jueves, 6 de julio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
JUEVES 06 DE JULIO DE 2017
XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Gén 22, 1-19; Sal 114; Mt 9, 1-8




ANTÍFONA DE ENTRADA

Ya sigue al Cordero crucificado por nosotros, la virgen llena de valor, ofrenda de pudor y víctima de castidad.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que eres la fuente de la inocencia y amas la castidad, y has dado a tu sierva María Goretti la gracia del martirio en plena adolescencia, concédenos, por su intercesión, que así como ella recibió la corona en el combate por su virginidad, seamos constantes para cumplir tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

El sacrificio de nuestro patriarca Abraham.

Del libro del Génesis: 22, 1-19

En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: "¡Abraham, Abraham!" El respondió: "Aquí estoy". Y Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré". 
Abraham madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a sus criados: "Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para adorar a Dios y después regresaremos".
Abraham tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abraham: "¡Padre!" Él respondió: "¿Qué quieres, hijo?" El muchacho contestó: "Ya tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?" Abraham le contestó: "Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío". Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y acomodó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo.
Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: "¡Abraham, Abraham!" Él contestó: "Aquí estoy". El ángel le dijo: "No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único". Abraham levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abraham puso por nombre a aquel sitio "el Señor provee", por lo que aun el día de hoy se dice: "El monte donde el Señor provee".
El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: "Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras". Abraham volvió a donde estaban sus criados y juntos se pusieron en camino hacia Bersebá. Y Abraham se quedó a vivir ahí.

Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 114, 1-2.3-4.5-6.8-9
R/. Nuestro Dios es compasivo.

Amo al Señor porque escucha el clamor de mi plegaria, porque me prestó atención cuando mi voz lo llamaba. R/.
Redes de angustia y de muerte me alcanzaron y me ahogaban. Entonces rogué al Señor que la vida me salvara. R/.
El Señor es bueno y justo, nuestro Dios es compasivo. A mí, débil, me salvó y protege a los sencillos. R/.
Mi alma libró de la muerte, del llanto los ojos míos y ha evitado que mis pies tropiecen por el camino. Caminaré ante el Señor por la tierra de los vivos. R/.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO 2 Co 5, 19
R/. Aleluya, aleluya.

Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. R/.

EVANGELIO

La gente glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 1-8

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaúm, su ciudad. En esto, trajeron a donde Él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados".
Al oír esto, algunos escribas pensaron: "Este hombre está blasfemando". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir 'Se te perdonan tus pecados', o decir 'Levántate y anda'? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, —le dijo entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.



ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Te pedimos, Señor, que los dones que te presentamos en la celebración de santa María Goretti, por tu gracia, te sean agradables, así como te fue grato el combate de su martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Apoc 7, 17

El Cordero, que está en el trono, los conducirá a las fuentes del agua de la vida.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, Dios, que coronaste entre los santos a la bienaventurada María Goretti por la doble victoria de su virginidad y de su martirio, concédenos, por la eficacia de este sacramento, que, venciendo valerosamente todo mal, consigamos la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa de Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

MR, p. 1116 (1162)

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 109, 4

Juró el Señor y no ha de retractarse: "Tú eres sacerdote para siempre, como Melquisedec".

ORACIÓN COLECTA

Dios y Padre nuestro, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a Cristo sumo y eterno sacerdote, concede al pueblo redimido con su sangre, por la participación en este memorial, experimentar el poder de la cruz y la resurrección de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Concédenos, Señor, participar dignamente en estos misterios, porque cada vez que se celebra el memorial de este sacrificio, se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN 1 Co 11, 24-25

Éste es mi Cuerpo que se entrega por ustedes. Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi Sangre, dice el Señor. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Por la participación de este sacrificio que tu Hijo nos mandó ofrecer en conmemoración suya, te rogamos, Señor, que, unidos a Él, seamos una oblación perenne. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

REFLEXION
Gen. 22, 1-19. Muy probablemente en el tiempo en que se escribió esta parte del libro del Génesis, el escritor sagrado, inspirado por Dios, trató de hacerle saber al Pueblo Elegido que el Señor no quiere sacrificios humanos. Sin embargo, al paso del tiempo, este pasaje de la Escritura tomó una gran fuerza en relación a la fe de Abraham, precisamente nuestro padre en la fe. Se resalta, junto con la fe y como consecuencia de la misma, la obediencia del Patriarca. Ya se dirá más adelante que, por encima de los sacrificios, Dios prefiere la obediencia y la fidelidad a la alianza y a la palabra dada.
Mientras nosotros nos presentemos ante el Señor para ofrecerle el único Sacrificio que le agrada, pero vivamos en la rebeldía y, por tanto, hundidos en el pecado, no podemos decir que amamos a Dios. Cristo nos dice: Si alguien me ama, cumplirá mis mandatos; a ese, mi Padre y Yo vendremos y haremos en él nuestra morada.
Mientras Jesús no sea para nosotros nuestra luz pascual que ilumine nuestros pasos por el camino del bien; mientras permanezcamos en las tinieblas del mal, aun cuando acudamos al culto no podemos llamarnos personas de fe, pues no estamos dispuestos, no sólo a sacrificar nuestros gustos, sino nuestra propia vida como una ofrenda de amor grata a Dios en favor de los demás. Por eso el Señor nos pide que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado a nosotros.
Ciertamente el oro se purifica en el crisol y el amor se prueba en el dolor y la obediencia hasta el extremo. Jesús, mediante su obediencia que lo llevó a la cruz, llega a su perfección en su glorificación junto al Padre. Si somos personas de fe, hemos de caminar en el amor, en el amor hasta sus últimas consecuencias y con todos sus riesgos. Al final todo tendrá sentido, pues no habremos seguido nuestros caminos, ni nuestras imaginaciones, sino que Dios habrá hecho su obra en nosotros como el alfarero en cuyas manos está el barro para ser moldeado.

