domingo, 16 de julio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 16 DE JULIO DE 2017
XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Is 55, 10-11; Rom 8, 18-23; Mt 13, 1-23


ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 16, 15

Por serte fiel, yo contemplaré tu rostro, Señor, y al despertar, espero saciarme de gloria.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan volver al buen camino, concede a cuantos se profesan como cristianos rechazar lo que sea contrario al nombre que llevan y cumplir lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

La lluvia hará germinar la tierra.

Del libro del profeta Isaías: 55, 10-11

Esto dice el Señor: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14.

R/. Señor, danos siempre de tu agua.

Señor, tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias. R/.
Tú preparas las tierras para el trigo: riegas los surcos, aplanas los terrenos, reblandeces el suelo con la lluvia, bendices los renuevos. R/.
Tú coronas el año con tus bienes, tus senderos derraman abundancia, están verdes los pastos del desierto, las colinas con flores adornadas. R/.
Los prados se visten de rebaños, de trigales los valles se engalanan. Todo aclama al Señor. Todo le canta. R/.

SEGUNDA LECTURA

Toda la creación espera la revelación de la gloria de los hijos de Dios.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 18-23

Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.
La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió. Pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya.

La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R/.

EVANGELIO

Una vez salió un sembrador a sembrar.

Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 1-23

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
"Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga".
Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Que nuestras oraciones lleguen, hermanos, a la presencia del Señor y que nuestros ruegos sean escuchados por aquel que escruta el corazón de todos. Digamos confiadamente: Escúchanos, Señor. (R/. Escúchanos, Señor)
Pidamos la sabiduría del Hijo de Dios para los que proclaman con fidelidad la palabra divina y para todos los ministros que sirven a la Iglesia. Roguemos al Señor.
Por Israel, el pueblo de la antigua alianza, por los cristianos separados de la Iglesia católica y apostólica y por los que no conocen al Dios verdadero, invoquemos al Señor, dueño de toda verdad.Roguemos al Señor.
Por los que viven lejos de su casa, por los encarcelados, por los débiles y oprimidos, y por los justos que sufren persecución, oremos a Jesús el Salvador. Roguemos al Señor.
Invoquemos con fe y devoción al Señor de la gloria por la paz y felicidad de los que ahora estamos aquí, huéspedes en la casa del Señor. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo y aumenta en nosotros el deseo sincero de acoger la semilla de tu palabra; haz que esta simiente sea también sembrada en los surcos de toda la humanidad y que fructifique en obras de justicia y paz, para que se manifieste a los hombres la bendita esperanza de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Mira, Señor, los dones de tu Iglesia suplicante, y concede que, al recibirlos, sirvan a tus fieles para crecer en santidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 83, 4-5

El gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina un nido donde poner sus polluelos; junto a tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa y pueden alabarte siempre.

O bien: Jn 6, 56

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Alimentados con los dones que hemos recibido, te suplicamos, Señor, que, participando frecuentemente de este sacramento, crezcan los efectos de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXIÓN
La Homilia de Betania.-

1.- LLAMADOS A DAR O HACER ALGO

Por Javier Leoz

Avanza el mes de julio y también el Tiempo Ordinario con el que vamos descubriendo, siguiendo y escuchando los pensamientos y estilo de Jesús de Nazaret.

1. En estos tres próximos domingos, incluido el de hoy, vamos a meditar tres impresionantes parábolas conocidas como las parábolas del Reino.

¿Qué pretenden? Ni más ni menos que sensibilizarnos, interpelarnos seriamente en el cómo vivimos nuestra fe y si hacemos algo por transmitirla a los demás.

¡Cuántas cosas recibimos de Dios! Hay algunos que dicen que no; que todo lo que son, adquieren, mueven y disfrutan, es fruto de la casualidad o del propio esfuerzo.

Los creyentes, sin embargo, sabemos que Dios dirige como nadie esta complicada maquinaria del mundo y que, nada de lo que acontece en él, ocurre sin su consentimiento.

Qué bueno sería que saboreásemos la parábola de este domingo. Salió el sembrador a sembrar y, encontró a gente como nosotros. Y por si no nos hemos dado cuenta, nosotros, somos campo y sembradores a la vez. ¿Que…cómo puede ser? ¿Que es imposible? ¡Somos siembra y sembrador!

