domingo, 25 de junio de 2017


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-
24 DE JUNIO DE 2017

Jer 20, 10-13; Sal 68;  Rom 5, 12-15; Mt 10, 26-33




ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 27, 8-9

El Señor es la fuerza de su pueblo, defensa y salvación para su Ungido. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

ORACIÓN COLECTA

Señor, concédenos vivir siempre en el amor y respeto a tu santo nombre, ya que jamás dejas de proteger a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

El Señor ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados.

Del libro del profeta Jeremías: 20,10-13

En aquel tiempo, dijo Jeremías: "Yo oía el cuchicheo de la gente que decía: 'Denunciemos a Jeremías, denunciemos al profeta del terror'. Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: 'Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él'.
Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable. Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Canten y alaben al Señor, porque él ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 68, 8-10.14 y 17. 33-35
R/. Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Por ti he sufrido oprobios y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R/.
A ti, Señor, elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto; escúchame conforme a tu clemencia, Dios fiel en el socorro. Escúchame, Señor, pues eres bueno y en tu ternura vuelve a mí tus ojos. R/.
Se alegrarán, al verlo, los que sufren; quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre ni olvida al que se encuentra encadenado. Que lo alaben por esto cielo y tierra, el mar y cuanto en él habita. R/.

SEGUNDA LECTURA

El don de Dios supera con mucho al delito.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 5, 12-15

Hermanos: Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte llegó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Antes de la ley de Moisés ya había pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se imputa cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.
Ahora bien, con el don no sucede como con el delito, porque si por el delito de uno solo murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos! Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Jn 15, 26. 27
R/. Aleluya, aleluya.

El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí, dice el Señor, y también ustedes serán mis testigos. R/.


EVANGELIO

No tengan miedo a los que matan el cuerpo.

Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 26-33

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Elevemos, hermanos, nuestros ojos al Señor y esperemos, confiados, su ayuda salvífica respondiendo: Escúchanos, Señor. (R/.Escúchanos, Señor.)
Por el santo Padre, el Papa Francisco, por nuestro obispo N., y por todos los sacerdotes y diáconos de Jesucristo, roguemos al Señor.
Por el buen tiempo, por el fruto de las investigaciones de los estudiosos y por la prosperidad del trabajo de todos, roguemos al Señor.
Por las vírgenes consagradas al Señor y por los religiosos que trabajan en nuestras comunidades, roguemos al Señor.
Por todos los que hacen el bien en nuestras parroquias y por los que cuidan de los pobres y de los enfermos, roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, que has confiado a nuestras débiles fuerzas el anuncio profético de tu palabra, escucha las oraciones de tu pueblo y sosténnos con la fuerza de tu Espíritu, para que nunca nos avergoncemos de nuestra fe, sino que confesemos, con valentía, tu nombre ante los hombres, y merezcamos así que, en el día de tu manifestación, te pongas de nuestra parte ante tu Padre del cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza y concédenos que, purificados por su eficacia, podamos ofrecerte el entrañable afecto de nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 144, 15

Los ojos de todos esperan en ti, Señor; y tú les das la comida a su tiempo.

O bien: Jn 10, 11.15

Yo soy el buen pastor, y doy la vida por mis ovejas, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Renovados, Señor, por el alimento del sagrado Cuerpo y la preciosa Sangre de tu Hijo, concédenos que lo que realizamos con asidua devoción, lo recibamos convertido en certeza de redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.


REFLEXIÓN



1.- LAS PALABRAS DE CRISTO SIGUEN URGIENDO
Por Antonio García-Moreno

UN JEREMÍAS.- Jeremías se lamenta amargamente. Una vez más es el profeta plañidero, el que llora hasta el extremo de que su figura sea el prototipo de la desgracia. Hecho un "Jeremías" se dice. Como del mismo Cristo en su pasión: Hecho un "ecce homo"... Misterio de los planes de Dios, dando cabida al sufrimiento del justo. Y un sufrimiento grande, profundo. Dolor que hace clamar, gritar, llorar.

