martes, 30 de mayo de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTIA
LUNES 29 DE MAYO DE 2017
SEPTIMA SEMANA DE PASCUA

Hech 19, 1-8; Sal 67; Jn 16 29-33



ANTÍFONA DE ENTRADA Hch 1, 8

Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos hasta los confines de la tierra. Aleluya.

ORACIÓN COLECTA

Descienda sobre nosotros, Señor, la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y manifestarla con una vida santa. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

¿Han recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 19, 1-8

En aquellos días, mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas de Galacia y Frigia y bajó a Éfeso. Encontró allí a unos discípulos y les preguntó: "¿Han recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?" Ellos respondieron: "Ni siquiera hemos oído decir que exista el Espíritu Santo". Pablo replicó: "Entonces, ¿qué bautismo han recibido?" Ellos respondieron: "El bautismo de Juan".
Pablo les dijo: "Juan bautizó con un bautismo de arrepentimiento, pero advirtiendo al pueblo que debían creer en aquel que vendría después de Él, esto es, en Jesús".
Al oír esto, los discípulos fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y cuando Pablo les impuso las manos, descendió el Espíritu Santo y comenzaron a hablar lenguas desconocidas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Durante los tres meses siguientes, Pablo frecuentó la sinagoga y habló con toda libertad, disputando acerca del Reino de Dios y tratando de convencerlos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 67, 2-3. 4-5ac. 6-7ah

R/. Cantemos a Dios un canto de alabanza. Aleluya.

Cuando el Señor actúa sus enemigos se dispersan y huyen ante su faz los que lo odian; cual se disipa el humo, se disipan; como la cera se derrite al fuego, así ante Dios perecen los malvados. R/.
Ante el Señor, su Dios, gocen los justos y salten de alegría. Entonen alabanzas a su nombre. En honor del Señor toquen la cítara. R/.
Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; Él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos. R/.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Col 3, 1
R/. Aleluya, aleluya.

Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. R/.

EVANGELIO

Tengan valor, porque yo he vencido al mundo.

Del santo Evangelio según san Juan: 16, 29-33

En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: "Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios".
Les contestó Jesús: "¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Que este sacrificio inmaculado nos purifique, Señor, y fortalezca nuestros corazones con el poder divino de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Pascua, pp. 499-503 (500-504) o de la Ascensión, pp. 504-505 (505-507).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 14, 18; 16, 22

No los dejaré huérfanos, dice el Señor; vendré de nuevo a ustedes y se alegrarán sus corazones. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, muéstrate benigno con tu pueblo, y ya que te dignaste alimentarlo con los misterios celestiales, hazlo pasar de su antigua condición de pecado a una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXION
Hech. 19, 1-8. El bautismo de Juan, bautismo de arrepentimiento, preparaba para recibir a Aquel que venía después de él: Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Creer en Jesús, después de haber sido catequizados sobre Él y su obra, ha de llevar a la persona a ser bautizada en Él para recibir, no sólo el perdón de los pecados, sino la participación de la misma Vida que el Hijo recibe del Padre; y la efusión, sobre el creyente, del don del Espíritu Santo, con una serie de manifestaciones carismáticas que no se reciben para hacer gala de ellas, sino para el bien de la misma Iglesia, de manera semejante a como las cualidades de cada uno de los miembros están al servicio de todo el cuerpo.
No basta que el Espíritu Santo sea derramado en nuestros corazones; es necesario recibirlo, es decir, darle amplitud de acción, de modo consciente, en nuestra propia vida.
En algunas ocasiones o en algunos lugares la Iglesia da la impresión de ser una Iglesia anquilosada, en la que el Espíritu Santo ha sido encadenado o acallado; pues se acude al culto, pero los miembros no tienen acción evangelizadora y apostólica; parece una iglesia que sólo se alimenta de la Eucaristía y de la Palabra de Dios, pero ha perdido su capacidad de ser fermento de santidad en el mundo.
Por eso debemos preguntarnos: ¿en verdad hemos recibido el Espíritu Santo, es decir, le hemos dado cabida en nuestra vida para que, por medio nuestro se continúe la obra salvadora de Cristo en el mundo?
 
