LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
DOMINGO 1 DE
DICIEMBRE DE 2013
DOMINGO Iº DE
ADVIENTO
(Ciclo A)
LECTURA DEL LIBRO DEL
PROFETA ISAÍAS 2, 1-5
Visión
de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén: En días futuros, el monte
de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre
las montañas y hacia él confluirán todas las naciones.
Acudirán
pueblos numerosos, que dirán: “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa
del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar
por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del
Señor”. Él será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De
las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada
pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra. ¡Casa de Jacob, en
marcha! Caminemos a la luz del Señor.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL 121, 1-2. 4-9
R
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
¡Qué
alegría sentí, cuando me dijeron:
“Vayamos
a la casa del Señor”!
Y
hoy estamos aquí, Jerusalén,
jubilosos,
delante de tus puertas /R
A
ti, Jerusalén, suben las tribus,
las
tribus del Señor,
según
lo que a Israel
se
le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor /R
Digan
de todo corazón: “Jerusalén,
que
haya paz entre aquéllos que te aman,
que
haya paz dentro de tus murallas y
que
reine la paz en cada casa” /R
Por
el amor que tengo a mis hermanos,
voy
a decir: “La paz esté contigo”.
Y
por la casa del Señor, mi Dios,
pediré
para ti todos los bienes /R .
LECTURA DE LA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 13,11-14
Hermanos:
Tomen en cuenta el momento en que vivimos. Ya es hora de que se despierten del
sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a
creer. La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras
de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz.
Comportémonos
honestamente, como se hace en pleno día. Nada de comilonas ni borracheras, nada
de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien,
de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los
malos deseos.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 24,37-44
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Así como sucedió en tiempos de Noé,
así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la
gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y
cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo
sucederá cuando venga el Hijo del
hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el
otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será
tomada y la otra dejada. Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué
día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a
qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera
por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que
menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
EL PAPA FRANCISCO A LA HORA DEL
ANGELUS
Fuente:
es radio vaticana va.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Comenzamos
hoy, Primer Domingo de Adviento, un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo
camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la
historia hacia el cumplimiento del Reino de Dios. Por esto este día tiene un
atractivo especial, nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido
de la historia. Redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia,
con su vocación y misión, y la humanidad entera está en camino, los pueblos,
las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del
tiempo.
Pero
¿en camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos
responde a través del profeta Isaías. Y dice así: “Sucederá en días futuros que
el templo del Señor será asentado en la cima de los montes y se alzará por
encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos
numerosos. Dirán: ‘Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de
Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos’”.
(2, 2-3).
Esto
es lo que dice Isaías sobre la meta hacia la que vamos. Es una peregrinación
universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén,
donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la
revelación del rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado en
Jesucristo su cumplimiento, es el “templo del Señor”, Jesucristo. Él mismo se
ha vuelto el templo, el Verbo hecho carne: es Él la guía y al mismo tiempo la meta
de nuestra peregrinación, de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y a su
luz también los demás pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia y
hacia el Reino de la paz. Dice además el profeta: “Forjarán de sus espadas
azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación,
ni se ejercitarán más en la guerra” (2, 4).
Me
permito de repetir esto que dice el profeta, escuchen bien: “Forjarán de sus
espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra
nación, ni se ejercitarán más en la guerra”. ¿Pero cuándo sucederá esto? Qué
hermoso día será ese en el que las armas sean desarmadas, para ser
transformadas en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será éste! Y esto es
posible. Apostemos a la esperanza. La esperanza de una paz. Y será posible.
Este
camino no ha concluido. Como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay
necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el
sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran
familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual
estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Ese es el horizonte para
hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos
devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque
está fundada en la Palabra de Dios. ¡Una esperanza que no decepciona
sencillamente porque el Señor no decepciona jamás! Él es fiel, Él no
decepciona. ¡Pensemos y sintamos esta belleza!
El
modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida,
es la Virgen María. ¡Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en su corazón
toda la esperanza de Dios! En su seno, la esperanza de Dios ha tomado carne, se
ha hecho hombre, se ha hecho historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico
del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y las mujeres que esperan
en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es
Madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo
de espera y de vigilancia activa.