Desde el día de nuestro Bautismo, el Señor, puso en nosotros la semilla de la fe. A continuación, con el paso de los años, en el campo de nuestra vida espiritual, el Señor ha ido depositando, una y otra vez, simientes de su amor, de su Eucaristía, del Sacramento de la Reconciliación. ¿O es que, los sacramentos, no son pepitas de las buenas, de esas que crecen y nos hacen fuertes frente a tantas adversidades?

Pero, como en los campos castigados por la sequía o por la cizaña, también con nosotros ocurre algo parecido: o queremos y no podemos, o dejamos malograr aquello que Dios depositó en lo más hondo de nuestras entrañas.

2. ¿Qué tal va la cosecha? Nos pregunta el Señor en este domingo. Que ¿qué tal va, Señor? ¡Aquí nos tienes! Lo intentamos; queremos ser de los tuyos, pero somos muy nuestros; queremos dar la cara por ti, pero tenemos miedo a que nos lastimen; nos gustaría anunciar tu Reino, pero preferimos sentarnos frente al televisor y dejarnos seducir por los anuncios de bienes pasajeros.

Es así, amigos; nuestra vida cristiana ha estado muy acostumbrada a recibir. ¿Y cuándo vamos a dar? ¿Cómo San Pablo, sabemos de quién nos hemos fiado? Un campo, como el de los cristianos, no puede estar en permanente vacación. Mejor dicho; una vida, como la de los cristianos, no puede conformarse con mirar hacia el cielo; con esperar a que todo se nos dé hecho. Hemos recibido mucho y, en justicia y por contraprestación, por amor a Dios y por coherencia, hemos de brindar algo de lo mucho que Dios nos da. ¿Lo intentamos?

-Los que sois padres ¿por qué no os involucráis un poco más en la educación cristiana de vuestros hijos? ¿Estáis dando el tanto por ciento que Dios espera de vosotros?

-Los que somos sacerdotes ¿anunciamos el Reino con todas las consecuencias o…lo hacemos de una forma dulce y descafeinada para no herir sensibilidades? ¿Tal vez –como dice Papa Francisco- más funcionarios que consagrados?

-Los que sois políticos o tenéis algún cargo de responsabilidad ¿Lo hacéis para todos o sólo para algunos?

-Los que sois jóvenes ¿sentís, en vuestra vida, algo más que la pura apariencia, las prisas, el disfrute o la fiesta?

-Los que sois niños ¿os dais cuenta de lo mucho que otros hacen por vosotros?

Un campo, el espiritual, que no se cuida, el día de mañana nos pasa factura.

3. Sí; es verdad. Tenemos que hacer todos, algo más. ¡Hemos recibido tanto! ¡No podemos guardar, el tesoro de la fe, en el banco de nuestros propios intereses! No podemos consentir que, la semilla de la fe, se pierda por falta de interés, por timidez, por falsas vergüenzas o, simplemente, porque ya no nos hemos preocupado de regalarla con el abono de la oración, la Palabra de Dios, la caridad o la Eucaristía dominical.

Por cierto, hoy más que nunca, el sembrador sigue mirando y saliendo a sus campos. El Señor, sigue observando a los creyentes y ¡cuánto espera de ellos! ¡Cuánto espera de nosotros!

¿Estamos dispuestos hacer algo por Cristo? Para muestra un botón; miremos a nuestro alrededor. ¡Cuántas almas secas! ¡Cuántos corazones que palpitan con todo y de todo, menos con Dios! ¡Cuánto maligno disfrazado de bienestar aparente!

Si, amigos; a tiempos difíciles… cristianos valientes y convencidos. En tiempos de incredulidad; hombres y mujeres que sepan en quién creen, por qué y para qué. Hay que huir del “cristiano bajo mínimos” y lanzarnos con todas las consecuencias, con audacia y entusiasmo, a la siembra de Cristo en el mundo. Y es que, un domingo más, sale el sembrador….y malo será que nos encuentre al “0” por ciento.

3.- QUIERO, SEÑOR

Ser campo, donde  tu mano siembre,

y trabajo donde  yo me afane.

Ser camino por  donde tú te acerques,

y sendero por el  que otros, al avanzar con ellos,

puedan llegar a  conocerte y amarte.

