martes, 30 de mayo de 2017







LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MIÉRCOLES 31 DE MAYO DE 2017  
SEPTIMA SEMANA DE PASCUA
LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Rom 12, 9-16; Lc 1, 39-56



ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 65, 16

Cuantos temen a Dios vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, que inspiraste a la santísima Virgen María, cuando llevaba ya en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a Isabel, concédenos que, siguiendo las inspiraciones del Espíritu Santo, podamos con María proclamar siempre tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA**

Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 12, 9-16

Hermanos: Que el amor de ustedes sea sincero. Aborrezcan el mal y practiquen el bien; ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno estime a los otros más que a sí mismo. En el cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del Señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia entre ustedes. No sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los humildes. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

O bien:

El Señor será el rey de Israel dentro de ti.

Del libro del profeta Sofonías: 3, 14-18

Canta, hija de Sion, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha levantado su sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus enemigos. El Señor será el rey de Israel en medio de ti y ya no temerás ningún mal.
Aquel día dirán a Jerusalén: "no temas, Sion, que no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti. Él se goza y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta. Apartaré de ti la desgracia y el oprobio que pesa sobre ti". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Isaías 12, 2-3. 4bcd. 5-6

R/. El Señor ha hecho maravillas con nosotros. Aleluya.

El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación. R/.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime. R/.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes. R/.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Lc 1, 45
R/. Aleluya, aleluya.

Dichosa tú, santísima Virgen María, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. R/.

EVANGELIO

¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?

Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39-56

En aquellos días, María se encaminó presurosa aun pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
Entonces dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, recibe con agrado este sacrificio de salvación que ofrecemos a tu majestad, así como te fue grato el gesto de amor de la santísima Madre de tu Unigénito. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.

PREFACIO II de santa María Virgen MR, p. 527 (528).

La iglesia alaba a Dios con las palabras de María

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación proclamar que eres admirable en la perfección de todos tus santos, y de un modo singular en la perfección de la Virgen María. Por eso, al celebrarla hoy, queremos exaltar tu benevolencia inspirados en su propio cántico. Pues en verdad, has hecho maravillas por toda la tierra, y prolongaste tu misericordia de generación en generación, cuando, complacido en la humildad de tu sierva, nos diste por su medio al autor de la salvación, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Por él, los ángeles y los arcángeles te adoran eternamente, gozosos en tu presencia. Permítenos unirnos a sus voces cantando jubilosos tu alabanza: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 1, 48-49

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dios nuestro, que la Iglesia proclame tu grandeza, porque haces cosas grandes en tus fieles, y así como Juan Bautista se alegró al sentir la presencia oculta de tu Hijo, haz que tu pueblo pueda reconocer siempre con alegría en este sacramento al mismo Cristo viviente. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

