sábado, 8 de julio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -A-
09 DE JULIO DE 2017

 Zac 9, 9-10; Sal 144; Rom 8, 9. 11-13; Mt 11, 25-30




ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 47, 10-11

Meditamos, Señor, los dones de tu amor, en medio de tu templo. Tu alabanza llega hasta los confines de la tierra como tu fama. Tu diestra está llena de justicia.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo reconstruiste el mundo derrumbado, concede a tus fieles una santa alegría, para que, a quienes rescataste de la esclavitud del pecado, nos hagas disfrutar del gozo que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Mira a tu rey que viene humilde hacia ti.

Del libro del profeta Zacarías: 9, 9-10

Esto dice el Señor: "Alégrate sobremanera, hija de Sión; da gritos de júbilo, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito.
Él hará desaparecer de la tierra de Efraín los carros de guerra, y de Jerusalén, los caballos de combate. Romperá el arco del guerrero y anunciará la paz a las naciones. Su poder se extenderá de mar a mar y desde el gran río hasta los últimos rincones de la tierra".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13 cd-14.

II/. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Dios y rey mío, yo te alabaré, bendeciré tu nombre siempre y para siempre. Un día tras otro bendeciré tu nombre, y no cesará mi boca de alabarte. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas. R/.
El Señor es siempre fiel a sus palabras, y lleno de bondad en sus acciones. Da su apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia. R/.
Que te alaben, Señor, todas tus obras, y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas. R/.

SEGUNDA LECTURA

Si con la ayuda del Espíritu dan muerte a los bajos deseos del cuerpo, vivirán.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 9. 11-13

Hermanos: Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán. 

Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Mt 11, 25
R/. Aleluya, aleluya.

Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R/.

EVANGELIO

Soy manso y humilde de corazón.

Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera".

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.



PLEGARIA UNIVERSAL

Pidamos, hermanos, al Señor que escuche nuestras súplicas y acoja nuestras peticiones. Digamos confiadamente: Te rogamos, Señor. (R/. Te rogamos, Señor.)
Oremos a Dios por el Papa Francisco, por nuestro obispo N., y por todos aquellos a los que se han confiado nuestras almas; que nuestro Señor les dé la fuerza y sabiduría para dirigir y gobernar santamente las comunidades que les han sido encomendadas y puedan así dar buena cuenta cuando se les pida. Roguemos al Señor.
Oremos también para que Dios nos conceda la paz; que él, que es la verdadera paz y el origen de toda concordia, transmita la paz del cielo a la tierra, la paz espiritual para nuestras almas y la paz temporal para nuestros días. Roguemos al Señor.
Pidamos por los que se esfuerzan en seguir las sendas del Evangelio, para que nuestro Señor los mantenga en este santo propósito hasta el fin de sus días; oremos también por los que viven en pecado, para que nuestro Señor les dé la gracia de convertirse, hacer penitencia y purificarse en el sacramento del perdón y alcanzar así la salvación eterna. Roguemos al Señor.
Oremos, finalmente, a Dios nuestro Señor por los fieles difuntos, que han salido ya de este mundo, especialmente por nuestros familiares, amigos y bienhechores, para que el Señor, por su gran misericordia, los reciba en su gloria y los coloque entre los santos y elegidos. Roguemos al Señor.
Señor Dios, que has revelado a los sencillo las riquezas de tu reino, escucha nuestras oraciones y haz que, como discípulos de tu Hijo, llevemos con él el yugo suave de la cruz y anunciemos a los hermanos el descanso eterno que sólo se encuentra en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

La oblación que te ofrecemos, Señor, nos purifique, y nos haga participar, de día en día, de la vida del reino glorioso. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 33,9

Prueben y vean qué bueno es el Señor; dichoso quien se acoge a él.

O bien: Mt 11, 28

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, que nos has colmado con tantas gracias, concédenos alcanzar los dones de la salvación y que nunca dejemos de alabarte. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXIÓN

1.- OJALÁ SEAMOS SENCILLOS Y HUMILDES

Por Antonio García-Moreno

1.- SOBRE UN BORRICO.- El profeta Zacarías contempla a través de los siglos, traspasando el muro de los tiempos, la entrada en Jerusalén del rey de Israel, del Salvador del mundo. Su corazón rebosa alborozado y comunica la gran noticia al Pueblo elegido. Muchos lustros después, cuando Jesucristo entre en Jerusalén, aclamado por la muchedumbre, Mateo el evangelista recordará las palabras proféticas de Zacarías, verá cumplido el vaticinio y se reafirmará en la convicción de que Jesús de Nazaret es el Hijo de David, el Cristo de Dios, el Ungido del Padre, el Rey mesiánico.