Sal. 115 (114). Dios siempre nos ama y está dispuesto a concedernos más de lo que le pedimos.
Sin embargo nosotros también hemos de estar dispuestos a escuchar su voz y a poner en práctica sus mandatos. Sólo entonces Dios mismo hará su morada en nosotros. Entonces Dios nos verá como hijos suyos y velará por nosotros, siempre dispuesto a escucharnos y a librarnos de la mano de nuestros enemigos y de la de todos aquellos que nos odian.
Ciertamente los que vivamos con lealtad y demos testimonio de nuestra fe, estaremos continuamente expuestos a peligros de muerte, a persecuciones y a falsos testimonios que dará en contra nuestra por el Nombre del Señor. Sin embargo jamás hemos de dar marcha atrás en nuestra fidelidad y seguimiento del Señor. Él velará siempre por nosotros, y, al final, después de padecer, nos llevará sanos y salvos a su Reino celestial.

Mt. 9, 1-8. Hoy hemos visto maravillas: el Señor se ha convertido en nuestro Salvador y nos ha redimido del pecado y de la muerte. Él nos ha abierto las puertas de la salvación.
El Señor no sólo ha venido a socorrernos en nuestras pobrezas, no sólo ha venido a curarnos de nuestras enfermedades. Él ha venido para liberarnos de la esclavitud al pecado y a la muerte, y a conducirnos, como Hijos, a la Casa Paterna.
Y no sólo hemos de conocer nosotros a Dios y disfrutar de la salvación que Él nos ofrece en Cristo Jesús. Los que hemos sido beneficiados con los dones de Dios, hemos de ser los primeros en preocuparnos del bien y de la salvación de los demás, trabajando intensamente y utilizando todos los medios a nuestro alcance para conducirlos a la presencia del Señor, de tal forma que también ellos encuentren en Él el perdón de sus pecados y la vida eterna.
El Señor quiere que su Iglesia se convierta en un signo de salvación para el mundo entero. Vivamos conforme a la confianza que Él ha depositado en nosotros.
El Señor nos invita en este día a participar del Sacramento de Salvación, mediante el cual Él nos comunica su Vida. Él ha entregado su Vida por nosotros para el perdón de nuestros pecados.
Mediante este Memorial de su muerte y resurrección nosotros participamos de la Redención que Él ofrece a toda la humanidad.
Hoy nos reunimos en su presencia no sólo para contemplar sus maravillas, sino para ser los primeros en ser beneficiados por ellas, de tal manera que quede atrás todo aquello que nos impida caminar como testigos de su amor.
Unidos a Cristo hemos de cobrar ánimo para que no sólo nosotros, sino la humanidad entera, sea hecha una criatura nueva en Cristo Jesús. Dios ha tenido misericordia de nosotros. Dejemos que su perdón y su salvación se hagan realidad en nosotros para que, convertidos en testigos suyos, vayamos a trabajar, fortalecidos por su Gracia y por la presencia de su Espíritu Santo en nosotros, para que a todos llegue la salvación, la justicia y la paz que proceden de Dios.
Nuestra fe en Cristo nos ha de hacer volver la mirada hacia todos aquellos que viven deteriorados por las injusticias, por la enfermedad o por el pecado.
No podemos decirnos a nosotros mismos: ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano? El Señor nos quiere fraternalmente unidos por el amor. Y ese amor nos ha de llevar a preocuparnos del bien de nuestro prójimo, de tal forma que jamás pasemos de largo ante Él cuando lo veamos esclavizado por algún pecado, o tratado injustamente, o dominado por la enfermedad.
La Iglesia no puede conformarse con darle culto al Señor, ni con sólo anunciar su Santo Nombre a los demás. La Iglesia debe convertirse en la cercanía amorosa de Dios para todos aquellos que necesitan de una mano que se les tienda para ayudarlos a superar sus diversos males.
Al final el Señor sólo reconocerá en nosotros el amor que le hayamos tenido a Él a través de nuestro prójimo. Vivamos, pues, nuestra fe traduciéndola en obras de amor, que nos hagan no sólo llamarnos, sino manifestarnos como hijos de Dios.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de trabajar constantemente para que la salvación llegue a todos, aun cuando para ello tengamos que sacrificar nuestros propios gustos, pues en asuntos de fe no nos hemos de buscar a nosotros mismos, sino al Señor, para que conociéndolo y amándolo, lo demos a conocer a los demás para que también ellos lo amen y le vivan fieles, hasta que logremos todos juntos la salvación eterna. Amén.

Homilia  catolica.-



No hay comentarios:

Publicar un comentario