sábado, 10 de junio de 2017



LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
SÁBADO 10 DE JUNIO DE 2017
NOVENA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Tob 12, 1.5-15. 20; Mc 12, 38-44



ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Hch 1, 14

Los discípulos perseveraban unánimes en la oración junto con María, la Madre de Jesús.

ORACIÓN COLECTA

Dios, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a su propia Madre, María santísima, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, siendo cada día más fecunda, se alegre por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Den gracias al Señor. —Yo subo al cielo, a donde está Dios.

Del libro de Tobías: 12, 1. 5-15. 20

Cuando terminaron los festejos de la boda de Tobías y Sara, Tobit llamó a su hijo Tobías y le dijo: "Tenemos que pagarle lo debido al hombre que te ha acompañado y darle una buena recompensa". Tobías llamó a Rafael y le dijo: "Recibe como recompensa la mitad de todo lo que hemos traído y vete en paz".
Entonces Rafael se llevó a los dos aparte y les dijo: "Bendigan a Dios y glorifíquenlo delante de todos los vivientes por los beneficios que les ha hecho y canten himnos de alabanza a su nombre. Proclamen dignamente las obras del Señor y no sean negligentes en reconocerlas. Es bueno guardar el secreto del rey, pero es todavía mejor proclamar y celebrar las obras del Señor. Hagan el bien, y el mal no los alcanzará.
Es buena la oración con el ayuno, y la limosna con la justicia. Es mejor tener poco viviendo con rectitud, que tener mucho haciendo el mal. Es mejor dar limosnas que acumular tesoros. La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Quienes dan limosna tendrán larga vida; los pecadores y los malvados son enemigos de sí mismos.
Voy a decirles toda la verdad, sin ocultarles nada. Les acabo de decir que es bueno guardar el secreto del rey y que es mejor todavía proclamar y celebrar las obras del Señor. Sepan, pues, que cuando ustedes dos, Tobías y Sara, oraban, yo ofrecía sus oraciones al Señor de la gloria, como un memorial; y lo mismo hacía, cuando tú, Tobit, enterrabas a los muertos. Y cuando te levantaste sin dudar y dejaste tu comida y fuiste a sepultar a aquel muerto, precisamente entonces yo fui enviado para ponerte a prueba. Dios me envió de nuevo a curarte a ti y a Sara, tu nuera. Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que estamos presentes ante el Señor de la gloria.
Así pues, den gracias al Señor en la tierra y alaben a Dios. Por mi parte, yo vuelvo junto a aquel que me ha enviado. Ustedes escriban todas las cosas que les han sucedido". Y desapareció.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Tobías 13,2. 6. 7.8.
R/. Bendito sea Dios, que vive por los siglos.

Bendito sea Dios, que vive por los siglos: Él castiga y tiene compasión, hunde hasta el abismo y saca de él y no hay quien escape de su mano. R/.
Si se convierten a él con todo el corazón y toda el alma y proceden rectamente en su presencia, volverán a gozar de su mirada y nunca más les volverá la espalda. R/.
Miren lo que ha hecho por nosotros, denle gracias de todo corazón y bendigan al rey eterno con sus obras. R/.
Yo le doy gracias en mi país de destierro, pues anunció su grandeza a un pueblo pecador. Conviértanse, pecadores, obren rectamente en su presencia y esperen que tenga compasión de ustedes. R/.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 5, 3
R/. Aleluya, aleluya.

Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. R/.

EVANGELIO

Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos.

Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: "¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso".
En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: "Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, nuestras ofrendas y conviértelas en sacramento de salvación, por cuya eficacia y por la intervención amorosa de la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, nos llenemos de santo fervor y merezcamos quedar más íntimamente asociados, con ella, a la obra de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Santa María Virgen. MR p. 1129 (1175).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 2, 1. 11