Jeremías ve el peligro, oye el cuchicheo de sus enemigos, se da cuenta de sus intrigas. Sabe que lo van a delatar, que intentan calumniarlo, que viven al acecho para aprovechar el primer desliz, el primer traspiés. Momentos de angustia que hacen temblar al profeta, asustarse, sentir un miedo cerval. Sus lágrimas corren abundantes, sus lamentaciones se desgranan en unas letanías interminables... Jeremías, figura de Cristo paciente, mensaje para el justo que sufre y que pena. En efecto, Jesús crucificado es la respuesta, sin palabras y sin más explicación, del sentido "sinsentido" que tiene el sufrimiento del elegido de Dios.

Y en medio de ese dolor, de ese miedo, de este terror pavoroso, surge una exclamación de esperanza, un grito de gozo entrañable. El profeta se alza de su postración, se levanta con vigor y coraje, seguro, indomable en su propósito de anunciar el mensaje de Dios. De pronto ha comprendido que no está solo, se da cuenta de que a su lado está el Señor de los ejércitos, como un fuerte soldado, como valiente guerrero que decidirá favorablemente la contienda.

"Cantad al Señor -termina diciendo-, alabad al Señor que libró la vida del pobre de las manos del impío...". Dios está contigo, te alienta, te sostiene, te empuja. No temas, no te acobardes, no te inquietes. Yo te haré, dice el Señor, como muro de bronce, como columna férrea, como ciudad fortificada. Van a luchar contra ti, pero no podrán vencerte, porque yo estaré contigo para librarte... Jeremías sigue su camino de sufrimiento con serenidad, lo mismo que Jesús sale al encuentro de los que vienen a prenderle. Luego, ahora también, la historia se repite. Y otros "jeremías", otros "ecce homo" van cruzando la vida con su enorme fardo de dolor, redimiendo a la Humanidad.

2.- CONFESAR A CRISTO ANTE LOS HOMBRES.- En este pasaje evangélico el Señor repite, por tres veces, la misma frase: No tengáis miedo. Las dificultades de la predicación serían muchas, y el Señor no las oculta a sus apóstoles en el momento de enviarlos a proclamar el Evangelio. Les llega a decir que los envía como ovejas entre lobos. Pero en medio de aquellas dificultades, tenían que mantenerse animosos, serenos y fuertes para no callar y seguir predicando el mensaje de la salvación.

En primer lugar, el daño que pudieran ocasionarles los demás sería un daño relativo. En el peor de los casos les podrían quitar la vida. Pero nunca podrían matarles el alma. En cambio, Dios puede perder no sólo al cuerpo sino también al alma. Por otra parte, el daño físico, con ser doloroso y en ocasiones irresistible, sería para ellos un bien precioso, si lo sufrían por amor a Cristo, que premiaría con creces aquel sacrificio, y les daría, además, fuerza y coraje para llevarlo a cabo.

El Maestro les recuerda también que Dios Padre vela por ellos, y que nada les ocurrirá que no sea permitido por Él. Por tanto, han de actuar con libertad y franqueza, independientes y seguros, sabiendo que Dios está de su parte, y que es Él quien los envía a predicar el Evangelio. Con esa decisión no habrá obstáculo que no puedan superar, dificultad que no lleguen a vencer.

Este talante de optimismo y audacia los llevó a todos los caminos de la tierra, sin complejos ni temores. Era tal su empuje y su entusiasmo que la siembra de la Palabra era cada vez más ancha. Pronto no habría país donde el cristianismo no hubiera llegado. El imperio romano, que alcanzaba prácticamente los límites del mundo, se vio inundado por aquella doctrina que hablaba de amor a Dios y al prójimo.