La multitud que lo vitoreó estaba formada por gente sencilla y por niños. Su cabalgadura fue un borrico. Un retablo sencillo y humilde, unas circunstancias un tanto apoteósicas, vividas en medio del pueblo llano. En contraposición con aquel entusiasmo, los sabios de Israel protestarán ante aquellas aclamaciones que no respondían a la idea que ellos se habían forjado de la llegada del Mesías.

Una vez más se muestran como ciegos incurables, gente soberbia que no podía elevarse por encima de las apariencias y percibir la realidad última y escondida, que se encerraba en aquel acontecimiento. Nosotros queremos colocarnos de parte de los niños y de la gente sencilla, queremos ver en Jesús, montado sobre un borrico, a nuestro rey y redentor, que por medio de lo que parecía pequeño y humilde, a través del sacrificio y del dolor, alcanzó la gloria suprema y nos conquistó así nuestra salvación.

Y con la salvación, la paz y la alegría. Paz y alegría que alcanzarán su plenitud en la otra vida, y que se nos dan ya ahora como gozosa primicia. Por eso los cristianos tenemos motivos más que sobrados para ser los más felices de todos los hombres que viven sobre la tierra, aun en medio del sufrimiento o del fracaso. La victoria que lo decide todo es la que se consigue, con la ayuda de Dios, contra el pecado, contra el mundo y contra el demonio. Por todo ello el que tiene a Dios nada le falta, el que vive en gracia participa ya de la dicha eterna.

2.- APRENDED DE MÍ.- Muchas veces los evangelistas nos presentan a Jesús en oración. En ocasiones, como en este pasaje, nos refieren el contenido de su plegaria. El Señor, también en esto, es nuestro modelo. Lo primero que podemos aprender de su oración es la frecuencia en hacerla. Por eso también nosotros hemos de orar a menudo, elevar nuestro corazón hasta Dios, para hablarle con sencillez y confianza, con humildad y constancia, y pedirle cuanto necesitemos, o cuanto necesitan los demás, en especial esos que se encomiendan a nuestras oraciones, o por los que tenemos más obligación de rezar.

Y, además de pedir, también agradecer. Son tantos los beneficios que nuestro Padre Dios nos otorga, que deberíamos estar siempre dándole gracias desde lo más íntimo de nuestro ser. Por otra parte, la oración de gratitud es la más agradable a los ojos de Dios. En ella proclamamos su bondad y su soberanía, reconocemos que cuanto tenemos, de Él lo hemos recibido y a Él hemos de consagrarlo.

Parece un contrasentido lo que en esta ocasión dijo Jesús. Resulta que los sabios no entenderán nada. Quizá sepan explicar el porqué de muchas cuestiones, relacionadas incluso con el misterio de Dios, pero en realidad no llegarán a comprenderlas, a descubrir el profundo sentido que arrebata el espíritu y lo eleva sobre todo lo material. En cambio, la gente humilde y sencilla descubre el poder y el amor de Dios, es partícipe de los más grandes misterios que nunca, por sus solas fuerzas, puede alcanzar el hombre. Así lo ha querido Dios. Ojalá sepamos reconocer nuestra pequeñez y limitación, ojalá seamos sencillos y humildes. Sólo entonces descubriremos la grandeza del Señor, y experimentaremos la dicha de amarlo.

Jesús se pone como modelo y confiesa con llaneza y claridad su mansedumbre y su humildad. Aprended de mí, nos dice. Si conseguimos aprender esa primera y sencilla lección de Jesucristo, hallaremos el descanso y la paz. Todo será entonces soportable, hasta la mayor preocupación y el más grande agobio se disipará si nos abandonamos como niños en los brazos de nuestro Padre Dios.

