martes, 17 de diciembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Martes, 17 de diciembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Martes, 17 de diciembre de 2013
Semana III° de Adviento
Feria  – Morado

LECTURA DEL LIBRO DEL GÉNESIS 49,1- 2.8-10

En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les habló así: “Acérquense y escúchenme, hijos de Jacob; escuchen a su padre, Israel. A ti, Judá, te alabarán tus hermanos; pondrás la mano sobre la cabeza de tus enemigos; se postrarán ante ti los hijos de tu padre.

Cachorro de león eres, Judá: has vuelto de matar la presa, hijo mío, y te has echado a reposar, como un león ¿Quién se atreverá a provocarte?

No se apartará de Judá el cetro, ni de sus descendientes, el bastón de mando, hasta que venga aquél a quien pertenece y a quien los pueblos le deben obediencia”.

Palabra de Dios.
Te alabamos,Señor.


SALMO RESPONSORIAL  71, 1-4AB. 7-8. 17
R  Ven, señor, rey de justicia y de paz.

Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia,
al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá
en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente /R

Justicia y paz ofrecerán al pueblo las colinas y
los montes. El rey hará justicia al oprimido y
salvará a los hijos de los pobres /R

 Florecerá en sus días la justicia y
reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá
su reino y de un extremo al otro de la tierra /R

 Que bendigan al Señor eternamente y
tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición
del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones /R.


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1,1-17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé y Jesé al rey David.

David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim,Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Gen. 49, 1-2. 8-10. La salvación ha llegado a nosotros mediante un descendiente de la tribu de Judá: Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Ya Jacob (Israel) había bendecido a su hijo Judá diciéndole: Has vuelto de matar la presa, hijo mío, y te has echado a reposar como un león. ¿Quién se atreverá a provocarte?
Por medio de su Hijo, Dios se ha levantado victorioso sobre el autor del pecado y de la muerte, la serpiente antigua o Satanás. Jesús, después de cumplir su misión, ha vuelto victorioso a la Gloria del Padre, para sentarse como Rey con todo el Poder que se le ha dado en el cielo y en la tierra.
Los que le pertenecemos no podemos nuevamente encadenar nuestra vida a la maldad, sino que hemos de hacer nuestra su victoria y permanecer firmemente afianzados en el bien, no por nuestras débiles fuerzas, sino por la Fuerza que nos viene de la presencia de su Espíritu Santo en nosotros.
No dejemos que el poder salvador de Dios pierda su fuerza en nosotros; no permitamos que se aparte de nosotros el Señor a causa de querer seguir encadenados al pecado, sino que Él permanezca en nosotros por vivir con fidelidad en su amor, obedeciendo en todo sus mandatos, pues en esto Dios se complace y hace que nos contemple como a sus hijos muy amados.

Sal. 72 (71). Dios nos ha hecho partícipes de su misma Vida y de su mismo Espíritu. Tomando Él posesión de nuestro propio ser, Él quiere continuar haciendo su obra de salvación para todos los pueblos, por medio de su Iglesia.
Por eso debemos meditar a profundidad su Palabra para que, conociendo cómo nos amó el Señor, vivamos conforme a sus enseñanzas.
A nosotros corresponde, por tanto, continuar la proclamación de su Evangelio en el mundo entero. Por eso no podemos sentarnos dentro de los recintos sagrados esperando que otros vengan a escuchar al Señor y a comprometerse con Él. Debemos salir, incluso a los cruces de los caminos, debemos ir por los camino más escarpados en busca de las ovejas que se han descarriado. Debemos escuchar la voz de los pobres acercándonos a ellos, caminando con ellos.
Cuando sepamos amar como Cristo nos ha amado entonces nos preocuparemos del bien de todos, entonces defenderemos a los pobres, haremos justicia a los oprimidos injustamente, haremos que florezca la justicia y que siempre reine la paz, pues nuestra vida, la vida de la Iglesia, por la presencia del Señor en ella, se convertirá en una bendición para el mundo entero.

