jueves, 13 de julio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
JUEVES 13 DE JULIO DE 2017
XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Gén 44, 18-21. 23-29; 45, 1-5; Sal 104; Mt 10, 7-15



ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 20, 2-3

De tu poder, Señor, se alegra el justo, se alegra en el triunfo que le has dado. Le otorgaste lo que él tanto anhelaba.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que con la abundancia de tu gracia ayudaste a san Enrique a pasar admirablemente del cuidado del gobierno temporal a las realidades del cielo, concédenos, por su intercesión, en medio de la inestabilidad de este mundo, que avancemos hacia ti con un corazón puro. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Dios me mandó a Egipto para salvarles la vida.

Del libro del Génesis: 44, 18-21. 23-29; 45, 1-5

En aquellos días, se acercó Judá a José y le dijo: "Con tu permiso, señor, tu siervo va a pronunciar algunas palabras a tu oído; no te enojes con tu siervo, pues tú eres como un segundo faraón. Tú, señor, nos preguntaste: `¿Tienen padre o algún hermano?' Nosotros te respondimos: 'Sí, tenemos un padre anciano, con un hijo pequeño, que le nació en su vejez. Como es el único que le queda de su madre, pues el otro hermano ya murió, su padre lo ama tiernamente'. Entonces tú dijiste a tus siervos: 'Tráiganmelo para que yo lo vea con mis propios ojos, pues si no viene su hermano menor con ustedes, no los volveré a recibir'.
Cuando regresamos a donde está nuestro padre, tu siervo, le referimos lo que nos habías dicho. Nuestro padre nos dijo: 'Vuelvan a Egipto y cómprennos víveres'. Nosotros le dijimos: 'No podemos volver, a menos que nuestro hermano menor vaya con nosotros. Sólo así volveríamos, porque no podemos presentarnos ante el ministro del faraón, si no va con nosotros nuestro hermano menor'. Nuestro padre, tu siervo, nos dijo entonces: 'Ya saben que mi mujer me dio dos hijos: uno desapareció y ustedes me dijeron que una fiera se lo había comido y ya no lo he vuelto a ver. Ahora se llevan también a éste; si le ocurre una desgracia, me van a matar de dolor' ".
Entonces José ya no pudo aguantarse más y ordenó a todos los que lo acompañaban que salieran de ahí. Nadie se quedó con él cuando se dio a conocer a sus hermanos. José se puso a llorar a gritos; lo oyeron los egipcios y llegó la noticia hasta la casa del faraón.
Después les dijo a sus hermanos: "Yo soy José. ¿Vive todavía mi padre?" Sus hermanos no podían contestarle, porque el miedo se había apoderado de ellos. José les dijo: "Acérquense". Se acercaron y él continuó: "Yo soy su hermano José, a quien ustedes vendieron a los egipcios. Pero no se asusten ni se aflijan por haberme vendido, pues Dios me mandó a Egipto antes que a ustedes para salvarles la vida".

Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 104, 16-17. 18-19. 20-21

R/. Recordemos los prodigios del Señor.

Cuando el Señor mandó el hambre sobre el país y acabó con todas las cosechas, ya había enviado por delante a un hombre: a José, vendido como esclavo. R/.
Le trabaron los pies con grilletes y rodearon su cuerpo con cadenas, hasta que se cumplió su predicción y Dios lo acreditó con su palabra. R/.
El rey mandó que lo soltaran, el jefe de esos pueblos lo libró, lo nombró administrador de su casa y señor de todas sus posesiones. R/.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mc 1, 15
R/. Aleluya, aleluya.

El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean en el Evangelio. R/.

EVANGELIO

Gratuitamente han recibido este poder, ejérzanlo, pues, gratuitamente.

Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 7-15

En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: "Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente. No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: 'Que haya paz en esta casa'. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad".

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por esta ofrenda que te presentamos, Señor, en la conmemoración de san Enrique, concede a tus fieles los dones de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Mt 16, 24

El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y que me siga, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Que los sacramentos recibidos, Señor, en la conmemoración de san Enrique, santifiquen nuestras mentes y nuestros corazones, para que merezcamos participar de la naturaleza divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.

*O bien:

Misa "De La Sagrada Eucaristía" MR, p 1119 (1164).

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 77, 23-25

Abrió Dios las compuertas del cielo e hizo llover sobre ellos el maná para que lo comieran; les dio un trigo celeste, y el hombre comió pan de ángeles.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que llevaste a cabo la obra de la redención humana por el misterio pascual de tu Unigénito, concede, benigno, que quienes anunciamos llenos de fe por medio de los signos sacramentales, su muerte y resurrección, experimentemos un continuo aumento de tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo...

