martes, 11 de julio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MARTES 11 DE JULIO DE 2017
XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Gén 32, 22-32; Sal 165; Mt 9, 32-38


ANTÍFONA DE ENTRADA

Hubo un varón de vida vulnerable, Benito, por gracia y por nombre, "bendecido", que renunció a su casa y a su herencia, para solamente agradar a Dios, llevando una vida santa.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que constituiste a san Benito, abad, como ilustre maestro en la escuela del servicio divino, concédenos con un corazón generoso en el camino de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

En adelante te llamarás Israel porque has luchado con Dios y has salido victorioso.

Del libro del Génesis: 32, 22-32

En aquel tiempo, se levantó Jacob, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y sus once hijos y cruzó el arroyo de Yaboc. Los hizo cruzar el torrente junto con todo lo que poseía. Jacob se quedó solo y un hombre estuvo luchando con él hasta el amanecer. Pero, viendo que no podía vencerlo, el hombre hirió a Jacob en la articulación femoral y le dislocó el fémur, mientras luchaban. El hombre le dijo: "Suéltame, pues ya está amaneciendo". Jacob le respondió: "No te soltaré hasta que me bendigas". El otro le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Él le dijo: "Jacob". El otro prosiguió: "En adelante ya no te llamarás Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has salido victorioso". Jacob le dijo: "Dime cómo te llamas". El otro le respondió: "¿Por qué me preguntas mi nombre?" Y ahí mismo bendijo a Jacob.
Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues se dijo: "He visto a Dios cara a cara y he quedado con vida". El sol salió después de que Jacob y los suyos pasaron Penuel, y Jacob iba cojeando, por haber sido herido en el nervio del muslo. Por eso los israelitas no comen, hasta el día de hoy, el nervio del muslo.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 16, 1. 2-3. 6-7. 8. 15

R/. Señor, escucha nuestra súplica.

Señor, hazme justicia y a mi clamor atiende; presta oídos a mi súplica, pues mis labios no mienten. R/.
Júzgame tú, Señor, pues tus ojos miran al que es honrado. Examina mi corazón, revísalo de noche, pruébame a fuego y no hallarás malicia en mí. R/.
A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes. Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras; muéstrame los prodigios de tu misericordia, pues a quien acude a ti, de sus contrarios salvas. R/.
Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos, bajo la sombra de tus alas escóndeme, pues yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro y al despertarme, espero saciarme de tu vista. R/.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 10, 14
R/. Aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. R/.

EVANGELIO

La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 32-38

En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud, maravillada, decía: "Nunca se había visto nada semejante en Israel". Pero los fariseos decían: "Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios".
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Acepta, Señor, con bondad los dones que te presentamos en la celebración de san Benito, abad, y haz que, a ejemplo suyo, te busquemos únicamente a ti, a fin de que podamos obtener en tu servicio el don de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Lc 12, 42

Éste es el siervo fiel y prudente, a quien el Señor puso al frente de su familia, para darles a su tiempo la ración de trigo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Al recibir la prenda de la vida eterna, te suplicamos, Señor, que, siguiendo las enseñanzas de san Benito, nos dediquemos con fidelidad a tu servicio y amemos con ferviente caridad a los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


REFLEXION

Gen. 32, 22-32. Sólo la oración humilde y confiada, nacida del amor de saber que no somos siervos sino hijos, será lo que llegue hasta Dios y le haga volver su mirada misericordiosa hacia nosotros para concedernos su Gracia.
Jesús nos dice que oremos sin descanso. Dios concederá su Espíritu a quienes clamen a Él día y noche.
Así como el oro es probado y purificado en el crisol, así el Señor prueba y purifica a quienes ama. En medio de las grandes pruebas, nuestra unión con el Señor por medio de la fe y la oración, será lo que nos ayude a serle fieles.
Muchos santos hablan de la terrible noche oscura por la que tuvieron que pasar; fueron momentos en los que incluso pudieron hacer suyas las palabras de Cristo en la cruz: Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado? Al final, permaneciéndole fieles, salieron más que victoriosos, no por sus propias fuerzas, sino porque el Espíritu de Dios les fortaleció para que no dieran marcha atrás en su confianza en Dios.
Esa confianza sin límites ha de llevar a la persona de fe a decirle a Dios: No sé por dónde vas; sólo sé que no te estás equivocando; así que, con amor y confianza, seguiré por tus caminos.
Jacob también tuvo una noche oscura, noche de lucha continua, de no bajar la guardia, de seguir confiando, de seguir amando. Abraham, su abuelo, le había dado un gran ejemplo cuando, en su propia noche oscura y en camino obediente ante la voluntad incomprensible de Dios en que le pide sacrificar a su querido hijo único, no desconfía del cumplimiento de las promesas divinas.
Jesús mismo, en la cruz, ante la gran prueba a la que fue sometido, terminará encomendando su espíritu en las manos de Dios, su Padre. Aprendamos de ellos a vivir fieles a Dios, nuestro Padre, aún en los momentos más difíciles.