Hoy las palabras de Cristo siguen urgiendo a los que le hemos seguido, hoy también nos pide Dios la audacia de confiar en su poder. Es cierto que la siembra está iniciada, pero aún queda mucho por hacer, y nadie puede quedar mano sobre mano en la gran tarea de anunciar el Reino. Hemos de ser testigos del Evangelio, confesar a Jesucristo delante de los hombres. Sólo así nos confesará Él ante el Padre cuando llegue el momento de comparecer ante el tribunal divino.



2.- LA CONFIANZA EN DIOS AHUYENTA EL MIEDO A LOS MALES FÍSICOS

Por Gabriel González del Estal

1.- No tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. Las tres lecturas de este domingo nos dicen, de distintas maneras, que la confianza en Dios es fuente de paz interior. Quien sabe que Dios no le va a abandonar nunca, pase lo que pase, no pierde la paz interior por las amenazas o los problemas y males físicos que tenga que soportar. Evidentemente, esto no es fácil de conseguir en un mundo en el que la mayoría de las personas viven como si Dios no existiera. Pero, afortunadamente, tenemos muchos ejemplos de personas que han hecho de su confianza en Dios un arma maravillosa que les permitió vencer espiritualmente todas las amenazas y males del cuerpo. Empezando, por supuesto, por el mismo nuestro Señor Jesucristo y siguiendo por tantos santos y personas anónimas que supieron mantener la paz en medio de los mayores males y amenazas físicas. Pensemos cada uno de nosotros en aquellas personas conocidas nuestras, padres, abuelos, familiares, que física y corporalmente sufrieron mucho, pero que interiormente no perdieron nunca la paz interior, gracias a su profunda confianza en Dios. Hoy, en este domingo, nos bastará con pensar en el ejemplo de Cristo, del profeta Jeremías y de san Pablo. Cristo vino al mundo para cumplir la voluntad de su Padre y en el mismo Huerto de los Olivos, en medio de los mayores temores y del presentimiento de una muerte cruel e inmediata, no sólo no perdió la paz, sino que gritó a su Padre con profunda fe y confianza en Él: no se haga mi voluntad, sino la tuya. El profundo amor y la profunda confianza con que Cristo estaba íntimamente unido a su Padre le permitió vivir, padecer y morir en la paz de un hijo que sabe que su padre está siempre a su lado, ayudándole. Pidamos nosotros a Dios, en este domingo, no perder nunca la paz interior, fruto de nuestra profunda confianza en un Dios Padre que se “pondrá siempre de nuestra parte ante su Padre del cielo”.

2.- Oí el cuchicheo de la gente: “pavor en torno”… Pero el Señor está conmigo como fuerte soldado. El profeta Jeremías sufrió toda clase de afrentas, persecuciones y rechazo general, tanto de parte de las autoridades, como del pueblo llano, por mantenerse fiel al mandato del Señor. Sabía muy bien que lo que él decía no era lo que querían oír los que mandaban y el pueblo llano en general, pero él prefirió obedecer a Dios, antes que ceder ante los que le amenazaban. También a cualquiera de nosotros puede pasarnos algo parecido en algunas ocasiones. El “qué dirán”, los respetos humanos, el querer quedar bien con todos, nos tientan a todos nosotros en más de una ocasión. Porque es cierto que debemos ser respetuosos con las opiniones de los demás, sobre todo las opiniones de aquellas personas con las que convivimos y tratamos más frecuentemente, pero el respeto a las opiniones de los demás no debe nunca anular nuestro pensar, ni nuestro actuar, cuando estamos interiormente convencidos de que actuamos de acuerdo con una conciencia cierta y bien formada. El “tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” no siempre es fácil de discernir, pero es una verdad cristiana evidente. Con humildad, con profunda piedad, debemos pedir todos los días al Señor que nos haga conocer en cada momento cuál es su voluntad y ser fieles a ella, aunque por ello tengamos que sufrir interior y exteriormente.