Reflexión
LA
CHISPA DE DIOS
1.-
Todos tenemos la experiencia de caer en la cuenta por vez primera de cosas que
hemos viendo siempre pero nunca han entrado en el campo de nuestra atención.
Las líneas magníficas de un edificio, la hermosura de un monumento, la
preciosidad de un jardín. Hemos pasado junto a ellos día tras día sin caer en
la cuenta.
Como
dice el evangelio, trayendo el ejemplo de Noé, la gente comía y bebía y se
casaba. Nosotros comemos y bebemos y trabajamos y llevamos vida de familia y
amistad y toda nuestra atención se reduce a ese campo estrecho, dejando en la
penumbra un sin fin de realidades, tan reales como esa vida de cada día, como si
esas cosas no tuvieran que ver conmigo.
La
enfermedad, un accidente de coche, un robo... como si no tuvieran que ver
conmigo hasta que el enfermo soy yo, el accidentado soy yo, el robado soy yo o
al que le ha tocado la lotería soy yo.
Respecto
a esas cosas parece que tenemos el alma sin estrenar. Allí jamás ha habido un
chispazo de atención. Vivimos adormecidos en el vaivén del viaje del tren y
sólo nos despiertan los frenazos. La monotonía sin cambio del día a día nos
entorna los párpados y solo los terribles atentados del Líbano, de Siria, de
Pakistán, Afganistán, Egipto…
2.-
Pues esto es lo que la palabra de Dios viene a decirnos hoy. “Ya es hora de
espabilarse”. “Velad, es decir: tened los ojos abiertos y atentos”. “Daos
cuenta del momento que vivís”
--Pasad
del sueño a una conciencia lúcida y
clara
--Caed
en la cuenta de las cosas que viven en
vuestra penumbra
--Sentid
que va con vosotros
--Salid
de la nube de contaminación en que
vivimos.
Ahora
que comienza a dos pasos el nuevo año 2014 hagamos que los ojos de nuestra Fe,
tengamos una mirada penetrante para esas maravillosas realidades espirituales
que creemos, pero que tenemos en la penumbra de nuestra atención. No podemos
seguir viviendo en la penumbra de nuestra atención. No podemos seguir viviendo
amodorrados ante las verdades de nuestra Fe. Tenemos que vivirlas –¡vivirlas!–
con garbo y alegría
3.-
Hay unas pocas verdades fundamentales de nuestra Fe que deberían mantenernos en
ascuas y ser capaces de hacernos caer en la cuenta del momento en que vivimos.
--¿Caemos
en la cuenta de que va conmigo que Dios está tan cercano a mí, que le tengo en
todas partes, que le llevo conmigo y le paseo por calles y plazas y que en el
trabajo y en casa y en la mesa del bar está conmigo?
--¿Caemos
en la cuenta de que va conmigo que dios, el Señor Jesús, ha dado realmente su
vida por mí?
--¿Caemos
en la cuenta de que va conmigo que el Señor Jesús me espera siempre en los
sagrarios de nuestras iglesias?
--
¿Caemos en la cuenta de que va conmigo que todos nosotros somos de verdad
hermanos, hijos todos queridos de un mismo Padre, y que lo que ese Padre quiere
es que formemos de verdad una familia?
No
dejemos pasar un año más sin que haya saltado en nuestros corazones la chispa
de Dios.
No
sigamos siendo pasotas de Dios y de los hombres, que la palabra de dios se haga
sonido inteligible en nuestros corazones y que entre hombre y hombre salte la
chispa del mutuo reconocimiento, de la fraternidad.
¡Velad!
Despertemos a las verdades de Dios, que ya creemos, pero que aún no han tocado
nuestro corazón.