Mt. 1, 1-17. Jesucristo, el Ungido de Dios, el Hijo de Dios que al mismo tiempo es Hijo del Hombre, descendiente de David, es el motivo por el cual se escribe este Evangelio.
No se cierran los ojos ante los antepasados del Mesías con toda su miseria, pues, por ejemplo, se nos recuerda el asesinato cometido por David en contra de Urías.
Pero Jesús no es sólo descendiente de Abraham, patriarca antepasado de Israel, sino que es también descendiente de toda la humanidad representada en Rut, la Moabita. ¿Por qué se pone Asaf (autor de algunos salmos) en lugar del verdadero nombre de ese Rey: Asa? ¿Por qué, siendo fieles al original, se escribe Amós (uno de los profetas) en lugar de Amón? Sabemos que Mateo constantemente recurrirá a la Escritura para demostrarnos que Jesús es el Ungido de Dios, pues en Él se cumplieron los salmos y los profetas y, probablemente desde el principio, artificiosamente nos los está dejando en claro.
Tal vez nuestros orígenes humanos sean demasiado sencillos y humildes. Pero no podemos dejar de mencionar nuestro nombre diciendo: Hijo de Dios y Hermano de Jesucristo. ¿Habrá linaje más digno que aquel al que pertenecemos?
Tal vez nuestro propio pasado tenga muchos puntos oscuros; sin embargo al Señor sólo le interesa el que, siendo ungidos de Dios por participar del mismo Espíritu Santo que ungió a Cristo, seamos sus hijos fieles dándole cumplimiento en nosotros a sus promesas de salvación, y llevando así en nosotros a su plenitud su Obra salvadora.
En esta Eucaristía celebramos al Mesías tan esperado y que, finalmente se ha hecho presente entre nosotros con todo su poder salvador, venciendo a quien nos retenía bajo la muerte a causa de nuestros pecados.
Pero no sólo celebramos su victoria sobre el pecado mediante su muerte, sino que celebramos también su gloriosa resurrección como su victoria sobre la muerte misma.
Reunidos en torno a Él hacemos nuestra esa Victoria que nos salva y que nos hace vivir con la mirada puesta en Aquel que ahora vive y reina por siempre, para encaminarnos hacia la posesión de la Gloria que Él ya ha recibido de su Padre Dios.
No importan nuestros orígenes; no importa incluso nuestro pasado, tal vez un poco oscuro o manchado por el pecado. Dios nos ha amado en serio de tal forma que no sólo nos ha perdonado nuestros pecados, sino que nos ha hecho partícipes de su propia vida para que, junto con Cristo, seamos hechos herederos de los bienes eternos.
En esta Eucaristía pregustamos esos bienes.
Quienes participamos de la misma vida de Dios por nuestra unión a Cristo permitimos que Dios haga que sus promesas de salvación lleguen a su plenitud en nosotros.
Ojalá y no hayamos recibido la salvación de Dios para esconderla después en nuestras cobardías, sino que dejemos que el Señor se manifieste con todo su amor a través de su Iglesia; ojalá y que estemos abiertos a la escucha del Espíritu del Señor que nos ha de guiar en nuestro amor y en nuestro servicio fraterno.
Dios ha querido hacernos partícipes de su Vida y de su Espíritu. Si Él se ha manifestado como Padre lleno de misericordia para con nosotros porque no le han importado los pecados de nuestra vida pasada, y más bien nos ha buscado hasta encontrarnos para ofrecernos su perdón y la participación de su misma vida, nosotros hemos de vivir en adelante como la descendencia de Dios que, sin dejar de participar de la naturaleza humana, ha sido elevada a la dignidad del Hijo de Dios.
Esto nos ha de llevar a ser, en adelante, no motivo de maldad ni de condenación para nuestro prójimo, sino signo de salvación, de justicia, de paz y de bendición para todos los pueblos.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la Gracia de esforzarnos continuamente en hacer realidad su Reino entre nosotros, trabajando para que todos, aún los más grandes pecadores, lleguen, finalmente, a vivir plenamente unidos al Señor, que los ama, que los perdona y que los salva. Amén.

Reflexión de Homilía católica.



Santoral
Santa Olimpia y San Lázaro




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