá el apóstol Santiago que la fe sin obras es una fe muerta. Sí, los cristianos debemos demostrar nuestra fe en Cristo haciendo las obras de Cristo, en la medida, claro está, de nuestras pobres y limitadas posibilidades humanas. También a nosotros, Dios y la sociedad nos va a reconocer como discípulos de Cristo, por los frutos que demos, es decir, por las obras que hagamos, más que por la fe que digamos profesar.

3. Meteos mis palabras en el corazón y en el alma. Las palabras a las que se refiere Moisés son el Código de la Ley. Dios, en la antigua Alianza, se había comprometido a salvar a su pueblo, mientras su pueblo cumpliera el Código de la Ley que él mismo les había dado. Pero la nueva y eterna alianza se realizó en Cristo, no en el Código de la Ley. San Pablo nos dirá que, a partir de ese momento, es la fe en el sacrificio de la carne y la sangre de Cristo, realizado en esta nueva y eterna alianza, lo que nos salvará de nuestros pecados.

Reflexión de Gabriel González del Estal
www. Betania .es

EDIFIQUEMOS NUESTRA CASA SOBRE ROCA FIRME

1.- ¿La fe o las obras? La primera y la tercera lectura de este domingo, el pasaje del Deuteronomio y el del evangelio según san Mateo, subrayan claramente la necesidad que tenemos de tener en cuenta los preceptos del Señor. Porque no basta con escucharlos y recordarlos si después nos desviamos del camino que nos marcan esos preceptos; como no basta confesar con los labios que Jesús es el Señor, si no cumplimos fielmente lo que nos dice. "Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley": el texto de Pablo de la liturgia de hoy nos dice que la salvación es un don de Dios. Pero a la vez, la fe es un compromiso voluntario del hombre en favor de la justicia y del amor radical. No basta con hablar para que las cosas se hagan. No basta con rezar mucho y oír muchas misas, es bueno y necesario hacerlo, pero no basta para manifestar la verdad de lo que creemos. ¿La fe o las obras?, ¿qué es lo que salva? Lo que nos salva es la fe... y las obras. No es lícito separar los dos extremos, elegir uno y desechar el otro. Ambos pertenecen al mensaje, la fe y las obras. Más exactamente, el que nos salva es Dios en Jesucristo. La fe es la aceptación agradecida de esa salvación. Creer es también hacer, porque es obedecer. Porque es responder a la palabra de Dios con el alma, con el corazón y con toda la vida. No es recordar, saber o retener unas verdades, sino vivir. Porque la fe sin obras es fe muerta y estéril como la muerte misma. Porque la fe se realiza en las obras, pero las obras no valen para el cristiano sin la fe.

2.- ¿Cómo es nuestra casa interior? Hay casas sobre roca, casas sobre arena; casas sobre mezcla de roca y arena. En Haití el terremoto del año pasado fue una catástrofe porque las casas estaban construidas con materiales endebles, con gran cantidad de arena. En otro lugar no hubieran muerto tantas personas. Pero la pobreza, fruto de la injusticia, lo provocó. La lectura de Mateo es un aviso para revisar nuestra edificación existencial. Supongo que todos queremos una casa firme, preferiblemente cimentada sobre roca. Una casa sobre la que el agua devastadora de la vida no haga estragos, no nos lleve por delante. Una casa sobre la que el viento impetuoso de las circunstancias desfavorables no deteriore la fachada, ni interiores… ¿Quién no quiere una casa así? Sin embargo, no siempre nos encontramos con tanta solidez. No siempre somos gente prudente. No siempre escuchamos sus palabras. No siempre decimos “¡Señor, Señor!” y, al mismo tiempo, le pedimos que se cumpla su voluntad…, porque no estamos seguros de que nos guste su voluntad. Nuestras vidas son las casas, que no están terminadas totalmente. Que necesitan mantenimiento y, en ocasiones, reforzar los cimientos o sanearlos, o buscar y encontrarlos de nuevo. No encontraremos mejor cimentación que la de Cristo, el Señor. Revisemos nuestras vidas, que son las casas, y pidamos con la súplica del Salmo “Sé la roca de mi refugio, Señor”.

3.- Escuchar y actuar. Jesús dice: "el que escucha estas palabras y las cumple". Hoy, la palabra evangélica nos invita a meditar con seriedad sobre la infinita distancia que hay entre el mero “escuchar-invocar” y el “hacer” cuando se trata del mensaje y de la persona de Jesús. No podemos olvidar que hay modos de escuchar y de invocar que no comportan el hacer. «No todo el que me diga: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial». Esta es la forma de entrar en su Reino, que ha comenzado aquí, que hay que empezar a construir aquí, manifestar y hacer realidad aquí y que un día se consumará en plenitud allí. Es necesario, por tanto, escuchar y cumplir. ¿Cómo cumplir? No se trata de cumplir por cumplir o de practicar el “cumplo y miento”, sino de adaptar nuestra vida a las exigencias del Evangelio. Preguntémonos: ¿Dios y el prójimo me llegan a la cabeza, soy creyente por convicción?; en cuanto al bolsillo, ¿comparto mis bienes con criterio de solidaridad?; en lo que se refiere a la cultura, ¿contribuyo a consolidar los valores humanos en mi país?; en el aumento del bien, ¿huyo del pecado de omisión? En una palabra: ¿soy una persona sensata que, con hechos, edifico la casa de mi vida sobre la roca de Cristo?

Reflexión de José María Martín OSA
www .betania. es

No hay comentarios:

Publicar un comentario