José
María Maruri, SJ
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LA
ESPERANZA CRISTIANA EN TIEMPOS DE CRISIS
1.-
Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Este domingo
comenzamos el tiempo de Adviento, un tiempo de esperanza cristiana. Vivir con
esperanza cristiana es vivir esperando que Cristo reinará un día en nuestro
mundo. Creer que Cristo terminará reinando en nuestro mundo es creer que
llegará un día en el que el bien triunfe sobre el mal, la justicia sobre la
injusticia, la paz sobre la guerra. Desde el punto de vista litúrgico, el
Adviento es el tiempo que los cristianos dedicamos a prepararnos para poder
celebrar dignamente el día de Navidad. Pero el Adviento, en general, es más que
el Adviento litúrgico, es vivir todos los días de nuestra vida animados por la
esperanza de que algún día Dios nacerá entre nosotros y se quedará para siempre
con nosotros, de tal manera que podremos vivir aquí en la tierra como
auténticos hijos de Dios. Esto, desde nuestra condición de hombres pecadores,
es difícil de esperar, y en tiempos de crisis lo es aún más. Porque si miramos
a nuestro alrededor, al mundo en el que realmente vivimos, vemos muy pocas
señales de que esto vaya a suceder en un futuro cercano. En nuestro mundo de
hoy no es Dios el que gobierna, ni en nuestra economía, ni en nuestra
convivencia social y política, ni en el ámbito diario de nuestros valores y de
nuestros quehaceres habituales. Pero decir que nuestra esperanza cristiana en
estos tiempos de crisis es muy difícil de mantener, no es decir que debamos
renunciar a ella, sino todo lo contrario. Los hombres que vivían en tiempos de
Cristo y que mataron a Cristo no eran mucho mejores que nosotros; también
Cristo vivió en un tiempo de crisis: crisis política, crisis social, crisis
económica, crisis moral. Y, sin embargo, Cristo luchó hasta el último momento
de su vida para que el reino de Dios se hiciera realidad. Él mismo puso en
marcha ese reino, el reino de Dios. Nosotros, como discípulos de Cristo, tenemos
la obligación de seguir trabajando para que ese reino iniciado por Cristo pueda
hacerse realidad también entre nosotros. Así lo esperamos y así se lo pedimos a
Dios nuestro Padre en este tiempo de Adviento: que Cristo pueda seguir naciendo
y reinando entre nosotros. A pesar de todas las crisis.
2.-
Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas. También el
profeta Isaías, el gran cantor de la esperanza cristiana en el Antiguo
Testamento, nos dijo, en nombre de Dios, que un día será el mismo Dios el que
nos instruirá en sus caminos, nos guiará por sus sendas, y ese día podremos
hacer de las lanzas podaderas y de las espadas arados. Pero para eso nosotros
deberemos dejarnos guiar por su luz, abandonar nuestros oscuros caminos de
egoísmo, injusticia y violencia. Y eso que el mismo profeta tuvo que vivir en
tiempos de profunda crisis social y política, en medio de continuas guerras con
sus consiguientes deportaciones. Los cristianos debemos ser siempre personas de
esperanza, porque no esperamos lo que esperamos fiándonos de nuestras propias
fuerzas, sino de la fuerza invencible de nuestro Dios. No queremos ser
anunciadores de catástrofes y derrotas, sino anunciadores de salvación y de
gracia.
3.-
Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad… vistiéndonos del Señor
Jesucristo. Esta es la finalidad de este tiempo de Adviento, del Adviento
litúrgico y del Adviento que es toda nuestra vida misma. En este primer domingo
de Adviento comenzamos un camino de purificación interior, para poder llegar al
día de Navidad totalmente limpios de pecado y llenos de la gracia de Dios. Para
eso, Dios se encarnó en el hombre Jesús de Nazaret, para redimirnos del pecado
que está dentro de cada uno de nosotros y enseñarnos la verdadera Verdad y el
verdadero Camino para llegar a la verdadera Vida, la vida que está en Dios y es
Dios mismo. No desperdiciemos este tiempo de Adviento, encendamos la vela de
nuestra esperanza cristiana y caminemos, alegres, al encuentro de nuestro Dios.
A pesar de todas las crisis en las que nos está tocando vivir.
Gabriel
González del Estal
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UNA
LUZ NOS ESPERA
Si
algo necesitamos en este tiempo histórico es un poco de esperanza. Es lo que,
la Iglesia, podemos y debemos ofrecer. Y, esa esperanza, no de bajo precio.
Mucho menos se consigue o se alcanza en los escaparates que nos rodean. Nuestra
esperanza tiene un nombre y un centro: Jesús. El ADVIENTO nos incita a la
espera. A levantar el ánimo y la cabeza. En definitiva, el Adviento, nos
recuerda que –aun teniendo los pies en la tierra– hemos de prepararnos a la
venida del Señor que viene del cielo.
1.
¿Qué nos puede ocurrir a la hora de situarnos ante al Adviento?