2.- NECESITAMOS SU ALIVIO Y SU DESCANSO

Por José María Martín, OSA

1.- La Palabra de Dios de este domingo nos habla de la importancia de la humildad. Cuentan una curiosa anécdota del gran escultor, arquitecto y pintor Miguel Ángel: los hombres que visitaban su taller se admiraron muy especialmente de la perfección y la belleza que tenía la estatua de "El David". El, sin darle ninguna importancia, dijo: "Yo sólo tomé un bloque de mármol de Carrara, me puse a quitar las partes que sobraban y descubrí que dentro estaba esta maravilla". La Palabra de Dios de este domingo nos habla de la importancia de la humildad. Humanamente hablando el pueblo quiere a la gente sencilla y odia a los orgullosos. La gente que se "pavonea" de sus cualidades no suele ser la que de verdad merece la pena. "Dime de que presumes y te diré qué careces". La plástica imagen del rey justo y victorioso, pero modesto, cabalgando sobre un asno nos habla de la restauración de Israel después de la invasión de Alejandro Magno. El rey no viene con aire altivo, luciendo sus galas reales, sino a modo de "siervo de Yahvé" como había dicho el profeta Isaías. La destrucción de los carros simboliza la caída del poder religioso y la caída de los caballos la eliminación del poder político opresor. El rey traerá la paz, don de dones sobre la tierra. ¿No es este rey pacificador una figura de Jesucristo, Príncipe de la Paz, que entra en Jerusalén poco antes de ser entregado a la muerte en el trono de la cruz? La paz que trae Jesucristo es la paz interior, que llena nuestro corazón y la paz exterior que da fin a la injusticia y a la violencia y establece un reino nuevo sobre la tierra.

2. - Jesús nos hace ver la contraposición entre los sabios y la gente sencilla. Aquellos, por creerse en posesión de la verdad, no la encuentran nunca; estos, los humildes, descubren la verdad de las cosas que no está en la apariencias, pues lo "esencial es invisible a los ojos", como decía el Principito. Dentro del mármol estaba la maravilla que descubrió Miguel Ángel. Pero hay que trabajar para descubrirla. Ahora que comienza un período de descanso es buen momento para "profundizar" dentro de nosotros y descubrir la maravilla que llevamos dentro. Cada persona es un tesoro creado por Dios. A veces juzgamos sólo por lo que ven nuestros ojos, tal vez nos dejamos guiar por prejuicios, pero sólo viendo el interior de la persona descubriremos la riqueza que encierra. Aprende a querer a todos por lo que son, no por lo que tienen. Toda persona es hijo de Dios, criatura suya, a todos quiere y estima por igual, pequeños o grandes. El orgulloso sólo cae de su pedestal cuando le ocurre algo que le devuelve a la realidad y descubre que todo se derrumba porque somos de barro.... Y entonces reconoce su verdadera realidad: lo que siempre permanece y nadie nos podrá arrebatar es el amor de Dios Padre. Reconocer nuestras limitaciones es el principio de la sabiduría, pues como decía Santa Teresa "humildad es andar en la verdad". Y San Agustín después de buscar en tantas doctrinas y filosofías, se dio cuenta de que habitaba en su interior y para encontrarla hacían falta tres cosa: "la primera, la humildad, la segunda la humildad y la tercera la humildad".

3. - Ser "alivio" para los cansados. Parecían palabras duras las que Jesús pronunciaba el domingo pasado. En el texto de hoy, sin embargo, se desborda la misericordia. El salmo 144 siempre me ha llenado de paz y serenidad al repetir dentro de mí que "El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas". En una época como la nuestra cargada de estrés y de cansancio, sobre todo ahora que estamos esperando con ahínco las vacaciones, estas palabras nos ayudan a vivir. Debemos sentir dentro de nosotros la misericordia entrañable de Dios y su cariño. No es cierta la imagen de Dios terrible y acusador, sólo es verdadero el Dios cercano y tierno que nos mima y nos cuida como una madre que lleva a su hijo en el regazo. ¿Quién no está cansado y agobiado hoy? Jesús te dice que acudas a Él, porque encontrarás alivio y descanso. El sentir al Dios-misericordia nos debe llevar a nosotros a practicar la misericordia. La Iglesia, Madre nuestra, Madre de todos los hombres, debe practicar la misericordia entrañable. Es el mejor servicio que puede prestar a la sociedad, ser "alivio" para los cansados, ser fuente para los sedientos, ser hogar para los perdidos, ser madre para todos.

