sábado, 5 de marzo de 2011

CONSTRUYAMOS EN FIRME





A punto de iniciar la Santa Cuaresma, interrumpimos este tiempo ordinario con el final del Sermón de la montaña. El Señor desea adhesiones no sólo externas sino aquellas que nacen desde lo más profundo del corazón de las personas y, sobre todo, que nuestra vida esté sustentada en su Palabra. Entre otras cosas porque, sin EL, nuestra vida es ruina segura.


1.- Las bienaventuranzas son promesas de Dios pero, también por parte del hombre, es necesario un cumplimiento efectivo de la voluntad de Dios: hay que hacer (no solo decir) hay que oír (y también hacer).

Dos caminos tenemos delante de nosotros: cumplir con el Señor o apartarnos de sus preceptos. ¿Es posible construir un mundo sin referencia a Dios? ¿Es positivo una sociedad que intente instalar en el centro exclusivamente al hombre? Puede que si. Pero ¿es conveniente y duradero? Posiblemente no. Es fácil construir castillos de arena sobre la arena de playa pero, en cuanto vienen las olas, arrasan con todo y… poco a poco todo desaparece.

Los cristianos escuchamos la Palabra del Señor pero, tenemos que reconocer, que es asignatura pendiente llevarlas a la vida. ¿Dónde está el testimonio de los cristianos a la hora de hacerse presente en los distintos foros de opinión, de economía o de política? ¿Es coherente con el evangelio una fe no dinámica y que no es empuje, sal y motor allá donde se juegan los destinos del mundo? ¿No os parece que, en diversas ocasiones, preferimos un edificio espiritual (la fe) entre alfileres (sin demasiada trascendencia ni arraigo) antes que una fe comprometida y profética?

2.- Escuchar al Señor es fácil. Bautizarse es cuestión de treinta minutos. Para comulgar sólo es necesario esperar el turno en la fila. Casarse por la Iglesia, después de unos cursillos, hasta podemos tranquilizar la conciencia. Uno que se siente llamado a ser sacerdote, y después de unos años, puede consagrarse… pero edificar una vida cristiana sobre roca firme es bastante más difícil. Entre otras cosas porque ello requiere no distraernos en cosas inútiles e innecesarias. Porque, además, conlleva colocar al Señor en el centro de nuestra existencia y, por lo tanto, diseñar todo el entramado de lo que somos, hacemos y pensamos en Dios: construirnos y edificarnos en Dios.

¡Qué bien lo expresa el lema de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid para este año 2011!: “Arraigados y edificados en Cristo: firmes en la fe” Sólo El nos hace madurar y crecer hacia arriba. Recuerda la necesidad de que todos nuestros pensamientos, emociones, criterios, iniciativas, aspiraciones, toda nuestra vida tenga sus raíces, que le den alimento y firmeza, en Jesucristo. Sólo de Él esperamos nuestra plenitud como personas.

¿Cuál es el secreto para que una palmera se extienda hacia lo alto, resista al viento y fructifique en sabrosos dátiles? Ni más ni menos que aquello que no vemos: sus raíces. Esa es por otro lado la enfermedad endémica presente en nuestras sociedades más acomodadas: hay mucho de superficial y se echan en falta criterios, raíces sólidas, fundamentos irrenunciables. ¿Hacia dónde se dirige el futuro del hombre? ¿Quién lo está planteando y al margen de qué o de quién? ¿No lo estaremos forjando a espaldas o en contra de Dios?

3.- El hijo de un anciano cristiano se mudó a un nuevo hogar e hizo que se amueblara bien. Entonces invitó a su padre a que viniera y le mostró toda la casa. Después de haberla visto toda, el padre observó, "Bien, hijo, ciertamente tienes un hogar muy cómodo, pero nadie podría decir al recorrerlo si un hijo de Dios, o un hombre del mundo vivía en él.” Estas palabras despertaron de tal modo a su hijo que pronto éste colgó una cruz las paredes del dormitorio y dio a la palabra de Dios un lugar más destacado en su hogar. Y es que a veces podemos decir que somos cristianos y vivir como si no lo fuéramos.

Reflexión de Javier Leoz.
www. Betania . es

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