QUIERO, SEÑOR

Que las piedras  que entorpecen tu gran obra

las deje a un  lado, con la ayuda de tu Palabra

Que la  superficialidad en la que navego

dé lugar a la  profundidad de tu Misterio

QUIERO, SEÑOR

Que nunca se  seque en mí

lo que, en mi  Bautismo, Tú iniciaste

Que las zarzas  del materialismo

no ahoguen la  vida del Espíritu

que en mi alma  habita

Que el sol  abrasador, de la comodidad

o del  materialismo,

nunca sean más  grandes que mi deseo

de amarte,  seguirte y ofrecer mi vida por Ti.

QUIERO, SEÑOR

Dar el diez, o  el veinte o el treinta por ciento

por Ti y por tu  Reino,

más, bien Tú lo  sabes,

que eres el  Dueño de mi hacienda

el responsable  de mis campos

la mano certera  de mis sembrados

QUIERO, SEÑOR

Que lo que me  des, yo esté dispuesto

a entregarlo a  todos aquellos

que todavía no  te conocen

QUIERO, SEÑOR

Que, siendo  campo con tantas posibilidades,

metas Tú, la  mano del Buen Sembrador,

y recojas lo que  más necesites

para el mundo y  para mis hermanos

Amén.

2.- LA EFICACIA DE LA PALABRA DE DIOS DEPENDE, EN PARTE, DEL QUE LA RECIBE

Por Gabriel González del Estal

1.- Salió el sembrador a sembrar. La Palabra de Dios, en sí misma es fecunda y eficaz, está preñada de un mensaje de salvación y liberación. Pero la eficacia de esta palabra, de esta semilla, no depende sólo de la carga salvífica que lleva dentro. La Palabra, la semilla, sólo puede actuar como tal cuando es sembrada en el corazón de las personas. ¿Cómo es sembrada? Pues normalmente a través de la lectura, o de la escucha, o de la meditación. La Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, algún libro piadoso de formación espiritual, las homilías, las charlas, los retiros, los acontecimientos de la vida, la propia naturaleza, todo puede convertirse para una persona piadosa en Palabra de Dios, en mensaje de salvación. Y, al revés, nada es palabra de salvación para el que se niega a escucharla, o se niega a llevar a la práctica lo que la Palabra de Dios le dice, o la escucha de momento, pero pronto la olvida, o la escucha y trata siempre de entenderla según sus propios intereses personales y no según los intereses de Dios. Esta parábola del sembrador que leemos hoy en el evangelio según san Mateo debe servirnos a cada uno de nosotros para examinar nuestra vida espiritual. La Palabra de Dios que oímos y escuchamos tan frecuentemente, ¿produce en nosotros frutos de vida cristiana? ¿Produce el ciento, o el sesenta o el treinta por ciento? No se trata sólo de escuchar, o de rezar vocalmente, o de leer de vez en cuando el evangelio, o de llevar una vida más o menos cristiana. Para un buen cristiano, escuchar la Palabra de Dios debe llevarle hasta el seguimiento radical de Cristo, hasta identificarse espiritualmente con Cristo, a pesar de todas las dificultades y obstáculos corporales, psíquicos y sociales de la vida presente. Escuchemos esta parábola del sembrador con atención y meditémosla con humildad, pidiéndole a Dios que nos dé un corazón dócil para recibir eficazmente su Palabra.

2.- Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo. Estas palabras del Segundo Isaías están dirigidas a un pueblo que vive en la esclavitud. El profeta quiere dar ánimos y esperanza a un pueblo desesperanzado, prometiéndole la liberación social y política, y el retorno a la tierra de sus padres. La palabra liberadora que sale de la boca de Dios no vuelve a Dios vacía, sino que vuelve después de hacer su encargo. Estas palabras del profeta deben ser palabras liberadoras y llenas de esperanza también para nosotros, sobre todo cuando nos encontramos mal físicamente, o con grandes dificultades psicológicas o sociales. También para nosotros la esperanza cristiana debe ser una esperanza que nos devuelva el coraje y las ganas de vivir y luchar en los peores momentos. Porque puede haber momentos muy duros en la vida de una persona, cuando humanamente no vemos motivos claros para seguir luchando y confiando. Abramos los evangelios y pidámosle a Cristo que nos dé su espíritu, su fe y su amor a un Dios Padre, que nunca nos va a dejar abandonados. La esperanza cristiana, o es liberadora o no es cristiana. Nuestro destino último es siempre la salvación.