3.- No hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos. San Pablo fue siempre un hombre fiel a su conciencia: antes de su conversión al cristianismo, fue una persona totalmente fiel a la Ley de Dios dada por Moisés, pero, desde el momento mismo en que se convierte a Jesús, todo lo anterior pierde importancia y sólo el evangelio, la buena noticia de Jesús, le interesa. Tendrá que sufrir mucho en su vida por defender y predicar el evangelio de Jesús, pero los sufrimientos interiores y exteriores que sufrió por ser fiel al mandato del Señor los consideró él ganancia ante Dios. Se identificó de tal manera con Cristo, que todo lo demás lo consideró despreciable y secundario. No cedió nunca ante el sufrimiento, la persecución y la misma muerte, sabiendo siempre que el don y la gracia de Dios nunca le iban a faltar. Él se sabía débil y frágil, pero también sabía que la gracia y el don de Dios suplían ampliamente su debilidad. Humildad para reconocer nuestra propia debilidad y confianza en la fuerza de Dios que actúa en nosotros es lo que debemos pedir nosotros en este domingo, a ejemplo del Señor Jesús, del profeta Jeremías y de san Pablo. Y que los sufrimientos interiores y exteriores no nos aparten nunca de seguir el camino que el mismo Dios nos marca. “El que a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta”.



3.- TEMAMOS PARA NO TEMER” (San Agustín)

Por José María Martín OSA

1.- Fiel en la prueba. En la primera lectura de Jeremías escucharemos cómo el profeta se ha convertido en la burla de la gente, de sus mismos compatriotas. Pero este sufrimiento, lejos de desalentarle, le vigoriza y le abre al trato con Dios. En la dura prueba de la soledad y la condena, siendo inocente, se mantiene fiel y esperanzado en aquel que no se olvida de los pobres. Es una plegaria que alterna expresiones de máxima desesperanza con la proclamación de fe. Jeremías es perseguido por los funcionarios del rey, hundido en el barro de una cisterna y, por último, liberado por el eunuco del rey, Ebedmelek. Jeremías vive el paso de la muerte a la vida. Mientras los habitantes de Jerusalén confían en la celebración de sus armas para no morir en manos de los enemigos, el profeta busca la vida en la confianza en Dios.

2.- La gracia vence al pecado. En la Carta a los Romanos se traza la contraposición entre el pecado y la gracia. El empeño salvífico de Dios se manifiesta en Jesucristo. En él triunfa la gracia sobre el pecado. Jesús es el iniciador y el prototipo de la nueva humanidad, contrapuesto a Adán, iniciador y prototipo de la vieja humanidad. Pero para Pablo el punto de partida no es Adán, sino Jesús. No es Jesús quien se comprende a partir de Adán, sino a la inversa, Adán a partir de Jesús. Esto significa que nosotros nacemos ciertamente en un mundo de pecado, pero sobre todo nacemos en un mundo de salvación y de gracia.

3.- El santo temor de Dios. Reemprendemos el evangelio de Mateo en la última parte de las instrucciones dadas por Jesús a los Doce cuando los envía. Las sentencias de Jesús deben leerse sobre la base de la misión. El evangelio de hoy está dominado por los imperativos que se hacen a los discípulos: no tengáis miedo a los hombres, a los que matan el cuerpo, porque valéis más que los gorriones, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. La fe y la adhesión personal de los discípulos a Jesús deben manifestarse en la proclamación abierta y clara del mensaje del Maestro. El motivo por el cual el creyente-testigo no debe temer es que los que se oponen al mensaje no tienen un poder real sobre la vida, pues "matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. El único dueño y señor de la vida y el que tiene poder sobre ella es Dios; si acaso es a Él a quien debe "temerse", puesto que solamente El decide el destino de salvación o de condenación de cada hombre según la actuación de éste con respecto a los demás.

4.- Hoy día la Iglesia es perseguida en muchos lugares del mundo. A todos nos impresiona lo que está pasando en Siria. Un número ingente de mártires muere por defender su fe. El nuevo Pueblo de Dios no debe tener miedo a los fundamentalistas religiosos. La Iglesia seguirá adelante a pesar de la oposición también religiosa de los fundamentalistas. Estos acudirán incluso a métodos mortales. Pero la integridad física no da la medida de la persona. La integridad personal no se agota con la integridad física. La integridad personal no la mata ni siquiera el arma mortífera del fundamentalista religioso. No es a éste a quien hay que tener miedo, sino que debemos vivir en el santo temor de Dios, porque es Dios quien da la verdadera medida de la persona. Ahora bien, ¡Dios está de nuestra parte, pequeño rebaño! ¡Dios es padre! La pérdida de la integridad física no nos debe asustar. Esta pérdida tiene un sentido y Dios no está ausente. El texto de hoy quiere dar ánimo a los que se sienten perseguidos por vivir la fe, infundiendo en el discípulo ilusión y esperanza contra toda esperanza. Pidamos a Dios por los mártires de nuestro tiempo. Para que no desfallezcan y mantengan la esperanza. San Agustín aclara a quién tenemos que temer:

“Las palabras divinas que nos han leído nos animan a no temer temiendo y a temer no temiendo. Cuando se leyó el evangelio, advertisteis que Dios nuestro Señor, antes de morir por nosotros, quiso que nos mantuviéramos firmes; pero animándonos a no temer y exhortándonos a temer. Dijo, pues: No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma (Mt 10,28). Ahí nos animó a no temer. Ved ahora dónde nos exhortó a temer: Pero temed a aquel -dijo- que puede matar el alma y el cuerpo en la gehenna (ib.). Por tanto, temamos para no temer. Parece que el temor va asociado a la cobardía; parece que el temor es propio de los débiles, no de los fuertes. Pero ved lo que dice la Escritura: El temor del Señor es la esperanza de fortaleza (Prov 14,26). Temamos para no temer, esto es, temamos prudentemente, para no temer infructuosamente. Los santos mártires... temiendo no temieron: temiendo a Dios, desdeñaron a los hombres”. (San Agustín)


4.- ¡LAS COSAS CLARAS Y EL CHOCOLATE ESPESO!
Por Javier Leoz

¿Por qué tanto temor a plantear, desde nuestras convicciones cristianas, aquello que puede acarrear incomprensiones, deserciones, críticas o persecuciones? La vida cristiana no es ir contracorriente en todo, pero tampoco comulgar con ruedas de molino en todo. En muchas ocasiones, puede más en nosotros la apariencia, la buena imagen, el qué dirán, etc., que la audacia para mostrar y proponer, sin tapujos y nítidamente, aquellos valores que consideramos irrenunciables desde la fe y hasta convenientes para el conjunto de la sociedad.

1.- El futuro, en parte, depende de lo que hagamos en el presente: las conciencias de las personas, de los gobernantes, de las futuras generaciones, se sostendrán en aquellos pilares que estamos forjando por medio de la familia, la educación, la catequesis, nuestra homilética, etc. ¿Por qué tanto miedo a que nos encasillen? ¿Que nos pueden tratar de retrógrados? ¿Es acaso mejor pasar de puntillas por la vida y no armados con valores inquebrantables? ¿Qué nos dirá el Señor al final de nuestra vida; venid valientes de mi Padre o marchad de aquí aprensivos de todo y por todo?

Dios nos ha dado la vida y la fe como dones. Y porque nos ha regalado la vida y la fe, en justa reciprocidad, le hemos de ofrecer nuestra colaboración para ir perfeccionando su creación (la tierra y el hombre), intentando que, el hombre, no se convierta en enemigo de sí mismo.

Echemos un vistazo a la situación mundial. ¿Mejor o peor que hace unos años? ¿Con ilusión o sin esperanza? ¿Con conflictos permanentes o con una paz sostenida por alfileres? No seamos pesimistas pero, tampoco, lancemos las campanas al vuelo. Sobran palabras y faltan obras. Abundan leyes injustas y, cada vez más, se hace necesario un orden internacional respete la integridad y la dignidad de las personas. Ello, claro está, nos lleva a defender la causa de los más pobres. El honor de los pueblos. El derecho a nacer de los niños que están en el seno materno. Una educación que, en sus valores más fundamentales, sean marcados por la familia y no según el dictado de los gobernantes de turno. El bienestar de un mundo nuevo, nos exige a los cristianos pregonar desde la azotea de la política, de la familia, de la educación y desde cualquier otro areópago a nuestro alcance, el valor supremo de la vida frente a la eutanasia, el terrorismo o el juego en el que se ha convertido el experimento de células madres, embriones….

¿Qué esto no es rentable? A los ojos de una modernidad mal entendida puede que no. Pero ¿y ante los ojos de Dios? ¿Los seguidores de Jesús nos podemos quedar callados frente a lo que consideramos pernicioso para el bien común? ¿Es que los cristianos, por miedo a ser señalados, hemos de dejar colgado el mensaje del evangelio en las escarpias del madero de la sacristía? ¿Podemos caer en la tentación de ser temerosos como los niños?

2.- Nuestras fuerzas son las que son, pero ¿nuestros ideales? ¡Nuestros ideales son los mejores! En nuestra confianza en Dios está el secreto para llevarlos a cabo. El Señor va por delante. Poco nos importa que, en algunos países, la Iglesia tenga la fama que tiene o que, el Papa, Obispos y sacerdotes, sean constantemente presos del escarnio y de la burla. ¡Más le hicieron a Jesús Maestro! El Señor va por delante e, incluso en esas situaciones, se pondrá de nuestra parte aunque aparentemente creamos estar caminando solos.

3.- La Nueva Evangelización, y no nos escandalicemos, pasa por empezar desde cero a fraguar la vida de muchos cristianos que viven como si no lo fueran. A formar familias desde el Evangelio. A ocupar puestos de responsabilidad en la sociedad civil sin renunciar ni menospreciar los valores del cristianismo. Sólo entonces, cuando seamos templados, cuando lleguemos a ese grado de madurez, es cuando veremos y comprobaremos que el Señor va por delante. Porque Jesús, si viniera de nuevo, recogería aquel viejo proverbio: “las cosas claras y el chocolate espeso”. Aunque sienten mal las primeras o, el chocolate, a más de uno se le atragante.



4.- DÁME TU VALENTÍA, SEÑOR

Así, cuando tenga que decir  un “sí”

no lo cambie cobardemente  por el “no”

o por el miedo al qué dirán.

¡Sí;  Señor!


Otórgame ese valor que sólo  la fe da:

La que nos hace brindar por  un mundo mejor

La que nos hace soñar con un  corazón nuevo

La que, huyendo del egoísmo  personal,

nos hace descubrir la  grandeza de tu amor.


Infúndeme esa valentía 

que sólo tu Palabra  transmite:

La que nos hace combativos  en la lucha

La que nos levanta el  aparente fracaso

La que es coraza frente al  enemigo

La que es arma y escudo  frente al adversario


Ofréceme esa bravura que me  inspira tu presencia:

Para que nunca, en el  combate,

me sienta sólo ni  desamparado

Para que, ante las burlas,

recuerde que, Tú, también  fuiste ridiculizado

Para que, ante las  incomprensiones,

no olvide que, Tú, también  fuiste rechazado.

¡Sí;  Señor! ¡Dame entereza en la lucha!


Para que nunca diga ¡basta!

Para que huya del derrotismo  que todo lo asola

Para que avance y nunca  retroceda

Para que ofrezca al  Evangelio

mi voz que anuncie y  denuncie

lo que en el mundo tantas  veces se olvida:

Tú, tu amor, tu justicia, tu  paz,

tu Reino, tu voluntad y tu  ternura.

Amén

5.- NO TENGÁIS MIEDO

Por Ángel Gómez Escorial

1.- El miedo es lo peor. Y casi siempre responde a cuestiones poco objetivas. Jesús lo dice. Y fue enorme el impacto de esa frase: “No tengáis miedo” con la San Juan Pablo II, inició su fecundo pontificado y la siguió repitiéndola hasta su muerte. El miedo no es cristiano. Y en el mensaje de Jesucristo sobre la ausencia de temor hacia quienes matan el cuerpo y la importancia de perseverar en la vida del alma, está el misterio profundo que lleva a los mártires a morir con alegría. Es posible que hoy nos parezca un poco lejano y obsoleto el tema de martirio, pero se sigue repitiendo y, por ejemplo, África y Asia son escenarios habituales de martirio, de mártires, que no tuvieron miedo a perder la vida para preservar el alma. La cercanía de Jesús quita los miedos y hay que llevar este mensaje a los demás, pues vivimos en un mundo lleno de temores un tanto irracionales. La vida cristiana es un buen antídoto contra los miedos. El hombre de fe está constantemente examinando su conciencia, intentando valorar con honradez sus actuaciones. Y ello añade objetividad y evita autoengaño. Tal vez sea ese el descubrimiento de algún converso: la objetividad que añade el seguimiento de Jesús a nuestras vidas.

2.- Dice Jesús: "No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea". Todo se descubre. Y es así. No debemos ocultar nada, ni mantener demasiadas reservas y mucho menos construirnos "dobles vidas". Y es que el mantenimiento de la mentira produce grandes tragedias. Debemos ser más cuidadosos con la generalizada costumbre de mentir. A veces parecen disculpas oportunas, pero contienen un trasfondo muy negativo. También aludimos en el mismo texto al misterio de los mártires, a la alegría de entregar la vida por no dejar de dar testimonio de Jesús, el Redentor.

3.- El fragmento del Evangelio de Mateo que leemos hoy es de una profundidad enorme. E incide también en la necesidad --es una obligación-- de dar testimonio de Jesús sin paliativos. Si le negamos, Él nos negará ante el Padre. Esa negación es terrible, puede suponer la condenación por toda la eternidad. Y todo se interrelaciona. La confianza en Dios quita el temor. Ese temor impide que ocultemos nuestra auténtica realidad --humana y espiritual-- ante los hombres y ante Dios. La comparación con los gorriones avisa de la superioridad del hombre frente al resto de la creación, pero también indica su enorme responsabilidad. Jesús quiere ser mediador ante el Padre a favor nuestro. Pero hemos de dar el testimonio preciso y oportuno. Parafraseando a San Pablo diríamos que "no podemos dejar de predicar el nombre de Jesús y el de su Santa Iglesia.

4.- Hemos hablado antes de la liberación que se consigue en el seguimiento de Jesús. La objetividad llega por el discernimiento y examen de nuestras conductas. San Pablo confirma que la doble liberación --del pecado y de la muerte-- es el gran don del nuevo Adán, de Jesucristo: es la gracia santificante que nos otorga Jesús. Y en Libro de Jeremías se profetiza sobre los sufrimientos de Cristo y sobre, asimismo, el apoyo de Dios Padre en ese camino de Redención. Y como a Jesús, la fuerza del Padre nos hará vencer en nuestros trabajos, en el reconocimiento del Poder de Dios y la manifestación del amor por los hermanos.

Y hoy domingo, cuando volvamos a casa, debemos volver a releer los textos que hemos escuchados, porque son fuente de enseñanza. Y sobre todo el Evangelio de Mateo que nos da señalización indeleble para nuestro camino verdadero.

Fuente: la homilia de Betania


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