3.- LA “GENTE SENCILLA” DEL EVANGELIO SON LOS QUE SE FÍAN DE DIOS

Por Gabriel González del Estal

1.- Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Cuando Jesús dice esta frase tiene delante a los fariseos y escribas por un lado, y a sus discípulos y gente sencilla que creía en él, por otro. Los escribas y fariseos se fiaban de sus buenas obras para alcanzar su salvación; los discípulos de Jesús y la gente sencilla, en general, creían que sólo Dios, el Dios que se manifestaba en Jesús, podía salvarles. Ellos se veían débiles y pecadores y pensaban que sólo la misericordia de Dios les salvaría. Consideraban la salvación como un don gratuito de Dios. Su misión era dejarse guiar y llevar por Dios, como un niño que necesita la fuerza de sus padres para poder crecer y desarrollarse. En realidad, todos los grandes santos han sido . Lo fue el mismo Jesús: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya”, “en tus manos encomiendo mi espíritu”; lo fue el patriarca Abraham, que se fio de Dios para salir de su tierra y caminar hacia una tierra que no conocía; lo fue san Pablo que, en medio de sus debilidades, encontró en Dios la fuerza necesaria para predicar el evangelio de Jesús; lo fueron san Agustín, y san Francisco, y santa Teresa de Calcuta, y tantos santos y gente buena y sencilla que, en medio de sus muchas luchas y debilidades interiores y exteriores, supieron fiarse de Dios. No es fácil fiarse de Dios en la vida ordinaria, y menos en la sociedad laica en la que nosotros vivimos ahora. Pero el buen cristiano debe fiarse de Dios siempre. Fiarse de Dios no es abandonarse y creer que Dios va a venir a solucionar mis problemas; fiarse de Dios es hacer todo lo que pueda de mi parte y dejar que, al final, sea Dios el que decida. El que se fía de Dios trabaja todo lo que puede para cumplir la voluntad de Dios, sin ahorrar esfuerzos y trabajos interiores y exteriores propios. Yo, por mi parte, hago todo lo que puedo, pero sabiendo que, por mí mismo, no puedo conseguir todo lo que quiero, por eso me fío de Dios y creo que Dios no me va a abandonar nunca y que, al final, me dará lo que más me conviene. Esto, aplicado a la propia salvación, parece evidente en la teología cristiana: sólo Dios puede salvarme. Porque, con palabras del salmo responsorial, “El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”.

2.- Así dice el Señor; alégrate, hija de Sión, mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Este texto del profeta Zacarías ha sido siempre muy usado en la liturgia cristiana para referirse al Mesías, a Jesús entrando en Jerusalén, el domingo de Ramos. Nos recuerda al siervo de Yahvé, humilde y victorioso, del profeta Isaías, el siervo que vencería el mal con la humildad de un siervo y con la fortaleza de Dios. Así debemos ser los cristianos, personas humildes, pero fuertes con la fortaleza de Dios, en la defensa de nuestra fe y en la predicación del Evangelio. Todos los días pedimos a Dios que venga a nosotros su Reino, un reino que sólo la fuerza de Dios puede traernos, pero al que nosotros debemos tender humildemente cada día con nuestras pobres fuerzas y con una confianza total en la fuerza de nuestro Dios. Nuestra esperanza cristiana en la venida del Reino no está fundada en nuestras fuerzas humanas, sino en la fuerza todopoderosa de Dios, que enaltece a los humildes y derriba a los soberbios. Debemos rezar todos los días el Padrenuestro como personas humildes que nos fiamos de Dios.

3.- Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. La palabra “carne”, en este texto de la carta de san Pablo a los Romanos, no significa propiamente “cuerpo”, sino debilidad y pecado. Lo que nos da fuerza espiritual a los cristianos es el Espíritu de Cristo. El que no está habitado por el Espíritu de Cristo no es cristiano. San Pablo sabía que tenía una condición humana débil y pecadora, pero que la fuerza del Espíritu de Cristo habitaba en él. Por eso, decía que se gloriaba de sus debilidades humanas para que así se viera que lo que le daba fuerza era el Espíritu de Cristo que habitaba en él. No nos fiemos nosotros de nuestras propias fuerzas para alcanzar la santidad, sino de la gracia de Dios, del Espíritu de Cristo que habita en nosotros. Trabajemos esforzadamente para alcanzar la santidad, sabiendo que, si Cristo habita en nosotros, la fuerza de Dios nos salvará. Trabajemos, sí, en nuestra propia santidad, pero fiándonos siempre de Dios, porque nuestro Dios es un Dios que salva.

4.- CANSADOS Y AGOBIADOS

Por Javier Leoz

En este Domingo Catorce del Tiempo Ordinario escuchamos un evangelio que nos invita a la esperanza y al sosiego: “Venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré”.

