viernes, 9 de junio de 2017



LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
VIERNES 9 DE JUNIO DE 2017
NOVENA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Tob 11, 5-17; Mc 12, 35-37



ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 15, 5

En medio de la Iglesia abrió su boca, y el Señor lo llenó del espíritu de sabiduría e inteligencia, y lo revistió de gloria.

ORACIÓN COLECTA

Derrama benignamente, Señor, en nuestros corazones el Espíritu Santo, por cuya inspiración el diácono san Efrén se llenaba de júbilo alabando tus misterios, y sostenido con su fuerza te sirvió sólo a ti. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

El Señor me castigó, pero ahora ya puedo ver a mi hijo.

Del libro de Tobías: 11, 5-17

Ana se sentaba todos los días y observaba el camino para ver si regresaba su hijo Tobías. Un día vio que se acercaba y le dijo a su esposo Tobit: "Ya viene tu hijo con el hombre que lo acompañó".
Rafael le dijo a Tobías antes de que llegaran a donde estaba el padre de éste: "Estoy seguro de que sus ojos se abrirán. Úntale la hiel del pescado en los ojos y el medicamento le quitará las manchas blancas de los ojos. Entonces tu padre recobrará la vista y podrá ver la luz".
Ana se acercó y abrazó a su hijo, diciéndole: "¡Hijo mío, ya puedo morir, después de verte!" Y rompió a llorar. Tobit se levantó, y a tropezones llegó hasta la puerta del patio. Entonces Tobías corrió a su encuentro, con la hiel del pescado en la mano, le sopló en los ojos, lo sostuvo y le dijo: "¡Padre mío, ten ánimo!" Entonces le untó el medicamento y con sus dos manos le desprendió las manchas blancas que tenía en los lagrimales. Tobit, al ver a su hijo, lo abrazó entre lágrimas y le dijo: "¡Hijo mío, luz de mis ojos: ya puedo verte!" Y añadió: "¡Bendito sea Dios y bendito sea su excelso nombre; benditos sean todos sus ángeles para siempre, porque Él me castigó, pero ahora ya puedo ver a mi hijo Tobías!"
Tobit y Ana, su esposa, entraron en la casa, llenos de alegría y alabando a Dios a voz en cuello por todo lo que les había sucedido. Entonces Tobías le contó a su padre que el Señor Dios lo había conducido por el mejor camino; que había traído el dinero; que había tomado como esposa a Sara, hija de Ragüel, y que ella estaba ya cerca de las puertas de Nínive. Tobit y Ana, llenos de alegría, salieron al encuentro de su nuera, a las puertas de Nínive.
Los ninivitas, al ver que Tobit venía caminando con pasos seguros, sin que nadie lo llevara de la mano, se quedaron admirados. Tobit alababa y bendecía a Dios con grandes voces delante de todos ellos, porque Dios se había compadecido de él y le había devuelto la vista.
Tobit se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo con estas palabras: "¡Bienvenida seas, hija mía! ¡Bendito sea tu Dios, que te ha traído a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías y bendita seas tú, hija! ¡Bienvenida seas a tu casa! Que goces de alegría y bienestar. Entra, hija mía". Y aquel fue un día de fiesta para todos los judíos que habitaban en Nínive. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 145, 2abc. 7. 8-9a. 9be-10
R/. Alaba, alma mía, al Señor.

Alaba, alma mía, al Señor; alabaré al Señor toda mi vida; cantaré y tocaré para mi Dios, mientras yo exista. R/.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; Él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. R/.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado. R/.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos. R/.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 14, 23
R/. Aleluya, aleluya.

El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor. R/.



EVANGELIO

¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?

Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 35-37

Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mí derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿cómo puede ser hijo suyo?" La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado. 

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Que te agrade, Dios nuestro, el sacrificio que alegres te presentamos en la fiesta de san Efrén, por cuyas enseñanzas te alabamos y nos entregamos enteramente a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Lc 12, 42

Éste es el siervo fiel y prudente, a quien el Señor puso al frente de su familia, para darles a su tiempo la ración de trigo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

A quienes alimentas con Cristo, pan de vida, instrúyenos, Señor, por Cristo, verdadero maestro, para que en la festividad de san Efrén, aprendamos tu verdad y la llevemos a la práctica en la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXIÓN
Tobías 11,5-17:La historia se acerca a su fin. Naturalmente, no la escuchamos entera, y no estaría mal que aprovecháramos para leerla íntegra en la Biblia, porque tiene otros muchos matices interesantes. El final va a ser de color rosa, como corresponde a la novela edificante que es el libro de Tobías.
Esta vez es la esposa de Tobías padre, Ana, la que ve desde lejos la vuelta del hijo y la va a anunciar gozosamente a su esposo (la explosión del otro día se ve que fue pasajera).
En el evangelio recordamos otra escena parecida, pero en ella era el padre el que veía de lejos la vuelta del hijo pródigo.
El final feliz es completo: vuelve el hijo, casado con Sara; ha cumplido el encargo del cobro de la suma prestada; el padre le sale al encuentro, con tropiezo incluido; el hijo trae una medicina, la hiel del pez, que cura la ceguera del padre; todos son abrazos y besos, pero también oración de acción de gracias a Dios; no falta tampoco el detalle del perro que mueve alegremente la cola participando de la alegría general.
Lo que parece desastroso en nuestra historia, muchas veces resulta para bien. Dios lo conduce todo para nuestro provecho. Cuántas veces tenemos la experiencia de que una enfermedad, o la falta de suerte, o un accidente, o un fracaso que nos hicieron sufrir, luego han resultado beneficiosos para nuestra vida.
¿Sabemos reaccionar con una cierta serenidad y con actitud de fe ante las pruebas de la vida? ¿nos hundimos fácilmente, o somos capaces de bendecir a Dios incluso en la desgracia? ¿sabemos, luego, en el momento de la felicidad, dar gracias a Dios?
No está mal que aprendamos la lección de este relato edificante: Dios no deja sin premio la fe y la conducta leal de las dos familias, de Tobías y Sara, o la nuestra. Nuestra oración nunca deja de subir a su presencia. Nuestros esfuerzos por vivir honradamente como personas y como cristianos nunca quedarán sin recompensa, aunque no sepamos cuál será el momento y el modo de esta recompensa.
El salmo de hoy nos inspira los sentimientos justos para nuestra vida: «alaba, alma mía, al Señor, que mantiene su fidelidad perpetuamente», «el Señor liberta a los oprimidos, abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan», «el Señor ama a los justos y trastorna el camino de los malvados».
 
