sábado, 30 de abril de 2011

LECTURAS DE LA MISA DEL DOMINGO 1º DE MAYO DE 2011


DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
Segundo Domingo de Pascua

Dichosos los que creen sin haber visto



Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 42-47)

En los primeros días de la Iglesia, todos los hermanos acudían asiduamente a escuchar las enseñanzas de los apóstoles, vivían en comunión fraterna y se congregaban para orar en común y celebrar la fracción del pan. Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén.

Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno. Diariamente se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos, con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los estimaba.

Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 117


La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Diga la casa de Israel:

“Su misericordia es eterna”.

Diga la casa de Aarón:

“Su misericordia es eterna”.

Digan los que temen al Señor:

“Su misericordia es eterna”.

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Querían a empujones derribarme, pero Dios me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi alegría, en el Señor está mi salvación.

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente.

Este es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo.

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.



Segunda Lectura

Lectura de la primera carta  del apóstol san Pedro (1, 3-9)

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni mancharse y que él nos tiene reservada como herencia en el cielo. Porque ustedes tienen fe en Dios, él los protege con su poder, para que alcancen la salvación que les tiene preparada y que él revelará al final de los tiempos.

Por esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego.

A Cristo Jesús ustedes no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor.

Aleluya.



† Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 19-31)

Gloria a ti, Señor.

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús:

“La paz esté con ustedes.

Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.

Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo:

“Reciban el Espíritu Santo.

A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”.

Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.

Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Oración de los Fieles

Celebrante:

Oremos a Cristo que con su resurrección ha vencido la muerte y el pecado, y pidámosle que tenga piedad del mundo y lo bendiga.

Digamos:

Tú que eres la vida, escúchanos.

Por la Iglesia: que los cristianos seamos constantes en la escucha de la Palabra de Dios y demos testimonio de Jesús resucitado.

Oremos al Señor.

Tú que eres la vida, escúchanos.

Por los pastores del Pueblo de Dios: que la fuerza de Cristo Resucitado los proteja y anime, y dé fecundidad a su ministerio pastoral.

Oremos al Señor.

Tú que eres la vida, escúchanos.

Por la paz en el mundo y en los corazones: que la victoria de Cristo sobre la muerte la haga renacer y la afiance donde peligra.

Oremos al Señor.

Tú que eres la vida, escúchanos.

Por los que ven vacilar su fe, por los que se resisten a creer, por los que rechazan a Dios: que descubran la presencia de Cristo en sus vidas.

Oremos al Señor.

Tú que eres la vida, escúchanos.

Por los difuntos: que gocen eternamente de la vida que Cristo nos mereció.

Oremos al Señor.

Tú que eres la vida, escúchanos.

Por nosotros y por todos los cristianos: que sepamos reconocer a Cristo en los hermanos y en los acontecimientos.

Oremos al Señor.

Tú que eres la vida, escúchanos.


* *Oración después de la Comunión * *

Concédenos, Dios todopoderoso, que la gracia recibida en este sacramento nos impulse siempre a servirte mejor.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

1 comentario:

  1. "Paz a vosotros, y cuando los discípulos escuchan estas palabras de los labios de Jesús, se quedan consternados: estaban las puertas cerradas; Cristo había muerto y…no sabían muy bien a qué atenerse. Sí; habían llegado noticias de que, algunos de ellos, habían visto el sepulcro vacío, que unas mujeres se habían hecho eco de la noticia…y, de repente, el Señor les convierte en portavoces y heraldos de la paz de Dios. ¡ASI TAMBIÉN OS ENVIO YO!

    1.Celebramos en este domingo la fiesta de la Divina Misericordia instituida por el recordado Papa Juan Pablo II un tiempo antes de morir. Y, en el marco de esta festividad, en medio de la claridad y esplendor de la Pascua, nos sentimos unidos a toda la Iglesia que –en Roma- beatifica su persona y su obra, su empeño evangelizador y sus ansias de paz.

    A partir de hoy tenemos más motivos para creer y esperar en Dios. Dios hace obras grandes y, además, las realiza en personas que han compartido hasta no hace mucho tiempo (5 años) una gran parte de nuestra vida.

    Hoy damos gracias a Dios porque la beatificación del Papa Juan Pablo II es una llamada a luchar, tal y cómo él lo hizo, por la dignidad del hombre y la búsqueda de la paz. ¡Cómo no recordar aquellos encuentros en Asís intentando aunar esfuerzos de todas las creencias en favor de la paz!

    2.Al celebrar este Domingo de la Divina Misericordia, nos fijamos en el corazón de Dios. Un corazón que se desborda en amor y ternura hacia la humanidad. Juan Pablo II, momentos antes de expirar, rezó con la siguiente oración “Jesús, en Ti confío”. Esta fiesta no es un domingo más ni mucho menos. Es saber y confiar que Dios, más que juez, es un Padre que hace fiesta y abre de par en par las puertas del cielo para aquellos hijos que regresan de caminos perdidos o de senderos cargados de angustias, soledades, comodidades o traiciones.

    3. ¡Paz a vosotros! Sigue resonando, esas ansias del recordado Papa Juan Pablo II, a lo largo de sus más de 100 viajes apostólicos realizados por todo el mundo. ¿Habrán servido de algo? Por supuesto que sí. Las generaciones que hemos tenido oportunidad de conocerle y, con motivo de su beatificación, de actualizar su memoria no podemos menos que dar gracias a Dios porque fue un Papa entregado a la causa del amor y de la paz. Porque, entre otras cosas, instó a aliviar las necesidades de los demás desde las posibilidades de cada persona sensible al evangelio.

    Con el evangelio de este segundo domingo de Pascua proclamamos como lo repetía tantas veces Juan Pablo II “Es todavía más urgente proclamar, con voz decidida, que sólo la paz es el camino para construir una sociedad más justa y solidaria” ¡Hombres y mujeres del tercer milenio! Dejadme que os repita: ¡abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con Él entra la verdadera paz. SS. Juan Pablo II. " HOMILIA DEL P. JAVIER LEOZ

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