3.- Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá… para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Sí, en este mundo no siempre encontraos motivos suficientes para creer en un futuro liberador y salvador. Pero nuestra fe cristiana nos dice que nuestro futuro es la liberación de los males de este mundo. San Pablo les dice a los cristianos de Roma que no se desanimen, que ellos tienen las primicias del Espíritu y, por tanto, tienen derecho a esperar la redención del cuerpo, el momento en el que podrán vivir con la gloria propia de los hijos de Dios. No es cuestión de cálculos sociológicos; es cuestión de fe en un Dios que es salvador y liberador, que nos liberará y nos salvará. Como el profeta Isaías, en la primera lectura, también aquí san Pablo nos dice que no nos desanimemos, que un cristiano nunca debe perder la esperanza en un futuro de redención y salvación. El futuro salvador al que estamos llamados superará con mucho las miserias que actualmente padecemos. En el fondo, como siempre, es la fe en la resurrección gloriosa de nuestro cuerpo la que no nos debe dejar nunca caer en el desánimo y la desesperanza. Creamos en la palabra de Dios, en una palabra cargada siempre de una auténtica y real esperanza. Y vivamos de tal modo que lo que la palabra de Dios nos dice y nos promete se pueda realizar en nuestro corazón. Dejemos a Dios ser Dios y comportémonos nosotros como humildes hijos suyos, reconociendo nuestra pequeñez y miseria, pero confiando siempre en la potencia y la voluntad salvadora de nuestro Dios.

3.- HAZ LO QUE PUEDAS

Por José María Martín, OSA

1. - El sembrador, Dios mismo, es bueno. La semilla, la Palabra de Dios, también es buena. ¿De qué depende entonces el éxito de la cosecha? La respuesta que se deduce de la parábola es clara: de la tierra en la que cae la semilla arrojada por el sembrador. Dicho de otro modo: depende de la acogida que tenga la Palabra enviada por el sembrador. La primera lectura del Segundo Isaías, escrita durante el exilio, nos dice que Dios quiere que su Palabra empape la tierra, la fecunde y no vuelva a El vacía. La tierra buena es la que escucha el mensaje. Escuchar el mensaje no consiste en un mero reconocimiento intelectual de Dios. No se trata de creer con la cabeza, se trata de hacerlo vida. Podemos decir que creemos firmemente lo que nos enseña el catecismo de la Iglesia Católica, pero luego somos incapaces de hacer vida la fe que profesamos. ¡Cuántos escándalos damos los cristianos con nuestra intolerancia, nuestra desidia y nuestra falta de compromiso! Escuchar el mensaje es ser justos en nuestro comportamiento, trabajar por un mundo más humano, querer al hermano pobre y ayudarle.

2. - El salmo 64 nos dice que la semilla cayó en tierra buena y dio fruto. Es el Señor el labrador, quien cuida de la tierra, la riega, iguala los terrenos y la enriquece sin medida. Si Dios es el labrador, ¿entonces qué podemos hacer nosotros? Da la impresión de que lo único que podemos hacer es dejar que El actúe para que podamos dar fruto, unos ciento, otros sesenta y otros treinta por uno. No es ésta la auténtica interpretación de la parábola. El labrador es Dios, pero actúa por medio de nosotros. Él es el padre de la parábola, pero somos nosotros, sus hijos, los que tenemos que cavar el terreno. Él nos ha dado las manos para trabajar y quitar las piedras o las zarzas. Es el agente exterior, el maligno, el que pone las dificultades para que la tierra no dé fruto. Pero depende de nosotros el quitar las piedras o las zarzas. Los hijos de aquel labrador de la fábula cavaron y trabajaron duramente y, por eso, recibieron su tesoro. Son los pájaros, las zarzas y las piedras las que impiden el crecimiento de la semilla. Pero somos nosotros los que dejamos que los pájaros actúen cuando "oímos la palabra" y nos gusta, pero no la entendemos; somos nosotros los que no tenemos raíces y dejamos que a la primera dificultad se nos olviden los buenos propósitos; somos nosotros los inconstantes que nos dejamos llevar por lo fácil y sucumbimos a la tentación de lo mundano, dejando que las piedras impidan el crecimiento de la semilla.

3.- ¿Qué fruto tenemos que dar? No nos debemos agobiar poniéndonos un techo muy alto. Cada uno debe dar conforme a sus cualidades y a sus fuerzas. Dios premia el esfuerzo y la voluntad, no el éxito conseguido. San Agustín nos lo recuerda: "Haz lo que puedas. Dios no te va exigir más de lo que puedas dar". Un labrador laborioso puede quitar las piedras y arrancar las zarzas para que la semilla dé fruto. ¿Qué clase de tierra soy yo?, ¿estoy dispuesto a colaborar con Dios para "cavar" el terreno y dar fruto? Jean de La Fontaine cuenta una curiosa fábula, cuyo recuerdo nos viene muy bien para entender el significado de la Palabra de Dios de este domingo:

"Un rico labrador que veía próxima su muerte, llama a sus hijos aparte para hablarles sin testigos.