Sal 68 (67). Parecen resonar en nuestros oídos aquellas palabras que pronunciara Moisés cuando, después de levantar el Campamento, el Arca se ponía en marcha para continuar el camino del Pueblo de Israel hacia la Tierra Prometida: ¡Levántate, Señor! Que se disipen tus enemigos, huyan ante ti tus adversarios.
Dios, en su trono de gloria, no se ha olvidado de sus pobres, de los huérfanos, de las viudas, ni de los desvalidos y cautivos. Dios a todos ha manifestado su amor en Cristo Jesús, en quien encontramos la salvación, pues Él, siendo de condición divina, no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a nosotros.
Por eso, por haber padecido como nosotros puede compadecerse de nuestras flaquezas. Así es Dios, el Dios de cielo y tierra que no sólo ha dirigido su mirada hacia nosotros, sino que ha salido a nuestro encuentro para manifestarnos su amor.
 
Jn. 16, 29-33. Creer en Jesús es aceptar su Palabra, su Vida, su Espíritu en nosotros con todas las consecuencias que conlleva dicha aceptación.
No basta ver con claridad el mensaje de Cristo, como parece verse después de un retiro espiritual que ha emocionado nuestro interior. Hay que saber que el ardor del amor puede venirse abajo ante las pruebas que la vida presenta a nuestra fe. Esto no puede desanimarnos antes de tiempo; no podemos marcharnos ante las palabras, a veces insoportables, que nos dirige el Señor. Él fue perseguido y crucificado por dar testimonio de la Verdad hasta sus últimas consecuencias. Él nos amonesta: En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo.
Es verdad que nosotros somos frágiles, y que nuestra fe muchas veces es inmadura. Sin embargo, con la fuerza del Espíritu Santo podremos ser testigos fieles, valientes, firmes aún en las más grandes tribulaciones.
Reunidos para celebrar el Memorial del Señor en esta Eucaristía, seamos de aquellos que le viven fieles escuchando su Palabra y poniéndola en práctica, tomando nuestra cruz de cada día y siguiéndolo.
Aquello que en Él parecía una derrota era, en realidad, su victoria definitiva sobre el mal, el pecado y la muerte.
Celebrando su victoria no podemos quedarnos contemplándola; hemos de hacerla nuestra con la seguridad de que esa decisión nos hará capaces de recibir el Espíritu Santo, que nos impulse a trabajar por el Reino de Dios y nos fortalezca para que, aun en las más grandes tribulaciones, no perdamos la paz.
No basta con hacer promesas sobre comportamientos que pensamos deben ser mejores; la vida que se entrega cada día en favor del Evangelio es lo único que puede manifestarle a Dios y al prójimo nuestro amor sincero, comprometido, fiel.
Ese compromiso con el Evangelio debe ayudarnos a no traicionar a Cristo en la vida diaria; nosotros debemos ser los más comprometidos con la justicia, con la verdad, con la rectitud, con la honestidad, con la responsabilidad, con el servicio de caridad a los necesitados.
En medio de críticas, burlas y persecuciones volvamos la mirada hacia Cristo, que nos ha precedido con su Cruz. Pidámosle que nos conceda la Fuerza de lo Alto para permanecerle fieles.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser sus fieles testigos, no sólo en el interior de los templos, sino en la vida diaria dándole su verdadera dimensión por realizarla desde la fe, con un amor sincero especialmente hacia los necesitados, y con una gran esperanza de que, por medio nuestro, Dios dará un nuevo rumbo a nuestra historia, aun cuando para ello tengamos que pasar por muchas tribulaciones. Amén.
 
Homilia  catolica


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