sábado, 21 de diciembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DOMINGO 22 DE DICIEMBRE DE 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 22 DE DICIEMBRE DE 2013
DOMINGO IV DE ADVIENTO /A

LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS 7,10-14

En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.

Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL 23, 1-6
R Ya llega el Señor, el rey de la gloria.

Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares,
él fue quien lo asentó sobre los ríos /R

¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras y
que no jura en falso /R

Ése obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Ésta es la clase de hombres que te buscan y
vienen ante ti, Dios de Jacob /R


LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 1,1-7.

Yo, Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por él para proclamar su Evangelio. Ese Evangelio, que, anunciado de antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de entre los muertos. Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos, también se cuentan ustedes, llamados a pertenecer a Cristo Jesús. A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a la santidad, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1,18-24

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

VIVIR EN CAMINO HACIA EL PRÓJIMO

1. María se puso en camino. Es consolador y estimulante imaginarse a María subiendo cuestas, sorteando piedras y arbustos, con el alma en vilo, caminando apresurada para ayudar a su prima Isabel que estaba en estado de buena esperanza. María, la prima joven de Nazaret, está ya a la puerta, saludando a su prima con el grito amoroso de paz, Shalom. Isabel se sintió, de golpe, rejuvenecida por dentro y hasta el pequeño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre. ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz! Con el ejemplo de María, en este cuarto domingo de Adviento, cuando ya estamos a las puertas de la Navidad, es bueno que nos propongamos hacer de nuestra vida un camino hacia el prójimo, para ofrecerles ayuda, para llevarles un mensaje de paz. Al final, lo que quedará de nuestra vida, a los ojos de Dios, es lo que hayamos hecho por el prójimo. El egoísmo es una gran fuerza centrípeta, que nos empuja a caminar siempre en dirección hacia nosotros mismos, mientras que el amor es la gran fuerza centrífuga, que nos empuja a caminar en dirección a los demás. Dios quiere que también nosotros, como María, vivamos siempre caminando hacia el prójimo, dando a los demás en cada momento lo mejor de nosotros mismos. Vivir el Adviento como un camino de amor hacia el prójimo es una forma muy cristiana de prepararse para la Navidad.
2. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. ¡Qué bonita esta Bienaventuranza que Isabel le dedica a María! La fe de María la hace feliz, dichosa, bienaventurada. La fe de María no fue una fe racional, nacida de una comprensión completa de las palabras del ángel, no, la fe de María fue una fe vivencial, nacida del amor y de la confianza en el Dios que le hablaba a través de su mensajero. Así es siempre la fe verdadera, la que mueve montañas y la que hace milagros. La razón no enciende, por sí sola, el fuego creyente del corazón, porque la fe sin amor es una fe fría y extática. La fe que nos hace felices es la fe que brota del corazón creyente, la fe que se apoya en esas razones que tiene el corazón y que la razón no entiende, como nos dijo Pascal.
3. Se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y este será nuestra paz. El profeta Miqueas sabe que lo que es pequeño a los ojos del mundo puede ser grande a los ojos Dios, que de la pequeña aldea de Belén de Efrata puede salir el Mesías, el Salvador. Este Mesías, este Salvador, será nuestra paz, una paz grande y verdadera que nos llenará el alma y nos hará vivir dichosos. Todos nosotros somos pequeños, pequeñísimos, ante Dios, pero la grandeza de Dios puede hacer obras grandes a través de nosotros. Porque miró la humildad de su esclava el Señor hizo obras grandes en María. De la humilde María, como de la pequeña aldea de Belén, salió el jefe de Israel, el Mesías, el Señor.
4. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas… Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad “. El autor de esta carta a los Hebreos nos lo repite una vez más: no son nuestros sacrificios, ni nuestras ofrendas las que nos salvan, es el sacrificio único de Cristo el que nos ha reconciliado con Dios. Cristo se ofreció a sí mismo al Padre, le ofreció el sacrificio de sí mismo, como víctima de propiciación por nuestros pecados. Ofrezcamos también nosotros al Padre el sacrificio de nosotros mismos, obedeciendo siempre su voluntad. Y hagámoslo uniendo el sacrificio de nosotros mismos unido al sacrificio de Cristo.