-- ¡Guardaos muy bien --les dice-- de vender vuestra heredad, legada por nuestros abuelos! Un tesoro se oculta en su entraña, aunque ignoro su sitio. Mas, con un poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan vuestras palas.

Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo había. Pero su padre fue un sabio, enseñándoles antes de morir, que el trabajo es un tesoro".

3.- DIOS PUEDE HACER POSIBLE LO IMPOSIBLE

Por Antonio García-Moreno

4.- COMO LA LLUVIA.- Lluvia deseada que humedece la tierra seca, haciendo posible la esperanza de una nueva primavera. Lluvia que baja del cielo limpiando el aire y la tierra, barriendo el polvo que ensució el ambiente, manchándolo hasta el punto de no poder respirar. Lluvia que corre por los mil canales que riegan la tierra pobre de los hombres. Lluvia que llena los cacharros, grandes y pequeños, donde guardamos el agua que nos mantiene con vida, la que nos da energía para iluminar nuestras oscuras noches, para calentar nuestros hogares, para llenarlos de música y de palabras, de imágenes vivas...

Aguas tempestuosas, aguas temidas, aguas que se desbordan, que arrastran con ímpetu imparable cuanto se les pone por delante. Aguas que saben de tragedia, de vidas tronchadas, de cuerpos muertos que flotan junto con mil cosas íntimas. Aguas que se tragan tantas vidas, aguas que absorben furiosas, aguas que crispan las manos que se hunden sin posibilidad de agarrarse a nada. Aguas que pudren la sementera, que se llevan de un solo golpe la ilusión de todo el año, o de la vida entera.

"Así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía..." (Is 55, 11) Así es la palabra de tu boca. Agua que baja del cielo con una potencialidad concreta, con una fuerza determinada, con una misión que cumplir. Unas veces será agua buena que salva y da vida, otras agua fatídica que condena y mata. Sea lo que fuere tu agua, Señor, tu palabra no se quedará baldía, conseguirá el resultado propuesto.

Y todo depende de quien recibe la palabra. Porque tú siempre eres el mismo. Tu palabra es siempre una palabra buena, una palabra de amor que intenta iluminar, encender, serenar, consolar, animar. Nosotros somos los responsables del resultado final. Por eso llegaste a decir que en realidad Tú no juzgarías a nadie, sino que tus palabras serán las que juzguen en el último día.

2.- QUÉ BUENA SIEMBRA.- La gente se arremolina en torno a Jesús, sus palabras tienen el sabor de lo nuevo, su mirada es limpia y frontal, su gesto sereno y atrayente, su conducta valiente y franca... Por otra parte aparece sencillo, amigo de los niños, inclinado a curar a los enfermos, aficionado a estar con los despreciados por la sociedad de su tiempo, amigo de publicanos y pecadores. Y, sin embargo, su manera de enseñar tenía una especial autoridad, tan distinta de la de los escribas y los fariseos.

La muchedumbre se siente atraída, le sigue por doquier, le gusta verle y escucharle. Por eso en alguna ocasión, como en este pasaje, Jesús se sube a una barca y se separa un poco de la orilla. Era aquella barca una curiosa cátedra, y la ribera del lago una insólita aula, abierta a los cielos, mirándose en el agua. El silencio de la tarde se acentúa con la atención de todos los que escuchan las enseñanzas del Rabí de Nazaret. Su palabra brota serena e ilusionada, es una siembra abundante, desplegada en redondo abanico por la diestra mano del sembrador. Es una simiente inmejorable, la más buena que hay en los graneros de Dios. Su palabra misma, esa palabra viva, tajante como espada de doble filo. Una luz que viene de lo alto y desciende a raudales, iluminando los más oscuros rincones del alma, una lluvia suave y penetrante que cae del cielo y que no retorna sin haber producido su fruto.