1. --¿De qué está el mundo cansado? Unas veces de la falta de respuestas a las exigencias de la felicidad del hombre y, otras, de insatisfacción ante tantos sucedáneos que –lejos llevarnos a bienestar auténtico- nos convierten en simple marionetas en manos de los poderosos.

--¿De quién o de qué está el hombre indignado? Unas veces de las promesas que no se cumplen y, otras, de aquellas que se llevan a cabo pero no en beneficio de todos. De aquellos derechos que, por simples leyes, convierten a unos en verdugos y a otros en víctimas en manos de los otros.

--¿Por qué está la sociedad y el hombre decepcionados? Entre otras cosas porque ya no sabe por dónde ir, ni dónde encontrar el verdadero descanso. Porque, el ritmo tan vertiginoso que llevamos en el día a día, se convierte en un yugo insoportable y solitario, insolidario y materialista, que nos hace sentir que algo no funciona bien; que no vivimos dignamente, que la vida que llevamos…no es vida.

2. ¿Dónde está la respuesta a nuestras aspiraciones? Ni más ni menos en el retorno al Señor. Hay un viejo proverbio que dice “tus penas en el hombro de un amigo quedan divididas por dos”. «Cualquier otra carga, decía san Agustín, te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece que le alivias el peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela» (Sermón 126).

3.- Nunca, como hoy, dispone la humanidad de muchísimos medios de comunicación (oral, visual y escrita) y, nunca como hoy el ser humano tiene necesidad de contar sus penas y sus miserias a alguien. ¿Qué ocurre entonces? Que la gente, entre ellos muchos de nosotros, no queremos más problemas que los nuestros. Nuestras propias dificultades y yugos personales nos abruman, nos agobian y nos llevan a decir aquello de “bastante tengo con lo mío”. Jesús, por el contrario, aligera nuestras cargas. Nos da fuerza para seguir adelante y nos hace descubrir, en la debilidad o en la humildad, el secreto para ser fuertes. En un sencillo pollino entró en la Jerusalén de la tierra… para, días después, triunfar victorioso sobre la muerte.

4.- Hagamos confidente, de nuestros fracasos y de nuestras preocupaciones, a Jesús. No lo arrinconemos. Tenemos su pecho para reclinar nuestra cabeza. Poseemos su Palabra para orientar nuestro vivir. Nos ha dejado la Eucaristía para ser invencibles y como aperitivo de lo que se nos dará en la Vida Eterna. Contamos con el auxilio de su Espíritu que, en el agotamiento físico y espiritual, siempre será un consuelo.

Que la Virgen María, en este tiempo ordinario, nos haga disfrutar del oasis de paz y de energía espiritual y humana que es Jesucristo.

Para el cristiano no existen los momentos críticos sino la mano de Dios que sale a su encuentro cuando le confía sus angustias, temores y luchas.

5.- QUÍTAME PESO, SEÑOR

Del yugo de mis preocupaciones, para  que así,

pueda también pensar en Ti.

Del madero de mis ambiciones, para  que mirándote a Ti,

me sienta afortunado y lleno de tu  presencia

 

QUÍTAME  PESO, SEÑOR

Del yugo de mis prisas, para que  caminando contigo,

me detenga ante lo importante y  esencial de la vida

y pase de largo de aquello que no me  deja vivir en paz

Del yugo de mis cansancios, para que  apoyándome en Ti,

avance seguro y firme por los  senderos de tu verdad

 

QUÍTAME  PESO, SEÑOR

De las ansiedades que producen el  tener y el aparentar

y, disfrutando de lo que poseo,

te dé gracias por ser mi compañero,  amigo y confidente

 

QUÍTAME  PESO, SEÑOR

Del yugo de mis decepciones y de mis  expectativas,

de mis egoísmos y vanidades

para que, fijándome en Ti

crea firmemente que, entre todo lo  bueno, eres lo mejor:

pecho en el que poder arrimarme para  escucharte

hombro en el que apoyarme para  progresar

corazón en el que poder asomarme  para amar

oasis en el que poder sentarme para  descansar

¡QUÍTAME,  DEL YUGO DE MI VIDA, ALGO DE PESO SEÑOR!