Gabriel González del Estal
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LA BÚSQUEDA INFATIGABLE DEL NIÑO DIOS
1.- En el primer capítulo del Evangelio de San Mateo nos habla de una cosa tan desagradable como es el pecado. Y lo pone en definición de ese Niño que viene y que vamos a adorar en los brazos de una madre.
Y la Iglesia nos habla de ellos a muy pocos días de distancia de que todos nos reunamos alegres a cantar ante el Niño. ¡Qué mal gusto! No nos gusta esa palabra, pecado, está en desuso, como el Vuesa Merced del castellano antiguo. Como hemos quitado tantos santos de los altares y los tenemos por los rincones de los desvanes. Tal vez por allá ande también en algún rincón esa palabreja que no nos gusta a nadie y que sin embargo va imbuida en el nombre de ese Niño Dios que se llama Jesús, salvador de los pecados de su pueblo.
2.- La palabra pecado lo primero que nos trae a la memoria son las largas listas de pecados de los devocionarios para la preparación de la confesión. Eso son las transgresiones de una serie de NOES, de una serie de señalizaciones prohibitivas de la carretera que cuando se amontonan ante nosotros nos crean un complejo de culpabilidad y nos hacen molesto el camino de la vida.
Cuando en realidad en el camino hacia Dios no hay más que una prohibición taxativa y es: PROHIBIDO NO AMAR. Y un solo mandato positivo: Ama a los demás y amarás a Dios.
3.- Y pecado es correr en sentido contrario del amos
-- es tirar la flecha y no dar en el blanco.
-- es no tener buen tino en la elección del centro de la vida.
-- es despilfarrar los dones que nos dieron
-- es empobrecernos y empobrecer a nuestra familia humana jugándonos toda nuestra herencia en el Casino
-- es vestirnos de máscaras empeñados en no vivir según nuestra identidad y según lo que en realidad somos. Es falsía.
-- es repudiar a nuestra propia familia divina y hacer una opción por amigos indeseables. Es locura.
-- es convertir nuestra realidad en una payasada de gigantes y cabezudos en que nadie es lo que es. Es vana soberbia.
-- es convertir la mentira en verdad. Es engañarse a si mismo.
En resumen, pecado es soledad de Dios y soledad de los hombres.
4.- Y Jesús, que viene a salvar al pueblo de los pecados, viene a devolvernos la compañía de Dios y la compañía de nuestros hermanos los hombres. Por eso se llama Emmanuel: Dios con vosotros.
Viene a hacernos hijos de Dios, Viene a sacarnos de nuestra orfandad. Y viene a hacernos hermanos de los hombres. Dios con todos nosotros y todos nosotros con Dios.
5.- No debemos gloriarnos de ser pecadores. Pero sin complejos y con sencillez debemos reconocer que nuestra situación de pecadores es privilegiada, porque Jesús ha venido a buscar a los pecadores, no a los justos.
Por eso en estas fiestas del Niño Jesús no tiene cabida ante el belén los que se sientan justos. Para ellos no ha nacido el Niño Dios. El Niño Dios nace para emprender la búsqueda infatigable de los que hemos pecado, porque para eso ha venido.
Para Dios nada hay imposible. El pecado fue la nota discordante en el gran concierto de la naturaleza al creador y se convierte en el acorde final maravilloso con que se cierra la sinfonía del amor de Dios a los hombres.

José María Maruri SJ
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CON MARÍA, HACIA BELÉN
1. Poco margen tenemos, en el presente año, entre el IV Domingo de Adviento y la Natividad del Señor. Pero, incluso en ese corto espacio, María emerge como la gran figura de esta liturgia que nos llevará, mañana ya, a la Solemne Misa del Gallo.
No podía faltar, María Madre de Dios, como aquella que nos trae al Salvador en este tiempo de adviento que es periodo de espera y de esperanza.
Y, con María, llegó la expectación. ¡Todo está a punto de cumplirse! El “sí” de aquella mañana en Nazaret, nos traerá en las próximas horas al Dios con nosotros. Creyó, esperó y se brindó a todo lo que Dios le pidió. ¿Se puede soñar más de una mujer que fue un cheque en blanco para el Señor?
María, la mujer que se vació totalmente para Dios, está llena a rebosar del Espíritu. Colmada de las promesas que nuestros antiguos confiaban en ver. Seremos nosotros los que en el día de Navidad, contemplemos cara a cara lo que ha germinado en el interior de una Virgen.
A Ella, y no lo olvidemos, le debemos la primera Navidad. ¿Cómo celebrar cristianamente estos próximos días? ¿En dónde poner el acento? ¿Cómo conseguir que Dios siga naciendo en nosotros?
No lo dudemos, en María, tenemos la respuesta. Sus actitudes, su forma de ser, su personalidad y su figura, nos dan el tono para desarrollar la melodía que a Dios más le gusta.
No lo dudemos, en María, se dan una serie de virtudes y de gracias que, al imitarlas, a la fuerza damos con el secreto y en el clavo para complacer a Dios y para hacer el Evangelio realidad.
¡Sí! Con María llegó la esperanza. No podemos dejar de lado a ninguna de las dos: ni a Maria, porque es fuente de esperanza, ni a la esperanza, porque es la mejor radiografía de una mujer que amó en su corazón y con locura a Dios, mucho antes que recibirlo en sus propias entrañas.
2. ¡Qué gran pórtico el de la Navidad! ¡María Virgen! Celebremos con gozo santo estos próximos días. Dejémonos guiar por esta estrella que ilumina los senderos que conducen a Belén. Miremos a esta mujer que, siendo pequeña, es grande y confidente en cuanto que nos enseña a renovar nuestras personas para que Dios pueda también en nosotros nacer.
Miremos hacia el cielo ¿No la veis? ¿Quién ha dicho que solo aparecerá una estrella en el amplio universo? Hoy, en este cuarto domingo de adviento, María es también un destello que marca los compases del caminante que quiere marchar sin detenerse hacia Belén.
Que apuremos estas últimas horas. Preparemos el encuentro familiar: la mesa, los dulces, el calor, el belén o el árbol. Pero que entre todo ello, no olvidemos lo más importante. Dios para nacer necesita de un corazón bien dispuesto. Que cuando llegue en las próximas horas encuentre también una oración en nuestras casas. Que los villancicos sean un distintivo musical de estas jornadas, que además de familiares, son días de fe. En definitiva, ya que Dios sale a nuestro encuentro en un Niño que se mueve en los fondos de Santa María, que salgamos también nosotros alegres, llenos de fe, preparados, convertidos y dispuestos a que sean unas navidades santas y cristianas.

Javier Leoz
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