Sólo la mala tierra, la cerrazón del hombre, puede hacer infecunda tan buena sementera. Sólo nosotros con nuestro egoísmo y con nuestra ambición podemos apagar el resplandor divino en nuestros corazones, secar con nuestra soberbia y sensualidad las corrientes de aguas vivas que manan de la Jerusalén celestial y que nos llegan a través de la Iglesia. Que no seamos camino pisado por todos, ni piedras y abrojos que no dejen arraigar lo sembrado, ni permitan crecer el tallo ni granar la espiga. Vamos a roturar nuestra vida mediocre, vamos a suplicar con lágrimas al divino sembrador que tan excelente siembra no se quede baldía. Dios es el que da el crecimiento, Él puede hacer posible lo imposible: que esta nuestra tierra muerta dé frutos de vida eterna.

5.- LA PALABRA Y EL REINO

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Hemos iniciado en este Domingo Decimoquinto del Tiempo Ordinario, con la parte del Evangelio de Mateo, llamado “Libro de las parábolas”. Y así, con la del Sembrador, que acabamos de escuchar, se nos presentarán, en domingos sucesivos, las de la cizaña, el tesoro escondido, la perla y la red. Y todas estas cinco parábolas se refieren al Reino de Dios. Y a la disposición de cada uno de nosotros para recibir su existencia y presencia. Y es que Palabra y Reino son los dos grandes contenidos de lo que llamaríamos nuestra fe práctica. Es decir, todo aquello que nos impulsa a vivir profundamente las verdades que nos trajo Cristo el Señor.

2.- La Palabra es el propio Jesús, el logos, tal como nos muestra Juan Evangelista en el prólogo de su Evangelio: la Palabra es Dios y la Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros. Y esa Palabra es la trasmisión de la sabiduría de Dios hacia el pueblo que Él ama, pueblo que ha conocido y ha encontrado a Dios, aún con muchas dificultades. Y nosotros lo reiteramos cada vez que proclamamos una lectura en una Eucaristía: decimos con gozo, como asintiendo, cargados de razón espiritual: “¡Palabra de Dios!”. El Reino es la esperanza de vivir unidos en amor y fraternidad. Jesús predicaba la llegada del Reino, y el Reino, en realidad, estaba ya dentro de todos. No es Reino de este mundo, y no porque no haya llegado todavía. No lo es, porque otro reino, el de las tinieblas, se aferra con enorme fuerza a la vida cotidiana. Y, en fin, si la Palabra, acepta la siembra en nosotros y da fruto, el Reino comienza a manifestarse. No es difícil. No es un juego de palabras. Es una realidad fehaciente.

3.- No podemos, de todas formas, obviar algo que queda muy claro en la parábola del sembrador. Y es que en la diferente textura de cada terreno, en que sea mejor o peor para la siembra, influye un hecho definitivo. Nuestra propia libertad. Dios nos ha creado libres con libertad incluso para oponernos a Él mismo. Y por eso hay un acto de libertad plena a aceptar o no la Palabra de Dios. Puede acontecer, asimismo, que nos aleje de la Palabra un desconocimiento de la misma. Pero para eso siembra el Sembrador. Una vez caída la semilla, será nuestra libertad la que influirá en su desarrollo futuro.

4.- La primera lectura que es breve párrafo del capítulo 55 del Libro de Isaías viene a confirmar todo lo anterior. La palabra procede de Dios y baja de la mejor forma a la tierra sedienta: como lluvia y nieve. La figura, sin duda, combina con la idea de la siembra, con la necesaria fertilidad que el riego suficiente comunica al terreno. Y aquí tenemos un doble contenido que también nos puede ser muy útil en nuestra reflexión de hoy; semilla y agua se “confunden” en una misma cosa. La Palabra es sementera y es riego. Lo es todo, en definitiva.

5.- Continuamos con la lectura de la Carta a los Romanos. Hoy Pablo de Tarso nos habla de la futura manifestación de los Hijos de Dios, después de librarse de la esclavitud del maligno, gracias al efecto de la Palabra de Dios en nuestros corazones. Y Pablo amplia esa liberación a toda la creación, a toda; no solo al género humano terrestre con capacidad intelectual para apreciar esa liberación. Y es que un día, Jesús, por la Redención, y su Espíritu liberaron a toda la creación. Y poco a poco tiene que ir viéndose esa apertura a la libertad plena.

Merece la pena que reflexionemos sobre el poder de la Palabra, sobre ese Reino que nace en nosotros y, sobre la promesa de Jesús de que daremos fruto abundante para nuestro bien y el de nuestros hermanos.

Fuente: www betania es.
La homilia de Betania.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario