lunes, 10 de julio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
LUNES 10 DE JULIO DE 2017
XIV LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Gén 28, 10-22; Sal 90; Mt 9, 18-26



ANTÍFONA DE ENTRADA Ez 36, 26-28

Dice el Señor: Arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, les infundiré mi espíritu. Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

ORACIÓN COLECTA

Inflama, Señor, nuestros corazones con el Espíritu de tu amor, para que podamos pensar siempre lo que es digno y agradable a tus ojos y amarte sinceramente en los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Vio una escalera por la que subían y bajaban los ángeles de Dios y vio a Dios, que le hablaba.

Del libro del Génesis: 28, 10-22

En aquel tiempo, Jacob salió de Bersebá y se dirigió a Jarán. Al llegar a cierto lugar, se dispuso a pasar ahí la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó entonces una piedra, se la puso de almohada y se acostó en aquel sitio.
Y tuvo un sueño: Soñó una escalera que se apoyaba en tierra y con la punta tocaba el cielo, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Vio que el Señor estaba en lo alto de la escalera y oyó que le decía: "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre, Abraham, y el Dios de Isaac. Te voy a dar a ti y a tus descendientes la tierra en que estás acostado. Tus descendientes van a ser tan numerosos como el polvo de la tierra y te extenderás hacia el oriente y el poniente, hacia el norte y hacia el sur; por ti y por tus descendientes serán bendecidos todos los pueblos de la tierra. Yo estoy contigo, te cuidaré por dondequiera que vayas, te haré regresar a esta tierra y no te abandonaré ni dejaré de cumplir lo que te he prometido".
Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: "Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía". Y exclamó asustado: "¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo".
Jacob se levantó de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto de almohada, la colocó como un memorial y derramó aceite sobre ella. Y a aquella ciudad le puso por nombre Betel, aunque su nombre primitivo era Luz. Jacob hizo una promesa, diciendo: "Si Dios está conmigo, si me cuida en el viaje que estoy haciendo, si me da pan para comer y ropa para vestirme, si vuelvo sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios y esta piedra que he colocado como memorial, será casa de Dios. Y de todo lo que el Señor me dé, le pagaré el diezmo".

Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 90, 1-2.3-4.14-15ab

R/. Señor, en ti confío.

Tú que vives al amparo del Altísimo y descansas a la sombra del todopoderoso, dile al Señor: "Tú eres mi refugio y fortaleza; tú eres mi Dios y en ti confío". R/.
Él te librará de la red del cazador y de la peste funesta. Te cubrirá con sus alas y te refugiarás bajo sus plumas. R/.
"Puesto que tú me conoces y me amas, dice el Señor, yo te libraré y te pondré a salvo. Cuando tú me invoques, yo te escucharé; en tus angustias estaré contigo". R/.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. 2 Tm 1, 10
R/. Aleluya, aleluya.

Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.

EVANGELIO

Mi hija acaba de morir: pero ven tú y volverá a vivir.

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante Él y le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir".
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: "Con sólo tocar su manto, me curaré". Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: "Hija, ten confianza; tu fe te ha curado". Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: "Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida". Y todos se burlaron de Él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Santifica, Señor, por tu piedad, estos dones, y al recibir en oblación este sacrificio espiritual, concédenos que podamos extender a todos tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN 1 Co 13, 13

Ahora tenemos estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor; pero el amor es la mayor de las tres.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te rogamos, Señor, que infundas la gracia del Espíritu Santo en quienes has saciado con el mismo pan del cielo; y que nos reanimes abundantemente con la dulzura de la caridad perfecta. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXIÓN
Gen. 28, 10-22. Sueño profético, pues no sólo se construirá en el futuro el templo de Betel para los israelitas del norte; la tierra prometida será convertida en lugar de encuentro entre Dios y su pueblo, pues Dios, hecho uno de nosotros, se convertirá en el único Camino por el cual podamos subir hasta Dios.
Quienes, en esta vida se encuentren con Él, podrán, enviados por Él, hablarnos del Señor no con ciencia humana, sino como testigos nacidos de su compromiso con el Señor. Entonces el Señor será nuestra alegría y nuestra herencia eternas.
Dios hace a Jacob poseedor de las promesas hechas a Abraham y a Isaac. Quien, en la Primera Alianza, quiera identificar a Dios tendrá que invocarlo como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; el Dios de nuestros Padres.
Jesús nos enseñará, en la Nueva Alianza, a tenerlo y a invocarlo como Padre nuestro.
Por medio de Cristo nosotros poseemos los bienes definitivos; en nosotros las promesas de Dios han llegado a su plenitud. Vivamos conforme a esa vida recibida al precio de la sangre del Cordero inmaculado.

