LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
DOMINGO 22 DE
DICIEMBRE DE 2013
DOMINGO IV DE
ADVIENTO /A
LECTURA DEL LIBRO DEL
PROFETA ISAÍAS 7,10-14
En
aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios,
una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No
la pediré. No tentaré al Señor”.
Entonces
dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los
hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará
por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le
pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
23, 1-6
R
Ya llega el Señor, el rey de la gloria.
Del
Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el
orbe todo y los que en él habitan,
pues
él lo edificó sobre los mares,
él
fue quien lo asentó sobre los ríos /R
¿Quién
subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién
podrá entrar en su recinto santo?
El
de corazón limpio y manos puras y
que
no jura en falso /R
Ése
obtendrá la bendición de Dios,
y
Dios, su salvador, le hará justicia.
Ésta
es la clase de hombres que te buscan y
vienen
ante ti, Dios de Jacob /R
LECTURA DE LA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 1,1-7.
Yo,
Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y
elegido por él para proclamar su Evangelio. Ese Evangelio, que, anunciado de
antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo,
Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del
linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se
manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de
entre los muertos. Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del
apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe,
para gloria de su nombre. Entre ellos, también se cuentan ustedes, llamados a
pertenecer a Cristo Jesús. A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes
Dios ama y ha llamado a la santidad, les deseo la gracia y la paz de Dios,
nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1,18-24
Cristo
vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con
José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu
Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no
queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras
pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de
David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha
concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el
nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo
esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del
profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien
pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando
José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y
recibió a su esposa.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
VIVIR
EN CAMINO HACIA EL PRÓJIMO
1.
María se puso en camino. Es consolador y estimulante imaginarse a María
subiendo cuestas, sorteando piedras y arbustos, con el alma en vilo, caminando
apresurada para ayudar a su prima Isabel que estaba en estado de buena
esperanza. María, la prima joven de Nazaret, está ya a la puerta, saludando a
su prima con el grito amoroso de paz, Shalom. Isabel se sintió, de golpe,
rejuvenecida por dentro y hasta el pequeño Juan saltó de alegría en el vientre
de su madre. ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz! Con
el ejemplo de María, en este cuarto domingo de Adviento, cuando ya estamos a
las puertas de la Navidad, es bueno que nos propongamos hacer de nuestra vida
un camino hacia el prójimo, para ofrecerles ayuda, para llevarles un mensaje de
paz. Al final, lo que quedará de nuestra vida, a los ojos de Dios, es lo que
hayamos hecho por el prójimo. El egoísmo es una gran fuerza centrípeta, que nos
empuja a caminar siempre en dirección hacia nosotros mismos, mientras que el
amor es la gran fuerza centrífuga, que nos empuja a caminar en dirección a los
demás. Dios quiere que también nosotros, como María, vivamos siempre caminando
hacia el prójimo, dando a los demás en cada momento lo mejor de nosotros
mismos. Vivir el Adviento como un camino de amor hacia el prójimo es una forma
muy cristiana de prepararse para la Navidad.
2.
Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. ¡Qué
bonita esta Bienaventuranza que Isabel le dedica a María! La fe de María la
hace feliz, dichosa, bienaventurada. La fe de María no fue una fe racional,
nacida de una comprensión completa de las palabras del ángel, no, la fe de
María fue una fe vivencial, nacida del amor y de la confianza en el Dios que le
hablaba a través de su mensajero. Así es siempre la fe verdadera, la que mueve
montañas y la que hace milagros. La razón no enciende, por sí sola, el fuego
creyente del corazón, porque la fe sin amor es una fe fría y extática. La fe
que nos hace felices es la fe que brota del corazón creyente, la fe que se
apoya en esas razones que tiene el corazón y que la razón no entiende, como nos
dijo Pascal.
3.