Primero:
que lo vivamos rutinariamente. Sin más trascendencia que el esperar a unas
fiestas que pueden resultar agobiantes, machaconas, banales y hasta estériles.
Ello nos llevará, no solamente a tener unas almas a la intemperie sino, además,
a la cruda realidad de unos bolsillos vacíos. ¿Queremos esta falsa esperanza?
Me imagino que no. ¿Queremos una cesta de la compra llena o un corazón colmado
de Dios? Bonita frase la de Papa Francisco en la clausura del Año de la Fe:
“hay que colocar en el centro, de nuevo, a Cristo”. Y, para ello, habrá que
barrer todo aquello que nos produce desasosiego.
Segundo:
podemos entender estas semanas de adviento, como el pregón de unos días en los
que, las tradiciones o el folklore, juegan un papel importante en muchos
lugares de nuestro orbe cristiano, pero sin más consecuencia u objetivo que el
mantener algo que, hace tiempo, dejó de tener vigencia. El adviento, y no lo
olvidemos, tiene un gran calado: prepararnos al acontecimiento del amor de Dios
en Belén.
Y
tercero: adentrarnos en el Adviento es desear a voz en grito, que Dios
descienda a la tierra. Es querer una realidad distinta a la que nos toca vivir.
Es añorar para nuestro mundo una mano que enderece lo torcido. Es mirar hacia
el cielo pidiendo a Dios que se manifieste en medio de nosotros. ¡Este es el
momento que tenemos que vivir! El Año de la Fe nos ha tenido que dejar una cosa
muy clara: los cristianos cimentados en Cristo hemos de ser esperanza allá
donde nos encontremos.
2.
Hoy, como en los tiempos de Jesús, la fe, estos tiempos “mesiánicos” en los que
vivimos, necesitan gente audaz y despierta. Hay una muchedumbre atontada por el
cloroformo de lo inmediato; por la anestesia de la apariencia, del “san
comercio”, del “san consumo” o del “san bebercio”. ¿Dónde estamos nosotros?
¿Cómo nos vamos a preparar a la llegada del Señor?
Pronto,
los Obispos y algunos medios de comunicación social (estos últimos muy
interesados por cierto) nos recordarán que las Navidades están secularizadas;
que la gente vive esos días con puro afán consumista; que hemos perdido el
sentido más profundo y genuino de la Navidad.
3.-No
seamos tan pesimistas. Hay muchísima gente; miles de familias, millones de
hombres y de mujeres –en España y en el mundo entero– que son (somos) personas
con esperanza. Que apetecen encontrarse a Jesús en el camino de sus vidas.
Mejor dicho: el encontrarse con Cristo ha sido la mejor noticia y el mejor
regalo de toda su existencia.
Por
ello, aunque no nos falten preocupaciones; aunque asome el maligno en forma de
tentación y de abandono; aunque la fe –en algunos hermanos nuestros haya
perdido vigor– nosotros estamos llamados a vivir este momento de fe y de
gracia, de espera y de oración, de vigilancia y de despertar.
4.-
Estamos en Adviento, amigos, y hay que recobrar el ánimo perdido. Un cristiano
sin esperanza es como una habitación sin luz; como un paisaje sin horizonte;
como un cielo sin estrellas. Como una Navidad, con muchas luces, pero
artificial. Y, esto, no es poesía. ¡Es que es verdad! Tal vez es necesario
menos luces fuera…y más luz divina dentro.
El
presente que vivimos necesita de rostros iluminados por la alegría de creer.
¡Más vale un cristiano contento que mil indicaciones para que la gente se
acerque al Señor! ¡Más vale un cristiano aventurero, entusiasta y buscador de
Dios que un cúmulo de preceptos que, de entrada, serán más obstáculo que
trampolín para zambullirse en el corazón de Cristo!
¡Dios
viene! Y, eso, es lo sustancial. Pongamos en la mesilla de nuestra casa el
“despertador”. Que cuando venga, nos encuentre preparados.
¡Dios
viene! Que nos encuentre, por lo menos, esperándole, evocándole y –sobre todo-
dando testimonio de su presencia.
Hagamos
ambiente cristiano allá donde estemos. ¡Qué momento! ¡Pero qué momento nos
espera por vivir! ¡Dios viene…y además pequeño! ¿Queremos vivirlo así?
Javier
Leoz
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