REFLEXIÓN
Sof. 3, 14-18. Alegrémonos porque Dios ha cumplido sus promesas de salvación enviándonos a su propio Hijo, Cristo Jesús. Por medio de Él nuestro enemigo ha sido vencido, y nosotros hemos sido hechos hijos de Dios. Proclamemos, por eso, la grandeza del Señor. Que no sólo nuestros labios, sino toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza del Nombre del Señor.
Dios, a pesar de nuestras maldades, jamás ha dado marcha atrás en el amor que nos tiene. Ahora está en medio de nosotros como el Dios misericordioso y fiel; como el Dios que no viene a condenar sino a perdonar y a salvar.
La Iglesia, Pueblo santo de Dios, que formamos aquellos que hemos depositado nuestra fe en Jesús, no puede vivir en una falsa confianza, pensando que el amor de Dios está en nosotros sólo para anunciarlo a los demás. Nosotros hemos de ser los primeros beneficiados de ese amor y de esa salvación que Dios ofrece a todos. Y a partir de entonces el mundo debe conocer y experimentar, desde nosotros, a Dios, que se hace cercano a todos por sus signos de amor, de preocupación por los necesitados, de búsqueda de los pecadores para salvarlos.
Dios, por medio nuestro, quiere seguir en medio de su Pueblo liberando a todos de sus esclavitudes, perdonándoles sus pecados y conduciéndolos a la plena unión con Él. Seamos, pues, motivo de alegría y no de tristeza para cuantos nos traten.
Is. 12, 2-3. 4. 5-6. Aún en medio de las más grandes esclavitudes Dios se manifiesta como Padre amoroso para los suyos, y los libera de la mano de sus enemigos. Los conduce por el desierto hacia la posesión de la tierra que mana leche y miel, y que Él prometió dar a los descendientes de nuestros antiguos padres.
Por eso, teniendo a Dios de parte nuestra nada tememos, pues Él es nuestra fuerza y nuestra protección, y nos conducirá sanos y salvos, no tanto a la posesión de bienes temporales, sino hacia la posesión de los bienes definitivos.
Dios, en Cristo Jesús, se ha hecho presente entre nosotros para liberarnos de la esclavitud al mal y para conducirnos a la posesión de los bienes definitivos. Ojalá y escuchemos hoy su voz y vivamos en un camino de esperanza y de fe, no haciendo el paraíso aquí en la tierra, pero sí haciendo un reflejo de él entre nosotros por el amor fraterno y por esforzarnos para que cada día el Reino de Dios se abra paso con mayor firmeza entre nosotros.
Lc. 1, 39-56. Quien tenga a Dios consigo no podrá sino encaminarse, de un modo presuroso, para comunicarlo a los demás. Ante el amor hecho servicio tal vez los demás eleven cantos de alabanzas hacia nosotros y nos llamen dichosos, pues nos habremos convertido en una bendición para ellos. Mas no podemos convertirnos en ídolos de los demás. Nosotros sólo somos siervos inútiles, que no hacen si sólo aquello que debían hacer.
Por eso nuestro canto de Victoria y de alabanza será siempre reportado hacia Dios. Él, sólo Él es el que realiza la obra de salvación en nosotros. Nosotros sólo somos sus humildes siervos, instrumentos a través de los cuales Dios hace grandes cosas en favor de los suyos.
Dejémonos conducir por el Espíritu de Dios, de tal forma que la Iglesia de Cristo sea un instrumento eficaz de la misericordia que Dios quiere que llegue a todos. Sólo entonces la Victoria de Cristo será nuestra Victoria, pues vencido el pecado y la muerte, Dios reinará en nuestros corazones, y desde nosotros será ocasión de que se levanten las esperanzas de los decaídos, y de que todos brinquen de gozo porque Dios nos ha visitado y redimido, y se ha convertido en peregrino junto a nosotros, para conducirnos a la Patria eterna.
Dios, en Cristo, ha salido a nuestro encuentro. La iniciativa es de Dios. Él mismo es el que nos reúne en esta celebración Eucarística. Esta Obra de salvación de Dios es una de las grandes cosas que el Todopoderoso ha hecho en nosotros, pues entramos en Comunión de Vida con Él.
Su Muerte y su gloriosa Resurrección no son acontecimientos lejanos para nosotros, beneficiándonos de algo que históricamente sucedió hace ya mucho tiempo, sino que se realizan hoy para nosotros en un auténtico Memorial de la Pascua de Cristo, realizada de un modo concreto para nosotros, que en este tiempo peregrinamos hacia la Patria eterna.
El Padre Dios quiere que nos revistamos de su propio Hijo, que Él tome carne en nosotros, de tal forma que unidos al Cristo glorioso, peregrinemos por este mundo como un signo visible de Él con toda su fuerza y eficacia salvadora.
Por eso la participación en la Eucaristía no es un juego, ni una celebración realizada por costumbre o tradición, sino que es todo un compromiso de amar como nosotros hemos sido amados por Dios, pues Él ha convertido a su Iglesia en el único instrumento de salvación para todos los pueblos.
Participando de la Eucaristía y haciendo nuestra la misma vida de Cristo, el Señor, por obra del Espíritu Santo, nos hace ser la Palabra Encarnada, no al margen de Cristo, sino unidos a Él como se unen los miembros a la cabeza. Así en Cristo participamos, ya desde ahora, de su gloria, de su dignidad que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre, y de su poder salvador.
Toda esta gracia recibida es para que nos encaminemos presurosos a comunicarla a los demás, a ser motivo de paz y de alegría para ellos por vivir con lealtad nuestro servicio nacido del amor fraterno.
La Iglesia de Cristo no puede provocar divisiones entre las personas, sino que debe ser instrumento de unidad y de paz para todos. Puestos al servicio de la salvación en favor de los demás debemos buscar sólo la gloria de Dios y no la nuestra, ya que si procedemos conforme a los criterios de este mundo, buscando nuestra gloria y utilizando mal el poder para oprimir o explotar a los demás, o para hacerles más pesada su vida, en lugar de gloria seremos destronados y humillados para siempre.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de sabernos amar como hermanos, de tal forma que la Iglesia se convierta en un auténtico signo del Señor, de su paz, de su alegría y de su amor para todo el mundo. Amén.
Homilia  catolica




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