Se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y este será nuestra paz. El
profeta Miqueas sabe que lo que es pequeño a los ojos del mundo puede ser
grande a los ojos Dios, que de la pequeña aldea de Belén de Efrata puede salir
el Mesías, el Salvador. Este Mesías, este Salvador, será nuestra paz, una paz
grande y verdadera que nos llenará el alma y nos hará vivir dichosos. Todos
nosotros somos pequeños, pequeñísimos, ante Dios, pero la grandeza de Dios
puede hacer obras grandes a través de nosotros. Porque miró la humildad de su
esclava el Señor hizo obras grandes en María. De la humilde María, como de la
pequeña aldea de Belén, salió el jefe de Israel, el Mesías, el Señor.
4.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas… Entonces yo dije lo que está escrito en
el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad “. El autor de esta
carta a los Hebreos nos lo repite una vez más: no son nuestros sacrificios, ni
nuestras ofrendas las que nos salvan, es el sacrificio único de Cristo el que
nos ha reconciliado con Dios. Cristo se ofreció a sí mismo al Padre, le ofreció
el sacrificio de sí mismo, como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Ofrezcamos también nosotros al Padre el sacrificio de nosotros mismos,
obedeciendo siempre su voluntad. Y hagámoslo uniendo el sacrificio de nosotros
mismos unido al sacrificio de Cristo.
Gabriel
González del Estal
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LA
BÚSQUEDA INFATIGABLE DEL NIÑO DIOS
1.-
En el primer capítulo del Evangelio de San Mateo nos habla de una cosa tan
desagradable como es el pecado. Y lo pone en definición de ese Niño que viene y
que vamos a adorar en los brazos de una madre.
Y
la Iglesia nos habla de ellos a muy pocos días de distancia de que todos nos
reunamos alegres a cantar ante el Niño. ¡Qué mal gusto! No nos gusta esa
palabra, pecado, está en desuso, como el Vuesa Merced del castellano antiguo.
Como hemos quitado tantos santos de los altares y los tenemos por los rincones
de los desvanes. Tal vez por allá ande también en algún rincón esa palabreja
que no nos gusta a nadie y que sin embargo va imbuida en el nombre de ese Niño
Dios que se llama Jesús, salvador de los pecados de su pueblo.
2.-
La palabra pecado lo primero que nos trae a la memoria son las largas listas de
pecados de los devocionarios para la preparación de la confesión. Eso son las
transgresiones de una serie de NOES, de una serie de señalizaciones
prohibitivas de la carretera que cuando se amontonan ante nosotros nos crean un
complejo de culpabilidad y nos hacen molesto el camino de la vida.
Cuando
en realidad en el camino hacia Dios no hay más que una prohibición taxativa y
es: PROHIBIDO NO AMAR. Y un solo mandato positivo: Ama a los demás y amarás a
Dios.
3.-
Y pecado es correr en sentido contrario del amos
--
es tirar la flecha y no dar en el blanco.
--
es no tener buen tino en la elección del centro de la vida.
--
es despilfarrar los dones que nos dieron
--
es empobrecernos y empobrecer a nuestra familia humana jugándonos toda nuestra
herencia en el Casino
--
es vestirnos de máscaras empeñados en no vivir según nuestra identidad y según
lo que en realidad somos. Es falsía.
--
es repudiar a nuestra propia familia divina y hacer una opción por amigos
indeseables. Es locura.
--
es convertir nuestra realidad en una payasada de gigantes y cabezudos en que
nadie es lo que es. Es vana soberbia.
--
es convertir la mentira en verdad. Es engañarse a si mismo.
En
resumen, pecado es soledad de Dios y soledad de los hombres.
4.-
Y Jesús, que viene a salvar al pueblo de los pecados, viene a devolvernos la
compañía de Dios y la compañía de nuestros hermanos los hombres. Por eso se
llama Emmanuel: Dios con vosotros.
Viene
a hacernos hijos de Dios, Viene a sacarnos de nuestra orfandad. Y viene a
hacernos hermanos de los hombres. Dios con todos nosotros y todos nosotros con
Dios.
5.-
No debemos gloriarnos de ser pecadores. Pero sin complejos y con sencillez
debemos reconocer que nuestra situación de pecadores es privilegiada, porque
Jesús ha venido a buscar a los pecadores, no a los justos.