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, al celebrar el memorial de nuestra salvación, imploramos humildemente tu clemencia, a fin de que este sacramento de amor sea para nosotros signo de unidad y vínculo de caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 6, 51-52

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor. El que coma de este pan vivirá Eternamente. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dios nuestro, que la participación en este banquete celestial nos santifique, de modo que, por la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se estreche entre nosotros la unión fraterna. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

REFLEXIÓN
Gen. 44, 18.21. 23-29; 45, 1-5. Los hijos de Jacob han manifestado su arrepentimiento por lo que le hicieron a su hermano José. Incluso ahora uno de ellos, Judá, está dispuesto a quedarse prisionero, con tal de salvar a Benjamín y de evitar que su padre muera de dolor por perder al hermano de José. Éste, finalmente, se da a conocer a sus hermanos.
No hay rencor de parte de José; él ha interpretado todo su sufrimiento como un sufrimiento de salvación en favor de su familia. Por eso les pide no tener miedo de acercarse a él.
Jesús, habiendo padecido por los pecadores, se ha convertido en causa de salvación para todos los que creen en Él. Mediante Él podemos acercarnos confiadamente a Dios e invocarlo como Padre.
Vivir unidos, mediante la fe, a Jesús; participar de su vida y de su Espíritu, nos debe hacer portadores de su perdón, constructores de unidad.
Ni siquiera hemos de querer dejar el juicio a Dios de quienes nos persiguen y maldicen, sino pedir a Dios que los perdone y los ayude a caminar en el bien, con un corazón renovado, capaces de colaborar a que todos vivamos como hermanos, hijos de un mismo Dios y Padre.
Sal 105 (104). La Providencia divina nunca se equivoca. Él quiere que su salvación llegue a todos.
Para que esto se haga realidad Él nos ha llamado para que por nuestro medio se cumpla ese proyecto.
Pareciera que a veces las cosas nos van mal. Sin embargo, puestos en manos de Dios sabemos que Él no se equivoca. Confiemos en Él y dejémonos conducir por Él para que su Reino llegue a todos los pueblos.
Mt. 10, 7-15. Llamados a convertirnos en signos de Dios; enviados para proclamar el Reino de Dios, sin querer enriquecernos a costa del Evangelio. Desprotegidos de todos los bienes temporales y libres de esclavitudes a lo pasajero; puestos sólo en manos del amor providente de Dios. Ese es el camino y el testimonio de quien ha sido enviado como Ministro en favor del Evangelio para ser portador de la paz, de la curación, de la liberación.
Quien proclama la fe en Jesús no puede hacerlo sólo con los labios mientras con las obras manifieste que tiene su corazón asentado en los ídolos de lo pasajero.
Por eso el Evangelio no se proclama sólo con los labios, sino con la vida, libre de esclavitudes.
Quien pide hospedaje mientras camina de paso en la proclamación del Reino, buscará no la comodidad de los hombres honorables según los criterios humanos, sino honorables por su fe, por su rectitud, por su apertura al Evangelio.
Debemos ser conscientes de que no somos nosotros, sino el Señor, por medio nuestro, quien continúa su obra de salvación en el mundo.
Por medio de Jesús Dios nos ha hecho conocer el amor que nos tiene. Dios, en Jesús, ha tomado rostro humano para que podamos acercarnos a Él sin temor.
En la Eucaristía nos encontramos con el Señor; Él, lleno de compasión y misericordia para con nosotros, nos perdona y nos recibe como hermanos, para que vivamos unidos a Él y unidos a nuestro prójimo, libres de todo aquello que nos dividía a causa de la discordia y el egoísmo.
Proclamar la Buena Nueva a los demás es fruto de nuestra comunión con Cristo, que nos hace ser portadores de su llamado a la conversión y de la capacidad de perdonar como Cristo lo ha hecho con nosotros.
Quien no sabe perdonar no conoce a Dios, ni Dios está con él.
Muchas veces podremos encontrarnos con personas que se opongan al anuncio del Evangelio. Ante ellos debemos ser un signo vivo del mismo Evangelio que proclamamos. Nuestras obras deben ser congruentes con la fe que profesamos en Cristo.
No podemos hablar de Jesús que ha salido al encuentro del pecador, que ha venido a remediar nuestras necesidades, que ha venido a perdonar y salvar todo lo que estaba perdido, y vivir condenando y destruyendo a quienes consideramos malvados, o que nos han ofendido; o pasar de largo ante las necesidades de los pobres.
No podemos proclamar el Evangelio del Señor utilizándolo como fuente de ingresos para vivir en comodidades y lujos a costa de la fe; ni entrando en amistad con los poderosos de este mundo para aprovecharnos de sus bienes, y que, como consecuencia, proclamemos el Evangelio de tal forma que no les molestemos la conciencia.
La lealtad a la fe y a la proclamación del Evangelio de Jesús nos debe llevar a un compromiso serio para no ser como las hojas movidas por cualquier viento, sino sólo por el Viento del Espíritu, que nos ha de impulsar, incluso, a dar nuestra vida por la fe y por un trabajo serio para que todos, libres del egoísmo, vivamos en paz.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de que, siendo signos vivos de Jesús para nuestros hermanos, sepamos amarnos y perdonarnos para poder llegar a disfrutar, juntos, de los bienes eternos en torno a un sólo Dios, y Padre de todos. Amén.

Homilia catolica.-



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