J. Aldazabal
 
Mc. 12, 35-37. Jesús es consciente de su Mesianidad, de su ser Señor y Rey. Sin embargo toda su vida se desarrolla en el servicio y en la entrega en amor por nosotros; amor que llega hasta el extremo de llevarlo a dar su vida por nosotros, como si nosotros fuésemos los Señores. Él mismo diría: ¿Quién es el más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo, que soy su Maestro y Señor, he estado en medio de ustedes como el que sirve.
Él nos ha dado ejemplo, para que hagamos como Él lo ha hecho. Efectivamente el camino de la Iglesia es el camino del servicio. Hemos sido ungidos por el Espíritu Santo, y hemos sido hechos hijos de Dios por nuestra unión con Cristo, para ser enviados como testigos del Evangelio y ser puestos al servicio de la salvación de todos.
No podemos vivir como opresores, ni como simples maestros que proclamen el Evangelio desde los estrados. Necesitamos caminar con la gente para remediar sus diversos males. Entonces no sólo seremos aquellos que anuncian el Evangelio, sino aquellos que dan testimonio del mismo con la vida convertida en Evangelio viviente del Padre para la humanidad entera.
El Señor nos ha mostrado el camino, vayamos tras las huellas de Cristo.
Nos reunimos en esta Eucaristía para celebrar al Mesías, Hijo de Dios, Hijo de David, Rey del universo y rey de la Gloria. El Padre Dios ha constituido a Jesús en Señor de todo lo creado, por encima de los ángeles, principados y potestades.
Jesucristo quiere hacernos partícipes de su Victoria sobre el pecado y la muerte, y de la Gloria que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre, pues el Señor, el Padre Dios, ha sentado a nuestro Señor, Jesús, a su derecha, y ha puesto a sus enemigos como estrado donde pone los pies. Así, el Padre Dios ha cumplido su promesa de que la descendencia de la Mujer: Cristo y la Iglesia, aplastarían la cabeza de la serpiente antigua, o Satanás.
Unidos íntimamente a Cristo en la Eucaristía retomamos nuestro compromiso, como Iglesia y Esposa del Cordero inmaculado, de vivir fieles al Señor, de tal forma que vayamos trabajando, a impulsos del Espíritu Santo, para que desaparezca de entre nosotros el reino del pecado, y vaya surgiendo y afianzándose entre nosotros el Reino de Dios.
Jesús nos ha dado ejemplo para que nosotros vayamos y hagamos lo mismo.
No podemos centrar nuestra fe en Él sólo en la práctica del culto que, tal vez con muchas muestras externas de piedad, le tributemos. Somos conscientes de nuestra dignidad de hijos de Dios. En el mundo nuevo, inaugurado por Cristo, sabemos que Dios ha puesto todo en nuestras manos constituyéndonos, junto con Cristo, en señores del universo, con la capacidad, venida del Espíritu de Dios que habita en nosotros, de poder conducirlo todo a su plenitud en Cristo.
Meditando en esto comprendemos lo mucho que nos ama nuestro Dios y Padre. Pero al mismo tiempo comprendemos que nuestra dignidad no es para pavonearnos ante los demás y exigirles pleitesía, sino para ponernos al servicio de la salvación de todos.
Al igual que Cristo nosotros hemos de buscar al pecador hasta encontrarlo para llevarlo de vuelta al redil. Hemos de ser conscientes de los males que afectan a grandes sectores de la humanidad y no cerrar los ojos ante esas miserias, ni pasar de largo ante esos dolores y pobrezas. La Iglesia de Cristo debe estar al servicio de la salvación de toda la humanidad en todos los niveles. Renovarlo todo en Cristo es eso, precisamente, todo; por eso nadie puede estar al margen de nuestro trabajo a favor del Reino.
No podemos quedarnos en un anuncio espiritualista o angelista del Evangelio. Debemos anunciarlo en la propia encarnación de cada uno, en la realidad concreta, para que desde sus propias realidades temporales cada uno pueda elevarse hasta las realidades celestiales.
El Señor nos quiere totalmente entregados en el servicio del anuncio a favor del Evangelio que nos salva, siendo constantes en el testimonio que de Él hemos de dar aún a costa de la entrega de nuestra propia vida, con tal de que el perdón, el amor y la salvación de Dios llegue a todos los corazones.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar su Palabra, meditarla en nuestro corazón, encarnarla en nuestra vida diaria y proclamarla como fuente de salvación para todos. Amén.
 
Homilia  catolica.-


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