Sal. 91 (90). No basta conocer al Señor para sentirnos amigos suyos. Él nos pide que, además de conocerlo, lo amemos. Y lo amaremos cuando dejemos que Él haga su obra en nosotros.
Dejarnos conducir por su Espíritu ha de ser una actitud que brote del amor y que manifieste que en verdad tenemos al Señor. El amor nos lleva a poner toda nuestra vida en manos de Dios para que nos moldee, según su voluntad, como el alfarero moldea el barro.
Si estamos con Dios y Él está de nuestra parte, y es nuestro refugio y fortaleza, ¿quién podrá contra nosotros? Si somos amigos de Dios, invoquémoslo, pues Él siempre nos escuchará; y en nuestras angustias estará con nosotros; entonces aunque muramos viviremos eternamente con Él.

Mt. 9, 18-26. Dios no ha hecho la muerte, ni se complace en el exterminio de los vivos.
Con la curación de aquella mujer que padecía una enfermedad incurable, Jesús nos está indicando que, aun cuando pareciese que alguien ya no tiene remedio, para Dios nada hay imposible. Él ha venido a salvar todo lo que se había perdido.
Sin embargo no podemos buscar a Jesús como si fuera un talismán; no podemos llegar ante una diversidad de imágenes que nos hemos fabricado para recordar que Él está con nosotros, y atribuirle, a esas imágenes, nuestra curación. Mientras no depositemos en el Señor nuestra fe, viviremos tal vez llenos de medallas y de iconos en nuestra casa, pero faltos de compromiso para vivir conforme a su Evangelio.
A Jesús no lo buscaremos como algo mágico, sino como el Señor que nos levanta de nuestras miserias y nos da nueva vida para que seamos testigos suyos por el amor. Esto nos lo recuerda el Señor cuando, al resucitar a una muerta, nos da la esperanza de vivir y caminar en el amor, única garantía de que viviremos eternamente con Él, pues ya desde ahora Él está en nosotros y nosotros en Él.
En esta Eucaristía tenemos el lugar privilegiado de encuentro con el Señor. Ya no es en sueños, sino en la realidad de su Misterio Pascual.
Él nos reúne para que, estando con Él, su Palabra se haga nuestro compromiso primordial encarnándola en nuestra vida diaria. La Palabra de Dios no puede resbalarnos por la espalda; debe ser meditada en el corazón, desde la luz de amor, para que, desde ahí se le dé una respuesta vital y no caiga como en saco roto.
El Señor nos reúne para que entremos en comunión con su Pascua, su amor hecho realidad, amor comprometido hasta la muerte; amor liberador, amor que nos une con Dios como a nuestro Padre, y que nos une a nosotros como hermanos.
Llegamos a Él para que nos sane de las enfermedades del egoísmo, de la injusticia, del desprecio, de la persecución, del latrocinio; en fin, cada uno sabe aquello que, por muchos años va arrastrando como una enfermedad incurable.
Llegamos al Señor porque queremos que nos renueve, que nos haga criaturas nuevas, libres de todos esos signos de muerte; para que, levantados de todo aquello que nos ata y esclaviza vivamos a impulsos del Espíritu como testigos de un mundo nuevo más humano, más fraterno, más de hijos de Dios.
Al partir del lugar de culto debemos, en la fe, hacer realidad nuestro lugar de encuentro con el Señor en nuestro prójimo. En él amaremos y serviremos al Señor. Para él seremos los enviados por el Señor para proclamarle su Evangelio con las palabras y con las obras. Ante sus enfermedades, pobrezas, sufrimientos, debemos ser un signo del Señor que le tiende la mano para que, por el poder del Espíritu Santo, se levanten y puedan vivir con mayor dignidad.
Ojalá y, al tratarnos, al sentir nuestra cercanía, nuestra capacidad de perdonar y amar, los demás puedan decir: Realmente el Señor está en esta persona, pues no son sus palabras, sino sus obras y su persona misma con toda su entrega como hemos llegado a conocer al Señor que, por medio de él nos sigue amando, sanando, animando, conduciendo hacia la posesión de los bienes definitivos.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fieles a nuestra fe; de ser templos del Espíritu Santo y de proclamar su Evangelio no sólo como personas de ciencia humana, sino como testigos suyos. Amén.

Homilia catolica.-


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