Sal. 17 (16). Ojalá y con toda seguridad pudiésemos orar como el salmista: pruébame a fuego y no hallarás malicia en mí. Sin embargo, nos dice san Juan: Si alguien dice que no tiene pecado, es un mentiroso; y en otro lugar la Escritura nos dice: el justo peca siete veces al día.
Tal vez como el publicano, tengamos que arrodillarnos en un rincón del templo, poner nuestra frente en el suelo, golpearnos el pecho y orar con humildad diciendo: apiádate de mí, Señor, porque soy un pecador.
También podemos hacer nuestras las palabras de Pedro: Señor, Tú lo sabes todo; pero Tú bien sabes que te quiero.
Sin embargo a pesar de nuestras miserias Dios siempre está dispuesto a escuchar a quien lo invoca con fe. Él saldrá en nuestra defensa, ya que ha enviado a su Hijo para liberarnos de nuestros enemigos y mostrarnos que Él no es un enemigo a la puerta, sino el Santo y Misericordioso que está siempre junto a nosotros para que, libres del pecado, vivamos como hijos suyos por nuestra unión a su Hijo único.

Mt. 9, 32-38. ¿Quién será el poseído por el mal? ¿Acaso Aquel que ha sido enviado a salvar todo lo que estaba perdido y cumple su misión, a pesar de las críticas, burlas y persecuciones?
¿No serán más bien aquellos que, habiendo recibido una misión para vivir como buenos pastores del pueblo, han dejado extenuadas a las ovejas porque se han aprovechado de ellas para sus propios intereses y, en lugar de protegerlas las han dejado desamparadas, a merced de cualquier peligro que pone en riesgo su salvación?
Jesús, en el Evangelio de Mateo, da una respuesta a los fariseos no con palabras, sino con obras; con la Palabra que se hace vida, que nos hace cercano a Dios, el Dios del amor y de la misericordia, muchas veces proclamado, pero muy pocas veces hecho presente, en medio de nosotros, a través de quienes han de ser un signo real del Señor en quien dice creer.
Jesús nos pide mayor lealtad a nuestra fe, no dejar de pasar haciendo el bien a imagen de Quien, siendo el Salvador de todos, nos liberó de la esclavitud del mal sin importarle las críticas de los demás.
La Eucaristía de este día nos recuerda que la verdadera persona de fe es aquella que, en verdad, toma su cruz de cada día y sigue a Cristo.
La celebración del Memorial del Misterio Pascual de Cristo nos habla del compromiso que Él ha vivido en favor nuestro.
Ir tras de Cristo no es tomar una actitud romántica, pietista; es vivir la lealtad al Señor cuando le hemos dicho sí, aceptando su Vida y su Misión en nosotros.
Debemos estar preparados para la prueba, pues habrá momentos en que la vida se nos complique a causa del Señor. Pero, tengamos ánimo, el Señor ha vencido al mundo; y quienes vamos tras sus huellas haremos también nuestra esa victoria.
Dichosos seremos cuando, por el Señor, nos insulten y digan cosas falsas de nosotros; saltemos entonces de contento, pues nuestros nombres están inscritos en el Reino de los Cielos.
Recordemos que si al Dueño de la Casa le llamaron Beelzebbul, ¡Cuánto más a sus domésticos!
Jesús nos hace partícipes de su Misión, que se convierte en una entrega de amor en favor de los demás; no rehuyamos a ese compromiso queriendo sólo dar culto al Señor; no podemos arrodillarnos ante Dios y después esclavizar a quienes nos rodean ni pasar de largo ante su sufrimiento.
El que se ha hecho uno con Cristo debe amar como Él nos ha amado a nosotros.
Nuestra fe probada es aquella que, por obra de Dios en nosotros, nos hace cada día llegar a una mayor madurez en Cristo. Esa madurez se ha manifestado de un modo especial en los mártires que veneramos como a hermanos nuestros que llegaron a un grado heroico de santidad. Ellos a pesar de los grandes peligros que se les avecinaban, no dieron marcha atrás en la proclamación del Evangelio, en hacerse ellos mismos un Evangelio viviente. Tomemos ejemplo de ellos; delante de nosotros va el mismo Cristo con su entrega.
A pesar de las críticas; a pesar de los rechazos, seamos las personas más honestas, más responsables. Esforcémonos por hacer llegar el amor de Cristo a los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. No tengamos miedo a quienes matan el cuerpo, pero no pueden matar el espíritu.
Si los que hemos depositado nuestra fe en Cristo no le damos un nuevo rumbo a la historia, habría que preguntarnos qué sentido tiene creer en Él, qué sentido tiene vivir en su Iglesia.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la capacidad de amar como Cristo nos ha amado; y de creer no sólo con los labios, sino con la vida misma, dando un firme testimonio de nuestra fe que nazca de la Fuerza del Espíritu de Dios, que habita en nosotros. Amén.

Homilia  catolica.-


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