Hubo unas bodas en Caná de Galilea a las que asistió María, la Madre de Jesús. En esa ocasión, Jesús dio principio a sus milagros, manifestó su poder y sus discípulos creyeron en Él.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Habiendo recibido esta prenda de redención y vida, te suplicamos, Señor, que tu Iglesia, por la ayuda maternal de la santísima Virgen, instruya a todas las naciones, anunciándoles el Evangelio, y llene al mundo entero con la efusión de tu Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXIÓN
Tobías 12,1.5-15.20: Final de la novela. El ángel se manifiesta como tal. Es Rafael, el mensajero de Dios.
No acepta lo que le quieren ofrecer -la mitad de la suma cobrada- y les invita a bendecir y dar gracias a Dios.
El autor del libro aprovecha para que el lector saque las lecciones de toda esta historia:
- a Dios le agrada la oración y el ayuno y la limosna
- la fidelidad de la familia de Tobías en medio de un mundo pagano es ejemplar
- las oraciones de los fieles suben a la presencia de Dios y le son agradables
- las pruebas de la vida las permite Dios para su bien: «por eso tuviste que pasar por la prueba».
Son claves para entender la historia y sobre todo para ordenar la vida de un creyente según el plan de Dios.
La Palabra de Dios es siempre como un espejo en el que se nos invita a que nos miremos, sacando las consecuencias coherentes.
Nuestra vida, ¿está construida sobre estos valores que aparecen alabados en el libro de Tobías?
- ¿valoramos la oración, en nuestra relación con Dios? aquí somos invitados a bendecir a Dios, a dirigirle nuestra oración en todo momento, a divulgar a otros sus maravillas;
- ¿valoramos la limosna, en nuestro trato con los demás? ¿tenemos un corazón siempre pronto a ayudar al que nos necesite? ¿apreciamos esas obras que -con un nombre antiguo pero con una realidad muy actual- se llaman «obras de misericordia»?;
- ¿valoramos el ayuno, como control de nosotros mismos?: aquí se nos dice que «los que cometen pecados son enemigos de sí mismos»; ¿somos fuertes en la defensa de nuestra identidad cristiana en medio de la sociedad?;
- ¿perdemos fácilmente la esperanza cuando nos sobrevienen las pruebas de la vida, o sabemos conservar la confianza en Dios?
A Tobías y Sara les ayudó el ángel del Señor. También en nuestra vida hemos de creer que la cercanía de Dios se nos manifiesta de mil modos: no sólo por su Hijo Jesús, nuestro Maestro, Guía y Alimento en la Eucaristía, sino también con la cercanía de la Virgen y los Santos, y también la de los ángeles, a quienes invocamos cada día en la misa, cantando con ellos el «Santo», o en nuestra oración de conversión, «yo confieso», o en nuestra oración por los difuntos, pidiéndoles que los acompañen hasta la presencia de Dios.

J. Aldazabal
Enséñame tus Caminos 4

Mc. 12, 38-44. Jesucristo, siendo de condición divina, no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Quienes creamos en Él y vayamos tras sus huellas no podremos buscar honores personales, ni podremos pretender enriquecernos económica y materialmente a costa del Evangelio. El Señor nos quiere al servicio de los demás. Hemos de aprender a despojarnos de todo para entregarlo todo, consagrarlo todo a Dios, aun cuando nuestra vida parezca insignificante a los ojos del mundo. Dios sabrá recibir lo que, siendo suyo, finalmente se le devuelve y se le consagra. Él hará que quienes somos suyos seamos los portadores de su Evangelio, de su amor, de su gracia, de su salvación, pues Dios ha escogido lo despreciable de este mundo, lo que no cuenta a los ojos de los hombres para convertirlo en instrumento de salvación para todos.
No busquemos, pues, nuestra gloria, sino la gloria de Dios, ya que Dios es el único que nos elevará para que recibamos, no la gloria humana, sino la Gloria del Hijo de Dios que ha reservado para los que le vivan fieles.
En la Eucaristía Jesús lo ha dado todo por nosotros. Su cuerpo se entrega por nosotros y su Sangre se derrama para el perdón de nuestros pecados.
¿Habrá más amor que aquel del que da su vida por los que ama? De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Él ha querido enriquecernos con su pobreza, despojándose de todo por nosotros. Él no se ha reservado nada para sí, nos lo ha dado todo, nos lo ha revelado todo para que seamos uno con Él y en Él nosotros seamos hechos hijos de Dios.
Vivamos, pues, nuestra plena unión con el Señor haciendo nuestros su vida y su Espíritu, de tal forma que podamos no sólo llamarnos hijos de Dios sino serlo en verdad.
Aprendamos de Cristo a vivir dándolo todo por nuestro prójimo. No nos convirtamos en mercaderes de la fe. No seamos opresores de nuestro prójimo, no provoquemos más pobreza, dolor ni sufrimiento. No queramos aprovecharnos de la fe sencilla de nuestro prójimo para despojarlo de sus bienes.
Anunciemos el Evangelio con las palabras, pero sobre todo con la vida misma, con el testimonio personal de quien ha experimentado el amor de Dios.
Pongámonos en manos de Dios, dándolo todo por el bien y la salvación de nuestro prójimo, sabiendo que Dios velará siempre por nosotros y que, al final, nos concederá la participación de los bienes eternos, con los cuales coronará nuestra entrega y nuestra fidelidad al Evangelio, que nos ha confiado.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber confiar totalmente nuestra vida en sus manos, para que, guiados por su Espíritu, demos testimonio de la verdad sin esclavitudes a lo pasajero, sino con la mirada puesta en lo que será nuestra única recompensa: los bienes eternos en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén.

Homilia  catolica


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