5.- JESÚS ES LA MEJOR SOLUCIÓN PARA NUESTRA VIDA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Está claro que Jesús de Nazaret vino a llamar a los humildes, a los sencillos, a los que no han reconocido el favor del público y de la fama, a los pobres, y, por supuesto, a los que están cansados y abatidos. Tuvo que impresionar mucho en sus tiempos, a los que escuchaba en una Palestina, esencialmente injusta y oprimida. Un pueblo, por supuesto, oprimido por las legiones romanas, pero también oprimido por una clase sacerdotal, los saduceos, que marcaba unas reglas económicas de enorme dureza. Y no se ocupaba apenas nada del proclamar a un Dios compasivo y misericordioso. Y oprimido, en definitiva, por una influyente clase intelectual y religiosa, los fariseos, que habían transformado el cumplimiento religioso en una losa insoportable de llevar encima. Por eso cuando Jesús lanzó al viento ese “venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados era un mensaje dirigido a mucha gente, pero que a mucha. Y según vayamos profundizando en las enseñanzas que Él nos ofrece en este domingo, llegaremos a la conclusión de que Jesús de Nazaret es la mejor solución posible a nuestras difíciles vidas.

2.- El Evangelio de Mateo que leemos hoy es de una belleza singular, es de una belleza serena incluida que se presenta como un remanso de paz. Está llamando a quienes están cansados y oprimidos... A su vez entona Jesús, según las palabras de Mateo, un canto a la sencillez. Incluso, hoy a nosotros, la lectura rápida y no muy contemplativa del texto, nos llena de paz y de sosiego a primera vista. Pero es obvio que nos interesa el fondo del mensaje de Jesús, que, sin duda, es sorprendente, como decía, para aquella época. Y, por supuesto, para la nuestra. Dice Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla." Los sencillos, los pacíficos, la gente corriente va a recibir los mensajes de Dios Padre de manera especial. Pero, ¿y por qué? La soberbia del sabio es un venda terrible que tapa los ojos. Cuando Pablo llega a Atenas e intenta hablar a ese pueblo culto y sofisticado sobre la Resurrección de Señor se ríen de él y lo abandonan. ¿Es lo correcto? Para nada. Todo aquel que ama el conocimiento debe escuchar sin previos prejuicios todo aquello que le formulen. Pero si está envanecido por sus propios conocimientos y tiende a ignorar al que, presuntamente, es menos inteligente o menos científico que él, no encontrará la verdad.

4.- La humildad que reconoce nuestras limitaciones es un buen ingrediente para llegar a ser sabio de verdad. Creerse sabio, disponer de “título oficial” de sabio, es un camino de embrutecimiento. Quien, además, espera que toda su sabiduría y conocimiento pueda venir de la mano de Dios estará en el mejor camino. Es verdad que un enfermo que pide a Dios que le cure, no puede, en ninguno de los casos, dejar de acudir al médico o no tomarse las medicinas recetadas. De la misma forma, quien ponga su anhelo de conocimiento en las manos de Dios, deberá buscar en los medios humanos –las llamadas "causas segundas"—en su camino de aprendizaje. Hay además una enorme sabiduría en el seno del pueblo llano, producida por el sentido común y por la observación sin prejuicios.

5.- Vamos a releer las palabras de Jesús de hoy: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera". Impresionantes. ¿No es así? Vivimos en un mundo lleno de angustias, de cansancio y de agobios. Jesús nos ofrece alivio. Y Él no puede mentir, ni engañarnos. Por tanto Él va a aliviarnos. Es seguro. Necesitamos de su consuelo y de nuestro descanso en Él. ¿Cómo es el yugo de Jesús? ¿Nos molesta la palabra yugo --el viejo enganche para emparejar bueyes-- por lo que tiene de sujeción, de falta de libertad? No debe ser así. Porque verdaderamente es un yugo suave, fácil de llevar, que, sobre todo, da confianza.

6.- Todo aquel que ha experimentado una conversión o ha tenido un crecimiento sensible en el camino de la fe, va a entender perfectamente la suavidad del yugo de Jesús y la ligereza de su carga. Es obvio que si se está más cerca de uno mismo que del Señor Jesús, el yugo nos parecerá angustioso y la carga como un peso insoportable de llevar. Además, si alguna vez carga y yugo se ponen difíciles para nosotros, siempre le podemos pedir a Jesús que nos ayude a soportarlos, como hizo el Cirineo con su Cruz, en los momentos terribles anteriores a la Crucifixión. El apoyo de Jesús no nos va a faltar. Y cada vez imploremos su ayuda, más y mejor entenderemos sus palabras sobre la ligereza de la carga que nos oferta.