Por
eso en estas fiestas del Niño Jesús no tiene cabida ante el belén los que se
sientan justos. Para ellos no ha nacido el Niño Dios. El Niño Dios nace para
emprender la búsqueda infatigable de los que hemos pecado, porque para eso ha
venido.
Para
Dios nada hay imposible. El pecado fue la nota discordante en el gran concierto
de la naturaleza al creador y se convierte en el acorde final maravilloso con
que se cierra la sinfonía del amor de Dios a los hombres.
José
María Maruri SJ
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CON
MARÍA, HACIA BELÉN
1.
Poco margen tenemos, en el presente año, entre el IV Domingo de Adviento y la
Natividad del Señor. Pero, incluso en ese corto espacio, María emerge como la
gran figura de esta liturgia que nos llevará, mañana ya, a la Solemne Misa del
Gallo.
No
podía faltar, María Madre de Dios, como aquella que nos trae al Salvador en
este tiempo de adviento que es periodo de espera y de esperanza.
Y,
con María, llegó la expectación. ¡Todo está a punto de cumplirse! El “sí” de
aquella mañana en Nazaret, nos traerá en las próximas horas al Dios con
nosotros. Creyó, esperó y se brindó a todo lo que Dios le pidió. ¿Se puede
soñar más de una mujer que fue un cheque en blanco para el Señor?
María,
la mujer que se vació totalmente para Dios, está llena a rebosar del Espíritu.
Colmada de las promesas que nuestros antiguos confiaban en ver. Seremos
nosotros los que en el día de Navidad, contemplemos cara a cara lo que ha
germinado en el interior de una Virgen.
A
Ella, y no lo olvidemos, le debemos la primera Navidad. ¿Cómo celebrar
cristianamente estos próximos días? ¿En dónde poner el acento? ¿Cómo conseguir
que Dios siga naciendo en nosotros?
No
lo dudemos, en María, tenemos la respuesta. Sus actitudes, su forma de ser, su
personalidad y su figura, nos dan el tono para desarrollar la melodía que a
Dios más le gusta.
No
lo dudemos, en María, se dan una serie de virtudes y de gracias que, al imitarlas,
a la fuerza damos con el secreto y en el clavo para complacer a Dios y para
hacer el Evangelio realidad.
¡Sí!
Con María llegó la esperanza. No podemos dejar de lado a ninguna de las dos: ni
a Maria, porque es fuente de esperanza, ni a la esperanza, porque es la mejor
radiografía de una mujer que amó en su corazón y con locura a Dios, mucho antes
que recibirlo en sus propias entrañas.
2.
¡Qué gran pórtico el de la Navidad! ¡María Virgen! Celebremos con gozo santo
estos próximos días. Dejémonos guiar por esta estrella que ilumina los senderos
que conducen a Belén. Miremos a esta mujer que, siendo pequeña, es grande y
confidente en cuanto que nos enseña a renovar nuestras personas para que Dios
pueda también en nosotros nacer.
Miremos
hacia el cielo ¿No la veis? ¿Quién ha dicho que solo aparecerá una estrella en
el amplio universo? Hoy, en este cuarto domingo de adviento, María es también
un destello que marca los compases del caminante que quiere marchar sin
detenerse hacia Belén.
Que
apuremos estas últimas horas. Preparemos el encuentro familiar: la mesa, los
dulces, el calor, el belén o el árbol. Pero que entre todo ello, no olvidemos
lo más importante. Dios para nacer necesita de un corazón bien dispuesto. Que
cuando llegue en las próximas horas encuentre también una oración en nuestras
casas. Que los villancicos sean un distintivo musical de estas jornadas, que
además de familiares, son días de fe. En definitiva, ya que Dios sale a nuestro
encuentro en un Niño que se mueve en los fondos de Santa María, que salgamos
también nosotros alegres, llenos de fe, preparados, convertidos y dispuestos a
que sean unas navidades santas y cristianas.
Javier
Leoz
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