5.- En las siguientes palabras de Jesús se concentra uno de los pilares básicos de su misión junto a los hombres. Dice el Señor: "Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Jesús nos mostró al Padre, es el rostro visible de Dios invisible. Sabemos de su amor, de su ternura, hacia a sus hijos, gracias a las enseñanzas del Señor Jesús. Y esa cercanía que el Hijo de Dios muestra en su trato con Dios Padre es la base del conocimiento trinitario. Hay muchas gentes religiosas --cristianos de otras confesiones, musulmanes, judíos y no pocos católicos-- que no pueden soportar el acceso que Jesús nos dio a la intimidad de Dios Padre. Ellos prefieren una figura divina, lejana, inaccesible, llena de poder, que no contempla la proximidad sublime de Padre hacia sus criaturas, a sus hijos. Esa es la gran novedad histórica y transcendente de la misión de Jesús. Tal vez la idea lejana de Dios se hubiera mantenido si Jesús no se hubiera encarnado en la Santísima Virgen para ser un hombre como nosotros. Pero Jesús tenía que mostrar el amor de Dios padre, pues era el ingrediente básico de la acción redentora. La Redención no se hace por poder, se acomete por amor. Hay un enorme poder en esa acción redentora, pero lo fundamental es el amor que Dios nos tiene. Es muy necesario repasar y meditar el texto evangélico que leemos hoy. Se condensa lo fundamental del mensaje de Cristo y, por tanto, lo fundamental también de la acción de Dios.

6.- La profecía de Zacarías adelanta la humildad con que Jesús, en pleno momento de triunfo, entro en Jerusalén. Los lomos y el leve trotecillo de un borrico solo muestras paz y mansedumbre. El gran dignatario habría llegado a las puertas de la Ciudad Santa, montando un brioso caballo, ricamente engalanado. Iría acompañado de sus colaboradores y subalternos también a caballo y demostrando poder y majestad. Zacarías confirma la humildad que Cristo va a desarrollar en su acción en la tierra. Y su permanente afabilidad, palabra esta que tiene el mismo sentido que mansedumbre.

7.- San Pablo en la Carta a los Romanos consagra la doctrina de la espiritualidad en la vida cotidiana, en el periplo terrestre de todo hombre. Y ello, asimismo, es formidable y fundamental para seguir a Jesús. Dice el apóstol de los gentiles: "Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros". Para Pablo, estar sujetos a la carne, no es solo lo relativo a los deseos o necesidades físicos que el hombre puede tener. No estar en la carne es elevarse sobre ella y actuar ya en el mundo de hoy con el Espíritu que Jesús nos ha enviado. Pablo a su vez profundiza en la doctrina del cuerpo glorioso que tendrá cada ser humano tras la Resurrección. Y esa espiritualización del cuerpo que esperamos --como Jesús tras la Resurrección--, se muestra ya como comienzo en nuestra actitud espiritual frente a otra más corpórea. El Espíritu elevará nuestro cuerpo a otra dimensión. No se trata de despreciar, o de martirizar al cuerpo. La cuestión es buscar y reconocer la acción del Espíritu. A partir de ahí entenderemos mucho mejor esa conexión entre cuerpo y espíritu, según la doctrina del Señor Jesús, que tan magistralmente expone San Pablo.

8.- No debemos de dejar pasar la ocasión de profundizar en las enseñanzas que las lecturas de este domingo nos plantean. Jesús nos va ayudar a terminar con nuestras angustias y temores. Y nos va llevara a su descanso. Nos pide que llevemos su yugo --el mismo que El lleva-- y sabemos porque nos lo dice el mismo Jesús que es fácil de llevar y cargar si estamos cerca de Él. Nos muestra a Dios Padre, dentro de una nueva dimensión histórica, única en la historia de la Humanidad. Es un Dios misericordioso, cercano, amoroso, tierno y siempre buscando la felicidad y salvación de sus criaturas. Nos va a pedir que le imitemos en el sentido de la paz, en la humildad, en la afabilidad para con todos. Debemos iniciar nuestro cambio en esa dirección. Una vez que seamos sencillos, y hayamos sepultado nuestra soberbia, por la acción del Espíritu Santo, el Señor Dios nos mostrará su sabiduría sin límites. Ya no necesitaremos conocer nada más.

Fuente: www betania es.-


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